Ciaossu ~~
Este capítulo quedó... largo, lo sé. Al principio solo sería un one-shoot, pero ni siquiera alcancé a concretar la idea, asique adivinen, tendrá continuación! Esta basado en un universo alterno, el de Hibarin :3 asique ojalá les guste
Este capítulo está dedicado a Darkinnocence que hace un tiempo que anda dolida porque no he escrito ningún otro HibaHaru, gomenasai pero necesitaba cumplir con todos mis encargos u.u la segunda parte irá dedicada a Dayana-chan
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Él la conoció cuando ella era apenas una niña. Él llevaba siglos viviendo en un castillo y acudiendo cada noche a un pueblo cercano a beber la sangre de sus ganados y habitantes por igual, esa era su villa, su pueblo, si alguien quería vivir ahí debía atenerse a sus reglas. Ella era una niña de solo diez primaveras, como su nombre Haru, una ciudadana que vivía con el miedo de ser la próxima cuya vida se fuera entre los blancos colmillos.
A pesar del miedo, ella era una niña feliz e inocente, con un brillo especial en sus ojos, con la frescura de la flor más bella saltaba por el pueblo, como si fuera una mariposa que con sus alas volaba de un lado a otro, trabajando arduamente.
Era muy querida en el pueblo, ya que en un lugar tan pequeño era imposible que las personas no se conocieran, y compartieran dolores y alegrías.
Aunque la lista de dolores era más grande que la de las alegrías, por lo tanto llegó la desesperación y con ella llegaron las medidas desesperadas. En un último intento de encontrar la paz y bajo el pleno conocimiento de la especial atracción por la sangre de mujeres vírgenes, la gente del pueblo ofreció al temido Hibarin que bajara y escogiera a una de las jóvenes inmaculadas que habitan ahí como una ofrenda de paz.
Al vampiro la oferta le pareció ridícula, no tenía interés en pasar la eternidad junto a una débil humana, pero decidió bajar simplemente para demostrar su poderío cortándole el cuello a cada una de las ofrendas.
Toda la gente huyó cuando lo vio venir, a excepción de una persona. Eso no le gustó, asique caminó directamente hacia la pequeña que lo miraba sin inmutarse.
—¿Por qué no corres?—le preguntó.
—P-Por que Hibarin-sama hoy no viene a matar ~desu—respondió ella.
Eso sí que le hizo gracia al vampiro, pero entonces se dio cuenta de que la niña parecía un pequeño conejo escondido entre las flores, no era nada más que un animal indefenso y herbívoro, incapaz de protegerse, pues acababa de caer en las garras del depredador. O mejor dicho, era una herbívora que no se agrupaba con el resto, y eso le agradaba.
—Tú nombre—exigió Hibarin.
—Haru ~desu—respondió orgullosa.
Una sonrisa diabólica se cruzó en los labios del vampiro, acababa de cambiar de idea, e iba a aceptar la propuesta de los aldeanos, es más, ya había escogido a la joven que quería llevarse con él.
La gente del pueblo sufrió al ver como un monstruo se llevaba a Haru, ella era un ángel y él era el mismísimo demonio encarnado, pero la desesperación y el miedo fueron mayores, por lo que acabaron cediendo ante los deseos de Hibarin.
Haru abrazó a sus padres por última vez esa noche, besó las mejillas de ambos y prometió que se cuidaría, ella comprendía a la perfección la importancia del sacrificio que estaba haciendo, incluso lo había asumido mejor que su propia familia.
Se fue con él hasta su palacio, un lugar al cual le habían prohibido ir desde que aprendió a caminar, pero que desde ahora sería su hogar. Esperó a estar sola en su nuevo cuarto y solo entonces dejó que sus ojos liberaran las lágrimas de nostalgia, no tristeza, solo nostalgia por no poder volver a su pueblo natal.
Pasaron cuatro años en los cuales el pueblo gozó de paz, aunque el nombre de Hibarin cada vez era más temido ya que el vampiro en vista de sus nuevas limitaciones, ahora iba a distintos pueblos a conseguir sangre, de modo que pudiera dejar la villa de Namichuu en paz por un tiempo.
Haru permanecía en el castillo, odiaba los largos períodos de ausencia de Hibarin, pues el lugar era oscuro y tétrico, no es que la compañía de un vampiro hiciera menos aterradora la idea, pero al menos no se sentía completamente sola.
Nunca le hizo falta nada más que compañía, cuando Hibarin volvía de sus viajes no solo llegaba con reservas de sangre, sino que también le traía obsequios a ella, regalos caros que pertenecían a las víctimas del vampiro. Y antes de irse, se aseguraba de que Haru tuviera el suficiente alimento para sobrevivir durante su ausencia.
Nadie se atrevía a entrar en el castillo, asique tampoco debía temer por su seguridad, lo que hacía sus días muy aburridos.
Y con el paso de los años el nombre de Hibarin se hizo cada vez más temido, de la mano del nacimiento de otra leyenda. Algunos la describían como una bruja que enviaba al vampiro en busca de sangre, otros la señalaban como una hermosa doncella que el chupasangre retenía en su castillo, y existían muchas otras teorías, pero todas coincidían en algo. Hibarin escondía a alguien en su castillo.
El rumor llegó a los agudos oídos del vampiro, por lo que decidió que lo mejor sería regresar al pueblo de Namimori durante una temporada, para calmar la controversia.
—¡Hibarin-sama prometió que no volvería!—exclamó Haru cuando se enteró que el vampiro deseaba regresar a su pueblo natal.
—Yo no prometí nada—respondió secamente—. Puedo ir a donde quiera.
—Pero Haru…
Hibarin posó su dedo sobre los labios de Haru, haciéndola callar.
—Soy Hibarin, un vampiro temido por todo el mundo—comenzó a decir con orgullo—. Un demonio que se alimenta de sangre y se lleva las vidas de las personas, he bebido la mejor sangre de toda la Tierra, pero soy insaciable y he vuelto a estar hambriento. Necesito morder hasta la muerte.
No era difícil notar que este vampiro tenía un amor propio muy grande, después de todo, su nombre causaba temor incluso entre el resto de las criaturas de la noche. Pero Haru no se iba a rendir.
—Tome la sangre de Haru—pidió la joven, sorprendiendo al vampiro.
Durante estos cuatro años él nunca había si quiera insinuado la idea de probar la sangre de su prisionera, aunque no dudaba en tocar su cuerpo y rozar su cuello con suavidad, sintiendo el exquisito pulso de su vida, y el calor de su respiración.
Pero para Haru ya no tenía importancia, ella era de Namimori asique su sangre debía contar. Había asumido muy pequeña la idea de vivir encerrada junto a Hibarin, su vida estaba dedicada a la protección de sus tierras de los colmillos del más temido de los vampiros, y cumpliría con su misión hasta la muerte.
—Yo solo bebo la mejor sangre, ¿qué te hace pensar que la tuya es especial?—preguntó él, molesto y tentado ante la petición.
—Haru es la única humana que ha podido convivir con el temible Hibarin, eso debe contar—repuso ella—. Por favor, muerda a Haru hasta la muerte, pero no dañe a su pueblo ~desu.
Él sonrió maliciosamente, acercó su mano al cuello de la mujer y exhaló con satisfacción cuando sintió su pulso acelerado. Ella tembló cuando sintió su mano deslizarse por su piel, su corazón se desbocó y comenzó a dar rápidos saltos en su pecho, expulsando la sangre para que coloreara sus mejillas.
Colocó una mano detrás su espalda y la atrajo a él, sintió el aliento del vampiro en su cuello, casi podía imaginarse sus ojos alabando esa cavidad, el momento se convirtió en una agonía, solo deseaba que la mordiera pronto y acabara con todo esto. Se estremeció cuando pasó su lengua por su garganta, aumentando más los latidos de su corazón.
Como respuesta natural, sintió una holeada de adrenalina recorrerle sus piernas, incitándola a correr, pero sus músculos se tensaron y su cerebro abandonó la idea cuando sintió como la risa de Hibarin chocaba contra su garganta, con su aliento dando suaves golpecitos.
Entonces se alejó.
Aún estaba asustada, más bien dicho, aterrada. Pero lo que más la asustó fue la hambrienta mirada que él le entregó.
—Sube a tu cuarto—demandó Hibarin.
—Pero…—intentó reclamar.
—Tienes razón, tú sangre es demasiado especial, debo morderte de otra forma—argumentó dándose la vuelta.
Salió del palacio y se adentró en el bosque para beber la sangre de quienes pasaban por ahí, ni siquiera se preocupó por sentir el sabor del líquido rojo que emanaba de los cuerpos, simplemente quería calmar un poco su hambre para evitar matar a Haru.
Esa mujer tenía razón, su sangre era especial porque ella era la única persona que logró cautivar al vampiro más poderoso, esa deliciosa bebida alcalina tenía el sabor de su vida, lo que hacía que ella pudiera moverse, caminar, respirar, y dedicarle una de sus tiernas sonrisas cada vez que él volvía de sus travesías en busca de alimento. Era un líquido sagrado que no podía tomar por completo.
Regresó a su palacio, había logrado aplacar su hambre pero no lo suficiente, después de esa propuesta estaba ansioso por probar la sangre de la persona que lo esperaba.
Haru estaba en su cuarto, sentada en su cama junto al pequeño Hibird.
Un grito se escapó de sus labios cuando lo vio entrar con la ropa teñida de sangre. Él no dijo nada, simplemente se quitó su chaqueta y la tiró por ahí antes de llegar hasta donde estaba Haru.
La empujó contra la cama, obligándola a recostarse sobre las sábanas, dejó que su peso cayera sobre ella, inmovilizándola, y acercó los labios su fino cuello. Se permitió unos segundos para alabarlo, paso su mano derecha por detrás y abrió su boca, dejando ver sus colmillos que rápidamente atravesaron la delgada piel, mordiéndola como si fuera una manzana, atravesando su cuello blando y cremoso como un malvavisco.
Haru no había dicho nada hasta ese momento, tuvo que apretar con fuerza la camisa del vampiro cuando este hincó sus dientes que la atravesaron como si fueran cuchillos, sus ojos lagrimearon y no pudo contener un grito de dolor.
Entonces el dolor pasó a convertirse en placer, sus manos soltaron la tela e intentaron acercar más al vampiro, incitándolo a morder más fuerte, su cuerpo se arqueó y gimió del placer que le provocaba la mordida. Su vista se nubló y dejó de pensar con claridad, se sintió ligera, deseando que Hibarin le robara más sangre hasta dejarla totalmente seca, todo con tal de mantener esa placentera sensación.
Por su parte, él también estaba disfrutando del líquido rojo, era dulce y fuerte, por lo que describía a la perfección a Haru, el sabor iba cargado de todas sus emociones. Al principio lleno de miedos e incertidumbres, cargado de sus deliciosas ganas por ser valiente y proteger a su pueblo. Y luego, el sabor del placer que le hacía sentir.
Ambos estaban ciegos ante las emociones que se causaban, Haru sentía el placer de ser mordida y se lo trasmitía a Hibarin a través de su sangre, ninguno quería que el momento acabara, por lo que el Hibarin tuvo que aprovechar el primer atizo de voluntad para retirar sus colmillos antes de beber por completo la vida de Haru.
Pero no permitió que ninguna gota del vital líquido se desperdiciara, rápidamente con su lengua lamió la herida de la cual aún emanaba la sangre, su saliva creó más espasmos de placer en Haru , quien no pudo evitar sentirse decepcionada cuando el efecto terminó y su sangre dejó de brotar.
Hibarin se retiró, ella intentó detenerlo agarrándolo de la ropa, pero él sujetó sus manos con firmeza obligándola a soltarlo. La pérdida de sangre la había agotado y no pudo luchar mucho más, su vista continuaba nublada y sus párpados le pesaban, lentamente comenzó a quedarse dormida.
Una vez que sus ojos se cerraron, el vampiro soltó las manos de la joven y la metió dentro de la cama, arropándola con las sábanas. Tal y como lo había sospechado siempre, el sabor de su vida era exquisito, pero restringido, no podía permitirse beber más de la cuenta, y a partir de este momento, por ningún motivo podía dejar que Haru sintiera el sabor de su sangre o la de cualquier otro vampiro.
Desde que la vio por primera vez se propuso esperar a que tuviera la edad suficiente para poder convertirla y hacerla suya por siempre, pero ahora acababa de cruzar una línea muy peligrosa ya que si otro vampiro se le adelantaba, ella se convertiría en la esclava de alguien más durante el resto de la eternidad.
