Capitulo uno: El artista

Los humanos son seres complejos, algunos son más complejos que otros. Una de las razones de esta complejidad, es la locura implícita que algunos de los humanos presentan. Pero esto todos lo sabes, los así llamados "lunáticos", tienen una visión del mundo mucho más curioso que la de las "personas normales". Es cierto que hay diferentes tipos de locura, pero sus usuarios, por así llamarlos, comparten algunas similitudes. Son extremadamente buenos en lo que hacen, no tienen ningún escrúpulo en realizar sus objetivos y tienen, por lo general, una imaginación admirable, casi tanto como los artistas.

Pero claro, los locos, los lunáticos, son bastante escasos, especialmente en la isla de Jonia. Un sitio caracterizado por la tranquilidad y el regocijo que transmite a las demás naciones de Valoran. Un lugar espiritual y místico, que guarda secretos más allá de la imaginación y que desde hace tiempo ha vivido una paz que parece no tener fin. ¿Cómo sería posible, tan solo imaginar, que en este sitio tan pacifico pudiera albergarse la locura? Pues déjame decirte, joven camarada, que sí, la locura en Jonia existe. Esta misma se personifica en aquellos que siguen las artes oscuras, que buscan el poder por sobre todas las cosas. Pero aun en ellos, su locura es solo un mero efecto colateral de un todo. Algunos por venganza, otros por marginación, otros por envidia, otros por avaricia, todos tienen sus razones para elegir a la oscuridad. Bueno, casi todos.

Algo que caracteriza también a Jonia, es que resulta ser una de las fuentes de inspiración más grande para muchos artistas. Esto puede deberse, tal vez, a sus paisajes tan bastos, hermosos y mágicos; a sus templos tan majestuosos, enormes e imponentes; a su cultura tan espiritista y mágica; a sus danzas y festivales tan pulcros y joviales; a sus obras de artes teñidas del rojo sangre, del cual se torna la luna una vez cada año durante cuatro días; a la forma tan elegante con la que sus habitantes caen luego de recibir un disparo; o tal vez, a como sus actuales gobernantes proveen de lienzos humanos nuevos para aquellos que desean interpretar alguna sinfonía de muerte, quien sabe. Aunque muy probablemente estas cuatro últimas razones sean las principales para que Khada Jhin, el asesino conocido como "el demonio dorado", se vea tan impulsado a realizar su "obras" en este, su país natal.

Jhin es el artista; su arma, tan hermosa y perfecta, su pincel; y Jonia y sus habitantes, su lienzo. Con paciencia y meticulosidad, este hombre tan particular planea cada día una nueva "obra" para sus clientes. Clientes que, muy amablemente, lo han sacado antaño de la prisión más severa de Jonia, y que lo contratan para que realice diversos asesinatos, en pos de eliminar a ciertos competidores y expandir el terror en esta nación, ya desvirgada por la violencia llevada a cabo por los noxianos hace tantos años.

Cada vez más imaginativo, cada vez más inspirado. A Jhin le gusta que todo salga como él quiere, se podría decir que es muy quisquilloso. Todo lo hace cuatro veces, lo intenta cuatro veces, lo vive cuatro veces, se regocija cuatro veces. Su arma de cuatro tiros, un arma tan única que solo pudo ser forjada en su tierra, con magia fluyendo libre por todas sus terminaciones doradas, hecha a medida y lista para disparar cuando su dueño lo desee.

Y en cuatro días, ni uno más, ni uno menos, ese pincel mortal deberá volver a teñir sus balas de rojo. En cuatro días, Jhin debe asistir a una actuación muy importante. En cuatro días, deberá utilizar su pincel para crear una nueva obra de arte en vivo, frente a todo Jonia, para que no olviden su nombre. Dentro de cuatro días, hará que un monje trascienda y lo ayude a él, a seguir trascendiendo. Dentro de cuatro días, deberá matar a Lee Sin.