Hola a todos y todas! Digamos que soy muy nueva en todo esto y voy un poco perdida TT, espero que me perdonen, pero deseo de todo corazon que les guste mi historia. Esto solo es el principio de un muy muy muy interesante fic! Tengo que confesar que me he armado de valor para empezar a publicarlo, ya que me encanta escribir pero me guardo mis historias para mi; que egoista soy no? jajaja Basicamente me gana la timidez vv Me gustaria que comentaran que les ha parecido el capitulo, de verdad que tengo ANSIAS de saber que piensan ya que soy una persona que valora la opinion de los demas*_* Bueno les dejo para que puedan empezar a leer un graaaaaaaaan abrazo!
La fría brisa desordenó su melena color chocolate topando contra su menudo cuerpo, provocándole un escalofrío.
La chica siguió con la mirada fija en la lejanía de las montañas, el lejano atardecer. Dejó que la rodeara el silencio del bosque; armonizándola de alguna manera con la naturaleza. Hundió la mano en la áspera tierra, notándola mojada y húmeda contra sus dedos entumecidos por el frío.
Alzó el rostro; una gota cayó en su mejilla clavándose como una aguja helada, seguidamente de más. Las nubes grises y oscuras amenazaban con una tormenta. Se levantó lentamente abrigándose distraidamente con el cuello de la chaqueta.
Como cada noche, después de disfrutar de la soledad y el silencio en el bosque, Alice se dirigió al internado antes de que descubrieran su ausencia.
Apartó la plataforma de madera que cubría su salida para poder entrar en el edificio. Se sacudió la falda negra cubierta ligeramente por la tierra del bosque, se quitó la negra y la basta chaqueta de lana; escondiéndola cerca de la salida; colocándose bien las mangas largas de la camisa blanca.
Bajó las gastadas escaleras de madera hasta llegar al comedor pequeño y antiguo con un ligero olor a cerrado y humedad. Las grises cortinas cerradas de las ventanas, impedían ver la pureza verde del paisaje, la libertad detrás de las gruesas paredes de piedra.
Suspiró. Se dirigió hacia donde estaba la cocinera; cogió una bandeja, el plato y los cubiertos y esperó que le tocara su turno para que le dieran la comida. Seguidamente se sentó en la mesa ya con el plato de comida como cada día, cada mes y cada año. Estaba cerca de sus compañeras escandalosas, que no dejaban de hablar, pero ella sentada un tanto alejada de ellas, comía en silencio. Comió la insulsa sopa de pescado pensativa, como siempre.
-Madison, ¿dónde estabas?-
Alice levantó la mirada del plato volviendo en si, mirando a la estirada chica con una alta coleta rubia, que se había sentado delante suyo, observándola fijamente con sus ojos azul claro desconfiados y maliciosos. Nunca se podía esperar nada bueno de Kate.
Volvió la mirada a su plato y se llevó otra cucharada a la boca.
-Estaba en la biblioteca Kate- murmuró Alice por fin sin levantar la mirada-
- No es verdad- ronroneó la chica con malicia- Mary estaba allí y me ha dicho que no estabas; y no es el primer día que desapareces misteriosamente- soltó una risita- ¿ Qué esconde un bicho raro como tu?- ladeó la cabeza con una sonrisa de triunfo en sus llenos labios rojos-
Alice dejo delicadamente la cuchara dentro del plato; cogió la servilleta con tranquilidad llevándosela a sus labios llenos y pálidos, y, con lentitud la volvió a dejar en su sitio. Por fin alzó la mirada hacia la presumida y exasperante chica rubia.
- ¿Qué crees que haría un bicho raro como yo Kate?- sonrió cerrando los ojos con una sonrisa sarcástica en los labios- hacer cosas de bichos raros- la miró fijamente ladeando la cabeza-
Kate apartó la mirada de los intensos ojos chocolate, incómoda de hablar con ella. No le gustaba hablar con Alice Madison, bueno, nadie hablaba con ella; ni ella con nadie. Pero sabía que escondía algo; sospechaba que salía del internado en secreto, sin ser vista; ya que muchas veces desaparecía misteriosamente, sobretodo por las noches. ¿A caso se encontraba con alguien? ¿Un amante secreto? Sacudió la cabeza horrorizada. ¿ Quien querría estar con ella? Puso los ojos en blanco. Otro bicho raro. Sonrió divertida y asqueada.
Le daba igual; no seguiría perdiendo su precioso tiempo en alguien como ella. Resopló indignada levantándose de la silla con un sensual y grácil movimiento. Vio la mirada a la mesa de los chicos, con todos los ojos clavados en ella. Sonrió provocativamente moviendo exageradamente sus estrechas caderas. Se marchó sin dirigirle una sola palabra.
Cuando Kate volvió a sentarse con sus compañeras, Alice respiró aliviada. Nadie podía saber sus escapadas secretas; ya que podía estar en serios problemas. La primera y más importante de las normas era: no salir nunca del internado de noche sin la compañía de un tutor o un adulto.
Sonrió negando con la cabeza. Precisamente era la que estaba incumpliendo y no solo una, sino dos normas. Más tarde de las 9h todos los alumnos deben estar en sus respectivas habitaciones. Ella nunca incumplía una norma; aunque la de no salir...Suspiró. Sus notas eran excelentes. Ni un solo fallo. Todo un ejemplo. Como decían sus padres tiempo atrás. Notó la humedad en los ojos. Parpadeó con rapidez. No quería demostrar sus emociones. Sabía que en sus ojos se podía ver perfectamente como se sentía, como un libro abierto. Se mordió el labio inferior; una costumbre heredada de su madre. Se levantó silenciosamente de la silla, pasando por detrás de todo el grupo de chicas incluida Kate; luego a la izquierda la mesa de los chicos, sintiéndose observada unos segundos y; siendo completamente ignorada una vez más. Lo normal. Dejó la bandeja en su sitio y el plato sucio y los cubiertos con los demás. Subió por las mismas escaleras que poco antes había bajado, girando hacia el pasillo de la derecha, hacia los dormitorios; volvió a girar hacia la derecha hacia las chicas ya que si giraba a la izquierda iría al pasillo de las habitaciones de los chicos."18". Observó el gastado y raído número de la placa dorada colgada encima de la puerta de su dormitorio. Metió la mano en el bolsillo del pecho de la camisa sacando la pequeña llave dorada, e introduciéndola en el cerrojo de la puerta. Se abrió con un ligero chirrido de protesta, mostrando la oscura habitación. Tanteó en el interior de la pared hasta encontrar el pequeño interruptor de luz situado en su interior, a la izquierda de la puerta. La vieja bombilla del techo parpadeó tímidamente hasta encenderse con una tenue luz amarillenta.
Alice se dejó caer en la cama exhausta mentalmente. Ya no tenia nada con que ocupar su tiempo. Antes de salir ya había hecho todos los deberes, adelantado los de los siguientes días; ya había estudiado para varios exámenes y no sabia que hacer. Quería ir a la biblioteca para coger un nuevo libro, aunque ya se los hubiera leído casi todos; al menos distraería la cabeza; pero a esas horas estaba cerrada. Suspiró frustrada. Giró la cabeza hacia un lado observando el vacío colchón de al lado derecho. Podía haber compartido la habitación con alguien como todas sus compañeras; pero todas ya tenían una. Nadie estaba solo. Solo ella. Nadie querría ir con ella. Volvió la cabeza otra vez mirando al techo blanco con manchas de humedad. Se incorporó sentándose en la cama; quitándose los zapatos de cuero negro y los largos calcetines negros que le llegaban por la rodilla, seguidamente de la falda del mismo color, dejándolos encima del baúl situado al suelo a los pies de la cama, y poniéndose unos gruesos pantalones grises de pijama. A continuación se quitó la camisa blanca dejándola junto la falda y los calcetines; cubriéndose el torso con el jersey azul oscuro de pijama, a conjunto del pantalón.
Se alzó de la cama, apartando la gruesas cortinas de la ventana para observar unos instantes la luna llena brillando en la oscuridad de la noche, sola en el cielo, sin estrellas. Corrió las bastas cortinas, dirigiéndose otra vez hacia la estrecha cama. Se hundió en las ásperas sábanas blancas mientras los muelles de hierro de la cama protestaban con chirridos. Alice se puso de lado en posición fetal cerrando los ojos; esperando que las dulces alas de Morfeo la envolvieran en su sueño profundo
...
Se despertó con los cuatro golpes en la puerta de la supervisora como cada mañana. Se levantó de la cama entre bostezos. Cogió su pequeño neceser saliendo de la habitación, mientras se dirigía a los baños del fondo del pasillo. Como cada día risas y comentarios de sus compañeras envolvieron el baño. Alice se dirigió hasta uno de los grifos desocupados lavándose los dientes. Se aclaró la boca con agua y seguidamente se refrescó el rostro. Cogió el cepillo para el pelo y se peinó con rapidez su larga melena castaña y ondulada más abajo de sus hombros. Guardó los cepillos y la pasta de dientes y volvió a su habitación sin decir palabra ni mirar a nadie. Se vistió con rapidez con el uniforme de cada día y salió de la habitación cerrando con llave. Bajó las escaleras para dirigirse al comedor. Esperó su turno para que le dieran el almuerzo como cada comida, y se sentó en la misma silla de siempre.
Observó las tostadas para untar con mantequilla o mermelada y el gran tazón de leche. Cogió una tostada sin ponerle nada encima y la empezó a mordisquear distraidamente. De repente, empezó a notar como si alguien no le quitase los ojos de encima. Aunque sabía que era imposible. Negó con la cabeza. Recorrió con la mirada a su derecha sus compañeras que extrañamente casi no se las oía. No dejaban de cuchichear, soltar risitas y mirar la mesa de enfrente de los chicos. Alice miró en la misma dirección de ellas sin comprender nada.
Se quedó paralizada. En una esquina de la mesa estaban sentados tres chicos que nunca antes había visto. Todos ellos con la piel muy pálida; como si nunca antes le hubiera tocado el sol. Sus rostros eran de rasgos delicados pero duros y fríos; dos sonreían abiertamente mientras no dejaban de hablar animadamente, uno era pelirrojo con el pelo corto por la nuca y desfilado, levantado con gomina hacia arriba como la moda actual y los ojos verdes y vivaces; el que hablaba con él era rubio, un rubio casi blanco, con el mismo peinado que el anterior pero el flequillo lo llevaba ligeramente de lado y los ojos azules cristalinos. El que estaba a la derecha de ellos se mantenía inexpresivo. Su pelo era negro como la noche, y rebelde, desfilado en todas direcciones cayéndole ligeros mechones por la frente y corto por la nuca. Los labios eran finos y también pálidos, ahora rectos y serios. Sus ojos eran tan o más oscuros que su pelo y estaban fijos en su dirección. Se giró pensando que había alguien detrás de ella, era imposible que la mirara; nadie lo hacia tan fijamente; solo con desprecio o ignorancia. Pero la miraba a ella. Fijamente. Notó una extraña sensación subiendo por la boca de su estomago. Se horrorizó. ¿Que le ocurría? Sintió un súbito rubor cubrirle las pálidas mejillas; expandiéndose por todo su cuerpo, envolviéndola en una dulce calidez. Nunca se había sentido así. Apartó la mirada nerviosamente, dirigiéndola otra vez a su plato; dejando la tostada ligeramente mordisqueada otra vez en él, incapaz de comer más. Se levantó con rapidez de la silla, haciendo ruido al arrastrar las gastadas patas de esta contra el suelo. Todos se volvieron hacia ella, incluyendo a los dos que poco antes estaban hablando animadamente; haciendo gemir a Alice de frustración. Salió con rapidez de la sala, notando todos los ojos de sus compañeros y compañeras clavados en ella. Corrió hasta su habitación mientras, sacando la llave de su bolsillo, pudo ver como las manos le temblaban, al igual que todo su cuerpo. ¿Como podía ocurrirle esto tan solo con un vulgar chico?
Consiguió abrir la puerta mientras entraba con rapidez y la cerraba detrás de si. Intentó tranquilizar su acelerada respiración apoyando su espalda detrás de la puerta. Se dejó caer en la cama hundiendo el rostro en la dura almohada. Giró la cabeza hacia la derecha respirando entrecortadamente; acostumbrando sus ojos a la tenue luz de la mañana que iluminaba levemente la habitación. Abrió los ojos como platos. La cama de su derecha estaba hecha. Al igual que las dos camas que habían nuevas; con un baúl lleno a los pies de cada cama. Se levantó lentamente; paso a paso, hasta llegar delante de una de ellas. Observó las mismas sabanas blancas que utilizaba ella. Limpias y listas para ser usadas. Su mirada se desvió hacia el viejo baúl de madera a los pies de esta. No debía hacerlo. Pero nadie la había avisado de unas nuevas compañeras. Tenia el derecho...¿no?
Antes de que pudiera tomar una decisión, oyó como la puerta se abría con un leve chirrido. Se giró asustada; sin oír ningún paso que delatara la presencia de alguien. Abrió los ojos desmesuradamente, notando como las piernas, a duras penas la sostenían. Cerró y abrió los labios, incapaz de pronunciar palabra. Tres pares de ojos estaban fijos en ella. En su habitación. Alice observó los mismos ojos oscuros y penetrantes que poco antes la miraban al igual que ahora y decidió observarlo detenidamente, al igual que sus dos compañeros. Los tres eran muy altos. Debía de llegarles hasta los hombros. Observó los pálidos rostros de cada uno,y el de los ojos oscuros, como antes inexpresivo.
- ¿ Tu debes de ser Alice Madison no?- dijo el chico pelirrojo felizmente acercándose un paso hacia ella-
Ella retrocedió al mismo tiempo dándose cuenta del leve acento extranjero; extendiendo la C más de lo normal. Siguió sin abrir la boca observándolo.
- ¿Esta debe de ser tu habitación no?- siguió mientras mantenía los ojos fijos en ella divertido-
Alice asintió mecánicamente.
- Bien- sonrió mostrando su perfecta y blanca dentadura-porque a partir de hoy somos tus nuevos compañeros de habitación- exclamó emocionado-
Alice desvió la mirada de sus perfectos dientes y magnifica sonrisa. ¿Nuevos compañeros de habitación? ¿Ellos? Gimió aterrorizada. Vio como una de las perfectas cejas del chico pelirrojo y el chico rubio se arqueaban. Encima había gemido en voz alta. Era peor que una película de terror, aún que ahora que lo pensaba, no veía ninguna desde hacía mucho tiempo.
- Me parece que no hemos sido presentados formalmente- prosiguió el chico pelirrojo sin darle importancia- Me llamo Andrew- sonrió aún mas, acercándose a ella hasta dejar pocos centímetros de distancia, dándole un beso en la mejilla derecha-
Alice trastabilló hasta quedar sentada encima del baúl sintiéndose aturdida y desconcertada.
-Pues si que hueles bien- soltó una risita-
Alice pudo ver como los ojos del chico del pelo oscuro lanzaban a Andrew una mirada de advertencia. El chico rubio negó con la cabeza poniendo los ojos en blanco.
- Él es Christopher- dijo señalando al chico rubio mientras este inclinaba la cabeza como saludo sonriendo-y él es Drake- señaló al chico de pelo oscuro con un movimiento de cabeza-
Alice desvió los ojos hacia el oscuro personaje, el más corpulento y oscuro de todos; que mantenía su rostro inexpresivo mirándola con sus ojos penetrantes. Notó como la cabeza le empezaba a dar vueltas y todo su alrededor se tornaba borroso. Antes de caer al suelo notó como unos brazos la sostenían.
