Mi Ex.

— No te imaginas cuanto te quiero ¿Sabes? —dijo él en voz mustia, aún leyendo el libro entre sus manos como si no hubiese dicho nada.

— No te imaginas cuan ridículo te ves diciendo eso. ¿Sabes? —su tono grave le hizo mirarla avergonzado, aun así ella estaba sonrojada y sonriente—. Desde cuando dices tantas mariconerías.

— Cállate.

Ella río a pulmón, como le agradaba pasar tiempo con él. Sus caras, el sonrojo cuando solía decir tonterías, su explosivo carácter. Todo de él le encantaba de sobremanera, claro, solía no decírselo, tampoco es como si lo necesitara.

Él sabía perfectamente que ella sentía esas ridiculeces que los dos tanto odiaban. Así que su relación siendo seca para muchos, entre ellos era perfecta. No había momentos incómodos, pero si largos silencios con miradas, los cuales eran muy recurrentes, él había sido primero su amigo, y aun lo veía así, solo que ahora solo quería permanecer a su lado, besando sus labios cuando se descuidara.

— Solo estaba leyendo en voz alta —susurró casi metiendo su cara en el libro. Rukia pudo carcajear con más ganas, él a veces solía ser tan cohibido con ese tipo de cosas, como cuando se quedaban solos en su casa a hacer "ese tipo de cosas" como Ichigo le llamaba.

— Si, claro —apuntó ella en tono juguetón.

— ¡Es enserio! Creerías que yo te diría algo así, ni en tus sueños enana —replicó Ichigo despreciándola mientras miraba algo más allá de ellos.

— ¡No me cabrees, idiota!

— Entonces no me moleste, chichón de piso —sus ojos retándola la hicieron sacar chispas, Ichigo si lograba joderla, tal vez por esa razón se había enamorado de él.

— ¡Si lo vuelves a decir la pagaras caro! —le amenazó Rukia apuntándole con el dedo muy cerca de su larga nariz.

— ¿Qué me harías medio metro? —bufó—, no me das miedo.

Sintió sus manos fuertes en su cuello, aunque ella era bastante pequeña, tanto de estatura como de contextura, las clases de yudo le habían ayudado a ser realmente aterradora, con un simple movimiento lo había tirado al suelo. Seguramente sus amigos de secundaria se burlarían de él si lo viesen en esa situación, solía ser un chico buscapleitos, no había pelea que perdiese y era temido por todos los de la cuadra, ahora era sometido por su novia, una chica que parecía tener catorce, menuda ironía.

Sus contorneadas piernas se montaron por sobre su dorso y sintió un beso mojado por su cuello, dio un respingón mientras sentía su cara hervir.

— ¡Rukia! —su voz sonó temblorosa, haciendo que solo la chica se riera mientras seguía besando su barbilla —. Estamos en un lugar público. ¡Compórtate!

— ¿Qué me comporte? —sus ojos grisáceos le miraron a los suyos, ella se divertía sin duda—. Te dije que te haría pagar.

— Esta bien, está bien —repitió él desesperado por la vergüenza y las miradas interesadas de algunas personas —. Me rindo, tú ganas.

— ¿Yo gano? Eso no me vasta —estuvo apunto de seguir con su tarea, cuando las manos de él agarraron su rostro para que le siguiese mirando.

— Lo que pasa es que siempre que me ves te da una calentura —objetó él tratando de apenarla—. No te culpo, pero este no es sitio para que andes con tus cochinadas, enana.

— ¡Te dije que no me llamaras así! —chilló totalmente sonrojada. A veces el lograba ser también tan desvergonzado, como si no le interesase la cosa en verdad.

Un rápido beso cayó en sus labios y aprovechando el momento de desconcentración de ella, logró tumbarla y colocarse encima de su rostro, con sus manos muy cerca de su negro cabello.

— Compórtate —se sintió como una orden. Sin embargó mirando sus ojos, no importaba si era un desplante, un mandado o una simple alucinación, solo importaban sus labios, su respiración y la forma en que sus ojos brillaban cuando solía mirarla.

— Ha —dijo lo más hombruna que pudo sonar, dejando escapar una sonrisa a Ichigo, su rostro se volteó hacia otro lado y volviendo a tomar una coloración rosa, musitó —.Yo también te quiero.

— ¿Ah? —no pareció sorprenderle mucho a Ichigo.

— Solo estaba leyendo en voz alta… —murmuró aún apenada, dejando que él riera un poco más junto a su oído.

Un sonido estrepitoso le hizo rodar por la cama, frunció el entrecejo adquiriendo una jaqueca eterna, enfoco la vista que estaba nublada por el cansancio y trató de buscar con la mano el aparato que desprendía sonido tan antipático, pudo alcanzarlo luego de unos minutos de maldiciones y patadas a las sabanas.

Se quedo allí tendida con las piernas bien abiertas y los brazos extendidos, disfrutando de un silencio que golpeaba las ventanas y se acurrucaba en el edredón. Cuando su vista pareció enfocarse como la de un felino, simplemente respirando tranquilamente observó el techo blanco hasta que sintió que la garganta ya no era suya, si no del desierto.

Se incorporó aun con el mal humor en el cuello y el cabello enredado en su cara y estirando sus brazos, concluyó cuando su cabeza dejo de doler.

Que sueño tan molesto…

Sus pantuflas de conejito estaban a un lado, su vaso con agua de anoche parecía tener una película de polvo, su pijama de chappys parecía más arrugado de lo normal, como si hubiese dado vueltas eternas en su cama.

Al cepillarse los dientes, sin ganas algunas volvió a pensar en el sueño de anoche y aunque también pensaba en las ojeras en su cara y donde había colocado el corrector, lo que acaparó todo su cerebro fue la risa de Ichigo, que le daba mareos y más jaqueca.

Solo un mal sueño, eso es todo.

Se sirvió el cereal vespertino de ChappysBears, que tanto le alegraba la mañana y se dedico a jugar con el ahogado a los ositos en la leche descremada y de nuevo la voz de él, repitiendo: Compórtate, le hizo que la espalda le pesara una tonelada y que la lengua se le enrollara en la garganta.

— Por favor, si fueses tan amable, solo déjame comer en paz.

No sabía, ni quería saberlo, por que a esas alturas soñaba con él. No es como si fuese algo transcendental, pero su ex estaba enterrado en el mausoleo de las cosas que nunca podían ser destapadas.

Como le decía Rangiku: la caja de zapatos.

Ichigo había sido su peor elección, el error de su vida y la persona que mas detestaba toda su familia, incluida ella y sus amigos más cercanos.

Así había terminado toda una historia que parecía que debía culminar bien. Pero que solo había logrado un gran hueco en su corazón, ahora solo podía amar a los Chappys. Nada más, nadie cabía en la otra parte de su corazón ocupada por la pintura.

Suspiró pasando uno de sus mechones tras su oreja. Su hermano se lo había advertido con una sinceridad típica de su seriedad. Desde la primera vez que vio a Ichigo no le agrado, siempre tenían largas peleas de miradas altivas comentarios ponzoñosos. Nunca lograron superar sus diferencias y aunque después del año parecían tolerarse todo se arruino cuando decidieron separarse.

No sabía y aun no entendía cual fue el problema que genero todo eso. No se imaginaba si era la pasta de dientes que quedaba en el lavabo o sus interiores siempre al lado de su mesa de noche, si era porque cuando decidía sentarse a pintar solo tenía tiempo para cocinar, tal vez eran los onigiris con formas de conejos, o podría ser aquel apartamento abarrotado de pobreza y soledad.

Éramos más felices antes bajo el techo de Isshin, sin preocupaciones y riéndonos en el laboratorio de biología

Esos si fueron buenos tiempos, cuando lo conoció en un intercambio de Hokkaido a Karakura, cuando vivió bajo la ayuda comunitaria de Isshin que se había anotado para prestar servicios de alojamiento al intercambio de jóvenes extranjeros, cuando subía las escaleras corriendo para gritar a la puerta de su cuarto que se despertase de una buena vez o cuando ayudaba a Yuzu a preparar Ramen.

Todos esos días que paso bajo el brazo de la familia Kurosaki permanecían impregnados por el sentimiento romántico que no quería abandonar a Ichigo, si lo recordaba en sus días de preparatoria sin duda su corazón no dudaba en apuntarle, pero luego cuando el camino de los dos se volvió sinuoso, comenzaron los malentendidos.

Recordaba que el demandaba libertad, quería salir con sus amigos, ir a la universidad y seguir con su trabajo de medio tiempo en un supermercado, todo eso, todos los días llegando molido a casa. Y cuanto odiaba tener que comerse la preocupación, por que el orgullo le golpeaba las costillas y siempre le terminaba gritando que era un flojo y un gamberro, también recordaba cuanto le desesperaba a él que ella se pasase largos ratos sin hablar, mirando la televisión o la pintura que se podría, bajo la sombras de una lata de sardina en el distrito 45 de Hokkaido, así era su vida en aquellos tiempos.

Eran peleas largas y tediosas, no como las de antes que lograban simplemente divertirles a ambos. No, esas eran peleas que dejaban silencios eternos, camas vacías, paredes frías y sobre todo miradas rencorosas.

Su peor decisión fue haberse casado con Ichigo Kurosaki.

Sin embargo, toda mala decisión tiene una buena salida. El divorcio, por supuesto.

Ya llevaba cinco años separada de él, y no lo extrañaba, más bien ahora que estaba libre de la atadura del matrimonio, se sentía como una chica de universidad, salía a menudo, compraba comida para Luis (el gato callejero que había adoptado) y hablaba largo rato con Rangiku, todo estaba perfecto.

Lavó los platos mientras se preguntaba sobre Ichigo. ¿Qué seria de él? ¿Habría terminado la Universidad? ¿De qué se habría graduado? ¿Tendría alguien a su lado?

La verdad no es como si le interesase demasiado la vida de su ex-esposo, pero como decía Matsumoto: un poco de curiosidad no le viene mal a nadie, y eso era totalmente cierto.

Mezcló los últimos papeles para luego pasar sus manos por el cabello, estaba agotado, sentía el cansancio avasallar sus hombros y la oscuridad de su consultorio se le hacía cada vez mas larga y lóbrega

Estaba realmente agotado, había trabajo hasta altas horas de la noche para sacar algunos informes de los pacientes, pero aun así a esa hora no lograba ni llegar a la mitad de los que eran, le había provocado un gran café negro, como solía hacerlo…

Sus pensamientos fueron rechazados de inmediato. Rukia, no entendía porque pensaba en ella a esos momentos, Orihime también acostumbraba a hacer café era bastante dulce y con una dosis exagerada de leche, sin embargo, aun podía recordar el aroma que desprendía su antiguo hogar, siempre la cocina acumulaba como dormido el olor del café negro recién hecho de Rukia, y siempre que llegaba a altas horas de la noche, aun allí estaba esa fragancia como dándole la bienvenida en la cafetera tibia.

Y aunque en esos tiempos no había rastros de la Kuchiki cuando él solía llegar a las once o doce de la noche, él sabía que ella había estado despierta esperándolo, aunque no lo admitiese, calentando hora en hora la bebida para cuando el llegase.

Ese tipo de detalles era los que el extrañaba, la sensible pero orgullosa Kuchiki.

El teléfono sonó estrepitoso en el silencio de la noche, Ichigo pasó sus manos por la frente aun con el cejo fruncido como normalmente lo llevaba y suspiró dejando un aire de desdicha a su frente, contestó sin muchas ganas y con el tono de voz osco y molesto.

— Halo.

— Kurosaki-kun —Se escuchó del otro lado del auricular.

— Orihime —La forma en que dijo su nombre fue un suspiró, más bien de resignación que de sentimentalismo.

— Siento molestarte a estas horas —Puntualizó hecha un manojo de nervios con solo pensar en la respiración de Ichigo golpeando el teléfono—, pero tenemos unos problemas con el papeleo.

— ¿De qué tipo? ¿Son los trasmites de la iglesia? —Preguntó sin preocuparse mucho, mientras recogía su maletín y metía los papeles desordenados dentro de él—. ¿De qué tipo de papeleo estas hablando, Orihime?

— Es sobre tu divorcio. Lo he llevado a la fiscalía y han dicho que no es legal.

— ¡¿Cómo has dicho?! —la sorpresa hizo casi que soltase el maletín—. Debe ser sin duda alguna una equivocación, todos esos papeles están en orden. Eso fue hace cinco años, Orihime.

— Así me excuse, Kurosaki-kun. Pero han de decir que hay algo que no esta legal, una firma o una fecha, no me han explicado más. Simplemente especificaron que los trasmites de la boda no pueden ser terminados…—parecía querer decir algo más cuando Ichigo la interrumpió.

— Tranquila, ya voy saliendo para allá.