Capítulo 1

Era de mañana en la plaza y el sol recién había salido, pero eso no le dificultaba la vista a Felicia mientras bordaba.

Estaba sentada en una banca detrás de un árbol, haciendo un par de flores de tela para su tienda cuando sonó el campanario de la capilla.

La 07:00 de la mañana, la hora en que los soldados alemanes salían a marchar. A esa hora la ciudad estaba llena de alemanes y banderas nazis, pero seguía conservando su encanto.

Venecia era muy especial, sus calles eran pequeñas y tenía muchos puentes, las carreteras estaban conformadas por ríos y canales, donde siempre están pasando góndolas, así que no había coches.

Las casas eran pequeñas y estaban pintadas de mil colores, muy pegadas una de la otra, eso hacía que los callejones se hicieran muy estrechos y era difícil pasar por ahí.

El carrito de repostería de Bartolo, su vecino, estaba abriendo y ya habían niños esperando los dulces profiteroles, buñuelos, pasteles y panecillos que el hacía.

Los dueños de las tiendas estaban preparando todo para el día de hoy.

Las joyerías abrían las vitrinas con mil collares y una gran variedad de joyas, los restaurantes empezaban a cocinar y salía un olor a tocino y huevo que se te hacia agua la boca, los gondoleros cantaban canciones para iniciar el día y el panadero hacia su delicioso pan dulce, a Felicia siempre le gustó ese pan.

La actividad recién comenzaba y todos andaban de buen humor riendo, charlando y cantando sin parar, todos se conocían en ese lugar y era muy agradable.

De repente todos se callaron cuando aparecieron los alemanes en su marcha por el pueblo, sus caras serias, sus uniformes, la destrucción que habían provocado en Italia, a ellos les deba mucho miedo cuando aparecían.

Felicia siempre veía a los soldados con mala cara, quería saber que caras nuevas tenían que enfrentarse a su hermano Lovino.

Él se alisto en la resistencia hace apenas un año atrás, y no quería que le pasará nada, "lo bueno es que mi abuelo está allá para cuidarlo" pensó para sí. Trato de tener esperanza en que el regresaría sano y salvo; además, nadie lo vence cuando se trata de pelear y cabrear al resto.

Se rio con ese pensamiento, era la descripción perfecta de su hermano Lovino.

Ella veía a muchos soldados nuevos, y otros ya muy conocidos, como el capitán Benedict.

Habían dos que no notaban a la joven de pelo castaño que los miraba desde su banca. Uno de pelo blanco con uniforme de artillero que molestaba a un soldado rubio de cara sería. "De seguro deben amigos", se dijo Felicia mientras sonreía.

Se los quedo mirando un rato hasta que desaparecieron junto a la tropa en el otro extremo de la plaza.

Justo cuando se fueron, Felicia se dio cuenta de la hora, eran la 8:45a.m -!no dé nuevo!- exclamo.

Se suponía que su tienda abre a las ocho en punto, y seguro habrían clientes esperando a que les arreglara las ropas, "eso no es buen negocio, sobre todo en la guerra", pensó mientras corría con sus cosas hacia su trabajo.

El camino más corto era por los callejones así que fue por uno que está al lado de la joyería.

Conocía esos callejones mejor que nadie, pues en ellos había pasado su infancia, y sabía los peligros que se encontraban, como bandidos o secuestradores, había huido de personas así cuando era niña.

Justo cuándo doblaba la esquina, choco con un señor que se cayó al piso, -lo siento, discúlpeme- dijo Felicia mientras ayudaba al soldado alemán rubio al que había tirado,-podría arrestarte por esto- exclamo este en italiano, apartando a Felicia.

El soldado tenía el cabello rubio y la piel pálida, su uniforme era de color azul obscuro con una bandera nazi en el antebrazo izquierdo, llevaba botas negras y una chaqueta azul.

- pe-perdón, yo…- no pudo terminar de disculparse cuando se cruzó con la mirada del alemán. Sus ojos eran de un azul tan claro que perfectamente podrían haber sido dos cielos despejados en plena mañana. Sentía que su corazón latía más rápido. Se quedaron observándose un buen rato, como en un trance del que no querían escapar.

El alemán seguía en el piso hasta que se incorporó y cortó el silencio.

-que importa- dijo bajando la cabeza, Felicia se sobresaltó -total es sólo un accidente- se aclaró la garganta y se fue caminando tranquilamente; dejando a Felicia parada en la calle.
Felicia se quedó mirando al soldado de ojos azules que desaparecía entre las sombras. Entonces recordó que llegaba tarde.

"Ya me atrase mucho" pensó mientras caminaba por el callejón de la dulcería, ahí todo olía a chocolate. Cerro los ojos y respiro hondo para sentir el dulce aroma de su segundo alimento favorito; el primero siempre fue la pasta.

Entonces fue cuando alguien la detuvo, un vagabundo viejo y harapiento que le agarró del brazo.

-¿adónde crees que vas, linda?-, el vagabundo era un viejo decrépito y pálido, tenía una camisa manchada, nos pantalones café y una gran barba. Su aliento apestaba a alcohol, de seguro estaba borracho.

-¿por qué no nos acompaña?- dijo otro señor de lentes e igual de sucio a su lado.

La joven, asustada, miro si había alguna forma de escapar, -no gracias, de-debo ir a trabajar- dijo mientras trataba de zafarse de ellos. Pero la agarraron más fuerte.

El viejo suspiro con una sonrisa maliciosa -veo que no nos entiende...- dijo mientras sacaba un revólver del bolsillo, Felicia se quedó muda.

-venga con nosotros, señorita-, "maldita sea". De un fuerte tirón Felicia se soltó del agarre del viejo y corrió tan rápido como pudo. Los otros dos no podían alcanzarla.

-Dispara !Dispara!- exclamaba el señor de lentes al viejo que tenía el arma. Felicia escucho disparos detrás de ella, por suerte fallidos.

- !Achúntale a ella, idiota!- un disparo, y una bala le rozo el hombro, dejándole un rasguño, "por poco" pensó mientras se paraba y corría por el laberinto de pasillos, calles y basureros.

De repente, doblo una esquina y..., callejón sin salida. Diablos. Estaba atrapada con dos tipos que iban a dispararle. "Vaya final para una costurera", se dijo mientras se trataba inútilmente de esconderse detrás de un basurero. Se sentía asustada e impotente, inservible, sin salvación. Iba a morir.

Cerro los ojos, como si así nadie pudiera verla, como si así pudiera regresar a su casa a salvo, ella no quería problemas ¿Por qué entonces le paso esto? ¿Con todo lo que había perdido no era suficiente?

De repente sintió que alguien corría hacia ellos,-¿qué demo...?- alcanzo a decir uno antes de que el rugido de un disparo sonara por todo el lugar. Ella pego un respingo mientras se tapaba los oídos.

¿Estás bien?- le dijo una voz grave mientras le ofrecía ayuda para levantarse. Por la oscuridad no podía verle la cara, pero parecía podía confiar en él, total le salvó la vida.

-si- respondió Felicia, mientras abría los ojos. Sintió una punzada en el hombro -¡auch!- exclamo mientras se caía al suelo.

-cuidado, ¿estas herida?- dijo mientras le ayudaba a levantarse. Un minuto, ¿dónde había escuchado esa vos antes?

Felicia levanto la mirada y se encontró con unos ojos azules y profundos que ya conocía, era el mismo soldado con el que había chocado hace un rato, no sabía si sentirse terriblemente feliz o terriblemente asustada.

-yo...- sólo se quedó parada mirándolo, ¿qué iba a hacer?, al parecer actuó más rápido de lo que hablo.

Ella se incorporó y trato de irse, pero choco con un basurero y se cayó. -¡ah!...eh… y-yo- trato de hablar mientras se trataba de parar.

El otro solo se le quedo mirando mientras Feli se ponía roja -a-adiós- murmuro mientras se ponía roja. Se quería morir, había actuado como una idiota frente a ese extraño. ¿Qué diría su hermano?

Él se quedó ahí parado mientras ella doblaba la esquina preguntándose que acaba de pasar.

–Que pérdida de tiempo- resoplo algo molesto –le salve la vida y ni siquiera dice….-

-gracias-

Esas palabras sobresaltaron al rubio que miro tras de sí para encontrarse a esa chica de ojos castaños.

-gracias... Por ayudarme con esos dos-, dijo cabizbaja, aun tenia las mejillas sonrojadas. El no respondió.
-me-me tengo que ir- dijo Felicia siguiendo su camino.

Caminó y después corrió por los callejones hasta llegar a la modistería miro algunas veces atrás hasta que el soldado desapareció de su vista.

Esa noche casi no pudo dormir por ese soldado rubio que no dejaba su cabeza. Felicia se rindió levantó de la cama, trato de leer un libro pero no podía olvidar esos ojos azules que la miraban queriendo decirle algo, el problema era que no sabía qué.

¿Qué tiene de especial ese soldado?, "es solo otro alemán más", se dijo tratando de olvidarlo.

Ella suspiro –supongo que iré a coser un poco-. Y tras decir eso se encamino al primer piso a continuar su trabajo.