Hoola!

Aunque Vampire Knight no sea mío. Este es mi primer fic Zero/Kaname. De un tiempo a esta parte me enamore de la pareja. Me encantan juntos :)

Ojala les guste

Se aceptan opiniones y comentarios.

Besos y abrazos.


Broken Wings

Capítulo 1

"Sentimientos Silentes"

Tal vez esa noche moriría. Un mal presentimiento lo acompañaba desde que salió de la Asociación. Ahora ya lo entendía. Lo habían enviado a una misión, con una adorable emboscada esperándolo.

Soltó un silencioso suspiro.

Todo el escenario parecía una zona de guerra, aún se escuchaban algunos disparos, pero fue el sonido de las cientos de dagas silbando en el aire lo que alerto al ex humano. Su privilegiada vista las vio antes de que cualquier otro ser pudiera hacerlo, pero supo con peligrosa precisión que eran demasiadas para contrarrestarlas por si mismo, si él se encontraba, nada menos, que en el centro de tamaña cacería, no podría con todas ellas a la vez. Sonrió irónico, era un cazador que moriría a manos de cazadores renegados.

Vaya suerte la suya, a veces creía que la vida se empeñaba en burlarse macabramente de él.

Se preparo para los impactos. Sin importar el resultado, él lucharía hasta el final. La sangre Kiryu jamás seria derramada en vano.

De un segundo a otro, las dagas comenzaron a caer sobre él. Con movimientos envidiables, esquivo cuantas pudo. Sin embargo, una de aquellas armas volaba directo a su corazón, sus instintos se lo gritaron, como rogándole que se pusiera a salvo.

Así que ese sería el fin después de todo, se permitió reflexionar mientras fijaba sus ojos amatistas en el objeto que iba a enviarlo a otro mundo.

Pero un silencio de muerte lo inundó todo.

Sus ojos se abrieron sorprendidos, el arma nunca se acerco a él, de hecho, permanecía muerta en el piso junto a las demás. No alcanzo a cavilar mucho en esos detalles, pues un fuerte olor inundo sus fosas nasales, un olor muy conocido que siempre estallaba en carmesí. La sangre de sus atacantes era una esencia de muerte que lo perfumaba todo.

-¿Pero qué demonios…- murmuro para sí.

Y al momento, su cuerpo se tenso como la cuerda de una guitarra. Maldijo nuevamente su suerte, y su vida. Lo reconocería en cualquier lugar a pesar de los años. Ahora sabía quién había interferido a su favor. Chasqueó la lengua, irritado. Hubiese preferido la muerte antes que eso.

-¡¿Por qué lo hiciste?-siseó a un lugar desconocido, con la voz crispada por la furia. Se estaba esforzando inhumanamente por controlarse, y no sacar su arma para acabar con la eternidad de ese infeliz en ese preciso instante. La estúpida promesa hecha a Cross en el hospital, era lo único que en esos momentos salvaba al purasangre de una muerte segura.

Una sonrisa se formó en un atractivo rostro. Observándolo desde su posición.

El silencio siguió presente, saturando y tensando el ambiente hasta límites insoportables.

El peliplata bufó con hastío ante la falta de respuesta del señor perfección. Perfecto, si se iban a ignorar, él era experto en ese tema. Se giró para irse, ya la amenaza estaba controlada, y no tenía caso seguir por más tiempo en ese lugar. No se volteó ni una vez para ver que hacía el purasangre, ni reconocer su posición específica, el infeliz se había mantenido oculto entre las sombras, y así era como prefería que estuviera. No quería tener que verlo.

Resopló cuando salió del edificio hacía la noche cerrada. La verdad es que ni siquiera le importaba lo que pasara con esos seres. Todo lo que tuviese que ver con él y su hermana, estaba en el pasado. Muerto y enterrado.

Con elegantes movimientos felinos se subió en su oscura motocicleta, y se marcho de allí. Mientras sentía como el viento golpeaba contra sus cabellos, y con dominio esquivaba los autos de la autopista, su cabeza no dejaba de darle vueltas a la presencia del purasangre allí. Aquello no presagiaba nada bueno, lo más probable es que tuviera alguna intención siniestra para hacer lo que hizo. ¡Bastardo! Lo maldijo internamente, si le había salvado la vida, debía existir una razón concreta. Ese vampiro jugaba fuerte y siempre a ganador, ya lo sabía él por experiencia propia ¿Acaso ese chupasangre tendría algo que ver con los ataques a Kaien? Esperaba por su propio bien que no fuera así, de lo contrario, al diablo con su promesa. Con rabia apretó sus manos enguantadas en cuero contra el acero.

Acelero la velocidad de la moto. Su cabeza no dejaba de dar vueltas. No, No, No. Él no era el juguete de nadie, que Kuran se fuera al mismísimo infierno si pensaba que él iba a entrar a su tablero con esa movida de salvador, primero lo mataba, o se mataba él mismo antes.

Sus planes en un principio eran ir a ver al antiguo director de la Academia Cross, pero el encuentro con Kuran, y el coraje que sentía, lo tenían demasiado perturbado como para llevar a un hospital su lúgubre presencia. De todas formas, se tranquilizaba al saber a Yagari y una guardia de más de diez cazadores, custodiando siempre a su padre adoptivo.

Giró en U su motocicleta en una de las grandes avenidas de Tokio para tomar una de las calles laterales que llevaba a los suburbios de la ciudad. Se interno en un barrio conocido por ser uno de los lugares más bohemios de la capital. Allí todo bullía en diversos restaurantes, bares, librerías, galerías de arte, florerías, tiendas alternativas, y la continua mezcla de extranjeros y locales. Era un lugar tan llamativo y colorido, que para Zero representaba la guarida perfecta. Allí podía pasar desapercibido todo el tiempo.

Había comprado un departamento amplío, algo lujoso y bastante cómodo en el último piso de un pintoresco edificio. Cuando cumplió los dieciocho años Cross le hizo entrega del patrimonio económico que sus padres le dejaron a Ichiru y él. Con su hermano muerto, Zero había quedado con una suma increíblemente alta de dinero, que invirtió en bienes de raíces, es decir, su departamento y una casa en la playa. El resto del dinero descansaba en el banco acumulándose.

Con una seña escueta saludo a algunos residentes del edificio, y se subió al ascensor, inquieto por llegar ya a su casa. En poco rato se encontró traspasando el umbral de la puerta y desactivando a su vez algunas trampas antivampiricas, por si es que tenían algún invitado indeseado. Con presteza fue directo a la cocina para tomar algo de beber. Prendió la cafetera y mientras esperaba por su tan acostumbrada taza de café antes de irse a dormir, reviso los tres celulares que tenía a su disposición: El primero, lo usaba sólo para misiones y la Asociación; el segundo, para Cross y Yagari; y el tercero, para los únicos tres amigos que tenía. Precisamente este último tenía un mensaje no leído.

"Mañana a las ocho. En el mismo lugar de siempre" leyó Zero, y sonrió para si.

Al menos, con ese nuevo panorama, podría distraerse. Esos últimos meses habían sido terriblemente caóticos, y él simplemente quería descansar, alejarse de toda esa pesadilla, tener una vida normal.

Y ahora…. Ellos volvían, trayendo desgracias a su paso, como una peste. Estaba seguro que los hermanos Kuran habían regresado para entrometerse en todo, o sino ¿Por qué ese encuentro?

Detestaba todo lo que tuviera que ver con ellos. Lo que significaban en su vida, sus sentimientos.

Con un gesto brusco se llevó la taza de café recién hecho a la boca, quemándose la piel, mas Zero no sentía nada, ni dolor, ni ardor. Absolutamente nada.


-Supongo que pese a estar preso en esa cama y el hospital, ya te enteraste de las noticias- la profunda voz del hombre que acababa de ingresar a la habitación, sacó al otro de sus pensamientos.

El aludido, se acomodó un mechón de su larga cabellera rubia, y frunció el ceño brevemente ante sus palabras.

-Sí. Y por muy raro que te parezca. Estoy preocupado, Yagari.

-¿Por Zero?

El rubio asintió.

-No veo porque debas preocuparte por él. El chico ya esta grande, Kaien. Déjalo tranquilo. Ha demostrado con creces que se sabe cuidar bien, y que es una persona honorable.

Cross apretó los labios.

-No puedo dejar de preocuparme. Es mi hijo-guardo silencio durante unos segundos, perdido en tiempos pasados-Zero quedo muy dañado después de la muerte de Ichiru, y la partida de Yuuki y Kaname. No sé si pueda soportar estar cerca de ellos otra vez sin que su odio lo consuma y corra sangre.

En el atractivo rostro de Yagari se dibujó una mueca de desagrado.

-Ya han pasado trece años, Cross….además mi muchacho es fuerte.

-Claro, es fuerte por fuera, pero en su interior no es más que un muchacho herido y desprotegido, y eso tú lo sabes tan bien como yo

Los dos hombres se miraron, leyendo los pensamientos y preocupaciones que los afectaban. Los años de conocerse, las causas en común, y en especial, la presencia de cierto peliplateado como un hijo para ambos, los unía de una manera intensa.

Yagari carraspeo, al tanto ya de lo que preocupaba al rubio.

-Aún no averiguo por qué los Kuran decidieron volver. No creo que sea para asegurarse de tu recuperación-Cross le aventó un cojín, que el otro esquivo con gracia-¿Qué piensas tú? ¿Crees que Kuran intentara matarlo porque es el cazador definitivo?-lo cuestionó Yagari a la vez que tomaba asiento en un sofá de cuero café con el cojín lanzado sobre sus piernas. Se acomodó para dormir otra noche allí.

El rubio negó con la cabeza varias veces.

-No, Kaname está obsesionado con él-Kaien miró aprehensivo a su antiguo compañero de arma, alertándolo-Lo que no entiendo por completo es que clase de obsesión siente por Zero.


La mujer de cabellos caramelo giro sobre sus pasos, observando su menuda figura ante el espejo de cuerpo entero que tenía en su cuarto. Llevaba un vestido de hilo oscuro, una hermosa bufanda blanca, medias negras y unas botas altas del mismo color. Como era invierno, no podía darse el lujo de andar desabrigada, así que debía completar su atuendo con un abrigo blanco. Ese día se sentía muy bella y feliz, y lo que era aún mejor es que se verían. La ansiedad por verlo le mordía los huesos, y es que lo había echado tanto de menos.

Sostener una relación como la que tenían, era muy complicado, en especial, por el trabajo de él. Aunque valía la pena, aquel hombre la había salvado y restaurado su corazón herido por el hielo.

Dándose un último vistazo, se marchó de su casa con una radiante sonrisa, sólo pensando en él.

Pero no alcanzó a llegar ni siquiera al centro de Tokio. Nada más andar un par de calles, fue abordada bruscamente por dos sujetos. Presintió el peligro, y sólo le basto mirarlos a la cara para saber lo que eran. La imagen de ellos observándola con una expresión pasmosamente seria fue lo último que registraron sus ojos antes de cerrarse.


Un sonido constante zumbaba una y otra vez por su cabeza. No quería moverse de su cama, estaba demasiado cómodo, además conocía ese timbre y era el móvil de la Asociación, al menos por ese día no quería saber nada de esos sujetos, ya se encargaría de ellos más tarde. Apretó sus ojos tratando de volver a dormir cuando un nuevo sonido se escuchó. Ese era distinto. Era el tercer celular.

Con rapidez se levantó de su lugar, y contestó la llamada.

-Zero.

-¿Qué pasa Kaito? Aún no son las ocho-le reprochó cabreado porque interrumpieran su descanso.

Escuchó el aire pasar frenético por la otra línea. Aquello le dio mala espina.

-Es Yori. Desapareció.

Los ojos amatistas de Zero, se abrieron sorprendidos.

-¿Cómo que desapareció?-lo cuestionó con aparente frialdad-¿Estás seguro que no está en la florería?

-No, No. Hoy iba a tener cerrado porque nos íbamos a juntar antes, y luego te veríamos a ti.

Algo en el estómago del cazador se estrujo.

-¿Viste en su casa?

- ¡No esta! ¡¿Qué parte de que desapareció no entendiste?-las notas de pánico en la alterada voz del otro cazador lo alertaron. Ambos sabían lo que eso podría significar.

-¿Dónde estás?

-En el barrio de Shibuya.

-Espérame allí.