Buenas. He aquí mi nueva historia, que sigue el hilo "Harry va a Azkaban". He leído unas cuantas por aquí que me han gustado, así que he decidido hacer una propia. A mi manera, claro. Quedais avisados. Aún así, no es la primera de este estilo en aparecer, así que no es tan radical como mi otra historia, Espinas (-publicidad subliminal-).
El poema que le da nombre lo he sacado de uno de los libros de La Rueda del Tiempo (concretamente el 12, los Asha'man). Me gustó cuando lo leí, y le pega bastante.
La confianza es el color de la muerte
Entrégame tu confianza, dijo la Aes Sedai,
porque sobre mis hombros se sustenta el cielo.
Confía en mí para saber y hacer lo que es mejor,
que de todo lo demás ya me encargaré yo.
Pero la confianza da color al brote de una negra semilla.
La confianza da color a la sangre que mana de un corazón.
La confianza da color al postrer aliento del que expira.
La confianza es, en fin, lo que da a la muerte su color.
Entrégame tu confianza, dijo la reina en su trono,
porque el deber de cargar con ese peso es mío sólo.
Confía en mí para dirigir, juzgar y gobernar
y de ese modo ningún hombre por necio te tendrá.
Pero la confianza es el eco del perro aullando en la tumba.
La confianza es el eco de la traición envuelta en sombras.
La confianza es el eco del postrer aliento del que expira.
La confianza es, en fin, el eco que a la muerte anuncia.
Y con esto, comenzamos...
1. Despertar de un sueño
-Harry James Potter.
La voz era fría y monocorde, desprendida de cualquier rastro de emoción, carente de toda calidez. Y lejana. Muy lejana. Las palabras llegaban hasta él desde mucha distancia; o quizás era él quien se encontraba lejos de allí.
En cualquier caso, no importaba. Aquella voz no era real. Sólo era un sueño absurdo, una pesadilla.
-Se le ha traído frente a este Tribunal para responder por sus crímenes.
Tampoco eran reales las cadenas que se enroscaban por sus brazos y le ataban a la silla, ni los dos centenares de caras pálidas que se alzaban en los bancos; dos centenares de miradas acusadoras, todas prendidas en él.
No, no eran reales. Pero cada una de ellas quemaba como una aguja al rojo atravesándole la nuca.
-Los cargos son los siguientes.
Los sollozos aumentaron. ¿Quién lloraba? Alguien lo había estado haciendo desde que los dementotes lo arrastraron hasta la silla de cadenas, al comienzo del juicio. No había visto quién era, pero tampoco se había molestado en buscar. No había levantado la vista en. Sólo miraba sus brazos encadenados, esos eslabones que, aunque no eran reales, se le clavaban en la piel.
-Tortura y asesinato de sus parientes muggles, los Dursley.
Ojalá se despertara pronto. Ojalá alguien le defendiese, dijese que él, Harry Potter, jamás haría algo así. Pero todos permanecieron en silencio.
La certeza llegó si avisar, algo que había sabido pero que no había aceptado hasta entonces. Nadie iba a defenderle. Ya no era Harry Potter, el niño que vivió, el salvador del Mundo Mágico, el elegido para derrotar a Voldemort. Era Harry Potter, el asesino de muggles, la despreciable serpiente que hasta ahora se disfrazaba de león.
Sólo era un sueño, pero dolía.
-Uso repetido de Maldiciones Imperdonables, entre otros hechizos considerados oscuros.
Él no había hecho nada de eso. Cualquiera que lo conociera lo sabría. ¿Por qué lo acusaban de algo así? ¿Qué pruebas tenían? Nadie le había explicado qué ocurría, ni le había mentido diciendo que todo saldría bien. Había estado completamente solo.
Ese era otro motivo por el que todo tenía que ser un sueño: aun cuando le acusaran de algo así, nunca lo abandonarían. Ellos estarían siempre a su lado. Ron, Hermione, Ginny, Remus, Hagrid, todos los Weasley… Dumbledore. ¿Por qué Dumbledore no había hecho nada aún? Él siempre lo había rescatado, pasase lo que pasase. Él podía sacarlo de allí. Él podía…
-Ataque deliberado contra los tres aurores que fueron a investigar al lugar de los hechos. Asesinato de uno de ellos. Herir de gravedad a los otros dos, uno de los cuales sigue actualmente internado en San Mungo.
Al terminar se hizo de nuevo el silencio, roto por el sonido de los pergaminos al ser ordenados. Y por los constantes sollozos de esa persona anónima. ¿Lloraría por él?
Hubo una ligera tos, alguien aclarándose la garganta. Otra pausa, y después una pregunta. Sólo una formalidad: a nadie le interesaba la respuesta.
-¿Tiene algo que añadir el acusado?
Por primera vez, Harry levantó la vista. El hombre que hablaba, de pelo gris, llevaba una túnica púrpura, con una intrincada W plateada en el lado izquierdo del pecho. Unas cincuenta personas se sentaban tras él, todos vestidos igual. Todos con la misma expresión; severa, fría, acusadora.
-Soy inocente –repitió Harry una vez más. Su voz sonaba ronca y rasposa, pero seguía siendo firme. Era la única voz real.
Alguien bufó con desprecio, pero Harry no bajó la vista. No otra vez.
Esa había sido la peor parte de la pesadilla. Interrogatorios interminables, cuyas preguntas llegaban todas al mismo punto. Trampas, promesas y amenazas, engaños para hacerle confesar algo que no había hecho. Pero él era inocente. Y así lo había gritado cada vez que preguntaban de nuevo, bajo una intensa luz o en la más completa oscuridad, bajo el efecto del Veritaserum, sin dormir ni beber ni comer, sin pausa. Lo había gritado una y otra vez, hasta que esas dos palabras dejaron de tener significado para él. No por eso dejó de repetirlas.
-Llamen al primer testigo.
Al cabo de unos momentos, unos pasos pesados resonaron por la sala. Harry se giró levemente para ver llegar a aquel que iba a condenarle. Un hombre robusto, de cabello claro, sin ningún rasgo característico; el tipo de persona anónima que te cruzabas continuamente por la calle. Aun así, estaba seguro de no haberle visto nunca, y menos haber peleado con él.
Con cada paso, el rostro del hombre se contorsionaba en una mueca de dolor. Aun así no vaciló ni una sola vez en el camino hasta el centro de la sala. Se detuvo junto a la silla de cadenas, sin mirar al prisionero.
El ministro del Wizengamot revolvió entre los papeles, ignorándole. Finalmente, sacó una hoja de pergamino y la leyó en silencio antes de observar al testigo. Harry se preguntó vagamente a quién pretendía poner nervioso; al hombre, al público o a él.
-Dígame su nombre completo y su profesión –ordenó finalmente el juez.
-David Paul Riley, auror –contestó el hombre con firmeza. Seguramente había ensayado las respuestas una y otra vez durante todo el trayecto hasta allí.
Otra pausa.
-¿Usted fue al número cuatro de Privet Drive el pasado 12 de julio, a las dos de la madrugada?
-Sí.
-¿Iba acompañado de los aurores Collins y Willson?
-Sí.
-¿Qué hacían allí?
-Investigar el origen de la alarma para la detección de magia en menores de edad.
-Normalmente el reglamento en estos casos indica que debe enviarse una carta notificando la expulsión del menor, ¿no es cierto?
-Así es.
-¿Entonces por qué fueron ustedes enviados?
-Porque se detectó el uso de diversos hechizos oscuros.
El juez asintió, satisfecho. Se estaban acercando al punto crucial.
-¿Reconoce a este joven?
El auror bajó la vista hacia Harry con lentitud. Él le devolvió la mirada sin parpadear. Riley no tardó en desviar los ojos hacia el juez, pero no antes de que Harry descubriera algo extraño en su expresión. Frunciendo el ceño, miró de nuevo las cadenas. ¿Por qué aquel hombre le tenía miedo?
-¿Lo reconoce, auror Riley? –insistió el juez.
-Sí.
-¿Él se encontraba en dicha casa cuando ustedes llegaron?
-Sí.
Ahora el temblor de su voz era perceptible.
-¿Él los atacó?
-Sí.
Un leve rumor se levantó entre los asistentes. Esa era la confirmación de sus temores, supuso Harry. La serpiente despojándose de disfraz.
-¿Se había encontrado con él anteriormente?
-No. Era la primera vez que lo veía.
-Pero sabía quién era, ¿no es cierto?
-Por supuesto. Todo el mundo sabe quién es.
-Todo el mundo –repitió el juez-. ¿Esperaban ustedes que los atacara?
-No.
-¿Dio un aviso de algún tipo?
-No.
-Cuéntenos qué ocurrió.
El auror enlazó las manos detrás de la espalda y tragó saliva. Cuando empezó a hablar, su voz volvía a ser completamente firme.
-Llegamos sobre las dos a la casa, una casa muggle como cualquier otra. Parecía que todo estaba tranquilo. Nadie nos vio llegar, nos aseguramos de ello. No había señales de lucha en ningún sitio, y llegamos a pensar que había habido un error.
-Ahórrese los detalles, auror Riley –intervino una mujer del Wizengamot con severidad.
-Disculpen –contestó él sin perder el aplomo. Cerró los ojos un momento antes de retomar el hilo del relato-. Cuando entramos, no hubo dudas. Todo estaba cubierto de sangre, los cuerpos mutilados estaban tirados en el suelo, y… -hizo un gesto-. Cualquiera que tenga el informe sabrá todo esto. Basta con que diga que era el escenario más horrible que he visto en toda mi carrera.
Pese a sus palabras, la serenidad nunca abandonó su voz ni su rostro. Seguía evitando mirar a Harry, sin embargo. Él sonrió levemente. Era absurdo. ¿Cómo podía creer que él había hecho algo así?
-¿Qué ocurrió entonces? –le azuzó el juez.
-Entonces, él apareció –contestó el auror con vaguedad.
-¿Quién apareció? –insistió el hombre.
No había dudas de quién apareció, pensó Harry con cierta ironía. ¿Quién estaba ahora encadenado a una silla?
-Harry Potter –contestó por fin Riley.
Harry se sobresaltó. Durante un momento pensó que había contestado a su pregunta, antes de darse cuenta de que seguía hablando a juez, y que el hombre seguía sin mirarle. Además, por muy absurdo que fuese todo, estaba claro que no podían leerle los pensamientos. Tenía que agradecer que Snape no apareciera en esta pesadilla.
-¿Y qué hizo Harry Potter?
El juez no varió el tono ni la expresión, pero de algún modo se asemejaba a un gato a punto de abalanzarse sobre la presa.
-Apareció de una sala contigua. Pasó por encima de uno de los cadáveres, levantó su varita y apuntó a Collins. Hubo un resplandor verde, y Collins estaba muerto.
Silencio. Harry se preguntó si todos estaban imaginando la escena. El niño que vivió, el asesino de muggles. Joder, ni siquiera sabía cómo hacer el Avada Kedravra. Nunca podría hacerlo, y menos así, a sangre fría. ¿Dónde estaba Dumbledore?
-Prosiga –ordenó el juez tras unos segundos.
-Willson y yo reaccionamos. Corrimos en diferentes direcciones y atacamos desde diferentes ángulos. Pero Potter se movía como un duelista experto, y nos alcanzó a los dos varias veces antes de que consiguiésemos darle. La mayoría de los hechizos que usaba sólo los había leído en libros avanzados de Defensa contra las Artes Oscuras.
-¿La mayoría? –repitió el juez.
-Sí. No sé por qué, pero a veces usaba hechizos básicos como el Expelliarmus. Hechizos que estaban muy por debajo de su nivel.
-Ya veo –comentó el hombre de púrpura tras una pausa. Reorganizó sus papeles antes de dirigirse de nuevo al testigo-. Esto es todo, auror Riley. Puede marcharse.
El hombre no necesitó que se lo repitieran. Inclino la cabeza con respetó y se dio la vuelta, los ojos siempre evitando la silla con cadenas. El juez esperó a que la puerta de la mazmorra se cerrara tras él antes de volver a hablar.
-Espero que todos estén de acuerdo conmigo en que ha sido un testigo muy esclarecedor –dejó pasar unos segundos, como si esperase que alguien se lo rebatiera-. El auror Willson está demasiado grave como para prestar declaración; no hay nadie más aparte del acusado que haya presenciado los hechos.
Una bruja se puso en pie. Aparentaba unos cincuenta años, pero era de las más jóvenes entre los miembros del Wizengamot.
-¿Sí? –preguntó el juez alzando las cejas.
-¿Es seguro que fue Potter quien torturó a sus familiares? Pudiera ser que los mortífagos entraran allí y que después se marcharan, y que Potter atacara a los aurores pensando que eran ellos.
Un destello de esperanza hizo que Harry alzara la cabeza. De todo lo que había oído hasta ahora, eso era lo único con un mínimo de sentido. Al él no le habían escuchado, pero quizás a ella…
El mago volvió a revisar los papeles con un gesto de desdén.
-Han examinado con atención la varita del acusado. Todos y cada uno de los hechizos detectados en el lugar de los hechos se han realizado con ella. Tampoco hay muestras de que nadie más haya entrado en la casa, ni de que haya forzado alguna cerradura, ya sea mágicamente o con métodos no mágicos. No, Potter estaba solo con los muggles.
Harry miró a la bruja, suplicante. Tenía que insistir. Tenía que buscar algún fallo en el argumento. Tenía que…
La bruja asintió y se sentó de nuevo. Harry dejó caer la cabeza, apoyándola en el respaldo. Dolía que aplastaran los brotes de esperanza. Pero dolía más que le recordaran que estaba solo.
De repente se dio cuenta de que el silencio era absoluto. Los sollozos habían dejado de oírse hacía mucho. ¿Ese alguien se había cansado de llorar?
El juez se irguió en toda su altura. El silencio se tornó más intenso, más grave. Ahora era cuando se decidiría su destino. Sin embargo, Harry tuvo la sensación de que el veredicto estaba decidido desde antes de empezar el juicio.
-El mero hecho de matar a un auror ya es de por sí despreciable –empezó el mago-. Es más, utilizó el Avada Kedavra con él; recuerdo a todos los presentes que el uso de cualquier Maldición Imperdonable sobre un ser humana es castigado con cadena perpetua en Azkaban.
Pausa. El juez recorrió la sala con la mirada, las cientos de caras expectantes. Tal vez aún no imaginasen la sentencia. O quizás estaban anhelando oír las palabras que jamás pensaron que iba a escuchar.
-El hecho de ser un menor de edad podría ser un atenuante. Pero cualquiera que haya visto los cuerpos de sus familiares estará de acuerdo conmigo en que no puede estar libre –alzó la voz por encima del silencio. El eco resonó por toda la mazmorra-. Es un peligro para todos, un asesino a sangre fría, un monstruo. Durante años se ha creído que era el salvador del Mundo Mágico, pero ahora sabemos que no es mejor que aquel al que se supone que debe derrotar.
-Eso no es cierto. ¡Nada de eso es cierto! ¡Soy inocente!
No podía callar durante más tiempo. No era un monstruo, jamás había haría daño a nadie. Por mucho que odiase a los Dursley, nunca les haría nada. Era inocente, inocente, inocente. ¿Por qué nadie le escuchaba? ¿Por qué nadie estaba a de lado?
¿Dónde estaban todos?
-Levanten la mano –indicó fríamente el juez-, los que estén de acuerdo en condenarle a cadena perpetua en Azkaban.
Cincuenta manos se levantaron, al mismo tiempo.
-¡No!
No era posible. Sólo era una pesadilla, un sueño. En la realidad jamás le acusarían de algo así. En la realidad Dumbledore le habría rescatado hacía mucho.
-Levanten la mano quienes estén a favor de una sentencia más leve.
Una formalidad.
Los segundos pasaron sin que nadie se moviera.
-Bien. Harry Potter, quedas confinado a una de las celdas de alta seguridad de la prisión de Azkaban. Declaro el caso cerrado –el último de los pergaminos fue doblado y guardado-. Lleváoslo.
No. No podía ser. Todo era un sueño, un sueño.
¿Pero por qué no despertaba?
El frío invadió la sala. Los dementotes estaban allí. Temblando, esperó a que las dos formas encapuchadas se situaran a cada lado. Las cadenas se desenroscaron; una mano putrefacta se apoyó en cada hombro.
-Algún día –dijo con calma, mientras le obligaban a ponerse en pie. Sólo un sueño-. Algún día descubriréis que estabais equivocados. No soy el primer inocente que enviáis a Azkaban.
-Hasta entonces, señor Potter –replicó el juez sin mirarlo-, espero que disfrute de su estancia en prisión.
Quiso replicar, pero el frío trababa su lengua. La niebla blancala empezaba . Lesde un ricn los dementores.ue enviais aguridad de Azkaban. empezaba a cubrir su mente. En alguna parte, una mujer empezó a suplicar.
Sacudió la cabeza. Mientras los dementores lo arrastraban, aún pudo girarse por última vez. Todos lo miraban. Acusación. Culpa.
-Soy inocente –un susurro ronco que a él mismo le costó oír. No le quedaban fuerzas ni aliento para seguir gritando.
-Seguro que lo eres, Potter –respondió una voz en un murmullo.
Aun envuelto en la neblina, Harry se giró con rapidez. Los finos labios de Lucius Malfoy se torcieron en una sonrisa.
-Ten paciencia. Pronto descubrirás la verdadera cara del infierno.
El frío era más intenso.
A Harry no, por favor…
-¡Vete a la mierda, Malfoy! El día que tú vayas al infierno, hará mucho que yo habré salido de allí.
Tanto frío…
Antes de que la niebla se lo llevara, fue consciente de varias cosas.
La sonrisa sesgada de Malfoy, que prometía una vida de sufrimientos y una eternidad de lamentos.
El aliento helado de los dementores, que le acompañarían durante el resto de su vida.
La ausencia de aquellos en los que confiaba, que prometieron no abandonarle nunca.
Y la certeza de que estaba despierto, y que sus sueños no iban a ser mejores que la realidad.
EL NIÑO QUE VIVIÓ, JUZGADO Y CONDENADO
La noticia que ha conmocionado al Mundo Mágico, contada con detalle por Rita Skeeter, nuestra corresponsal especial.
Una terrible desgracia tuvo lugar en la madrugada del sábado 12 de julio. Nadie puede creerlo: el reconocido héroe Harry Potter asesinó de forma horrible a la única familia que le quedaba, tres inocentes muggles; sus tíos y un primo de su misma edad.
Tras una espeluznante exhibición de hechizos oscuros, que hasta El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado usaría con cautela, Potter fue capturado y apresado por tres valerosos aurores. Uno de ellos murió al intentar detenerlo, y los otros dos fueron mortalmente heridos. Ambos siguen ingresados en San Mungo, demasiado graves como para declarar.
El otrora salvador del Mundo Mágico fue juzgado y condenado la noche del 13 de julio. En estos momentos se encuentra ya en Azkaban, confinado con cadena perpetua en una de las celdas de más seguridad de la prisión mágica. Fuentes fidedignas nos cuentan de que abandonó la sala si para de proferir insultos, llegando a amenazar a un miembro del tribunal.
Harry Potter es conocido por todos por haber derrotado a Quien-ustedes-saben cuando sólo era un bebé, en circunstancias desconocidas para todo el mundo. Era querido y respetado por todos, y su nombre era conocido allá a donde iba. Sin embargo, esta fama no parecía ser suficiente para él.
"Siempre andaba en busca de líos", declara Pansy Parkinson, una encantadora muchacha de su mismo curso en Hogwarts. "Se metió en el Torneo de los Tres Magos por eso. También motaba escándalos en las clases, gritando que Quien-usted-sabe había vuelto. Cualquier cosa con tal de llamar la atención."
Eran síntomas de los que Albus Dumbledore, respetado director de la escuela, debería haberse percatado a tiempo. No obstante, según nuestras fuentes no era la primera vez que pasaba por alto algún asunto turbio relacionado con Potter.
"Habla pársel", nos revela Ernie Macmillan, prefecto. "Todos pensábamos que él era el heredero de Slytherin, y que lanzaba el basilisco contra los nacidos de muggles. Por eso, y porque odiaba a los muggles con los que vivía."
Otras señales preocupantes, que nadie supo ver hasta que fue demasiado tarde. Por supuesto, el asunto del basilisco ha sido cubierto por un tupido velo. Los rumores hablan de varios ataques, e incluso una muerte. ¿Estaba realmente Potter detrás de todo? En su momento nadie lo consideró. En vista de los acontecimientos más recientes, es algo que todos deberíamos plantearnos.
Mientras esperamos noticias de una investigación al respecto que sin duda se abrirá, podremos dormir tranquilos sabiendo que un criminal más está en prisión. Harry Potter, cuyo cumpleaños es el 31 de julio, alcanzará la mayoría de edad en Azkaban.
