Hurt Me Daddy
Sinopsis
"Una ligera y suave voz se escucha tras la ventana del residente.
Un lugar que ha sido llenado de mimos con un color cremoso y pastel, el sueño que tanto le apetecía.
Pero nadie se da cuenta, que esa habitación llena de juguetes, se trata de un lujurioso placer bajo las sábanas."
Bum pide a gemidos que daddy lo castigue.
Sangwoo solo se limita a corresponder con azotes en los glúteos de su kitten.
➳ Contenido sexual u obsceno.
➳ Bum x Sangwoo
➳ Temática DADDY KINK
Prólogo
El anochecer del catorce de marzo, rumbo a las ocho de la noche con cuarenta y ocho minutos, ha sido uno de aquellos acontecimientos que causan furor por todos lados. No había persona alguna que hablara del tema, o se introdujera buscando el morbo de dicha problemática en las calles de un lugar fantasma. Cual, al poco tiempo, se llenó de varios reporteros y empresas televisivas divagando en el vecindario.
Muchos de los vecinos a sus alrededores se enteraron del asunto, ¿cómo había sucedido? Nadie en común conocía el porqué de esto. Por algo ahí estaban, esperando la ayuda de los oficiales al mando para resolver una situación de tal vez alto riesgo a los ciudadanos de Corea.
Es acertado si se dice acerca de cómo funciona la publicidad, un acto sobrehumano o misterioso se promociona activando el intelecto de las personas, de tal manera, que querrán comprar y admirar sin importar cuan repetido esté. De todas formas, serán víctimas de lo ocurrido y se quedará en sus mentes si han sido capaces de verlo con sus propios ojos.
Las personas trataron de abrir la puerta, otros lo golpeaban sin encontrar logro alguno, y los demás, se quedaban viendo o llamando a urgencias por si alguien resulta herido de lo que sucede en ese hogar. La mayoría de los transportes se dirigían a la zona, acudiendo a las terribles noticias de los testigos que se dieron cuenta al principio.
Algo que quedaron en claro, es que esto no se trataba de lo típico o usual, si no que se escondía otras cosas entre esta atmósfera tenebrosa.
Lastimosamente, sus intentos habían sido fallidos, las fuerzas de los
los lloriqueos se hacían presentes, y eso les aumentaban el deseo de saber qué se esconde tras la puerta de esa gran casa donde cuanto más tiempo pasaba, las personas llegan intercaladas y acompañadas de cámaras fotográficas.
Grabaron este suceso quedando en uno de los mayores temas en toda televisión del país asiático. El informante acercó los micrófonos a las personas alrededor y aseguraron no tener la menor idea de qué ocurría. Tales argumentos aumentaron las ansias de los espectadores en hogar y realidad.
Pasaron dos, tres, cuatro hasta cinco horas, y la sirena de la policía se escuchó, apartando a los ciudadanos del lugar dejando de forcejear el candado de la puerta.
Indignados del asunto, una próspera calma se escuchó. El singular llanto cesaba, presenciaron en el rostro de los individuos y las señales de lo sucedido en una ansiedad incontrolable. También demostraron tener cierto interés en esto al ser su labor más recurrente, así que ambos decidieron aparcar el auto en una de las calles recibiendo la inquietud por completo de estos.
Uno de los agentes salió del coche, explicando a su compañero que se encargaría de la situación, el cómplice asintió, mirando de reojo al hombre caminar hacia la casa de número doscientos doce acogiendo la fama de periodistas deseando una entrevista después de encontrar respuestas, la cual, aceptará con mucho gusto.
Insistió en entrar, golpeando una y otra vez la entrada apoderándose de la incertidumbre. Las contestaciones son inexistentes, la luna cada vez se posiciona más alto sobre las estrellas amenazando una noche abrumadora. No se dispuso a tomar lugar sin usar violencia alguna, su paciencia era nula, quería descifrar este caso.
La planta de la bota se colocó hacia el carrizo, al mismo tiempo que apuntó con un arma de fuego cargándola de momento. No certificaron voces aparte de los chillidos agudos de un infante, y, si sus datos no fallaban, entrar ahí será difícil, puesto que, a pesar de romperlo y disparar hasta introducirse en el hogar, no encontró presencia alguna, y solo le tocó divagar por el hogar y encontrar pistas a sus cercanías.
Deambuló en el interior, repasó cuidadosamente el hogar, aún sostenía su armamento sí de casualidad un sujeto suele aparecerse de repente. Nunca se sabe cuándo se tenga que enfrentar a esa clase de peligros.
Subió las escaleras haciendo crujir el suelo con perseverancia, el musitar le rompía su alma sin querer.
No sabía que todo esto correspondía a un acto de terror y asombro al mismo tiempo.
Una de las habitaciones estaba cerrada, por suerte, no necesitó azotarlo ya que el pomo de este aflojaba el interior.
Un oscuro y a la vez sombrío lugar, lleno de desconsuelo, dolor, desilusión… Donde la mirada del hombre se asomó a una de temor, ablandando su corazón de inmediato al ser observador sin esperarse divagar en la curiosidad y una de las historias más nostálgicas en oficiales principiantes.
Seguro que reflexionaría esa noche, y lo señalará en las peores que ha trabajado…
Encendió las luces, guardando la pistola en el bolsillo trasero remplazando esto por unas notas que usaban para remarcar las huellas de la verdad. Es posible comentar, que no solo los detectives usan estas herramientas de trabajo, también los oficiales son capaces y ayudan a la hora de ver quiénes son culpables de esto.
Lo primero habían sido las camas, al parecer, dichas literas tenían sábanas desarregladas de un color apagado. Tenían un mal estado, no podían ser de un día o del mismo en sí, sino, que se trató de hace más tiempo—lo tomó en cuenta por el olor a suciedad—.
Las paredes estaban rasgadas, y el piso lleno de fluidos de orina con musgo, es aterrador, se podía comparar a la perfección con una historia de terror.
Pero después de todo esto, se encontró el causante de los chillidos, de la persona que presenció a carne y hueso y tenía un claro ejemplo del suspenso del hogar.
Se inclinó desalojando las cosas, extendiendo sus pequeños brazos arrullándolo con tal de calmarlo.
Su cabello oscuro cenizo mal lavado, las prendas dañadas, heridas en sus muslos, las costillas se le remarcaban y sin mencionar su piel, pálida y sombría llena de ojeras en la parte de sus diminutos orbes negros.
Se preguntó: ¿Quién fue el infeliz de dejar un niño en tales condiciones?
Ver a un pequeño menor de un año de nacimiento le rompió el alma, casi siempre se mantenía firme en cualquier situación, ya sea una violación o un asesinato, no obstante, en esta misión, había sido todo lo contrario, tenía ganas de soltar las lágrimas, decirle a ese pequeño que estaría bien, que el dolor se acabó, no más… Sea lo que sea, estaría en buenos brazos…
Claro, si tan solo un estruendo en particular lleno de estática no interrumpiera las gotas cristalizadas, osando salir frente al pelinegro que yacía en sus brazos.
—Seungbae, alerta, llegaron los paramédicos, ¿alguien salió herido? —su radio sonó, calmando al niño que se recargó en el hombro del oficial, las dulces caricias en su espalda le calmaron.
—Afirmativo, oficial—contestó bajando las escaleras del hogar, repasando de momento la cocina—. Necesito con urgencia una casa hogar, encontramos un menor.
El acompañante del hombre asintió, mientras que, Yang Seungbae—nombre del encargado de encontrar la solución—agarró uno de los platos rotos, lleno de una especie de viscosidad carmesí anotando la observación. Además, la cocina tenía unas cuantas fracturas de golpes y marcas donde podía haber ocurrido un acto de violencia o abuso. No tenía muy claro, pero las marcas de manos lo confirmaron, cómo si alguien pidiese piedad, aunque no entendía con exactitud si fueron las manos de una mujer que recibiera machismo, en cambio, concordó que la escena necesita tiempo de analizar.
Su cabeza daba vueltas ordenando lo acontecido. Su contrario, dormía tranquilamente en su pecho, acogido de buena manera junto al sollozo de su nariz rojiza, llegó a pensar que necesitaba ayuda de un averno que pronto terminará.
Después de eso, se dispuso a salir del recinto, muchos de los característicos medios de información más importantes le señalaron del porqué cargaba un niño en sus brazos, diciendo que es un asunto cual está en trabajo y no tenía respuesta acertada, y, si tenían tolerancia, tendrán su palabra a lo largo de la semana siguiente.
De esta manera, dio paso a la ambulancia entregando al pequeño, dejándolo en manos de los doctores encargándose de darle la mejor salud posible, la alimentación suficiente y revisar su frágil cuerpo lleno de cicatrices y marcas violetas.
El moreno reprimió sus sentimientos, pronto él se encargará del orfanato donde parará, es lo mejor, tal vez conseguiría una mejor familia y una madre tendrá la oportunidad de educar a ese niño con tal de olvidar los daños del pasado.
Entró al automóvil sin mediar una palabra a su superior, se miró en el retrovisor y arregló sus lentes mordiéndose el labio inferior. Listo para arrancar e irse de ahí, sin embargo, el otro esbozó una sonrisa buscando un tema de conversación de cómo se sintió tener la adrenalina de su primera misión.
—Estoy orgulloso de ti, ¿crees que puedas ser capaz de manejar nuevas misiones? —propuso tomando uno de los cigarrillos encendiéndolo de inmediato.
Seungbae no mostró emoción alguna, tenía la mente puesta en la ambulancia retirarse de la llamada calle fantasma. Su propósito no es seguirlo, ni siquiera podía meterse demasiado hasta tener nuevas noticias, las notas serán necesarias al tener la información en manos.
—Señor, le pido permiso si conservo el puesto y prosigo con la tragedia de hoy—propuso acariciándose la sien—. Estoy desconcertado, pero, estoy seguro de esto, anhelo tener el mejor rango posible.
—Es bueno escucharlo—mencionó expulsando humo de sus labios acompañado de tos—. Seungbae, amigo mío, el derecho es concedido si acepta unos cuántos tragos esta noche.
Tomar algo le relajaría la mente, olvidaría lo visto, y se divertirá un buen tiempo al lado de él, un hombre de ya casi tercera edad de melena gris y rasgos de anciano. Aun así, se mantenía sonriente, y tenía más experiencia para llevar a Seungbae a la vida de un policía astuto.
—Los aceptaré con mucho gusto—sentenció el castaño perdiendo de vista al transporte de urgencias.
—Yang—dio una calada a su cigarrillo—. ¿Qué sucedió dentro del hogar?
Los lentes le resplandecían a la luz de los faroles, sus ganas de avanzar habían sido aburridas, y quiso tomar un momento de reflexión a lo que sucedió. Aun pudo recordar su rostro quebradizo, las lágrimas cristalizadas rodear su pálida piel, y la desnutrida masa reflejando los huesos del varón. Tragó saliva, recargándose en el volante sacando sus llaves de la cerradura. Cambiando el punto de vista del oficial al mando, acallando el fuego salir del cigarrillo.
—Me es imposible no pensar en tales casos, porque, si soy sincero, la serenidad la tendré cuando estos pensamientos se vayan de mi memoria—contestó Seung, llegando al grano de todo—. La casa constaba de dos partes, la de arriba y claro, la baja—prosiguió sellando la flama con la suela de su zapato—. El comedor tenía un olor característico a la sangre, me temo que haya ocurrido un asesinato.
—Por otro lado, al subir las escaleras y, a decir verdad, tenía la incertidumbre de que sucediese. La habitación de al lado se mantuvo de un olor putrefacto, al fijarme y encender las luces, un niño de no más de dos años de edad lloraba. Oficial, sus heridas son graves, necesitaba ayuda médica, no se sabe qué maldades vivió ese niño.
El grisáceo escuchó con atención, entretenido en su historia sin tomar algún otro cigarrillo de la cajilla. Creía las palabras que salían de su boca, Seungbae seguía con ese rostro de terror y eso había sido la causa de todo el alboroto.
Por lo menos ahora resolvió uno de los casos más importantes, no obstante, los verdaderos argumentos no se situaron de manera ordenada. El ambiente, los olores, ruidos y vista han sido varias herramientas a la hora del desenlace de ser policía. Encargaría a un detective cómo sucesor del caso con tal de apoyarlo en las señales de la problemática, lo que menos quería es quedarse con los brazos cruzados, todo lo hacía para complacer a las redes y a sí mismo. Y, además, esto tomaría unas cuantas semanas por la poca información reclutada. En general, constaba en días de duro trabajo, sin hacer a un lado las alertas que los ponían en riesgo.
Un rato después, Seungbae se dio al compromiso de dar rumbo al bar, no había nada más que platicar, y si fuera así, conversarán en el lugar para dirigirse posteriormente a la estación.
Encajó la llave en la cerradura, otorgando calma a punto de subir la ventana del automóvil con tal de arrancar de una buena vez. Más fue sorpresa, que de improvisto esta sea abierta, recibiendo un brazo musculoso interrumpir la escena de los policías captando la atención de ambos.
Yang ha sido el primero que pasó de arriba hasta abajo la apariencia del hombre, destacando que la época de los universitarios es de una chaqueta azulada, pantalón de mezclilla y el cabello bien arreglado. A lo que no pasó de alto, que ese joven hombre de no más de dieciocho se encuentra en una de las universidades más conocidas, y tal vez, sea equipo de algún deporte en específico, o simplemente se dedique a los estudios.
—Disculpe…—su voz grave y ronca a la vez, unos anteojos rodearon sus ojos negros—. Oficial Seungbae, ¿cierto?
Mantuvo una agradable sonrisa, capaz de enamorar al mundo entero, pero Seungbae evitó establecer contacto físico, al menos que sea de gran importancia, confirmó en un rápido movimiento de cabeza con las manos en el volante.
El joven sacó un bloc que traía en mano. Mientras que ese gesto sofocante se volvía cada vez mayor...
—Lamento la interrupción—se disculpó enfocando sus lentes—. Estoy estudiando la carrera de periodismo y le quiero preguntar, ¿qué fue de ese pequeño cual sacó de la casa del hogar fantasma?
Las ganas de replicar lo acontecido, inconvenientemente, el superior de ambos dijo con una voz tan alegre que Seungbae observó confundido al agente. Lo mejor, es no meterse en esos temas, se cansó de repetir el incidente una y otra vez.
—El oficial Seungbae ayudó al rescate de un pequeño herido, disponemos pocas aclaraciones de la tragedia. De seguro el pequeño irá a una casa hogar hasta tener comunicados de un familiar responsable—avisó carismático recargándose en el vidrio.
Las oraciones que sentenció son apuntadas con rapidez, guardándolo de inmediato, extendiendo la felicidad del muchacho, quien, a ser sincero, Seungbae comparó esa mueca con una de temor e indignación, cual desinteresado desvió la mirada a punto de marcharse lejos del universitario.
—¡Muchas gracias! —hizo una reverencia, apartándose del vehículo con precaución, de esta manera decidió extender el brazo al moreno.
Fijó su vista al admirar su ademán, sintiéndose incómodo pese a que actuara tan cortés. Lo único que le quedaba para no verse inmaduro es responder a su enlace de manos. Acercándose estrechando por fin palmas con el muchacho en una carrera bastante interesante. Pudo notar el rostro de satisfacción al hablar acerca de este proceso de un problema que por suerte no pasó a mayores.
—El gusto es nuestro—contestó—. Si nos permite tenemos cosas que hacer, joven…
Una risa se soltó de sus labios, prohibiendo que siguiera aflojando su agarre de manos al instante. Le parecía tan misterioso su actitud, provocando que Seungbae dudara de su amabilidad, sin embargo, esas memorias tan sombrías dejaron de aparecer al considerar que él es un universitario común y corriente con carrera de enfocarse en el suspenso de un reportaje, y, si sus datos no fallaban, es normal que alguien tan entusiasmado cómo él pensara de esa forma, porque cómo ya se presentó, ha sido uno de los primeros en saber más del asunto, y, confiando en sus palabras, llevará esto a su institución e informar acerca de dicha noticia de la introducción. Pero las emociones se dispersaron en el aire, cuando esa alegría volvió a tener un aspecto ruin, dejando a un lado las constantes expectativas de Yang.
—Oh Sangwoo, señor, Sangwoo para ustedes—remitió, concediendo al hombre de piel tostada angustiado de lo que percibió.
Sangwoo, el enigmático adolescente de cabellos oscuros, se retiró minutos después transcribiendo las características más importantes: las palabras de ambos, la situación y la preguntas. Asegurando una calificación excelente que lo llevaría a terminar su carrera en un lapso de uno o dos años más.
Por otro lado, el auto de tonos bicolor se marchó esparciéndose en la niebla de la ciudad fantasma, siendo así, que Sang volteara al ya no ver de nuevo la presencia de ambos policías. Suspiró con pesadez, de seguro tenían cosas que hacer debió pensar, porque, exceptuando al otro, el castaño se mostró antipático con él, tal vez ni siquiera se llevarían bien volviéndose a topar, pero esas dudas no detenían a Sangwoo a rebuscar en el hogar de la ciudad fantasma al terminar el rescate, para su mala suerte, lo habían clausurado y cerrado con unos grandes listones amarrillo chillón remarcando las palabras de no pasar sobre estas.
A las alertas que impedían su paso, no tuvo más remedio que seguir su camino, pateando cualquier roca que se cruzaba destrozándola en pedazos. Había comenzado a llover, vaya que es una mala noche, alguien estaba esperándolo en casa y se le es imposible retrasarse. Sus padres se habían ido de vacaciones, sus estudios cada vez le agotaban el tiempo, ¿cómo pudo ser que ese hombre carismático llegue a un momento que, al entrar a su hogar, su risa se desborone en mil pedazos? Ni él mismo se entendía, pero algo que tenía en claro, es que tenía mucho que imaginar esa noche de desgracias y catástrofes.
Su hogar se encuentra vacío, lleno de suciedad cual limpiar, los trastes empañados de suciedad y ¿sus padres? No están, se olvidaron de él, la única compañía estaba arriba, e incluso se sentía mal por saber qué golpes y gritos se escucharían cuando regresen.
Decidió desvanecer todas esas ideas en mente, Sang se dijo a sí mismo que es el peor momento para enfocarse en su propia vida, así que caminó con tal de distraerse.
Subió las escaleras blancas, unos hermosos mosaicos adornaban el suelo que estaban siendo cubiertos por una gran manta de ropa sin lavar. Reprochó el pelinegro, sin dar interés alguno al llegar hacia la puerta.
—Con que… todo se trata de un niño—susurró para sí mismo, relamiéndose los labios—. Qué interesante…
Su inclinación a la carrera le hacían tener tantos pensamientos de los rasgos de ese pequeño. ¿De qué color son sus hermosos ojos? ¿El cabello tiene un tono oscuro o brillante? Esas dudas de Woo lo hacían imaginar a una belleza en forma de un niño, hijo de tal vez empresarios, o doctores, ¿y si se dedican a la mafia? Él mismo se daba el interés a las situaciones, nadie puede detenerlo, no a la mente de un joven lleno de esperanzas en buscar la verdad, en saber si los labios de un pequeño… Son suaves y cálido cómo el amanecer, o su piel es frágil cómo el cristal, soñaba en tomar a ese niño, y conocer su destino, lo que vivió, lo que presenció, esos factores que le perseguían en su cabeza y no lo dejaban tranquilo ni un solo segundo.
El chirrido de la puerta se escuchó, como si fuera lo único en su hogar en donde se encontraba una hermosa figura que hacía babear a Oh Sangwoo, el joven que tenía unos extraños sentimientos, deseos y anhelos, al sentirse tan cómodo a la calidez de su propia casa.
Se dice que un catorce de marzo…
El joven se arrojó a los brazos de una sombra…
Y la puerta se cerró escuchando gritos en el interior…
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Los años pasaron, el miedo cambió a felicidad, dando la bienvenida a un verano caluroso del noventa y nueve.
Las tragedias disminuyeron en parte de Corea del Norte, lo que las noticias no son de mayor interés en los espectadores, así que los reportajes perdieron personas que dejaron de ver los periódicos hasta previo aviso. Anhelaban tener información de un caso de gran fama que vuelva a tener las mismas personas entretenidas. Pero ahora, las salidas a lugares cómo parques se hacían recurrentes, y en este caso, la cálida temporada es donde los niños paseaban y jugaban al mismo tiempo. Mientras que sus padres veían tal diversión en sus hijos sin perderlos de vista.
En este caso, la diversión para el pequeño Yoon Bum es tan distinta a la realidad. Sin importar qué, le gustaba entrar en soledad al subirse a uno de los columpios oxidados del parque, siendo una sombra para todos los niños que no querían acercarse por miedo a su actitud. A simple vista es un joven sombrío, no parece tener los rasgos alegres de que la estuviera pasando bien, al contrario, lo único que podía emanar es mala suerte, una amargura que espanta a los pequeños del jardín de infantes.
Sus pequeños pies son atados en las diminutas zapatillas marrones, la camiseta tenía un bordado de rayas grises y oscuras. El cabello desarreglado por igual, y ni hablar de sus grandes ojeras comparadas con bolsas negras, parece un crío que su vida ha sido consumida en el temor de la mala suerte.
El chirrido del columpio sonó, al igual que el movimiento de las rodillas al danzar de un lado a otro sobre el aire. Su tristeza se hacía cada vez mayor, que, a lo que se ve, no tenía la más remota idea de la diversión, o al menos no lo hacía, se siente incapaz de acercarse a los demás y jugar con ellos, no es algo que esté en el diccionario de Bum.
La mirada la tenía en la tierra, al igual que su mentalidad, bajo las ramas torcidas de los arbustos secos de hojas que perdieron el tono brillante. Todas esas características le agradaron a Yoon, aunque también le hacían sentir mal, después de todo, nunca conoció la felicidad de cierta forma.
Los padres de familia alejaron de la vista al joven, no tenían ni la más mínima idea de qué le sucedía, pero no se ve cómo un niño común y corriente, sus facciones de dolor se demostraron al vivir de la soledad. Bum pensaba en tener comunicación con los demás, pero le es inexistente tener la valentía de hacerlo, lo mejor—así piensa Bum— es dejar pasar de largo todo, pronto se acabaría su hora y volvería a casa para seguir con su vida y negar que personas de su edad se divierten excepto él.
Percibió el sonido de las ramitas ser pisadas, le encantaba ese crujir, el puro ambiente de la niebla que le hacía sentir bien, siendo que es el único lugar donde el sol no le alcanza recibiendo una brisa fría que le congelaban la piel, sintiéndose cálido en la tristeza y la depresión de sí mismo.
Levantó la mirada, cubierta de su propio delirio de ser antisocial, aferrándose a las cuerdas del columpio alzándose en el aire con los pies.
Sentía su presencia, la podía ver, lo quería abrazar, decirle que no platicaría con los niños, aunque le incitara a hacerlo. Bum no quería, se sentía torpe cuando hablaba con ellos, huían de un niño con el alma en pena y hecha pedazos que la compañía de un ser querido, es poca, y solo podía dialogar en ese patio tétrico.
Este tiempo su apariencia cambió, o al menos su sedoso pelo tenía un toque más rebelde, un rubio con mitad negro en la parte baja y bien cortado. Ni podía dejar pasar el hermoso cuerpo que tenía, digno de un dios griego con tal perfección. Al igual que él tenía unas ojeras que se veían a simple vista, pero nunca dejó de sonreír, se mostró con confianza al joven con tal de sacarle una risa por primera vez.
Se sentó sobre las reconfortantes hojas, la mayoría de estas marchitas, eran las favoritas del mentor. Mientras el silencio abundó ese espacio, sintió empatía con el menor, interesado en qué pasará por su mente, o si existe solución a su tristeza al ser el amigo de Yoon Bum, el azabache que cautivó su atención desde el momento que lo observó solo entre las hierbas secas del parque.
—Deberías de dejar de ser… Callado—sugirió, agarrando una de las hierbas jugando con estas en sus dedos.
—¿U…Uh? —captó su voz, teniendo contacto visual con él—. L…Lo siento así… Así soy, no me tienen permitido hablar con los demás.
Tales excusas hicieron reír a Sangwoo, el hombre que, después de terminar su carrera de periodismo, su curiosidad ha crecido por el pasar del tiempo al conocer a Bum, un niño que podía llegar a ser simpático si le sacaba una sonrisa en sus hermosos labios rosados.
—No tiene nada de malo que convivas con otros, vamos, dame una sonrisa—pidió Sangwoo, pasando el índice de sus dedos en la comisura de los labios de este formando una sonrisa—. Te vez tan lindo cuando sonríes…
La calidez de los pómulos del joven se encendió, posando una sonrisa solo para él, acompañado de una risita infantil que él mismo provocó al sentirse tan aliviado al estar al lado de Sangwoo, quien consideraba un salvador cuando no lo abandonó en las peores situaciones de discriminación a su persona, por esas razones, estaba tan apegado al adulto, que cualquier cosa que le ordenará, la hará con mucho gusto, pero teniendo las típicas respuestas a su lado a las peticiones del rubio.
Soltó sus pulgares, desvaneciendo ese hermoso gesto, teniendo de regalo un sonrojo de su pequeño que ya consideraba una parte suya al descubrir su existencia; llenándolo de cariño los momentos a su lado y de amor fraternal que nunca tuvo.
—¿U…Usted cree eso? —preguntó entusiasmado.
—Claro que sí—afirmó—. Si sonríes más, te aseguro que esos niños querrán unirse contigo.
Las palabras que salían de Sangwoo tenían una gran autoestima impresionando a Yoon Bum. Decidido a cambiar poco a poco su actitud tan reservada. Sintió la calidez de la mano de Sangwoo entrelazar contra la suya, el temblor en sus labios se hizo presente.
—Pero por favor, Bum, no me hables de usted, dime Sangwoo—ordenó el rubio—. Y dime, ¿al menos conseguiste un amigo en tu colegio?
El azabache se mostró con miedo a su pregunta, asintiendo de manera insegura al pelirrubio que no quería ser llamado cordialmente, o en sí educado ante la presencia del mayor, sino de confianza hacia él donde lo tratara cómo alguien de hace tiempo, o un simple compañero de toda la vida. Se disculpó ante sus propias palabras, exhibiendo ese aire de poder confiar a Sangwoo. Dedicándose hablar de una anécdota bastante interesante en su instituto.
—Hoy el maestro nos puso una…. Una actividad, era de hacer manualidades de plastilina—se atrancaba en sus propias palabras—. Dijo que nos reuniéramos en parejas, pero… Yo no tenía alguien que me ayudase… Así que levanté la mano y le dije al profesor que no tenía alguien con quien hacer el trabajo.
Dio una pequeña pausa, inclinándose para mover el columpio haciéndolo rechinar, la mirada puesta en él no le intimidó en absoluto, y de seguro, esa historia valdría la pena escuchar. Sangwoo prestó atención a sus palabras estimulando las hierbas entre sus dedos, teniendo paciencia por el tartamudeo de Bum al hablar.
—Después me dijo que me juntara con… Sun-Hi, una pelinegra de mi edad… Nos llevamos muy bien, creo, pero es muy reservada a veces, creo que me costará ser su amigo—concluyó—. Es linda… y bonita, sin embargo, no sé cómo pedirle comer a su lado sin sentirme nervioso.
Su sonrisa se desvaneció, el carmesí se expandió cada vez que mencionaba de esa compañera, imaginando su hermoso cabello oscuro cenizo, sus facciones perfectas que llamaron la atención de Bum, encendiendo ese sentimiento a una edad temprana que lo hacía sentirse confundido en esas hermosas mariposas recorrer su estómago, o el latir de su corazón hacia una dama que consideraba bella, hermosa e inocente.
Sangwoo se mostró molesto, distinto a sus actitudes, algunas veces solía tener esos ataques de bipolaridad cuando algo no le convencía del todo. En este caso, la narración del joven rondó en la mente del mayor, sintiéndose abrumado de la situación, tratando de no ocultar algo que él mismo vivió, una emoción bastante putrefacta que puede llegar a ser dañina para él. ¿La razón? No concordaba con los pensamientos de Bum.
—Bum—pronunció desviando la mirada—. Lo que tú tienes es amor—bufó Sangwoo—. Estás enamorado…
"Amor" la cercanía de una persona, el anhelo de tener algo más que una simple caricia o un roce, una relación que los junta al compartir cosas en común o tal vez descubrir los beneficios de ambos en una charla donde llega el romance que los conecta a ambas personas en un ciclo infinito de posibilidades.
—¿E…Enamorado…? —preguntó Yoon Bum, con tal inocencia que ablandó el corazón de Sang—. ¿Qué es eso?
—Es algo que no se ve a simple vista, sino que es mutuo, y se aprende con el tiempo… Cuando sientas que esa persona… quieras pasar toda la eternidad… y ese alguien te hará feliz.
«De alguien que no soy yo.» se recordó a sí mismo, tomando los muslos de Bum que temblaron cuando terminó su explicación, resultando que el azabache se sintiera confundido a sus sentimientos, las emociones que experimentaba, tan efímeras pero constantes, eso era lo que sucedía en la mente de ambos, consumidos en el silencio de las llamas del averno, frías, junto al tacto de la calidez de ambos cuando Bum sonrió, inclinándose para tomar las mejillas de Sangwoo, levantando la mirada chocando contra la suya.
—Entonces… Estoy enamorado de ti, Sangwoo.
Bum no tenía ni el más mínimo conocimiento del tipo de amor que Sangwoo interpretó, solo se dejó llevar por las palabras que salían de sus labios de que entendió de aquellas palabras que expresó melancólico, provocando esa mirada seria cambiara a una de sorpresa, tomando por igual al pequeño Bum, acercándolo a su rostro…
¿Qué sentía por ese pequeño? Solo él podía estar loco, para ocultarlo tras los troncos del árbol, acariciando su figura pequeña, acuclillándose con tal de estar a su estatura, mientras las ramas crujen y las aves vuelan, presenciando el acto más impuro de amor…
Sus labios jugaron con los del menor, quien, sorprendido, trató de seguirle con torpeza al estimular la cavidad bucal del rubio con ayuda de su lengua. Mientras que, Sangwoo, disfrutaba del sabor amargo del pelinegro, parecido al metal oxidado, delicioso y único para Sangwoo la hora de interponer su lengua inspeccionando el interior de Bum, separándose lentamente de él, admirando el hilo de saliva que los conectaba a ambos, y el rubor de Yoon Bum sin entender por qué se sentía tan bien… besar a ese hombre mayor.
—S…Sangwoo…—musitó su nombre, fijándose que nadie se diera cuenta que lo tenía acorralado sobre el carrizo del árbol muerto—. M…Mi corazón…
—Esto… Es amor—sentenció Sangwoo, una voz firme y a la vez intimidante, acariciando a Bum—. Y nadie puede besarte cómo yo lo hago… Porque siento tantas cosas por ti, Yoon Bum…
Se apartó de él, dejando de sentir conexión con el rubio por el hecho de que se sentía tan confundido gracias al beso. Provocando titubeos en sus labios, junto al ritmo del columpio sonar en un rápido movimiento cuando lo acorraló contra el tronco. Pensó acerca del amor que le ofreció Sangwoo, y, a decir verdad, el bochorno inundó su cuerpo mientras aquellas mariposas revoloteaban dentro de su estómago frágil y delgado.
Bum habló, balbuceando incoherencias sin entenderse a sí mismo recibiendo el ardor de sus mejillas al volver a recapitular la escena en su mente.
—Sangwoo… Me gusta esta… esta sensación…—hizo un puño en su pecho—. Mi corazón palpita… mucho…
Esbozó una agradable sonrisa, suspirando aliviado de que nadie levantara altos si llegaran a enterarse que tomó posesión de esos labios. Por lo menos ahora sabía que estaba consiguiendo su objetivo, el enamorarse de ese niño que lo traía loco. ¿Quién puede creer que se sentía atraído por menores? Estaba loco, pero le encantaba esta locura.
Tan pronto cómo se estableció el silencio, la mirada perdida de Bum tomó lugar tras de Sangwoo, quien alzó una ceja confundido de donde observaba. Volteándose a ver atrás suyo, presenciando a un hombre de casi tercera edad, de piel canela, ojos sin brillo y pelo grisáceo. Este anciano saboteó al joven Yoon Bum sin su consentimiento, provocando un grito ahogado del menor cuando su débil muñeca fue apretada. Sangwoo inclinó el rostro al ser alguien mayor que él, sonriendo discreto al pequeño mientras se acostaba de nuevo en las hojas del árbol oscuro.
—Oh Sangwoo, un gusto—saludó el familiar de Bum, tomando el puesto de ser el tío que se encargaba de "cuidarlo"—. Espero que Yoon Bum no lo haya molestado, ya sabe cómo es este niño.
Desarregló los cabellos de Yoon Bum con todo el permiso de su tío, sin embargo, el azabache se sostuvo del pantalón de su familiar ocultando el rubor que adornaban sus hermosas mejillas. Sang hizo una mueca cuando escuchó al tío de Bum, ¿molestarse? Negó con la cabeza, lo que menos hacía era gritarle a Bum, lo apreciaba demasiado cómo para sentirse hartado de él, nunca tuvo un sentimiento de culpa a él, lo amaba con locura incluida.
—Al contrario, siempre estoy para hacerle compañía—respondió Sangwoo, guiñando su ojo a Bum, amenazando en sonrojarlo más de lo que estaba.
—Cómo sea…—desvió la mirada—. Yoon Bum, despídete de Sangwoo, tu tía nos espera en casa.
Se acercó a Sangwoo con torpeza, dirigiéndose a él temeroso de sus acciones al abrir sus bracitos esperando un abrazo del rubio. Asombrado de verlo así, lo tomó entre sus manos acercándolo a su cuerpo brindándole un amistoso abrazo, lleno de caricias en su espalda quedándose recargando en su hombro, mientras Bum jugaba con su cabello en la parte oscura emanando el cariño que sentía a Sangwoo.
—Cuídate, Bum—susurró Sangwoo en el oído de este, soltando una fría risa—. Te estaré esperando…
Asintió con la cabeza indiferente, desvaneciendo el rubor que estaba en sus mejillas parecidas a dos pequeñas manzanitas.
Volviendo a entrelazar las manos con su mayor que se la pasaba mirando hacia otra dirección sin poner caso absoluto a su pequeño sobrino. Mientras que Bum, jugaba con sus pies torpemente, esperando que la hora de marcharse sea pronto.
De esta forma, ambos se dieron la vuelta al despedirse del rubio y se sumergieron entre el brillo del parque, donde los niños corrían, jugaban y reían a la par que sus padres. Pero, ¿qué hacía la relación de tío y sobrino tan distinta? De seguro era porque el hombre es reservado, y su temperamento no era de lo nada bueno con su propio familiar, lo que solo hacía sentir a Sangwoo que todo esto estaba mal, y no era él, por el contrario, el tío de Bum actuaba de una forma de lo más bizarra, que llenó de extrañeza el cuerpo de Sang, recorriendo el ambiente de tensión y misterio.
Sin embargo, el rubio no dejó de tocarse los labios, aun podía sentir a Bum responder, y besarlo con la misma pasión que él.
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Tres años, la demencia de Sangwoo no se detiene, cada día desea volver a estamparlos contra los de su pequeño azabache, penetrar su lengua hasta lo más profundo de su garganta, y tocar su cuerpo cómo se le plazca.
Esas emociones andaban sobre su estómago, alzando las mariposas de tonos negros carcomiendo su alma por los pensamientos impuros de un hombre adulto a un niño que no alcanzaba ni la adolescencia misma. Pero el placer que se otorgaba a sí mismo eran síntomas de que se enamoró de un niño, y haría lo posible para volver a tenerlo en sus brazos, y tener el aroma de Yoon Bum en su cuello, pecho y abdomen.
Se declaró a sí mismo un enfermo mental, sexópata y pederasta con severos problemas psicológicos, ya que todas las noches en que recordaba un momento sin su pequeño, resultaba ser un jodido infierno, y otorgarse placer al estimularse frente a una imagen del pequeño saciaba esos pensamientos impuros que tenía de él.
En cambio, mientras Sangwoo pasaba a una mentalidad de lo más peligrosa, otro suceso ocurrió en casa de Yoon Bum a altas horas de la noche en el viejo otoño.
Todas las redes sociales plasmaron a la hora de conseguir información de que, ese azabache, triste, bipolar, indiferente y el preciado premio de Sangwoo había sido el más relevante al aparecer sobre las cámaras.
Se puede decir que fue atrapado con las manos en la masa, el tío de Bum había sido preso por abuso infantil tal cómo tener relaciones sexuales con su propio sobrino, claro, eso fue pagado con cárcel cuando las cámaras enfocaron al hombre siendo arrestado y llevado al coche de policía rumbo a la prisión. Llamando atención en Sangwoo que veía desde la comodidad de su casa en una silla de cuero, refrescando su garganta del cereal con leche a esas horas con tal de mantenerse lo más despierto posible enterándose en vivo y en directo los acontecimientos que Corea del Norte pasaba creando varios carteles contra el abuso de menores. ¿Eso le afectaba? En absoluto, solo se quedó con la mirada puesta en el televisor al enterarse donde ha de ser dejado: Una casa hogar.
Días después, las agencias le reclutaron información del orfanato que se hospedaba Yoon Bum, el niño de ahora ocho años se alojaba en las situaciones que cualquier niño huérfano pueda tener, esperando un padre o madre que lo adoptara y, de una buena vez, su vida cobrara sentido. Eso no cabía en la mentalidad de Oh Sangwoo, el hombre que en verdad necesita terapia psicológica.
O sus deseos más prohibidos saldrán a la luz.
El orfanato es uno de los lugares más tétricos, no tenían colores alusivos y mucho menos agradables a simple vista, simplemente tenebrosos que ni él mismo quisiera estar en esa clase de lugares.
Tomó sus cosas, traía carpetas llenas de información personal cómo su acta de nacimiento y registros indispensables
hace un tiempo se contactó en pedir adopción a un niño para darle un buen hogar, haciéndose un buen cargo del pequeño en sus necesidades vitales, y darle la felicidad que necesitaba, enseñándole, lo valioso de la vida, y los placeres que se encuentran.
Una de las damas de asistencia dio la bienvenida al hombre, permitiendo la entrada de Sangwoo cuando se dirigió a la habitación de los pequeños. Todos convivían en armonía, ninguno abusaba de su desilusión de no tener padres, y eso le parecía de lo más tierno a Sangwoo.
No tardó mucho en encontrarlo, su pequeño estaba entre la cantidad de niños dormidos en un rincón, acurrucados sobre sábanas sucias llenas de polvo. Ahí estaba Bum, durmiendo cómo un angelito, moviéndose un poco mientras una cercanía lo despertó, abriendo sus ojitos sorprendido de lo que veía.
Una brisa los conectó, el débil cuerpo del jovencito se movió, dirigiéndose hacia aquel hombre que extendió los brazos, esperando deseoso, que su niño viniera a brazos, que después de tanto tiempo… Volvían a estar juntos.
—S…Sangwoo…—susurró, sus diminutas caderas han sido rodeadas por el elegante hombre, digno de ser nombrado pederasta.
—Ya no me digas Sangwoo—el rubio, besó su mejilla de la forma más descarada posible, impidiendo el habla del Bum—. Dime daddy, mi kitten.
«Las cosas cambiarán de ahora en adelante.»
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