Despedida.
La brisa llenaba mis pulmones, sentí mi pecho ahogarse por la cantidad de aire chocando contra mí, mi rostro escocía, las olas rompían chocando contras las rocas, inhale de nuevo el fuerte aroma a sal. Mi cerebro no estaba seguro, ¿la sal era por mis lágrimas?
El horizonte frente a mí, triste, finito, cada día el sentimiento era distinto, pero para mí por algunos meses había sido siempre el mismo. Desalentador.
Una corriente de aire se perdió bajo mi ropa, sentí mis dientes castañetear del frío, mi piel se erizó y mis temblores aumentaron. Sentí mis labios temblar un poco, resultado de la mezcla de mi llanto incontrolable, el frío aire a mi alrededor y la sensación de clavos en mis huesos. Suspiré con dificultad.
Di un paso hacia adelante, tensa, pero estaba segura que no había ni un poco de duda en mí, era solo el entumecimiento de mi cuerpo, lo marchito de mi corazón. Observé la caída, era alto, lo suficiente para terminar con él dolor. El acantilado me veía, ¡estás loca! pensé.
Sentía su rechazo, no estaba de acuerdo con nada de lo que estaba haciendo, pero nada me detenía, nadie se interponía entre mi cuerpo y las puntiagudas rocas contras las que se rompían las olas, furiosas. Sonreí con sardónico humor negro. Las olas se esparcían en pedazos, justo como yo al caminar, mi corazón deshecho, rebotando sus restos con cada paso, cada suspiro.
Los recuerdos no ayudaban, mis amigos no ayudaban. Ya nada parecía importar.
El aire arremetió contra mi cuerpo, me sentí masoquista, incliné la vista al cielo mientras cerraba los ojos y me permitía sentir. Irónico ya no quería sentir, pero sabía que sería la última vez, mis brazos se movieron a la voluntad del viento, mi pecho rompía las corrientes de aire y mis huesos martilleaban de la humedad y los escalofríos. Sentí el frío conocido del aire marcando los caminos de mis lágrimas, gruesas cálidas chocando contra el frío, morían en mi barbilla, algunas alcanzaban a bajar hasta mi cuello, las dejaba ir.
Un silencioso grito de supervivencia, si ellas podían escapar de mí, bien por ellas. Sentí como pequeños pinchazos en el rostro, mis brazos, mi cuerpo, me dolían. Me recompuse y momento y me permití abrir los ojos, los cálidos colores del horizonte estaba empezando a cubrir con un lúgubre gris, sentía como el poco calor que podía percibir se extinguía, como yo, como mi esperanza. Hacía más frío, mi ropa empezaba a empaparse, mis dedos parecían ya no existir, no escuchaba ni siquiera el retumbar de mi corazón. Sonreí.
Hacía tiempo que éste ya no estaba ahí, él también se lo había llevado. Mis recuerdos, los regalos, nuestros besos, todo había desaparecido detrás de él, mi mente cada vez funcionaba menos, me era imposible recordarlos, revivirlos y ahora, eso me dolía.
-Te lo llevaste todo.- sollocé. Mi voz no se escuchaba, había sido a penas un susurro, pero el cielo, el mar se sentían como yo. Cubiertos de oscuridad.
El pensamiento de su figura, en alguna parte del vasto mundo, buscando su felicidad, con su familia, con toda una vida por delante, tanto tiempo libre, toda su libertad. Esperaba que se sintiese pleno, realizado, que sintiera todo eso que yo ya no tenía permitido. Estaba vacía, una bolsa de carne en movimiento en la ciudad, caminando por el campus, vagando por los bosques, un ser que había perdido la esperanza, la luz. Todo había dejado de existir.
Reí.
-No te lo llevaste todo.- grité.- Me quedo todo el dolor, la oscuridad.- reí.
Sentía que me estaba volviendo loca, no importaba. él había prometido que sería como si no hubiese existido, si hubiese sido así, nada de todo esto me dolería.
-Mentiroso.- grité al viento.- Este maldito dolor es la prueba.- dije sollozando.- la muestra de qué estuviste aquí.- sentí las lágrimas perderse en mi rostro, mezcladas con las gruesas gotas de lluvia. La había olvidado, suspiré.
Según él había "limpiado" todo, bufé. Mi corazón ya no estaba, pero toda la mierda había quedado ahí. Sollocé.
-Fallaste, Edward Cullen.- murmuré.- No te llevaste todo esto contigo.- dije apretando mis manos en puños. Sentía los temblores de la rabia en mi cuerpo, di un paso más. Me concentré en aclarar mi vista, enfocar las rocas, el agua. ¿Que importaba? Pensé de pronto. Pronto en verdad iba a dejar de sufrir.
Sonreí.
No había borrado nada, sus besos palpitaban mis labios, sus manos en mi cabello, en mi cintura, las sonrisas torcidas, su cuerpo contra el mío. Sus palabras al oído, sus bromas, todos sus sonidos. Su mirada traviesa, irascible, colérica, su esencia. Sus abrazos, su cautela. Jadeé. Todas esas huellas habían quedado en mí y se repetían una y otra vez, mofándose, danzando en mi cabeza sonrientes, burlonas al hecho de que sería la última vez, y que solo eran recuerdos, de una mente pobre, cansada y no creativa.
Todos habían seguido con sus vidas, habían comprado su promesa, todos seguían adelante, como si nada pasó, pero yo. Yo no podía engañarme, lo había intentado. Infierno sí.
Mil y un veces decidía seguir, solo para detenerme en la puerta, sentir todos los recuerdos golpearme y toda la convicción volaba al suelo. Caía, como yo. Se ahogaba.
Sentí un pequeño espasmo estremecer mi cuerpo, mi pecho se contrató. Dolió.
-Edward.- susurré.
Mis labios sangraban, resecos, el movimiento de su nombre los había unido, cada palabra los separaba, partiéndolos, sentía el escozor, incrementarse con la brisa. Mis oídos parecían a punto de estallar, y en mi mente su nombre se había hecho eco. Aún se repetía.
Era hora.
Había decidido venir aquí, terminar con esto. Ponerle fin a todos mis sentimientos, a mis pesadillas, a cada sensación de vacío que me impedía seguir, había decidido acabar con todo, como él debió haberlo hecho. Como lo haría sí aún estuviese aquí.
Está era la salida fácil, pensarlo no me había costado en realidad. Miedo.
No ya no temía, sentía a cada paso mar cerca la armonía, la libertad.
Él había decidido por los dos. Se fue. Ahora, está era mi decisión, la mejor solución posible, sin miradas de desprecio, sin lastimas, sin agonía, no más pesadillas. No más dolor. Está vez elegía yo.
Egoísta.
Suspiré una última vez, llené mis pulmones y estiré el pie al vació, sentía el aire recorrer mi planta, muestra que después de ese paso seguiría la nada. Sin abrir los ojos, decidí despedirme de él, me centre en sus ojos, imaginar su risa, recordar su rostro en aquellos meses antes de toda esta miseria, su mirada cálida, sus cejas. Lo imaginé frente a mí, dejé su rostro inundar mis sentidos, incluso llegué a sentir su aroma. Leve, perdiéndose con la brisa que rompía contra mí.
-Bella.- pronunció. Sonreí.
Mi corazón pareció revivir, mi pie seguía en el borde, audaz. Desafiante, el única ancla a mi deseo de libertad, necio a dejarme marchar con vida.
-Te amo.- murmuré.
Sentí mi pecho contraerse.
-No hagas esto.- me miró. Su rostro era igualito, su mirada firme, su ceño fruncido, sonreí. Agradecí a mi cabeza, era mejor que todos los recuerdos anteriores, quizá porque sería la última vez. No importaba.
-Abre los ojos.- murmuró. Sonreí.
-No, quiero verte una última vez.- dije sollozando.- quiero despedirme.- dije en un susurro.
-Mírame.- demandó. Mis mejillas se llenaron de lágrimas, mis ojos ya ardían al sentir el agua recorrer mi canal. Negué con la cabeza.- Bella.- murmuró de nuevo. Parecía desesperado.
Sentí el aire más fuerte chocar contra mí. Me tambaleé, mi instinto de supervivencia me gritó que bajase el pie, que diera la vuelta, no podía. No ahora.
-Maldita Sea, Bella.- reí.- abre los ojos.
-Esto es mejor de lo que esperaba.- murmuré. Sentí frío en mi mejilla, más que el aire, más que la brisa con el viento. Inhale.- Te perdono.- murmuré.
Un jadeó.
-Bella.- dijo con voz cortada.- Estoy aquí.- murmuró.
-Lo sé.- sonreí.- Sigues en mi memoria.- susurré.- Quisiste eliminarlo todo.- continué.- No te funcionó. Me dejaste todo este dolor aquí.- dije sintiendo mi pecho.- Eso me hizo saber que exististe, que estuviste aquí, recordarte. Cada noche.- murmuré.
-No hagas esto. Abre los ojos.- demandó
-Tú tomaste ya tu decisión.- murmuré.- Está es la mía.
Junté mis pies, me giré un momento, sentí la brisa de nuevo, chocar a mi alrededor. Di un paso atrás, sintiendo mis tobillos en el borde y sonreí.
-Como si nunca hubiera existido.- sollocé.
Miré el horror en su mirada, mi inconsciente era demasiado realista. Muchas Gracias.
-BELLA.- escuché un grito desgarrador. Mi corazón, se sintió cálido de nuevo, el calor emanaba una vez más, era como si él en realidad estuviese aquí. Para despedirse.
Sonreí. Sentía el vacío debajo de mí, el aire seguí martilleando mi cuerpo, la brisa era cada vez más fuerte, ligeras gotas saladas rebotaban contra mí. Me sentí nerviosa, me concentré de nuevo en sus ojos y me dejé ir.
Pronto sentiría como las olas devoraban mi cuerpo, la frialdad y dureza de las rocas chocando contra mí. No pensé, imagine sus ojos y me abracé a ellos. Una última vez.
Sentí un dolor en mi espina, mis piernas, un jadeó salió de mí y luego la calidez del agua me invadía. Me dejé ir, sintiendo como mi pecho comenzaba a llenarse, una lágrima bajo de nuevo por mi mejilla y la dejé ir.
