Disclaimer: Panem y los Distritos asi como los personajes pertenecen a Suzanne Collins.
Los personajes originales son idea mia.

Cronología: 100 años después del final del epílogo del tercer libro Sinsajo.


Estoy lista, termino de atarme las botas y coloco mi mano en el picaporte de la puerta de mi habitación. Mi habitación es pequeña y rectangular, paredes blancas, una silla amoblada y un tocador; algo se me olvida así que regreso de nuevo al tocador donde busco algo muy importante para mi y finalmente lo encuentro. Un prendedor, reliquia familiar, me lo dio mi madre cuando cumplí dieciocho años, la madre de ella se lo pasó y asi sucesivamente. Este prendedor tiene forma circular con un sinsajo con una flecha en el pico. Lo único que sé es que perteneció a mi tatarabuela, no tengo más información; lo único que tengo constancia es que mi bisabuela se llamó Willow; nada más. Siempre tuve curiosidad por saber los nombres de mis ancestros.
Salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina, donde están mis padres, si; aún vivo con mis padres a mis veinticinco años pero eso será por poco tiempo, tengo mis ahorros para comprarme un piso; la vida en el Capitolio no es fácil; no somos pobres pero tampoco somos la familia mas acaudalada del lugar pero vivimos bien; reconozco que nunca me faltó nada.

El prendedor está en mi pecho, a pesar de los años, aún está bien conservado aunque se puede ver un poco de óxido en las curvas por el inevitable paso del tiempo. Mi madre está colocando pastelillos redondos en una cesta, ella administra una cafetería; su pasión es preparar pastelillos, ella es una mujer en la mediana edad, baja y siempre con una sonrisa, sus ojos pardos tan vivos y su cabello entre castaño y gris está amarrado en una coleta; mi madre me mira y sonríe.
— Buenos días, Skye— dice mi madre, mi padre levanta su mirada del diario mientras termina de beber su café, él es un hombre cerca de los cincuenta años; cabello totalmente gris con una incipiente calvicie en la coronilla, sus ojos azules se fijan en mí, acercándose a abrazarme.
—Buenos días, papá y mamá—les digo dándoles un beso en la mejilla a cada uno, luego me siento, mi madre me pasa un vaso de zumo de naranja mientras unto mi tostada con mermelada de fresa.
—¿Nuevamente vas a escoltar al Presidente Skellington?— me pregunta mi padre, noto el tono de voz que me dice que no le simpatiza al presidente. No lo culpo, la mayoría de los Distritos se oponen a él.
—El día será largo, papi. Hoy es la Cosecha y debo estar todo momento a su costado— le digo mientras menea la cabeza de desacuerdo. Mis padres, sin ganas de exagerar, son los unicos del Capitolio que están en contra de los Nuevos Juegos del Hambre. No puedo culparlos, es una barbarie pero yo soy Agente de la Paz y escolta, mis opiniones no le interesan al presidente y si quiero vivir, no debo oponerme a él.
—Me cansé de escribir basura para el Capitolio— me confiesa mi padre, yo termino de beber mi zumo y lo miro.
—Debes hacerlo, papi o tendré problemas con el presidente— le dijo, él asiente resignado. Mi padre es periodista, sus artículos en contra del Capitolio y de los Nuevos Juegos del Hambre hicieron incomodar al presidente Skellington. Ese hombre me llamó a la oficina donde hizo su "petición" de callar a mi padre. No me gustó el sentido de la palabra que dijo pero no podía decirle nada, asentí y salí de ahí. Le conté a mi padre que deje de escribir notas en contra del Capitolio, en un principio se negó pero cuando le conté mi reunión con él, se preocupó que Skellington tome represalias conmigo…o con mamá.
—Te llevaré al trabajo— le digo a mi padre, él asiente y luego me dirijo a mi madre— ¿Te llevo, mamá?— le pregunto, ella sonríe como suele hacerlo.
—No, Skye; aún me falta algunos pastelillos—dice mi madre. Yo asiento y me levanto a despedirme de ella. Las amigas de ella me dicen que me parezco a mi madre, y eso es cierto, somos parecidas: tengo el cabello castaño, soy baja y la cara redonda; sólo tengo los ojos azules de mi padre.

Enciendo el coche y mi padre se sienta en el lado del copiloto; arranco el auto y lo pongo en marcha. Mi padre enciende la radio y empieza a oír las noticias del día. Yo conduzco mientras pienso en los Nuevos Juegos del Hambre.

¿Cómo así hay Nuevos Juegos? ¿No que habían sido abolidos? Les explicaré lo que sé: Hace medio siglo atrás, cuando mi abuela era una mujer madura y mi madre, apenas un infante, subió al poder un hombre de una gran sonrisa y carisma. Prometía una vida mejor para todos los Distritos y más promesas que sonaban muy bien. Lo eligieron, el resultado de las votaciones fueron arrolladores pero nadie se imaginó lo que revelaría un mes después, era el bisnieto de Coriolanus Snow. Acusó a los rebeldes que derrocaron a Snow de ser terroristas y otros adjetivos que no recuerdo bien; se vengó reanudando los Juegos del Hambre pero ahora muy diferentes a los antiguos. El Distrito 13 que pasó a vivir en la superficie después que la radiación se disipó, participaron también. Mismo formato, dos tributos hombre y mujer entre doce y dieciocho años se matan entre sí en la Arena. Ahora con una ligera diferencia, el ganador no va a la Aldea de los Vencedores si no a un edificio blanco y grande, ubicado en el Capitolio. Ahí son recostados en una camilla y les colocan una especie de casco donde sus mentes van a un mundo virtual, en aquel "mundo" no hay carencias, todo es lujo y comodidades, los vencedores olvidan el mundo real sumiéndose en aquel mundo ficticio. Su cuerpo envejece pero su yo virtual no lo hace, lo que hace peligroso sacarlo después de años. Imagínate: un tributo que se joven en aquel mundo, lo sacas y ve que ha envejecido veinte años de golpe, resulta muy chocante.

Ya me fui por las ramas ¿Dónde estaba? Ah, si. El presidente Skellington tuvo un hijo, este pequeño es el actual presidente de Panem y por supuesto, continúa con la "tradición" de su padre, ahora un viejo dictador. Obviamente la gente no se quedó de brazos cruzados, hubo marchas y movimientos en contra de estos Nuevos Juegos, los Agentes de la Paz nuevamente hacia su trabajo de reprimir a la gente.
¿Por qué elegí ser Agente de la Paz? Estaba convencida de marcar la diferencia, unos agredían, yo estaba dispuesta a ayudar a la gente pero me di cuenta que soy una idealista soñadora. Reconozco que soy buena en lo que hago, aunque sea desagradable. Mis excelentes notas en la Academia, sin ganas de sonar pedante, me nominaron a formar parte de la escolta del Presidente Bracken Skellington, me eligieron y al elegirme, comenzó la pesadilla. Golpear gente y arrestar sospechosos de terrorismo.

Otra vez me fui por las ramas, me quedé en que los Agentes reprimen a la gente. Un pequeño grupo "anti—sistema" se fueron contra el Capitolio, fueron derrotados pero su espíritu luchador no menguó. Continuaron con las protestas y también con los Nuevos Juegos, cuando apenas era una adolescente de quince años, hubo una explosión en un bar del Distrito 2 donde resultó muerto el líder de la rebelión. Al parecer, desde ahí, hay pequeños grupos rebeldes, desunidos y aparentemente desmotivados. Skellington alardea en la prensa que está tras la pista de esos rebeldes o "terroristas" como los llama él.
Los pequeños grupos hacen sabotajes, roban armamento o alimentos, intervienen en la TV con propos pero nada más. Desunidos y desperdigados por todo Panem y no voy a negar que los admiro.

Llegamos a la editorial donde trabaja mi padre, él se gira y se despide de mí.
—¿Te paso a recoger, papi?
—No, saldré tarde, tomaré el bus— me dice y yo asiento.
—Hasta luego, papi— le digo sonriente.
Se despide de mí agitando la mano y reanudo mi camino, reconozco que he atrapado a varios de ellos e incluso he desbaratado reuniones en casetas abandonadas.

.

He llegado a mi destino, estaciono mi auto en un lugar amplio y bien iluminado. El piso es negro y también hay bastantes automóviles en el lugar, fue suerte encontrar un puesto.

Voy en dirección al vestidor, donde me pongo mi capa debido a mi estatus de escolta (y también capitanía). El pasillo es largo y plateado, en el camino me encuentro con mi mejor amigo y compañero de la Academia, Maarten Hutchins, su sonrisa me alegra y le devuelvo mi sonrisa.
—Justo a tiempo, Skye ¿estas lista?
—Totalmente ¿Dónde está el Presidente Skellington?—le pregunto.
—En su oficina, está esperando al resto de la escolta para presenciar la Cosecha— me dije Maarten. Él también es Agente de la Paz y tiene un gran corazón, odia tener que hacer el trabajo desagradable del Presidente, como dice "ordenes son ordenes". Si lo desobedece, se va al paredón y lo estimo mucho para perderlo así.

La oficina de Skellington es oval y amplia; el presidente, un hombre lampiño con una cabellera corta gris se acercó a nosotros. Yo y Maarten hicimos una leve inclinación como respeto. En la sala también estaba dos Agentes escoltas y el General del Ejercito, Tobías Grogg, mi mentor en la Academia; serio y muy duro, aunque no suele demostrarlo, él esta orgulloso de mi posición actual.
—La Cosecha empezará pronto, vayamos al Gran Salón— dijo el presidente, yo asiento en silencio al igual que los otros dos escoltas, siendo cuatro el número de escoltas del presidente.

El Gran Salón, como su nombre lo dice, amplio con columnas amplias y el techo se veía impresionantemente alto, había muchas gente, la mayoría perteneciente a la clase alta y acomodada del Capitolio. Las cosas nunca cambian.
Una gran imagen holográfica se veía en el centro, lo cual la gente lo podía ver cómodamente en forma de círculo. Las imágenes holográficas pasaban cada evento que pasaba en los trece Distritos en trece cuadros, de gran tamaño.
El presidente estaba sentado cómodamente, yo estaba a su lado derecho y Maarten a su izquierda, los otros dos, a nuestras espaldas.
Como todos los años, veía las elecciones desafortunadas de los Tributos, no voy a negar, ver las caras con desosiego me rompe el corazón pero en esta profesión, no puedo ser muy blanda. Incluso al ver la imagen del Distrito 10 donde una adolescente se ofreció como voluntaria en el lugar de su hermana, me conmovió mucho.

Las personas de mi edad y menos tienen poco conocimiento de los antiguos Juegos del Hambre, las escuelas no han profundizado en eso gracias a Skellington. Solamente enseñan hasta los 73ros Juegos del Hambre, no profundizan lo que pasó después. Los archivos de la antigua rebelión fueron confiscados y sellados, incluso quemados. ¿Quiénes fueron los héroes de la rebelión? Nadie lo sabe, incluso mis padres lo ignoran, gracias al "lavado mental" del presidente Skellington, yo también ignoro quienes fueron pero apostaría a que los habitantes de los Distritos tendrán alguna idea.
Y las escoltas de los tributos anuncian los Trigésimos Nuevos Juegos del Hambre.
Y que la suerte esté siempre con ellos. Lo dudo. El ganador irá a un mundo virtual.

.O.O.O

—Aquí, la capitana Skye Rellik. Estamos en posición.
—Recibido. Estamos listos—dice una voz en mi radio. Levanto una mano y los cincos Agentes se detienen. Estamos a punto de desbaratar una reunión ilegal en el Distrito 12 y está casi oscureciendo. Alguien nos pasó el dato y no le puedo culpar, informar de actividades sospechosas tienen una recompensa monetaria, algo muy atrayente para un Distrito pobre.

Y reconozco la Aldea de los Vencedores donde al otro lado veo al capitán del otro pelotón, entre ellos está mi mejor amigo y compañero de misiones, Maarten.
Andamos en fila india y al parecer nadie se percató de nuestras presencias.

La reunión es en aquella casa de madera, con enredaderas por la pared hasta llegar al techo, se ven muy abandonadas las casas. Me coloco al costado de la puerta al igual que el otro capitán, el resto de los Agentes se colocan en fila india a mis espaldas y las del capitán Truller. Él se ve bastante mayor, yo soy la más joven con un rango medio, gracias a mi esfuerzo.
Una pálida luz ilumina en la estancia.
Y tiro la puerta abajo, sorprendiendo a los habitantes de la casa: tres mujeres mayores y cuatro hombres incluyendo a un anciano.
—¡Las manos a la cabeza!—grito.
—¡Todos con las rodillas al suelo! ¡El que no obedezca le pongo una bala en la frente!—vociferó el capitán Truller. Las mujeres hicieron caso y se les veía el terror en sus caras al igual que los hombres. Nadie opuso resistencia. Uno se movió y un Agente le dio un culatazo en la espalda.
—¡Eso no es necesario!—le grito y el Agente se queda mirando y no se que cara pone debido al caso que tiene puesto. Olvidé mencionar que todos tenemos nuestros cascos blancos con un visor negro. Me quito el casco y me acercó al tembloroso anciano y le doy la espalda.
—Colóquenles las esposas y llévenselos a la camioneta blindada— les ordeno a los Agentes de la Paz y el capitán Truller empieza a revisar los papeles en la mesa en la poco iluminada estancia. Me vuelvo hacia el anciano, a ponerle las esposas cuando veo que esta muy entretenido viendo mi prendedor.
—¿Ese es un sinsajo?— me pregunta el anciano.
—Si—le digo mientras le coloco las esposas, el anciano no opone resistencia pero veo que sigue observando el prendedor.
—Se parece mucho al prendedor que usaba nuestra Sinsajo—me dice el anciano y estoy confundida.
—¿Quién?
—Katniss Everdeen liberó Panem del yugo del presidente Snow. A ella le debemos mucho, a pesar que no la conocí. Mi padre y abuelo me contaban su historia.

No me suena el nombre, sólo el del antiguo dictador, el anciano se levanta y se queda observando mis ojos.
—Se dice que en esta casa estuvo ella. Posiblemente haya archivos olvidados por la Sinsajo. Vivió aquí hace mucho tiempo. Al menos eso dicen las historias.

Solo lo escucho sin decir nada, pero no voy a negar que me haya picado la curiosidad.
Salimos al exterior, donde el sol ya se ocultado y al ver que el capitán Truller iba delante de mi, le susurro al anciano.
—Me contarás lo que sabes de ella.
—Haré lo que pueda—me dice el anciano con voz queda