Caja de sorpresas
- ¿Sabes Marieta? A veces me pones de los nervios con tanto maquillaje.
La aludida le respondió con una mirada feroz.
- No necesitaría maquillaje si no me hubieras llenado el rostro de pústulas.
Hermione se puso de pie escandalizada.
- ¡No puedo creer que aún estés resentida por eso! Fue hace diez años, Marieta. ¡Diez años! Y, si me lo permites, en aquella época eras una mojigata repugnante.
- Yo también te quiero, idiota.- Respondió la mujer con un gruñido.
Hermione se acercó a ella con paso sensual. Se apretó contra su espalda, besándola por la cintura y le besó los omóplatos.
- Pero yo creo que no necesitas maquillaje, Mari.- Su pareja frunció los labios como un gatito ofendido. Está enojada, pensó Hermione.- Eres preciosa así, al natural. Toda tú.- Le corrió el cuello de la blusa para poder besarle la clavícula, mientras sus manos dibujaban un camino mágico por el esternón de Marieta.- ¿Por qué no te quitas la ropa y dejas que te admire por completo?
- No es una buena idea.- Respondió Marieta con los labios apretados.
Le molestaba que Hermione no comprendiera todo lo que había sufrido por ese maldito hechizo durante los que deberían haber sido los mejores años de su vida. Si, era cierto, ella se había comportado como una traidora aberrante, peor, ¿y su adolescencia? ¿Quién le devolvía su adolescencia perdida entre pasamontañas, capas gruesas de maquillaje y murmullos e insultos ahogados? Marieta sabía que Hermione no estaba arrepentida, y en cierto modo, agradecía eso. Porque si hubiera cambiado de opinión, hubiera perdido una larga serie de ideales y convicciones que la hacían ser exactamente quién era: su Hermione.
Pero eso no significaba que a veces no se mereciera que la hiciera sufrir un poco. Se alejó un par de pasos de ella. Era Hermione la que entonces presentía morrito de animal herido. También tenía los hombros alzados y la espalda encorvada. Siempre había sido muy física par demostrar sus emociones. Marieta se echó a reír.
- ¿Cómo puedes ser, a la vez, tan madura y tan infantil?
En el rostro de la castaña se encendió una sonrisa brillante. El temporal había amainado; los fantasmas de su antiguo odio habían quedado atrás y, al menos por esa noche, ya no volvería a atormentarlas para empañar su brillante felicidad del presente.
- Soy una caja de sorpresas. Puede tocarte un maleficio de pústulas o la mejor noche de sexo de tu vida. Tú decides.
Pero en realidad, pensó Marieta mientras la tumbaba en la cama, nunca había tenido mucho poder de decisión al respecto. Hermione Granger había entrado en su destino con un maleficio de pústulas hacia quince años, y había llegado para quedarse. Marieta nunca hubiera imaginado el cambio que se había producido en la clase de influencia que Hermione ejercía sobre ella. Pero ese era, la mayoría de las veces, el encanto de la vida: era una caja de sorpresas.
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Respuesta al reto femslash de la comunidad crack and roll (guiones bajos en lugar de espacios). Es la historia con la Hermione más OOC que voy a escribir en mi vida, pero de otro modo no hubiera podido juntarla con Marieta. No me maten, por favor.
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Estrella
