Hola a todos.

Aquí les traigo una nueva historia de esta hermosa pareja *w*: RoyEd.

Pero no es la típica historia de la sirenita donde ella quiere volverse humana y da su voz a cambio de un par de piernas. Es una historia diferente :). Lean y se enterarán.

Me inspiré cuando veía una historia de una sirena y un príncipe (no la sirenita clásica, XD) y me dio muchas ideas, no pude aguantar las ganas de escribirla.

En fin, espero les guste y dejen sus comentarios.

Ya saben, FMA NO me pertenece.

Capítulo I: Dos mundos se encuentran

Un joven tritón de cabellos largos hasta su media espalda y rubios, sueltos que se movían como si estuviese en un lugar con mucho viento (a pesar de que estaba en el agua) nadaba con prisa hacia el palacio. Llegaba tarde para sus lecciones. Aún al ser el segundo en la línea del trono debía estudiar como si él fuese el primer heredero. Cosa que le molestaba.

El chico parecía estar hecho casi de oro. Sus ojos parecían oro líquido y su cola también era de un tono dorado. Parecía la cola de un pez carpín dorado y que llegaba hasta su delgada cintura donde las escamas iban esparciéndose dejando ver su pecho y sus brazos de piel blanca. En su cuello usaba una cadena de plata con una cruz y una serpiente alada en ésta con una corona arriba y un par de alas a los lados, igualmente de plata.

Aquél chico era en verdad atractivo, pero lo que hacía que muchos se alejaran de él era su personalidad. Él se estresaba con facilidad y por ende se enojaba, haciendo que sólo su hermano mayor Al, lograba soportarlo.

El nombre de ese chico era Edward. Un joven príncipe tritón que ahora nadaba lo más rápido que podía antes de que su profesora Izumi lo matase.

Pero era tarde. Izumi lo esperaba en la entrada del salón muy enojada. Ella y Trisha; la madre de Ed; eran las únicas que lograban calmarlo y aplacarlo. Izumi era una sirena de cola blanca de pez guppy que en la luz se veían reflejos de colores. Su cabello era negro y suelto hasta su cintura cubriendo su pecho.

A diferencia de los tritones, a las sirenas les llegaban las escamas hasta la altura de la clavícula y un poco antes ésta se iba desvaneciendo dejando ver sus brazos y el tono de su piel.

Ed se asustó al ver a su profesora y paró en seco cuando estuvo frente a ella.

-¡Perdone, maestra! ¡Se me hizo tarde! ¡Yo...!

Pero lo que recibió fue un zape que lo hizo callarse. Izumi puso las manos en sus caderas y se acercó al rostro de Ed aún muy enojada.

-No me importan tus excusas. Sabes que debes llegar aquí a la hora que debe ser, ni un minuto después. -Izumi se alejó de Ed nuevamente y con su dedo índice señaló la entrada del salón. -Pasa, antes de que te golpee otra vez.

Con rapidez, Ed entró en el salón encontrando a su hermano leyendo un pergamino hecho con piel y escamas de pescado. Al notar la presencia de Ed, Al sonrió para saludar.

-Llegas tarde, hermano.

Ed se sentó junto a Al en una mesa cercana. Al era el hermano mayor de Ed y futuro rey de las sirenas y tritones. Su cabello era rubio cenizo y largo pero no tanto como el de Ed y lo ataba en una coleta. Su cola era de color arena y como la de un pez beta. Portaba un aire amable y formal, a diferencia de Ed.

-Lo sé... la maestra ya me regañó...

-¿Dónde estuviste?

A Ed le encantaba viajar todo el tiempo. La aventura, el conocimiento... era simplemente increíble. Por eso él no deseaba ser rey, porque sino tendría que atarse a un reino y responsabilidades aburridas. Agradecía ser el hermano menor.

-Fui al arrecife de coral. El mar es un lugar muy grande para explorar, Al. Quisiera ver más y saber más.

Al iba a hablar cuando Izumi hizo acto de presencia. Parecía ser una sirena muy dura, pero en el fondo, lo que deseaba era que sus alumnos dieran lo mejor de sí, porque tenían potencial e Izumi veía eso en ellos.

-Bien, hoy hablaremos de los humanos. -Ed suspiró aburrido. Era el tema que más pereza le daba. Amaba la vida en el mar, pero la vida en la tierra... el sólo pensarlo le daba sueño. Los humanos con tantas responsabilidades, contaminación e inventos raros. Simplemente no le llamaban la atención. -Bien saben ustedes que nosotros no podemos dejarnos ver ante los humanos, ¿Por qué?

Preguntó a sus dos únicos alumnos.

-Porque lo que ellos no lo comprenden generalmente lo rechazan y en caso de que no lo hagan, lo fuerzan para que sea como ellos, que ellos sean como lo que no comprenden o unir ambas razas para generar seres que ellos consideran superiores.

Dijo Al casi como si estuviese recitando un libro. Ed se aburría más y más.

-Bien. Ed, ¿Qué pasa si por accidente te topas con un humano?

-Me voy con toda la prisa que pueda y no regreso a aquél lugar ya que el humano podría regresar con personas que me quieran capturar.

Dijo Ed aún conservando el tono de pereza. Izumi lo ignoró, pues a final de cuentas, su respuesta era correcta.

Después de aquella lección tan tediosa para el rubio, éste salió nadando directo al arrecife donde había estado antes.

Cuando llegó, miraba todo la vegetación y los animales. Le encantaba hablar con los peces y los caballitos de mar. Se sentaba en una roca y se ponía a platicar, a ver las plantas de cerca e incluso dormitaba o cantaba un poco.

No sólo las sirenas cantaban, también los tritones, y Ed cantaba muy bien.

A diferencia de otras sirenas y tritones, Ed era amigable con los animales e incluso las plantas. La razón de esto es que había mucha hipocresía en el reino de las sirenas. Muchas veces tuvo amigos y amigas pero todos ellos estaban con él en busca de un esposo con dinero y poder. No se acercaban a Al porque él ya estaba comprometido con la joven sirena Mei, de cabello largo en trenas y cola rosada de pez óscar. Ella estaba muy enamorada de Al y su matrimonio se arregló ya que la sirena era princesa de otro reino de sirenas.

Ed prefería quedarse con sus amigos de verdad, pero en el fondo sí deseaba encontrar una persona especial para él que le correspondiera de la misma forma.

-¡Ed! ¡Ed!

Se acercó un joven tiburón blanco. Los peces se alejaron nadando con rapidez, pero Ed no. Ed mantenía una buena relación con animales incluso grandes como ballenas, tiburones, tortugas, etc.

-¿Qué pasó, Envy?

-¡Ya nacieron las tortugas! ¡Ven a verlas!

Ed se levantó de la roca donde estaba sentado y miró a Envy muy emocionado.

-¡¿De verdad?! ¡¿Dónde?!

-En la costa, yo te llevo.

Envy nadó y Ed lo siguió. Era la primera vez que vería algo así y estaba emocionado.

En otro lado, no muy lejos, un moreno caminaba tranquilamente hacia la biblioteca de su casa. Deseaba en un futuro ser escritor y para ello tenía que esforzarse si deseaba conseguir su meta. Gustaba de leer, en especial de seres fantásticos como dragones, unicornios y hadas. Usaba ropas finas, no se esperaba menos del hijo de un duque. Su nombre era Roy Mustang. Tenía ojos rasgados y tan negros como su cabello. Era de estatura media y un hombre muy deseado en su comunidad. Él gustaba de coquetear con las mujeres que se le acercaban, pero nunca era nada en serio. Sólo era un pequeño pasatiempo para mofarse de vez en cuando.

Tenía un hermano mayor: Maes Mustang. El hombre era tres años mayor que Roy. Era alto y de cabello negro parecido al de Roy. Sus ojos eran alargados y dorados. Maes, a diferencia de Roy, no era tan galán con las mujeres. Él estaba enamorado de una noble de nombre Gracia, quien lo traía loco.

Ambos hermanos vivían en una mansión cerca de la playa junto con sus padres. Roy pronto cumpliría los 21 años y sería presentado en la sociedad, para que él buscase a la mujer adecuada que se convirtiera en su esposa. Pero esto sólo fastidiaba al moreno. Él no quería ataduras, quería hacer su vida y no querer pensar en una vida de tener que mantener feliz a una mujer y en pocos años quizá tener que cambiar pañales.

-¡Roy!

Roy detuvo su andar y volteó hacia Maes.

-¿Qué sucede?

-¡Tienes que ayudarme!

El hermano mayor corrió hacia el menor y lo tomó de los hombros sacudiéndolo un poco.

-¡Maes! ¡Cálmate! ¡Me vas a revolver el cerebro!

Decía Roy un poco mareado mientras trataba de empujar a su hermano sin éxito.

-¡Es que tengo una emergencia! ¡Es de vida o muerte!

-¿Cuál es?

Usualmente las "emergencias" de Maes eran tonterías, según Roy. Pues cuando era algo realmente serio, su hermano también lo estaba, pero cuando eran cosas sin importancia, el hombre más alto hacía tonterías, ésta era un ejemplo. Roy puso una de sus manos en su cadera esperando la respuesta.

-¡Necesito que vayas a la playa y me consigas unas conchas!

-¿Para qué?

-¡Para mi novia Gracia!

Dijo Maes mientras se movía graciosamente y sus mejillas tomaban un color carmín. Roy sudó una gota.

-¿Y eso es una emergencia?

El tono de Roy era aburrido. De verdad a veces no comprendía a su hermano.

-¡Sí! ¡Es que ella vendrá y quiero hacerle un regalo! ¿Y qué mejor que un collar de conchas?

Roy suspiró.

-¿Y por qué no las buscas tú mismo?

-¡Porque no he terminado el cuadro que me pidió su madre!

Maes era un gran pintor y las personas que él conocía, ya fuesen amigos o familia lo reconocían. En una ocasión anterior, la madre de Gracia le había encargado un cuadro de flores, el cual el moreno no había terminado. Tenía tiempo para eso, pero no para recoger las conchas.

Roy suspiró nuevamente. Deseaba quedarse a leer, pero tampoco quería desilusionar a Maes. Ya se la cobraría.

-De acuerdo.

-¡Gracias, Roy! ¡Busca las más hermosas! ¡Y que sean pequeñas, porque grandes se van a ver mal en ella que es muy delgada!

-Bien, de acuerdo.

Roy se dirigió a la salida sin mirar a Maes.

Mientras, en la superficie, Ed miraba a las pequeñas tortugas saliendo de su caparazón. Envy ya se había ido. En realidad al tiburón no le importaba mucho, pero sabía que a Ed sí, por eso le avisó.

El tritón rubio estaba detrás de una gran roca mirando. Le daban ternura aquellas pequeñas tortuguitas.

Pasó un rato cuando ya todas las tortugas habían entrado al agua, excepto una, la cual había nacido muy lejos de la costa y lentamente se acercaba al agua. Ed quería esperarla, pero al ver el cielo pudo ver una gaviota que parecía querer comerse al animalito. Ed se asustó y sin pensarlo nadó hacia la orilla para ayudar a la tortuguita. Trató de alcanzarla sólo sacando la mitad de su cuerpo del agua, pero no pudo. Miró a su alrededor esperando no ver humanos, al cerciorarse de que era así, salió del agua y con esfuerzo llegó hasta donde estaba la tortuga. La tomó entre sus manos pero la gaviota enfurecida, comenzó a picotearlo.

-¡Déjame! ¡Suéltame!

La gaviota le jalaba el cabello a Ed y a veces le picoteaba la cara. Pero aún así, Ed sólo podía defenderse con una mano, pues con la otra protegía a la tortuga.

Roy iba pasando por allí para buscar las dichosas conchas, pero al ver que alguien gritaba, se acercó y pudo ver a una persona de cabello rubio que lo picoteaba un ave. (por el lugar que se encontraba no veía la cola de Ed ya que una roca la cubría, solamente la parte superior de su cuerpo). Tomó una rama y se acercó corriendo con su vista en la gaviota para alejarla.

Ed al ver a su salvador se asustó. Debía escapar, debía esconderse, algo, pero no podía. Estaba en shock, nunca había estado frente a un humano y ahora que lo estaba, a pesar de todas las enseñanzas que tuvo, en el momento simplemente se paralizó.

Cuando la gaviota se alejó enojada, Roy se tomó un momento para tomar aire y volteó hacia Ed.

-¿Estás bien?...

Los ojos del moreno se abrieron con sorpresa cuando después de hacer su pregunta, volteó hacia el chico. Sólo veía la cola de pescado dorada de aquél ser.

Ed por su parte seguía paralizado. Tenía miedo y no podía mover su cuerpo. Roy simplemente no podía dejar de ver a aquél ser tan hermoso. Era más hermoso que las sirenas que había imaginado y visto en dibujos de los libros que leía.

Tratando de calmarse y manteniendo su distancia para no asustarlo, miró hacia Ed y habló, aunque su tono de voz era aún temeroso.

-¿Estás bien... eh... -¿Cómo debía dirigirse? -señorita?

Ed salió de su shock y se puso a gritar de nuevo.

-¡¿SEÑORITA?! ¡SOY UN TRITÓN, BASTARDO!

Gritó el rubio mientras con su mano libre señalaba a Mustang, olvidando su miedo gracias al insulto.

Cuando Roy escuchó la voz de Ed comprendió. Luego retrocediendo un paso hizo otra pregunta.

-¡¿Eres un tritón?!