Alma de dragón
Charlie Weasley siempre sabido que había en él algo que lo hacía diferente a sus hermanos. Cuando lo percibió por primera vez, era demasiado pequeño para darse cuenta de que cada uno poseía un rasgo sobresaliente, que en Bill era el maravilloso corazón, en Percy la inteligencia, en Fred y George la imaginación, en Ron la lealtad y en Ginny el encanto, y por eso ese pensamiento lo había marcado a fuego durante toda su vida. Nunca llegaría a describirlo con palabras concretas, pero sentía que era especial y eso ya era suficiente.
Porque Charlie sabía que había nacido para el riesgo y la aventura, para domar criaturas furiosas, como decía su madre cada vez que le colocaba entre los brazos a una Ginny sollozante. Porque Charlie había nacido para lo eterno y lo grandioso. Para vivir a fuego y llorar a sangre. Charlie estaba para el dolor, las cicatrices, la pérdida y el amor único y eterno. Charlie había nacido para la sabiduría milenaria e inefable.
Se sentía apresado e incómodo en su cuerpo fornido y menudo, y sabía que era porque necesitaba volar, porque necesitaba estar siempre lo más cerca posible del cielo. Porque a Charlie sólo le faltaba una vuelta de tuerca al pensamiento, pero de haberlo comprendido bien, se hubiera sentido arrogante de decir, aunque fuera verdad, que lo que lo hacía especial era tener alma de dragón.
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Últimamente, estoy enamorada de los Weasley mayores. Acá con ustedes, uno de sus resultados. ¿Comentarios?
Lean, escriban, sueñen, amen, sonrían
Estrella
