Amor de verano
Por: Wendy Grandchester
Capítulo 1 Las divas de Levittown
Corría el mes de Junio del año 2006 y Candice White, que en ese entonces tenía diescisiete años se acababa de graduar de High School en la academia Dr. Pedro Albizu Campos de Toa Baja, Puerto Rico. El haber estado en el cuadro de honor de su clase graduanda, hizo que su padre, William White le permitiera quedarse los dos meses de vacaciones de verano en la villa vacacional que quedaba a orillas de la playa en Cabo Rojo, pertenecía a su tía Elroy White donde además estaban sus queridas primas Annie y Patricia. Parte de su emoción se debía a que también se iría de shopping gracias a los trescientos dólares que el alcalde de Toa Baja le otorga a todos los graduandos. Candy, como cariñosamente la llamaban todos, estaba en su habitación, hechándose un último vistazo en el espejo, pues su amiga Eliza Macy la llevaría en el nuevo auto que le regalaron sus padres por haber estado también en el cuadro de honor. Candy era un rubia preciosa, de pelo largo y rizo aunque muchas veces lo llevaba lacio cuando tenía el ánimo de pasarse la plancha, era de figura delgada y delicada, pero con sus curvas muy bien proporcionadas. Sus ojos eran verdes y radiantes y sus facciones delicadas, de su rostro sobresalían unas graciosas pecas que le daban un aire infantil.
-Candy, ¿Vas a esperar que cierren el mall para terminar de arreglarte?
Dijo Eliza entrando en su habitación como si estuviera en su propia casa, eran vecinas de toda la vida y además habían estudiado juntas desde los tres años cuando entraron al centro pre-escolar del área donde vivían en Levittown, Toa Baja.
-Voy, Elly. Sólo déjame terminar de ponerme mi lipgloss.
Contestó Candy, que no necesitaba más arreglo, pues ella despertaba los sentidos de todos los chicos de su vecindario, la niña de oro la llamaban, porque nunca se fijaba en ninguno. Estaba preciosa. Se había puesto un jean ajustado a la cadera con una camisa negra que dejaba que mostrara el ombligo y el piercing que tenía ahí que era una fresa en un rojo muy brillante con piedrería transparente. Unas sandalias de plataforma negras también, que al hacerla más alta también resaltaban y erguían su trasero. El pelo se lo dejó suelto y se lo planchó, le llegaba a la cintura y se había hecho destellos en un tono rubio más claro. Como maquillaje, se había puesto sombra en los ojos de un tono rosa claro para que se viera lo más natural posible, delineador negro y rimel en las pestañas, un poco de rubor en las mejillas y en sus labios se aplicó el lipgloss rosa brillante, simulando que tenía escarcha (glitter).
-¡Vaya, Candy! ¿No has considerado ser estilista? Pues tienes un gran talento a la hora de hacer grandes cambios con tu imagen.
Dijo Eliza con orgullo y sinceridad, pues su arreglo personal también venía de las manos ágiles de Candy para realizar peinados y aplicar maquillaje. Eliza era muy diferente a Candy físicamente, pero muy bella también. Tenía el pelo rojo de nacimiento, pero lo llevaba en un moderno corte hasta la quijada, lizo, con una pollina de lado que tenía destellos rubios. Era delgada, pero esbelta, sus ojos eran color ámbar. Tenía un piercing en la nariz y uno en el labio, pero lejos de hacerla ver vulgar, le daba un aire de dulce rebeldía que también llamaba mucho la atención a los chicos. Ella por su parte se había vestido con un jean de estilo capri, ajustado también a la cadera con una correa metálica que simulaban puyas, también tenía un piercing en el ombligo que era el conejito de playboy en rosa, tenía una camisa similar a la de Candy, rosa con una calavera blanca que tenía un lazo en la cabeza en un tono rosa fushia y en sus pies llevaba unas sandalias de plataforma rosa con blanco. En cuanto a su maquillaje, se había puesto sombra en tonos oscuros en los ojos, delineador y rimel y sus labios los tenía pintados de un rosa muy vivo, no podía faltar el rubor en las mejillas, a pesar de que su estilo era un poco punk, Eliza se veía muy femenina y atractiva. Ninguna de las dos amigas pasaba desapercivida en ninguna parte.
-Pues fíjate que lo de ser estilista se me ha pasado por la cabeza, pero no sé que voy a estudiar aún...
-Pues piénsalo después porque ya nos tenemos que ir, ven.
Dijo Eliza arrastrándola del brazo y llevándola fuera de la habitación.
-Elly, por Dios, al menos déjame tomar mi cartera, ¿sino con qué crees que voy a comprar?
Eliza tomó la cartera de Candy ella misma y la llevó por el brazo hasta su auto. Un Zion gris que aún tenía los plásticos en los asientos. Eliza manejaba rápido, Candy se ponía nerviosa, pero estaba tan contenta por sus futuras vacaciones que no le importó sentir que iba volando bajito. En veinticinco minutos estuvieron en Plaza del Sol, Bayamón, habrían demorado mucho menos si no fuera por el atestado tránsito de ese pueblo que era uno de los más cercanos de Toa Baja, pues Puerto Rico es una isla muy pequeña, los pueblos más lejanos raramente sobrepasan las tres horas de viaje en auto. Se estacionaron en el multipiso, tomaron el ascensor y a penas ponían un pie en el mencionado mall cuando ya los chicos estaban a punto de sufrir una fractura en el cuello por estar mirándolas, ellas se hacían las interesantes y no le prestaban atención a ninguno. Después de caminar un raro, decidieron entrar a la tienda Click que mostraba muchos maniquíes con hermosos trajes de baños de diversos estilos, pantalones cortos, camisillas, pues siendo verano y encontrándose en una isla tropical en el Caribe, era verano todo el año, a penas en diciembre se podía sentir una brisa fresca.
-Mira este bikini, Candy, tienes que comprarlo.
Eliza señaló un bikini blanco que en el top tenía unas piedrecillas azules y en el borde de la parte de abajo también, era muy digno de ella, Candy sin pensarlo lo tomó mientras seguía peinando el resto de la tienda, pues a parte de los trescientos dólares que le dio el Alcalde, sus padres y su hermano mayor, Albert, también le regalaron dinero, así que Candy contaba con casi mil dólares en su tarjeta ATH. Salieron de la tienda casi tres horas después, cargadas de paquetes, Candy compró de todo, desde ropa cómoda para el verano hasta un par de mudas elegantes por si se daba algún momento especial, diferentes estilos de zapatos y un segundo traje de baño, pues no repetiría el mismo durante todo el verano. Mientras Candy Acomodaba todas sus cosas en la maleta, Eliza se había adueñado de su laptop para subir nuevas fotos desde su cámara a MySpace y al mismo tiempo estaba enfrascada en tres conversaciones diferentes en el Messenger.
-¿Chicas, no van a bajar a cenar?
Preguntó RoseMary White, la madre de Candy, una dulce e indulgente mujer y que además consideraba a Eliza como su propia hija, pues su madre y ella habían asistido a la misma universidad y ambas fueron enfermeras graduadas. Eliza se quedaría con los White ese fin de semana, pues después ella y Candy estarían separadas durante todo el verano, ya que Eliza lo pasaría con su padre en Chicago. Era de padres divorciados, pero no había conflictos, ambos tenían una relación cordial por el bien de su hija.
-Bajamos en seguida, mami.
-Yo voy ahora, Rose, deja que termine de despedirme en el chat.
-Para entonces la comida estará fría porque te has despedido unas cuarenta veces.
Dijo Candy burlona. En diez minutos ambas amigas bajaron a cenar. La cena fue un momento muy divertido, pues el señor White a pesar de sus cincuenta y cinco años era un hombre muy jovial, hasta se puso a entonar "a mi me gusta la gasolina" de Daddy Yankee. Las chicas rieron hasta vertir lágrimas.
-Esto era lo que faltaba, después de viejo te da por escuchar reggaetton.
Dijo Rosemary indignada y eso a las chicas les provocó más risa.
-Lo siento, querida, si quieres puedo entonar a José José para tí: Ya lo pasado, pasadoooooooooooo no me interesa, si ayer sufrí y lloré, todo quedó en el ayerrrrrrrrrrrr, ya olvidéééé. Pido un aplauso para el amoorrrrrrrrrrrrrrr...
-¡Ya basta!
Dijo Rosemary, pues William cantaba bastante malo y las chicas estaban tiradas en el suelo muertas de la risa, especialmente Eliza que por poco devuelve toda la comida y estaba roja como un tomate. Cuando recuperaron el aliento y pudieron sostenerse de pie, se dirigieron a la habitación de Candy y tomaron su turno para bañarse, extrenaron pijamas nuevas, pues Eliza también compró para ella. Eran unas coquetas pijamas de Hello Kitty de pantaloncito corto y camisilla de maguillos, con unas graciosas pantunflas del mismo motivo. Se hicieron una coleta alta y se aplicaron una mascarilla de Mary Kay que compraron por catálogo, luego se pintaron las uñas de manos y pies y cuando se les secaron se lavaron la cara. Era más de media noche cuando se dignaron a acostarse hablando de todo un poco. Especialmente de chicos.
-Oye, Candy, ¿que tal si te encuentras al amor de tu vida en la villa de Cabo Rojo?
-Elly, ¡por favor! Sólo me voy dos meses, no dos años.
-¿Y quién dice que al amor le importan esas cosas? No digas de esta agua no beberé...
-Estás loca, Eliza. Ya sabes lo que opino de esos romances de verano o mejor dicho, esos amores de lejos donde viven felices los cuatro.
-Cuando cupido te flecha, amiga mía...
-Elly, creo que necesitas dormir, buenas noches.
-Algo me dice que vendrás de allá de un ala...
-¡Elly!
Exclamó Candy con fastidio lanzándole un almohada en forma de un corazón felpudo. Candy no creía en esos amores así y mucho menos que le fuera a pasar a ella, pero no sabía lo acertada que estaba su amiga. No sólo bebería de esa agua, se ahogaría.
Continuará...
Hola, chicas! Este es mi segundo bebé. Esta historia se estará llevando a cabo en la Isla del Encanto, Puerto Rico! Si te gustó "El rebelde y la dama del establo", que fue mi primer fic, te invito a que me acompañes en esta nueva aventura. Las que ya me conocen saben que yo actualizo todos los días y muchas veces dejo hasta dos capítulos por día. Esta es mi pasión, escribir. Pensé publicar esta historia cuando tuviera al menos cinco capítulos, pero estoy tan contenta con el respaldo que le dieron a la primera, que he decidido regalarles este primer capítulo. Esta es una historia moderna, muy diferente, pero con el mismo estilo mío. Espero que la disfruten y mañana prometo dejarles al menos dos capítulos más.
Wendy Grandchester
