Capitulo 1
Serena condujo hacia la curva y metió el freno en el último momento, para ganar terreno. Adelante, un Porsche tomó la curva y aceleró en la recta de modo que no pudo rebasarlo. El sudor perlaba su mente y serena intentó hallar la brecha que necesitaba ara pasar. Pero el conductor del Porsche era demasiado bueno, demasiado rápido y la chica supo que quizá no lo lograría. Y debía rebasarlo. Metió los dedos enguantados bajo le visor del casco para limpiarse el sudor que le escurría. Tuvo una premonición. Algo pasaría si no rebasaba el Porsche. Si podía adelantarlo, todo sería diferente.
Llegaron a una curva y serena intentó pasar por la derecha. El conductor del Porsche cubrió el espacio y luego se dirigió a la izquierda cuando serena trató de pasarlo por ese lado. Serena se le acercó mucho por la parte trasera y la premonición fue muy fuerte unos segundos antes de que todo se malograra. El conductor perdió el control del Porsche y el auto patinó; un neumático echó humo y polvo. El Porsche dio varias vueltas. Serena vio las llamas y, de pronto, supo por qué trató de rebasarlo y de cambiar la secuencia, supo quien estaba en ese auto.
-¡Haruka! – Gritó cuando el Porsche se incendió y quedó oculto por la humareda-. ¡Sal de ahí!- gimió mientras las lagrimas rodaban por sus mejillas. Entonces, al mirar hacia atrás, perdió el control de su propio auto, que patinó y chocó contar una barrera de contención. Un niño grito y siguió gritando…
Cuando serena metió el Toyota en el estacionamiento de Ensigns, ya estaba tensa y cansada. Quizá porque era la hora pico del tránsito matutino de Tokio, pero principalmente por la pesadilla.
Se puso su gorra de chofer bajo le brazo y se dirigió hacia la oficina de los choferes. Bill Tzu Ki, era el único que estaba presente y la miró con un antagonismo apenas oculto. Había tres motivos para esto: primero, era la primera mujer chofer que penetraba en esa fortaleza masculina; segundo, era una amiga cercana del director de Ensigns; y tercero, y lo peor de todo, no respondió al atractivo de Bill, el cual era muy valorado por este ultimo. Pensó que quizá Bill se habría consolado si supiera que ella no correspondía a ningún hombre en los últimos tres años, y que era poco probable que la situación cambiara.
-Tendrás que recoger a Kou en diez minutos- anunció Bill-. En la entrada lateral.
-¿Seiya Kou? ¿ el sobrino de Darién… quiero decir, el señor Chiba? Pensé que tu eras su conductor de costumbre.
-Yo también, pero tu amigo Darién – hizo hincapié en el nombre con desprecio- llamó y ordenó que tu te hicieras cargo de ese trabajo en el futuro, es bueno ser amigo del director general. Tendrás que llevarte el Rolls Royce – añadió con pesar, como si fuera un niño al que separan de un juguete preferido.
Lo siento. Se que eso duele- serena ignoró la indirecta-. Lo cuidaré mucho y lo traeré de vuelta sin un rasguño.
Serena fue al espejo, a calarse la gorra, mientras Bill le daba algunos consejos de cómo conducir el Rolls. Escuchó con cortesía, divertida al ver que los conductores hombres tenían la necesidad de darle instrucciones. Si tan solo supieran, pensó. Miró su reflejo. Su cabello rubio ya estaba peinado en un moño para poder ponerse la gorra, tenia el mínimo de maquillaje y sus ojos azules contrastaban con la piel quizá demasiado pálida. Pensó que era una mujer normal, de aspecto agradable. Lo demás pertenecía al pasado. ¿Qué había que saber de ello?
Dos hombres charlaban en al entrada lateral de Ensigns y serena se pregunto si uno de ellos seria su pasajero. Cuando uno miro su reloj y observaba los alrededores, serena asintió con la cabeza, salió del auto y abrió la puerta de los pasajeros. El hombre tenía la apariencia que la chica esperaba que tuviera el sobrino de Darién. Darién y su hermana eran gemelos, más no idénticos y se parecían como de costumbre se parecen un hermano y una hermana. Ese joven era alto y delgado, como su tío y su madre, y también como ellos, vestía con elegancia. Llevaba un tarje oscuro de tres piezas, de moda y buen corte. Era bastante atractivo. Serena lo vio señalarle algo al otro hombre, antes de subir.
Seiya no solía estar de acuerdo con su familia aun cuando Darién hablaba de su sobrino con tolerancia, como bien sabia serena. Pero esa tolerancia se esfumó cuando, diez años después de buscar hacer fortuna en el extranjero, Seiya anuncio que deseaba formar parte de la administración de Ensigns antes de que la compañía expirara. Darién y su hermana, los accionistas mayoritarios, se ofendieron ante la crítica implicada y trataron de mantener de mantener a Seiya fuera de la compañía. Pero como este compró las acciones de un primo desinteresado y de una tía abuela, pronto estuvo dentro de la compañía. Serena pensó que era una manera peculiar de tratar a su madre y a su tío, negocios o no negocios.
La chica abrió la puerta cuando el joven bien vestido se adelantó. Pero aunque la miró y le sonrió, rodeo el Rolls para llamar a un taxi. Serena, mirándolo con fijeza, cerró la puerta y pegó contra algo. Hubo un gemido de dolor. Volvió a abrir la puerta… había pegado alguien, no a algo.
-Dios, hombre, ¿Qué rayos le pasa?- se enojó alguien; serena miró hacia abajo para ver al otro hombre frotarse la espinilla y recoger una carpeta. ¿el otro hombre? ¿el que parecía como si se hubiera quedado toda la noche en un banco del parque? No podía ser el hijo de Rei Kou, el sobrino del elegante Darién.
Serena lo ayudó a recoger las hojas de papel de la carpeta.
-El hombre miro con sus hermosos ojos azules, las piernas y luego el rostro.
-¡Usted es mujer!
-Que brillante deducción. Pensó serena.
-Si señor- y le dio las hojas de papel.
-No sabía que tuviéramos mujeres choferes.
-Solo una- aclaró serena. Aun la voz del tipo era brusca y dura.
-No me agradan las mujeres choferes- le informó.
-Ya veo, señor Kou- lo miró de frente.
-Son demasiado emotivas y hablan hasta por los codos.
Se metió en el auto y serena cerró la puerta. Otro antifeminista, pensó.
-¿A dónde vamos señor Kou?- inquirió serena desde el asiento del conductor.
-A la fábrica. Sane donde esta, verdad?- añadió con sequedad cuando serena encendió el Rolls- o solo va a los mejores restaurantes de aquí?
Era una crítica a algunos ejecutivos de Ensigns pero también a los choferes, y serena sintió que era injusto. Los choferes solo iban a donde se les ordenaba. Por el espejo retrovisor, podía ver como examinaba unos papeles y apretaba los botones de una calculadora. Así que las mujeres solían hablar demasiado ¿verdad? Bueno, se daría cuenta de que había excepciones. Serena tenia reglas estrictas para no mezclarse con sus pasajeros. Así que el trayecto a la fábrica, transcurrió en silencio. En la fabrica Silver water, Seiya Kou tomo su portafolios y se alejó.
-Regresare en media hora.- dijo.
Lo miró irse. Media como un metro setenta, reviso su opinión acerca de su ropa. No parecía haber dormido con la chaqueta, si no haber ido a la guerra con ella. La media hora se alargó hasta casi ser una hora, pero apareció de mucho mejor humor al salir. Serena le abrió mucho la puerta, pues no se arriesgaría a repetir el accidente.
-Una mujer que aprende de sus errores, eso me gusta- sonrío y serena casi respingó ante el cambio sus dientes eran blancos y fuertes, la sonrisa era muy atractiva.
Aquella súbita transformación la hizo percatarse de otras cosas. Por ejemplo, que sus ojos eran azules y tenían muchas pestañas, y una boca que era mucho mas agradable cuando el estaba de buen humor. Serena pensó que era el rostro mas hermoso que había visto jamás.
-Quizá ya no tenga que usar rodilleras, después de todo- se burló.
-No, señor- y serena se concentró en llevar el Rolls y al pasajero a Ensigns sin ningún rasguño.
El día termino para serena tal como empezó; se sentía tensa y cansada. Tardo en dormir y en la madrugada volvió a soñar. Así solía suceder. Estaría tranquila durante unos meses y luego la pesadilla la molestaría dos, tres, cuatro noches seguidas; recordaría otra vez la pista de carreras, en donde no podía cambiar la secuencia de los hechos.
Por las mañanas, después de tener esa pesadilla, sentía repulsión solo de pensar en conducir un auto… aun uno tan ordinario como su Toyota. Serena luchaba contar el miedo al concentrarse en pequeñas tareas… todo para posponer hasta el ultimo momento el conducir. Limpió la cocina, cortó rosas del jardín y colocó el jarrón en varios sitios hasta quedar satisfecha. Puso la ultima postal de sus padres en el tablero de corcho de la cocina, en donde ya había una foto de su hermano menor con su esposa embarazada, en el jardín de su casa. Serena deseo que su familia no estuviera diseminada por todo el país. Preparó pan tostado y té para Matt, puso todo en una bandeja y se lo llevó.
-Matt- murmuró mientras dejaba la bandeja en una mesa. No hubo movimiento en la cama cubierta de jeans, camisetas y calcetines impares. En el suelo yacían dos cubiertas de discos, un libro de contabilidad y la chaqueta de piel para la motocicleta. Se dirigió al cuerpo cubierto por las sabanas, y dio un empujón donde supuso que se hallaba un hombro. Serena miró su reloj y supo que ya no podía posponer la hora de conducir el Toyota. Trató de irse del cuarto sin mirar el cartel, pero no lo logró. El hombre del cartel le sonrió. Vestía un traje rojo de corredor y tenia laureles en el cuello. Se apoyaba en un Porsche de formula uno. Triunfo en Tokio. El hombre era muy atractivo; tenia el cabello lacio y rubio cenizo, piel blanca y sus ojos verde olivo brillaban de alegría. Era una foto de un hombre en plena juventud, tomada en un momento de jubilo, cuando el mundo le perteneció por completo. Haruka, esposo, amante, amigo. Solo una carrera mas, dijo, y se retiraría el día de su cumpleaños numero treinta y ocho. En la pista de Fukuoka había una pequeña cruz de piedra para marcar el sitio en donde Haruka termino su última carrera. Serena odiaba ese cartel.
