Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! no me pertenecen.
Te quiero Hayato.
Como madre lo único que quieres es abrazarlo contra tu pecho y jamás dejarlo, como madre lo único que quieres es poder besarle todas las mañanas y desearle suerte, como madre lo único que quieres es tenerlo a tu lado y que te llame mamá, sin embargo eres su madre pero él no deja de llamarte one-san.
Duele. ¿Verdad?
Pero le sonríes, porque él no lo dice con malicia, porque él es todavía inocente y no sabe nada. Nada de nada. ¿Sabes? Así que sin poder aguantarle le aprietas su pequeña manito entre las tuyas, él mira, sus ojos miran detenidamente, pero tú no puedes aguantarlo.
—Te quiero mucho Hayato. —le dices, él parpadea y luego sonríe abiertamente.
—Yo también One-san.
Duele. Porque él no dice mamá. Porque él no te dará un beso en la mañana si no que se lo dará a la esposa de su padre, no a ti, duele porque Hayato nunca te dirá mamá, duele porque Hayato tendrá una vida lejos de ti, duele porque no puedes amarle como una madre a un hijo abiertamente. Duele también porque dentro de poco te irás y no volverás a verlo nunca más. Duele porque dentro de poco Hayato cumplirá años y tú no estarás ahí diciéndole felicidades Hayato.
Tocas las teclas del piano, tristemente sale una música, Hayato mira embelesado, mira con admiración.
No me olvides piensas mientras Hayato se apega a ti, apretando su diminuto cuerpo al tuyo, mientras Hayato ríe, mientras Hayato cierra los ojos y te vuelve a llamar one-san.
Te separas de Hayato, un sirviente entra por la puerta y dice que es hora del almuerzo, que el señorito necesita comer, Hayato hace una mueca, pero tú te levantas y asientes.
Hayato te mira desde abajo. Tan pequeño. Tan pequeño que da miedo. ¿Vas a estar bien Hayato? ¿Te cuidarás verdad? Ten cuidado, por favor ten cuidado. Te cuidaré. Donde sea que este te cuidaré.
Tragas saliva y le sonríes.
—¿Vendrás a la fiesta de mi cumpleaños, one-san?
Ah. Hayato y su dulce inocencia. Hayato y su bonita sonrisa. Hayato su hijo.
Parpadeas.
—Claro que sí Hayato.
Hayato sonríe. Siempre sonríe cuando esta contigo y te gusta, te endulza el momento, te hace más llevadero la corta vida que tienes. Te hace olvidar que dentro de poco no podrás decirle Hayato nunca más.
Te agachas y sin darle tiempo a Hayato de devolverte el abrazo le tomas de sus bracitos y lo abrazas, fuertemente, fuerte, escuchando su respiración pausada en tu cuello, su risilla infantil cerca de tu oído. Lo abrazas durante mucho tiempo esperando que el momento nunca, nunca se acabe. Pero de nuevo el sirviente entra y carraspea.
Sueltas a Hayato lentamente y le sonríes.
—Ve a comer Hayato.
Él asiente, luego sale corriendo por la puerta, ves su dimita espalda, su cabello plateado, sus piececitos correr y luego toses, toses fuertemente mientras tapas tu boca y sientes el sabor metálico de tu sangre en tu garganta.
Sales apresuradamente mientras sientes la mirada de él. El padre de Hayato. El hombre que amas. El hombre que hizo posible que Hayato naciera. El hombre que es bueno pero que Hayato despreciara dentro de pocos años. No le miras, no volteas y desapareces.
Te quiero Hayato.
