Me llamo Rory Flanagan, tengo 17 años y soy irlandés. Llevo 8 meses en Lima, Ohio. 8 meses enamorado de la misma chica, Sugar Motta. Creo que desde que la vi, supe que quería estar con ella. Estaba sentada en el suelo después de que unos chicos del equipo de hockey la empujaran contra los casilleros diciendo algo de una mafia. No pude evitar acercarme al ver que la chica no se inmutaba, era como si ya estuviera tan acostumbrada a esos golpes que ya no le importaban. Y, la verdad, a mi me pasaba lo mismo: solo llevaba dos semanas en aquel instituto y ya tenía la espalda llena de heridas por los golpes contra la pared. Sin embargo, eso no es lo único que tenemos en común. Sugar es de Canadá, y eso significa que somos los únicos alumnos no estadounidenses del McKinley. Las cosas han cambiado mucho desde aquellos días, Sugar y yo vamos a las mismas clases, así que no me separo de ella en ningún momento mientras estamos en el instituto. Así me encargo de que yo me llevo los golpes, y no ella. Ah, y también nos hemos unido al glee club, que es lo mejor que me ha pasado en América, después de conocer a Sugar. Todos allí son geniales y no me juzgan por cómo visto o por ser de Irlanda.
Con todo, Sugar y yo solo somos amigos. Todo el mundo sabe que estoy enamorado de ella, excepto ella, y creo que no quiero que eso cambie, porque queda una semana para que termine el curso. Una semana para volver a Irlanda. Por supuesto, ella no lo sabe. Ni ella ni el glee club. Y ya es hora de que lo sepan.
-Señor Shue, tengo algo que anunciar.- Me levanté y me puse en frente de los demás, sin atreverme a mirarlos.- Mis padres ya no pueden mandarme más dinero para mi apartamento y no he encontrado ningún trabajo para poder ayudar con los gastos. Vuelvo a Irlanda en cuanto se termine este curso.
Creí que con eso no habría preguntas, así que me senté al lado de Sugar, que estaba mirando al suelo, no sé si enfadada, triste o cómo. Por suerte, el señor Shue rompió el silencio que se había creado tras mi discurso.
-Bueno, no vamos a dejar que una pérdida nos haga estar tristes en la última semana del curso, ¿no, chicos? De hecho, os traigo una buena noticia. Este viernes tenemos un bar entero para nosotros, para hacer una fiesta de despedida, y espero que vayáis todos muy elegantes. Es la ocasión perfecta para despedirnos de Rory.
Las caras de la gente se fueron iluminando poco a poco. Nadie se perdía una fiesta por nada del mundo.
-Prométeme que vas a ser la chica más guapa de esa fiesta.- Me arrepentí al instante de decir eso, porque nunca había visto a Sugar más triste que en ese momento. Estaba a punto de llorar, y saber que era por mi culpa me hacía sentirme aún peor.
