CAPITULO 1: Un camino de recuerdos
"Hoy tu vida esta por comenzar
aunque el precio fue el final de un sueño"
Nombre: Antón Kalashnikov
Habilidades: Alquimia avanzada. Alumno del alquimista de la flama, entrenado en la pelea por el alquimista del brazo poderoso, iniciado en las artes prohibidas por el alquimista de la sangre, saco de golpeo ocasional del sable de King Bradley.
Ubicación: Desierto del oeste, camino a la zona agraria de Amentris.
Misión actual: Cumplir un deseo.
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Me duele la pierna... y eso que el clima esta muy bien, y no hace frío. Tal vez debería quitármela de una buena vez y usar una pata de palo como Comanche. Ese alquimista que daba vueltas sobre ese pie falso para atacar con sus armas alquimicas.
Ya se pasara el dolor, después de todo, no quiero tomar mas medicinas, creo que ya son demasiadas por día.
Hace mucho calor en esta zona del país, el enorme desierto cerca de donde alguna vez existió un sitio llamado Ishbal, el lugar del que mi búsqueda marcaba como un punto importante.
–¿Un poco de té helado? –le preguntó aquella mujer llegando con una bandeja. Ella siempre tan precavida.
–Por supuesto –le sonrió Antón mirando después al exterior. Era extraño, pero casi todas las cosas importantes de su vida, pasaban frente a una taza de té.
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//Antes//
–Siéntate muchacho, bebé un poco y ahora vuelve a decírmelo todo desde el principio pero con calma. –le decía Mustang en su oficina de Central.
–Coronel Mustang... por favor... conviértame en alquimista estatal. Quiero tener un reloj plateado, quiero ser capaz de dirigir mis investigaciones a donde yo lo necesite. Necesito ese rango, ese poder. –le respondió el muchacho. Se veía muy cansado y al parecer no durmió en toda la noche. Pero algo en sus ojos... ¿estuvo llorando?
–No es un poder tan simple, hijo. Hay muchas cosas que tienes que tomar en cuenta. No cualquiera puede convertirse en alquimista estatal, no es algo que pueda lograrse con un poco de esfuerzo.
–¡Necesito ser un alquimista estatal! –dijo el chico levantándose de pronto, muy alterado. La teniente Riza se acercó para indicarle que se sentara y después fue ella quien le dijo.
–¿Qué ocurre, Antón? ¿Qué pasó en Rizembool?
–Todos aquí conocen la historia de los Elric, menos yo... y cuando me enteré, me pase el tiempo pensando que eran unos tontos por romper las reglas más simples y que se tenían ganado todo lo que les estaba pasando. No entendía el por qué tanta gente se empeñaba en ayudar a un par de hermanos tontos.
–Ellos son dos hermanos especiales –volvía a decir la mujer.
–Pero anoche conocí el verdadero rostro de su vida, el verdadero pago que tienen que ofrecer por su error... y quiero ayudarlos. Quiero ser uno mas de esos que van a ayudarles a Edward y Alphonse. Todos aquí lo están haciendo, ustedes son capaces de realizar muchos sacrificios y mucho trabajo para ellos. Quiero hacerlo también.
Mustang se levantó para alejarse un poco y mirar por el ventanal, hacia todas las actividades de la tarde que llenaban el cuartel de vida a aquellas horas.
Los Elric ya estaban bien, obligó a Acero a una revisión rápida por el médico apenas llegaron a medio día. Tras las curaciones los hermanos salieron a su hotel. Hojala ya estuvieran descansando, hojala dejaran de darle problemas al menos por un par de horas.
Pero ahora tenía un pequeño problema por delante, entre sus propios hombres en su cuartel. De repente el novato, un joven algunos años mayor que Elric, enviado con él por que sabía hacer un poco de alquimia. Y este le salía con el cuento de que quería ser alquimista estatal de inmediato.
Por que todo aquel que conociera la historia de los hermanos Elric, terminaba sin dudar, ayudándolos.
–¿Sabes lo que se necesita para ser un alquimista estatal? –le preguntó a Antón acercándose con paso arrogante y una voz de general molesto – Se necesitan conocimientos superiores de alquimia, se necesita gran habilidad de transmutación, se necesita dejarse el alma y la piel a tiras para poder solo soñar con presentar el examen, se necesita toda la habilidad del alquimista de acero para intentarlo a tan corta edad. Y a ti te faltan por lo menos diez años antes de tener esa habilidad. ¿Qué te hace creer que puedes convertirte en alquimista estatal de un momento para otro?
–Pero también –dejó la pose cansada para levantarse y mirar a Mustang a los ojos – Se necesita un gran maestro. Y frente a mi esta el que ya elegí. Y si me hacen falta diez años de estudió frenético y sacrificio, entonces voy a tener que esforzarme todo lo posible para disminuirlo aunque sea un día. Por que acabo de hacerme una promesa y no voy a descansar hasta cumplirla.
–¿Cuál es tu promesa?
–Que los Elric cumplan su sueño... y que todas las personas a las que quieren vuelvan a sonreír. Tengo un deseo, y no me importa el sacrificio.
Una vuelta arrogante del coronel para dirigirse a su escritorio y comenzar a revisar sus documentos, cual si estuviera dispuesto a olvidarse de toda aquella tontería y ponerse a trabajar.
–Lárgate... y mañana te quiero aquí a las cinco de la mañana para comenzar. Quiero que me pruebes que serás capaz de aguantar lo que me pides. De lo contrario, olvídate de toda mi ayuda.
Y con esas palabras se firmó un pacto entre dos alquimistas. El joven y el maestro, de dos hombres que tenían una meta común y estaban dispuestos a muchas cosas para lograrlo.
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//Ahora//
El auto llegaba entonces para llevarlos, así que dejaron la mesa de aquel restaurante al aire libre para subir. Las rutas de tren aun no llegaban hasta aquellas zonas y era necesario un viaje largo a través del desierto para llegar a la estación más cercana.
Era evidente entonces el por qué del atraso de aquella zona, por que seguían viviendo igual que desde hace siglos y por que no se unían al mundo. Pero también por eso sus secretos y sus tradiciones seguían muy guardados.
Un instante para recordar en inicio del entrenamiento.
Su padre murió cuando Antón era muy joven por lo que no pudo enseñarle mucho. Pero le dio buenas bases para continuar con sus estudios de alquimia, para aprender todo lo posible.
El ejército le daría una buena forma de vida mientras seguía estudiando. Los alquimistas se deben a la gente y por eso no le pasaba por la cabeza la idea de convertirse en perro del ejercito.
Pero todo cambio después de aquel trágico san Valentín. De conocer bien a los Elric.
En ese entonces pensaba que sería un entrenamiento de estudió con Mustang, de pasar día tras día revisando documentos y grabados, de conseguir conocimiento. Por lo que la sorpresa fue muy grande cuando se encontró que le entrenaría el gran alquimista del brazo poderoso. Alex Luis Armstrong.
Y la idea era simple. Debía pelear contra aquel gran hombre, y mientras no pudiera vencerle no se le enseñaría nada de alquimia.
Por un momento pensó, era una indirecta demasiado cruel. Mustang no deseaba enseñarle a nadie. Pero Armstrong le detuvo de irse. Una mente poderosa solo puede darse en un cuerpo sano y bien entrenado. Primero debía conocer bien su cuerpo para saber como manejar la alquimia.
Y no solo se le soltaba frente a un enemigo, ese enemigo lo entrenaría. Comenzarían con el cuerpo y después se le entrenaría la mente.
Una sonrisa de Antón en el auto, que despertó la curiosidad de su compañera.
–¿De que te ríes?
–Bonitos recuerdos, cuando apenas comenzaba con la alquimia. El entrenamiento fue terrible.
–Aun no nos conocíamos.
–Aun no –dijo él dejando de ponerle atención al desierto para mirarla. Era simplemente bella. Y sonreía de una manera tan linda. Pero por cuestiones del destino, el corazón de Antón, se encontraba en otro lugar. Un sitio muy lejano.
–Cuéntame, platícame como fue. –decía su compañera acomodándose en su asiento para escucharlo mejor.
–¿Segura?
–Tenemos un viaje muy largo por delante. Sería bonito que uno de los dos lo hiciera mas ameno.
–Esta bien...
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//Antes//
A pesar de su nuevo entrenamiento, no podía descuidar sus labores como soldado al servicio de Mustang. Y aunque este trataba de reducirle la carga de trabajo, las obligaciones llegaban a abrumarle.
Luchar contra el brazo poderoso era una completa tontería. Alguien tan fuerte y hábil no podía ser derrotado por una persona que apenas empezaba en el medio. Pero las peleas eran cada semana. Apenas tiempo suficiente para que le sanaran todas las heridas que Armstrong le hacía.
El resto del tiempo eran indicaciones. Rutinas de ejercicios, circuitos para hacer carreras y el tiempo en que debía hacerlas. Repeticiones y mucho tiempo en el gimnasio del cuartel volviendo fuerte el cuerpo.
Mustang actuaba como si nada de esto estuviera ocurriendo, no le preguntaba como iba ni pasaba a verlo. Cual si esperara el momento en que renunciara y se olvidara de toda aquella tontería del alquimista nacional.
Pero de vez en cuando, como si quisiera que nadie lo viera, dejaba un libro sobre el escritorio de Antón. A veces no parecía ser algo muy útil para un alquimista. Pero siempre tenía algún significado.
Por lo que el muchacho se esforzaba por memorizar todo ese conocimiento que su nuevo mentor le estaba dictando.
"Uno es todo, todo es uno."
El día en que lograra su misión, debía responder a ese acertijo. Y poco a poco, se acercaba a ambas metas.
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//Ahora//
–Seguro que era divertido verte.
–Estaba todo cubierto de vendas y un montón de heridas. Armstrong no se contenía nunca. Pero Mustang me lo dijo bien claro: "necesitas un cuerpo fuerte y sano. No una montaña de músculos que te impida moverte."
–¿Y Armstrong lo aceptó?
–Nunca, todo el tiempo me presionaba para que desarrollara músculos. "Una perfecta musculatura".
Ella se acomodó en el asiento, de frente a él, para decirle.
–¿Y le ganaste? Bueno, seguro que lo hiciste. De lo contrario no hubieras entrenado con Mustang.
–No... nunca le gane. Fue tres meses después de que comencé a pelear contra Armstrong.
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//Antes//
–Uno es todo y todo es uno –decía el poderoso calvo –¿Qué significa?
Antón estaba de rodillas en el suelo, sangrando mucho de un labio abierto y la nariz después de una de las típicas derrotas a manos de aquel Alquimista.
Lo miró fijamente, como antes de cada pelea semanal y le dijo apretando los puños.
–¡Todo es el mundo, uno soy yo! ¡Somos parte del mundo, una diminuta parte del mundo! – bajo la mirada – Pequeña, pero muy importante parte del mundo.
Armstrong sonrió.
–Terminamos, ve con Mustang y dile que es momento de comenzar a estudiar. Estas listo.
–Pero... –estaba muy confundido – Se supone que tengo que derrotarlo a usted.
Una sonrisa aun mas grande.
–Niño, no sueñes.
Y se retiró dándole la espalda y riendo por el chiste.
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//Ahora//
–No entiendo –decía ella.
–En la vida iba yo a poder ganarle a Armstrong. No sé como es que me lo tomé en serio. Debía entrenar el cuerpo, eso era todo. Y creo que lo de ganarle fue un chiste. Lo importante era que podía comenzar a estudiar.
–¿Y que tal mustang como profesor?
–Terrible. Me contó mucho después que casi todo lo aprendió por si mismo sin una guía adecuada. Así que no tenía idea de cómo ser un buen maestro. Pero pude hacerlo al final. Una vez me dijo que...
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//Antes//
–Quiero que te imagines como alquimista estatal. Desgraciadamente somos un programa de armas, así que no te servirá de mucho una habilidad de alquimista que no sirva para la batalla. Tienes que impresionar a Bradley, que él pueda imaginarse como va a usarte en batalla.
–Un arma humana –repetía Antón tras de su maestro entre los pasillos de la biblioteca.
–Yo soy el alquimista de la flama, ahí tienes a Armstrong con su brazo poderoso. Carmesí hacía explosiones, también llévate este. – Un libro mas al montón que Antón cargaba ya.
–Pero ni el señor Tucker ni Marco eran guerreros.
–No, pero eran alquimistas excepcionales. Algo que tú no eres, y también su estilo de alquimia era único. Acero transmuta sin circulo por lo que es muy valioso al momento de pelea. ¿Por qué el Fhurer debe escogerte de entre todos lo que van a presentar examen?
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//Ahora//
Fue una tarde en las afueras de la ciudad, cuando íbamos a buscar una librería muy antigua. Donde se guardaban libros que eran verdaderos tesoros y costaban como tales. Pero al parecer lo valían. Fue cuando veníamos de regreso, una tormenta estaba a punto de comenzar y el cielo estaba muy negro.
Un rayo cayó de pronto junto a la carretera y despedazó un gran árbol. Una de esas plantas que llevan siglos ahí y parecen invencibles se partió en trozos con el golpe.
–¿Y ahí decidiste?
–Sí, a partir de ese momento, y aunque faltaba mucho para que me dieran un apodo, yo sería el alquimista del trueno. A Mustang le gustó la idea y desde entonces nos movimos en esa dirección. Investigar todo lo posible de la electricidad. Reproducirla en nuestro laboratorio y sobre todo, entenderla.
–Siempre me ha aburrido esa parte de la teoría.
Antón sonrió por el comentario.
–Lo dices por que tú no puede hacer alquimia.
Ella se encogió de hombros y desvió la cara fingiendo ignorar el comentario. Y aun sin mirarlo dijo.
–¿Y que pasó después?
–Por ese entonces los hermanos Elric seguían viajando y buscando su piedra filosofal. Mustang se preocupaba por ellos pero Huges lo hacía mucho más. Los vimos varias veces en central y siempre que venían intercambiábamos unas palabras.
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//Antes//
–Alphonse, ¿te puedo hacer una pregunta ahora que no esta tú hermano?
–¿Qué pasa? –preguntó la gran armadura acercándose para hablar en voz baja como lo hacía Antón.
–¿Han vuelto a Rizembool? ¿No han ido a ver a Winry ni a su tía Pinako?
Al bajó la mirada para decir con pena.
–Mi hermano no ha querido hacerlo desde lo de aquel día. Se niega a pensar en volver y ya hasta tiene otro mecánico para sus implantes. Me hace sentir mal, pero si Ed piensa que es necesario...
–¿Quieres que vaya a verlas? Puedo tomarme un descanso de algunos días y ya sé donde queda tu pueblo y tu casa.
–No lo sé...
–Si quieres les llevó una carta de tu parte, no sería ninguna molestia.
–No, no... –justo entonces Ed salía de la oficina de Mustang. – Si vas allá, diles la verdad, que estamos bien y persiguiendo nuestro sueño.
Para después alejarse para alcanzar a su hermano que se iba. Alphonse confiaba en él para llevar el mensaje, por lo que tenía que hacerlo.
Mustang no pareció tomarse muy a bien la petición de una licencia. Hasta que se explicaron el destino y las razones para aquel viaje.
Mucha lectura obligada durante el camino y las amenazas de hacer examen rápido de los libros que se llevaba para que no fuera a pasarse todos esos días tonteando. Debía seguir con el mismo ritmo de estudió y todo ese tiempo fuera, sería tiempo sin poder tocar el laboratorio ni poder hacer experimentos de campo.
Con lo cerca que estaban de lograr el círculo, "su" circulo. Y sus conocimientos sobre alquimia general también estaban muy avanzados, ya podía transmutar casi todo. Aunque los Elric lo tenían más fácil sin necesidad de un circulo.
Al llegar Pinako lo reconoció enseguida, el militar que seguía a los muchachos ese día en que trajeron a Winry y desde entonces nunca volvieron.
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//Ahora//
–Tuve algunos problemas para hacerle entender a la señora que no pasaba nada malo. No llevaba malas noticias, mi presencia no era para que nadie se alterara. Tardé un poco en que la buena mujer se calmara y pudiéramos hablar. Aunque entonces llegó Winry y tuve que comenzar de nuevo, pero ahora a calmarla a ella.
–De nuevo, creo que debió ser divertido.
–Deja de burlarte. Pero Winry no me reconoció, apenas me recordaba de aquella noche. Presentarme con ella, como amigo de los Elric... Fuimos hasta la casa quemada de los hermanos donde le conté todo lo que pasó. La platica de Ed y sus razones. Y los saludos que le mandaban desde central.
–¿Ella lo aceptó bien?
Antón pensó largamente estas palabras.
–No.
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//Antes//
Entre los escombros quemados de la casa Elric, Antón y aquella joven hablaban. Mas bien, ella escuchaba atentamente las palabras del militar. Quien relataba lenta y fielmente lo ocurrido aquella noche tanto tiempo atrás. La noche en que los hermanos volvieron a partir pero esta vez para no regresar.
–Ellos están bien – decía el muchacho – No han tenido ninguna pelea importante por lo que están sanos. Ed le esta haciendo revisiones de vez en cuando al automail aunque su nuevo mecánico tiene muchos problemas para eso. Y Al sigue recogiendo gatos. Están bien... están vivos y siguen peleando, por que quieren volver a verte.
La joven pareció aceptar bien todo esto, sin mirarlo en toda la conversación. Hasta que este terminó y guardaron silenció durante algún rato, dejándose envolver por los sonidos de aquel pueblo granjero alejado de la gran capital
Hasta que los sollozos de la chica rompieron ese extraño silencio.
Claro que le dolía, era tonto pensar que solo sonreiría y aceptaría todo como era, la decisión de los Elric. Una acción de ese tipo no puede solo ser aceptada.
Y se acercó a él para poder llorar, refugiándose en el pecho del extraño que el destino había convertido en compañero. Este la abrazó ligeramente y se quedaron en aquel lugar, en lo alto de una pequeña colina, junto a lo que alguna vez fue una casa, sintiendo el mismo dolor.
–Señorita Rockbell... quiero prometerle algo. Tal vez Ed y Al no me acepten todavía como compañero, tal vez todavía no tengo la fuerza para ayudarles. Pero quiero que esos dos cumplan su sueño, quiero ayudarlos.
–Pero... tú no...
–Sé que soy solo un desconocido que se entromete en lo que no le llaman. Pero señorita Rockbell, necesito decirle esto a alguien. Le prometo, que sin importar lo que me cueste, usted volverá a sonreír. Voy a cumplir su más grande deseo, señorita.
Ella se separó con una mirada de duda. Tratando de comprender lo que le decía.
–No te entiendo.
–Voy a conseguir la piedra filosofal para Edward y su hermano. Con ella podrán recuperar sus cuerpos y entonces regresaran. Y usted será feliz, y todos serán felices. La piedra filosofal. Así que se lo digo ahora, Winry Rockbell, le prometo conseguiré la piedra filosofal para usted.
Winry pareció perdida durante algunos instantes. Tal vez no comprendía realmente la platica, eso de ser alquimista y creer que todo el mundo lo entendía todo. Tal vez siquiera sabía que era la piedra filosofal.
–Gracias –dijo ella al fin con una sonrisa triste, haciéndolo sentir apenado.
El muchacho se acercó a donde tiempo antes Ed hizo una fogata y removió entre los escombros hasta encontrar lo que buscaba. Un dije de oro de una serpiente en una cruz, el símbolo de los Elric.
Pero esta estaba dañada por el fuego de aquella noche, Edward la arrojó a la fogata como símbolo de sacrificio.
Un circulo en la tierra, la joya estaba hecha de oro así que podía ser una transmutación sencilla. Solo cambiarle la forma. Varías veces había visto la misma joya de Al por lo que la conocía bien.
Tras la transmutación la cruz volvió a verse como nueva y se la entregó a la joven sin decir nada
–Debo regresar a Central, mi examen de alquimista estatal será pronto y tengo que esforzarme mucho. Ya hice lo que prometí hacer y puedo estar más tranquilo. –se cuadró al estilo militar con la mano a la frente en el típico saludo – Con permiso, señorita Rockbell.
Esta le dejó alejarse un par de pasos antes de apresurarse a detenerlo.
–Espera, espera... ¿Antón?
–Antón Kalashnikov para servirle.
–Regresa pronto, y si ocurre cualquier cosa, llámame por favor. Sea buena o mala, por favor llama. Y vuelve para que platiquemos un poco. Para saber de Ed y Al.
–Lo haré, tan pronto como obtenga un permiso regresare para contarle todas las nuevas.
–Y dime solo Winry, somos amigos así que puedes decirme por el nombre.
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//Ahora//
–Y ahí fue donde te enamoraste. Sigue una compilación de todas las virtudes de la joven rubia seguida de la descripción detallada de los sentimientos de un muchacho tonto en la flor de la vida... Ahórrame el tramite.
–Llevo años pensando en como expresar lo que pasó en ese momento y tú me matas la emoción al contarlo. –se veía enojado – ¡Ya no te voy a contar nada!
–De todas formas ya llegamos, vamos.
Alguien abriéndole la puerta del auto para dejarlo salir. Y en la entrada a la estación de trenes, una joven mujer de lentes parecía esperarle.
–Schieska, que gusto verte. Perdona por hacerte venir hasta acá.
Esta sonrió un poco.
–No importa, pero ya llegó a quien esperabas.
–¿Tan pronto? Vaya que es eficiente. ¿Tenemos un lugar para hablar?
–Una sala al final de la estación, privacidad a toda costa.
Una sonrisa complacida. Schieska no siempre fue así, al principio batallaron mucho para que ella trabajara bien. Pero con el paso del tiempo se volvió tan eficiente que ahora era imposible pensar en hacer nada sin ella.
–Vamos entonces.
La gente le cedía el paso al caminar, las personas lo señalaban por la calle. Todo aquel con uniforme se cuadraba ante su presencia y su palabra era siempre ley. Así era.
Así debía ser.
"Mi nombre es Antón Kalashnicov, soy el alquimista del trueno. Me especializo en electricidad y mi búsqueda mas grande es para conseguir la piedra filosofal. Sin importar cuanto tenga que sacrificar por ella."
"Soy un militar y mi rango es Fhurer."
–Un placer verte, Havoc. -mencionó Antón al ver al recien llegado.
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Continuara...
