Cuando un corazón es apresado por el fantasma de la oscuridad.
Este buscara la forma de despedazar a quienes les hicieron daño,
Solo la luz despertara y purificara cada rincón reparando cada fisura,
Pero tendrá que esperar a que ese ser aparezca,
Tres ciclos de vida diferentes será el tiempo
El ser de la luz detendrá al oscuro.
Porque después de su holocausto verá por fin el sol.
Profecía de Selene… la diosa de la Luna.
Corría el año de 1895, tan solo faltaban unos cuantos para llegar al inicio de lo que sería otra centuria mas antes de principios del siglo XX, la sociedad aún se resistía a crecer y revolucionar, deseaban seguir como lo habían hecho hasta ahora, sin las nuevas maquinarias y procesos para incrementar la productividad y disminuir; por difícil que esto fuera, la mano de obra.
Había muchos trabajadores desempleados, pues con la llegada de las maquinas era complicado superar los estándares tan precisos que requerían ahora las empresas que daban de comer a muchas de las familias tanto norteamericanas como Europeas.
Era aún de noche, y aquel hombre en plena flor de sus años veintes se notaba nervioso, preocupado, como si alguien estuviera persiguiéndolo para poder matarlo. Deseaba correr, pero sabía que en cualquier lugar lo encontraría para ajustar cuentas, unas arraigadas de las cuales no había escapatoria alguna.
No podía evita mirar cada tanto tiempo sobre su hombro y sentir ese escalofrió recorriendo su espalda, esa descarga de adrenalina que erizaba cada bello de su cuerpo.
Ese individuo tenía el cabello castaño y ojos almendrados claros que difícilmente se notaban por la gorra que cubría su cabeza. Era delgado sin llegar a escuálido, tenía un rostro apuesto y unas manos fuertes muestra de que trabajaban arduamente para mantener a su familia.
Caminaba por las calles de Londres que en ese tiempo estaban ataviadas con coches arrastrados por caballos; los relinchos se hacían escuchar creando eco en cada rincón y al observarlos pudo notar que de sus fosas nasales salía vapor de agua, pues ese día estaba haciendo un frio de perros.
-Debo enfrentarlo, si no, matará a Kathia y a mi hijo. –Susurraba asustado introduciéndose a una de las callejuelas para acortar camino y poder ver a su familia.
Se frotaba las manos enguantadas para posicionarlas en sus bolsas del pantalón mirando al frente aún recordando la manera tan estúpida en la que había tenido que recurrir a pedirle un favor precisamente a… él. Continuaba su camino, sus pasos se hacían escuchar al contacto con los charcos que no disimulaban su presencia o su cercanía, posteriormente doblaba la calle y se sobresaltó unos instantes al escuchar un ruido proveniente de uno de los cubos de basura, contuvo el aliento asustado.
-¡Qué rayos…! -Volteaba una vez y se daba cuenta para su alivio, que se trataba de un gato que bajaba de una de las bardas seguramente mendigando algún mendrugo de basura. Exhalo el aire contenido.
-Debo llegar pronto a casa… -Apresuraba el paso retomando su camino, sin dejar de mirar continuamente lo que dejaba atrás.
Daba un largo respiro al percatarse de que absolutamente nadie lo estaba siguiendo, quizá su paranoia haya producido demasiadas visiones en tan corto tiempo. Sus manos aún temblaban, ya fuera por el intenso frio que mantenía su rostro enrojecido o por el nerviosismo del que era presa, pues recordaba todas aquellas historias de las que tanto escuchaba de otros que habían tenido la oportunidad de involucrarse con aquel hombre pidiendo sus favores, no muchos salir ilesos contra su venganza, contra su ira por no pagaba una deuda. Sabía muy bien que de alguna manera u otra se cobraba, él nunca perdía.
"El no perdona una deuda, sabe siempre la forma de cobrarse"
Esa idea rondaba en su cabeza negando rápidamente para quitársela y pensar mejor en la nueva vida que tenía en casa junto a una esposa linda y hacendosa esperándolo cada día después de una larga jornada de trabajo complicada, con su pequeño en brazos. El había sido de los pocos que no había perdido su empleo mientras que otros de su misma edad se encontraban haciendo marchas, huelgas para demandar a las compañías, fábricas y demás que les retribuyeran por el tiempo perdido en ellas.
La situación económica de Londres no estaba en sus mejores días y la gente se valía de cualquier cosa, incluso de prestamistas ventajosos para poder mal alimentarse mientras que la crisis pasaba; pero sencillamente, no se le veía un culmen.
Entraba por un edificio de apartamentos de clase media, pues los alaridos de casi todos los vecinos se escuchaban incluso a metros a la redonda. Cuando piso el escalón de la entrada se sintió tranquilo al saber que sus suposiciones eran mentira. Caminó hasta las escaleras para poder ir a donde vivía que exactamente era el numero 12. Buscó sus llaves y por fin abría para encontrarse a una mujer sentada platicando amenamente con alguien del que solo visualizaba su espalda.
-¡Hola Frederick! Mira, quien nos ha visitado. –Una chica delgada, con cabello oscuro y ojos color marrón bastante hermosa y jovial, vestida con un faldón largo y una blusa holgada de manta le indicaba que no estaba sola. Mientras tanto el llanto de un niño pequeño se dejaba escuchar en la habitación contigua.
-¡Hola Freddy! –Un hombre alto de ojos azules y mirada socarrona sonreía al notar que lo había dejado helado con su sola presencia. No era para menos era quien menos hubiera querido encontrar en su casa, al lado de su familia.
-¡Kathia, ve a ver a Frank! – Ordeno a su mujer, tratando de no mostrar el temor que sentía en ese momento.
-¡Pero cielo...! –Intento replicar su mujer sin comprender la lividez tan repentina en el rostro de su esposo.
-¡Que vayas te digo!- Elevo la voz para cortar a su mujer. En ese momento la chica se intentaba levantar pero el invitado se adelantaba para tomarla del cuello haciéndola gritar del susto pues ahora ese hombre tenía un aspecto muy diferente al que tenía cuando había llegado, sus ojos se tornaban negros, marcados por unas venas que acentuaban una bestialidad parecida a un demonio, de su boca se perfilaban dos colmillos que hacían contacto con la primera vena que tenía cerca. Simplemente Frederick se llenaba de miedo, de furia y de impotencia.
-No le hagas daño… déjala fuera de todo esto. –Suplicaba con vehemencia.
-De que se trata Frederick, ¿Qué es el? – Preguntaba con voz estrangulada la mujer asustada pensando que una vez muerta, lo más seguro era que iría tras su bebé.
Mientras tanto el hombre se quitaba el sombrero de copa que llevaba aquel día, mostrando su cabellera oscura y sedosa.
-¡No lo sé… te juro que no lo sé!…- El también estaba asustado y confundido, pues la última vez que lo vió no se miraba de esa manera, recordaba que cuando había hecho aquel trato del cual se arrepentía profundamente, se notaba normal, no como ahora, no tenía ese aspecto tan mounstroso. En cambio, aquel hombre solo sonreía descaradamente mostrando en su mano derecha un anillo bastante peculiar con una piedra azul y motivos plateados; bastante hermoso y enigmático.
-Soy un vampiro, uno desgraciado y perro que si no le pagas en este momento se cobrara con la vida de tu adorada esposa y de tu hijo- El sonreía socarronamente al punto de casi hincarle los colmillos filosos, en la tierna piel del cuello de la mujer haciendo que ella volviera a gritar como nunca.
-¡No por favor, a mi pequeño Frank no! –Suplico entre sollozos.
-Así que se llama Frank... –El hombre le clavaba por fin los colmillos a la chica mientras que su esposo intentaba quitarlo de encima, ella solo gritaba, pensaba que ese sería su último suspiro y a su vez que jamás volvería a ver a su pequeño hijo.
-¡Espera! Hare... hare lo que sea… te pagare como tu decidas, con mi vida si quieres, pero no con ellos—En ese instante el pelinegro vampiro se detenía, soltaba a la mujer lanzándola junto a su marido quien la atrapaba observando su cuello perforado.
-Creo que me acabas de dar una grandiosa idea, y creo que esto será divertido, pues ni tú mismo sabes lo que llevas a cuestas. –Dijo de manera enigmática.
-¿De qué… hablas? –Frederick no podía siquiera hablar tratando de calmar a su mujer que ahora estaba horrorizada por la forma en la que aquel individuo había atentado contra ella, aun sentía el dolor punzante en su cuello. Observaba constantemente que ese hombre no se tentaría el corazón para poder dañar o matar a nadie con tal de obtener lo que deseaba.
El vampiro bien vestido caminaba de un lugar a otro hasta que llegaba a la habitación del pequeño que aún lloraba por su madre. El bebe indefenso era ahora su prioridad, así que Frederick corrió hasta el sitio donde su hijo se encontraba para poder librarlo de ese demonio; en cambio aquel solo lo detenía con una sola mano para lanzarlo de nuevo a la pared con una sonrisa triunfante.
-No le hare daño a tu familia, pero se de muy buena fuente que ustedes, digamos… son especiales, no me preguntes ¿Cómo? o ¿Por qué? pero solo te adelantare que tengo muy buenos contactos que me lo informan. –El respiraba un poco dando un beso delicado en la frentecita del niño quien pensaba que se trataba de su padre haciéndole cariños.
-Debes prometerme a la primera mujer de tu descendencia- Respiraba un poco. —Ella… será mía.
1999
Estaba emocionada por que por fin llegaría el momento de graduarse, aún a pesar de las adversidades en la que se había visto envuelta daba gracias a la vida por una nueva oportunidad, un nuevo ciclo en su vida al lado de sus padres y amigos que la apreciaban, la adoraban no solo por ser una chica excepcional sino ahora reconocida como una gran heroína.
Hermione Granger era admirada siempre por su talento más que por su capacidad para aprenderse el contexto de los libros; siempre decidida, valiente y a la vez la más humana de todas las personas, incluidos los magos y las brujas.
Despertó temprano con una gran sonrisa en los labios, para poder dar un largo paseo por el castillo Hogwarts, esa sería una de sus últimas visitas por aquellos lugares, así que decidió levantarse más pronto de lo ya habitualmente era su costumbre para disponerse a recorrer el lugar antes que nadie.
En unas horas sería el acto académico, la entrega de títulos, el baile en algunas horas más, pero ahora lo que importaba era ser feliz con lo poco que le quedaba en el castillo. Se peinó el cabello perfectamente liso ahora, después de todo, merecía un cambio después de la segunda guerra, necesitaba encontrarse ese último año consigo misma y conocer su verdadera identidad no solo como bruja, sino como mujer.
Vistió por última vez el uniforme, a pesar que todos podían hacer libremente lo que quisieran con sus atuendos, después de todo, ahora no tenían clases, no tendrían que cumplir con tareas u horarios y eso a ella le entristecía un poco. Por eso sabiendo que esa sería la última vez que vestiría aquellas ropas, decidió hacerlo de aquella forma, era su manera de rememorar su estancia en ese lugar. Se colocaba su suéter con el emblema de Gryffindor y a su vez un pasador en el lado izquierdo de su lacio cabello castaño para poder definirlo.
Sus ojos caramelo se llenaban de agua al mirarse por última vez en el gran espejo que tenía en su recamara de premios anuales; pues como ya era bien sabido, ese año los más destacados gozaban de varios privilegios, así que solamente se colocaba sus zapatos negros y suspiraba para abrir la puerta para hacer su ultimo recorriendo como estudiante en cada lugar que de una manera u otra marcaron su estadía en el colegio.
Decidió hacer una cronología, una recapitulación de los lugares más importantes durante su estancia en el castillo; comenzó por la vieja torre de los leones donde entró por primera vez observando aún a la holgazana de la dama gorda roncando y molestando a otros retratos con los sonoros sonidos que salían de su garganta.
-Nunca cambiará- Decía para sí misma, dejando salir un largo suspiro, para después bajar por las escaleras cambiantes y dirigirse al patio principal, aquel que no cambiaba a pesar del tiempo. Parecía que la guerra ni siquiera se había sucintado en ese lugar pues los ladrillos, bloques e incluso los pocos enjarres estaban intactos después de la reconstrucción del colegio.
Paso sus dedos sobre la superficie fría y pulida de las piedras que formaban uno de los muros que había sido renovado, de alguna manera sentía que a pesar de no haber vestigios de aquella destrucción, en las entrañas del castillo siempre quedarían las cicatrices sufridas en aquellos tiempos, sin embargo, era agradable poder descubrir que todo podía volver a ser de alguna manera como era antes y que en apariencia esas firmes piedras sustentaban el lugar que tanto amaba,
Caminó hasta el bosque prohibido para encontrarse a su paso con más recuerdos, con el de Gwrap, con los centauros e incluso con aquel hipogrifo que había ayudado a rescatar a Sirius Black del beso del dementor en tercer curso. Se detuvo exactamente en el sitio donde el profesor Lupin convertido en lobo los había atacado sin tener conciencia de quienes eran.
Volvió a suspirar acariciando uno de los troncos gruesos del gigantesco roble recreando la escena en la que Harry y ella corrían desesperadamente para reaparecer de nuevo cerca del lago y ejecutar el encantamiento patronus.
-Creíste ver a tu padre en ese entonces Harry- Suspiraba y sonreía a la vez para seguir su camino. Eran muchos recuerdos convergiendo en su mente, con tal nitidez como si hubieran ocurrido apenas el día anterior, pero de eso ya había pasado bastante tiempo.
Dejo que sus pies la transportaran a las orillas del lago negro para poder apreciar la tranquilidad y serenidad del lugar donde se albergaban los grindilows, las sirenas, incluso algunos otros seres acuáticos que convivían con ellos. Se sentó en una de las rocas para acordarse del instante en el que sirvió como "tesoro invaluable" para Viktor Krum; en ese entonces, su novio.
-¿Que será del fortachón?- Preguntaba al viento como si éste le trajera una lechuza con las nuevas noticias del jugador estrella de los búlgaros. No esperaba en realidad ninguna respuesta, sabía que dondequiera que estuviera estaría bien y ese pensamiento era suficiente para hacerla feliz.
Se quedó un rato mirando el atardecer, le gustaba admirar como los rayos del sol se reflejaban en la superficie del lago, era algo tranquilizador, como la promesa hecha de un mañana diferente.
En eso estaba, cuando escucho unas pisadas serenas, tranquilas, calmadas, pausadas, cada vez más cercanas a la rivera emanando un aroma a perfume caro… encino dulce para ser exacto. Aun cuando el aroma y el sonido de sus pasos le advirtieron de su cercanía, sin querer la castaña ladeaba su cabello sobresaltándose un poco, pues no estaba que ya se encontrara tan próximo a ella. Era un chico alto de piel clara, mas blanca que la nieve llegaba sin mirarla, solo observando al horizonte como queriendo capturar también en su memoria aquella imagen.
Desenfadado como pocas veces, permitió que sus zapatos caros de charol se ensuciaran con el lodo, tal vez no importando la imagen o el decoro que lo caracterizaba en ese preciso momento.
Hermione aun cuanto no lo miraba directamente, sabía muy bien de quien se trataba, decidió ignorarlo como lo hacía ya desde bastante tiempo atrás, simplemente aquel chico no era su amigo, como tampoco ya precisamente su enemigo.
Después de un prolongado silencio y de una calma que no había sido rota por ninguno de los dos, decidió que era hora de marcharse, quizá no era buena idea reñir con términos tan trillados como "sangre sucia" o cualquier otro apelativo, así que se levantaba y sonreía para sí misma pensando que era lo mejor dejar las cosas como estaban.
-También te gusta aquí, ¿Cierto Granger?- La voz calmada del rubio platinado sonaba rompiendo con el hielo del imperioso silencio, mientras tanto la castaña lo miraba con asombro, pues antes jamás se dirigió a ella siquiera con un deje de educación en sus palabras.
-Es bastante tranquilo Malfoy. –Admitió permitiéndose girar su rostro para admirar nuevamente el panorama. –Pero no te molestaré, me imagino que prefieres estar solo, así que mejor te veo en el acto académico- Ella estaba dispuesta a retirarse para concederle un poco de privacidad.
-No me molestas en absoluto Granger, creo que ahora es el único momento que puedo hablar contigo después de tanta mierda que paso hace un año.- Acoto, ante las claras intenciones de marcharse de la castaña.
Hermione lo escuchaba detenidamente, pues recordaba que cuando termino la guerra mágica, la familia Malfoy no fue la misma desde entonces; habían caído en la peor de las deshonras tanto para el ministerio como para la sociedad misma. Recordó de la misma manera que al iniciar el curso les tocaba compartir la sala común de la torre de premios anuales pero siempre trataba de evitarlo para no comenzar una disputa como cada año.
Por eso las palabras del muchacho ahora la desconcertaban, cuando todo el año ambos se ignoraron en medida de lo posible, el que ahora la abordara de manera tan amable era simplemente extraño.
-Malfoy, quiero que te quede claro que yo no soy Harry, ni Ron, e incluso puedes llamarme como gustes, pero sabes que no me afecta en lo absoluto- Suspiraba.- Las personas crecemos y un simple apodo es el menor de nuestros problemas. –Dijo un tanto a la defensiva, esperando que en cualquier momento dejara a la luz sus siempre hirientes palabras como antaño.
-Lo sé. -Indicaba el chico de ojos grises con una lágrima en ellos sin emitir ningún sonido que delatara su estado.
-Malfoy tu… ¿Estás llorando?.- Ella intentaba acercarse, instintivamente tratando de darle consuelo, pero él se hacía a un lado.
-Claro que no, es solo que soy alérgico a este mugre lugar- El platinado espeto, intentando limpiarla discretamente.
-Bueno, no quiero ser una interrupción, pero solo quiero decirte…- Ella se colocaba al frente para apreciar sus ojos, aquella mirada que tenía apagada, sin deje de maldad alguna, pues todo aquel cascarón de abolengo real logró desmoronarse gracias a su padre. Ella le dedicó una sonrisa comprensiva y colocaba una mano en su hombro. -Tú no eres malo Draco, tal vez tu padre tampoco lo fue realmente y te estás auto castigándote sin razón- Suspiró largamente antes de continuar.
-No sé si realmente quieras escuchar lo que tengo por decirte, pero creo que es necesario que te lo diga ¡Te perdono! por que se que en el fondo no eras tú quien me humillaba, no realmente. Quiero decir y deseo… que en verdad logres reconstruir tu vida como siempre lo hacen las aves fénix, que resurjas de las cenizas de esa vida pasada. –
-Me llamaste… Draco- El se sorprendía y por primera vez la castaña lograba ver una sonrisa en sus labios, aquella sin malicia y a la que pocas personas tenían acceso, ahora Hermione era una de esas personas privilegiadas.
Malfoy no estuvo bien después de la segunda guerra, pues la mayoría de las cuentas bancarias fueron catalogadas como ilícitas al igual que muchas propiedades pertenecientes a esa familia. Su padre estaba purgando una condena en Azkaban y su progenitora sencillamente aún se aclimataba a su nuevo estilo de vida sin servidumbre. Por ende… aquellos que se decían sus amigos le daban la espalda dejándolo a su suerte como buenas serpientes traicioneras.
-Creo que no habrá mucho días en que nos veamos así que solo quiero desearte buena suerte- En ese momento ella se disponía a retirarse cuando en ese instante sintió que la mano del chico tomaba su muñeca.
Ella en lugar de asustarse tan solo ocultando un poco su asombro lo miraba con serenidad, le parecía sumamente apuesto, siempre había sido de esa manera ya que esos ojos de plata liquida no pasaron desapercibidos por nadie, ni siquiera por ella tan distraída en los estudios y deberes.
-Hermione…- Susurro su nombre, aquel que nunca había usado con tanta familiaridad y le causaba un extraño cosquilleo al pronunciarlo. Pasando saliva con dificultad por el nerviosismo intentaba que las palabras no se atoraran en su garganta, como todas esas veces que intento acercarse y no había encontrado la manera.
-Si… Dime Draco…
-Tarde siete años en decirte esto… pero supongo que elegí el mejor de los momentos por que se que jamás volveré a verte… y creo que al fin es el tiempo de confesare lo que llevo guardando…
-No te entiendo- Ella fruncía ligeramente el ceño confundido, no sabía a donde quería llegar con todo eso.
-Estoy… enamorado de ti. –Soltó al fin
-¿Qué?- Exclamo sin perder la calma, pero aun incrédula de lo que había escuchado, no dejaba de sorprenderse, simplemente aquella declaración la había dejado helada. –Malfoy te juro que si esta es otra de tus bromas te aseguro que ya no van conmigo…
-No, no es una broma… -Aclaro con seguridad dando un largo suspiro para después mirarla a los ojos para sacar ese sentimiento que había llevado guardado al parecer durante años. –Desde que te conocí Granger... Pero fui un cobarde al no aceptar lo que sentía, lo callé, guarde silencio por tanto tiempo por que debía ser tu enemigo, tenía que despreciarte, debía ser… un hijo de puta contigo, eso es lo que se esperaba de mí, eso era lo que tenía que hacer, pero ahora… ya no importa. –En ese momento y sin pensarlo, acorto la distancia que los separaba, tomo sus labios en un beso apasionado robado; tomándola por la cintura, la acerco a su cuerpo con esa necesidad que había guardado en el fondo de su pecho, tan solo el viento se escuchaba como una dulce melodía para él.
Hermione desconcertada, no supo cómo reaccionar o que hacer, en un principio, ya que lo más práctico, lo que se esperaría era darle una bofetada o un puñetazo como en tercer grado, pero simplemente aquella confesión le pareció sorpresiva. Sintió los labios del chico sobre los suyos, eran delgados, pero tentadores con un sabor mentolado, lo que inevitablemente hizo que llegaran a gustarle, logrando invadir sus sentidos que a diferencia de Krum, de Ron o incluso de Cormac McLaggen lograban hacer vibrar cada fibra de su ser.
-Draco… no…- ella intento resistirse, se negaba, pero era tarde, su cuerpo la traicionaba, reaccionando a cada delirio de ese chico platinado que le confesaba su amor por ella. Deseaba hacerle muchas preguntas pero era tan poco tiempo del que no disponían para responderlas, asi que solo se separo lentamente de él, pero en ese instante el chico la tomaba del rostro con suavidad para impedir que se alejara por completo.
-Ahora te lo confieso... te amo... te amo, Hermione Granger… te amo Sangre sucia… Mi sangre sucia, pero sé que ya es tarde y nada merezco, así que es momento de no vernos más, jamás seré digno de ti- El chico le daba un último beso para después alejarse a toda prisa de regreso al castillo.
-Dra… Draco.. –Ella hubiera querido detenerle, pero estaba tan confundida y desconcertada que no pudo hacerlo.
Lo vio alejarse, sin poder moverse por un instante aun luchando con todos los sentimientos que habían aflorado con su confesión y con ese beso robado.
Suspiro llevándose con suavidad los dedos sobre sus labios, aun sintiendo el rastro cálido que dejo la boca de Draco sobre ellos, aun ponía notar ese suave hormigueo anhelante recorriéndolos.
Estaba confundida, cerró los ojos, acariciando nuevamente sus labios, deseando algo que no tenía muy claro, pero que de alguna manera sabía que no era posible.
