CAPÍTULO 1

Y con un sólo golpe, los puntos de su rival bajaron a cero. Por fin, después de tantos sacrificios y firme determinación Yugi había vencido a Marik. Las sombras comenzaron a disiparse poco a poco y la luz de la luna iluminó los rostros del grupo de animadores. Joey, Tea y los demás contuvieron la respiración hasta que las plataformas llegaron al suelo y pudieron observar el rostro de Yami, cansado pero satisfecho. Pegando un gran salto, todos sus amigos corrieron a abrazarle mientras Marik era arropado por su hermana y su fiel sirviente y amigo. Kaiba lanzó una mirada de odio a Yugi, ya que después de haberle arrebatado su dios egipcio iba a controlar también el poder del dragón alado de Ra. Dando un bufido se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad del dirigible ondeando su larga chaqueta. Después de celebrar la victoria con sus amigos, Yugi se acercó a Marik que afortunadamente ya había recuperado su verdadera personalidad y se mostraba más calmado y apacible que en el duelo. Sus ojos brillaban bajo el destello de las estrellas y su sonrisa era sincera, sin ocultar malicia o rastro alguno de maldad. Cuando llegó a la altura de Yugi (que en ese momento dejó paso a Yami) se arrodilló y le dijo:

- Faraón, ahora comprendo la grandeza de vuestro espíritu. Mis antepasados siempre me han contado grandes maravillas acerca del antiguo faraón pero yo me negué a creerlo durante toda mi vida y ahora me doy cuenta de mi error.

- Levántate Marik - dijo Yami tendiéndole la mano – pues comprendo que tus miedos y dudas te asaltaron en la oscuridad de la tumba donde te criaste y la soledad te arrancó tus más profundos sueños, ser el guardián de la tumba es una tarea muy dura y no debería ser impuesta a alguien que ansía tanto la libertad como tú. Así que no te tortures por tus errores del pasado y empieza una nueva vida ahora que has alcanzado unos de los mayores tesoros: una hermana que te quiere y un amigo que haría cualquier cosa por ti – culminó Yami señalando a Ishizu y a Odión que estaban detrás de Marik.

Todos los que estaban allí se quedaron admirados de la sabiduría y la firmeza de las palabras del faraón. Hubo unos instantes de silencio que parecieron horas, Yami y Marik se miraban fijamente a los ojos, los dos sabían que sobraban las palabras. De repente, una malvada risa rompió este silencio. Entre las sombras apareció un rostro conocido por todos, era Bakura.

- Hola amigos – dijo con voz maliciosa y mirada cruel - ¿me echabais de menos? Os prometí que volvería y yo siempre cumplo lo que prometo.

- ¡Bakura! – Dijo Marik – No puede ser, yo vi cómo la oscuridad te consumía cuando libraste aquel duelo oscuro contra mi parte malvada.

- Ja, ja, ja estúpido entrometido, puede que mi cuerpo se desvaneciera entre las sombras pero tengo más de un as guardado en la manga y un trozo de mi alma estaba oculta en un lugar donde la oscuridad no puede llegar ¡en el puzzle milenario!

Todos dieron un grito de asombro y al terminar estas palabras empezaron a salir del puzzle de Yugi unas sombras que envolvieron al faraón como lazos, inmovilizándolo, mientras las sombras se le clavaban en la piel como agujas, haciendo gritar de dolor al faraón. Las sombras rodearon todo su cuerpo como cadenas que le iban absorbiendo su energía poco a poco. La oscuridad cubrió el cielo y al instante se desmayaron todas las personas que no guardaban relación con el Antiguo Egipto. Sólo quedaron en pie Ishizu, Yugi, Marik y Kaiba (que se encontraba al aire libre, en otra de las plataformas del dirigible, por lo que la oscuridad le alcanzó aunque sobre él no hiciera ningún efecto)

- Vaya, vaya ¡qué fácil de doblegar es el faraón! – Dijo Bakura con una sonrisa llena orgullo - ¿cómo puede un faraón tener tan poco dominio de las sombras? No eres digno de poseer el puzzle milenario, así que me lo quedaré - concluyó Bakura mientras alargaba el brazo hacia el cuello del faraón. Cuando sus dedos estaban a punto de tocar el puzzle, una luz cegó los ojos a Bakura y le obligó a retroceder, un aura protegía a Yami, aunque las sombras seguían alrededor de él, quitándole hasta la última gota de energía. Al faraón cada vez le costaba más respirar y su vista se nublaba poco a poco. En ese momento Bakura desvió la mirada de Yami y clavó sus ojos en su siguiente víctima: Marik.

- Bueno, tú me servirás mientras el faraón malgaste su último aliento intentando liberarse. Necesito saber los conocimientos que posees. ¡Muéstrame el secreto del poder del faraón!

- ¡Jamás! Mi familia no ha pasado 5000 años guardando fielmente su secreto para que ahora venga un vulgar ladrón a arrebatar los misterios que tan cuidadosamente se han guardado. ¡Antes luchemos! ¡Te reto a un duelo oscuro!

Al pronunciar estas palabras Bakura comenzó a reír tan fuerte que su voz resonó en todo el dirigible. Kaiba apareció tras la niebla.

- ¿Qué demonios estáis haciendo? Con tanto escándalo no puedo concentrarme en mis estrategias.

- El que faltaba... – dijo Bakura mirando a Kaiba de reojo – Aunque no acostumbro a rechazar un duelo, se me ha ocurrido una idea mejor.

Marik e Ishizu dieron un paso atrás. Bakura era capaz de cualquier cosa, así que era mejor no tentarle. Pero Bakura se percató del intento de fuga de los dos hermanos, así que decidió pasar a la acción. Alzó el brazo, en su mano había una carta que ninguno conocía. Su anillo milenario comenzó a brillar, el suelo empezó a temblar y unas grandes grietas lo dividieron en varios pedazos. Marik e Ishizu pudieron ver cómo, sin poder evitarlo, quedaban situados en dos grietas diferentes. Marik dio un gran salto hacia su hermana pero chocó con un obstáculo y cayó hacia atrás con un gran golpe que resonó en toda la sala. Marik gemía de dolor mientras Bakura reía cruelmente.

- Idiotas, hay una barrera invisible, ja ja ja, ¿creíais que os dejaría escapar tan fácilmente?, estoy deseando ver de lo que sois capaces de hacer cuando estáis solos.

Ishizu miraba a Marik impotente, mientras apoyaba las manos en el cristal de la barrera invisible que le separaba de su hermano. Marik se incorporó del suelo, justo a tiempo para ver cómo Bakura desaparecía y los dejaba allí.

- ¡No! ¡Vuelve! – gritó Marik, sin que nadie le contestara.

El único que no parecía estar preocupado era Kaiba, que miraba de reojo las barreras mientras pensaba cómo escapar. Pero no tuvo que pensar mucho tiempo porque al instante el suelo se abrió y cada uno cayó en un agujero, incluido el faraón, que seguía envuelto en las sombras sin poder moverse.


Cuando Ishizu se despertó se encontró algo que no se esperaba. Estaba en un desierto. Comenzó a caminar sin saber a dónde ir. Ya no tenía el collar milenario, así que no podía hacer nada, sólo confiar en la suerte. Caminó durante una hora, sin esperanza, cuando llegó a un gran templo. Como no tenía nada que perder entró en él. Unas grandes columnas talladas en mármol daban paso a la entrada. Las paredes estaban llenas de inscripciones y jeroglíficos egipcios. Aunque Ishizu conocía las antiguas escrituras, no podía leer estas inscripciones. Ishizu tocó los grabados con la punta de sus dedos.

- No puedes leerlo, ¿verdad?

Ishizu se giró y allí estaba Bakura de nuevo. Se acerco a ella lentamente. Ishizu retrocedió, pero su espalda chocó con la pared, no tenía escapatoria. Bakura seguía avanzando hacia ella. Ishizu se mordía los labios mientras sus ojos reflejaban una mezcla de temor y resignación. Bakura llegó hasta ella. Apoyó una mano en la pared, al lado de la cabeza de Ishizu, e inclinó su cuerpo hacia ella. No podía moverse.

- No tienes escapatoria – dijo Bakura - ¿qué vas a hacer ahora?, mírate, estás completamente sola y ni siquiera tienes tu patético collar.

- No me subestimes Bakura, soy capaz de más cosas de las que crees – contestó Ishizu con firmeza, aunque no podía evitar que le temblara la voz, tenía la cara de Bakura tan cerca...

Bakura se dio cuenta de que Ishizu se ponía roja y aprovechó para divertirse un poco.

- ¿Qué te pasa?- le dijo mientras sonreía con malicia- ¿Qué es lo que te estas imaginando? Jajajaja ¿Te da miedo tenerme tan cerca? Pues debería...

Y nada más pronunciar estas palabras acercó su boca a los labios de Ishizu y la besó. Esto petrificó a Ishizu. Sintió como un aire helado recorría todo su cuerpo y no le dejaba moverse, quería separar a Bakura de ella pero su cuerpo no le respondía, pero, por otra parte... ese beso... no la desagradaba del todo, sentía algo especial que no había sentido nunca, pero ¡cómo podía pensar esas cosas! Se decía a sí misma "Bakura es un ser diabólico que quiere hacerte daño y te está utilizando ¡ese beso debería ser repugnante! ¡no puede gustarte!". Mientras Ishizu se regañaba a sí misma, Bakura separó sus labios de los de Ishizu y abrió los ojos. La imagen que se encontró le hizo más gracia todavía. Ishizu estaba roja como un tomate y tenía los ojos fuertemente cerrados, al notar que ya no la besaba abrió un ojo, y después el otro. Y en un acto reflejó le propinó una sonora bofetada a Bakura, que le pilló tan de sorpresa que se tambaleó un poco. Ishizu se frotó los labios con el dorso de la otra mano mientras le echaba a Bakura una mirada asesina.

- ¡¿Pero que crees que estas haciendo?!- gritó Ishizu muy enfadada. De sus ojos saltaban chispas. Viendo esto, Bakura decidió que lo más prudente era largarse, así que, después de guiñarle el ojo a Ishizu (cosa que aún la provocó más) desapareció sin dejar rastro. Ishizu se quedó sola en medio del templo, se hacía de noche y comenzaba a hacer frío, así que entró en él para ver si encontraba algo que la sacara de allí.