Disclaimer: Digimon no me pertenece. Este fic está dedicado a Ahiru-san por su cumpleaños, ¡felicidades!
La historia la cuenta Miyako, está dividido en escenas. Y, por si alguien lo ha pensado, no me he equivocado en ninguna letra del título.
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Azur
1.
A veces la vida te sorprende. Pasan cosas que no esperabas con las personas que menos imaginabas. A mí me pasó, de un día para otro todo cambió y me vi envuelta en algo que no habría ni soñado. Quizás eso haga que sea más especial todavía.
El momento que lo propició fue como otro cualquiera. Habíamos quedado todos para ir al cine, lo cual era algo raro porque siempre solía faltar alguien. Tuve que ayudar en la tienda de mis padres así que me quedé más rato de lo que pretendía. Como llegaba tarde, llamé a Hikari para avisarla y que fueran entrando sin mí, me dijo dónde estaban sus asientos para que comprara una entrada cercana.
Cuando llegué al cine, con carreras y sudores, la película estaba casi empezando. Me metí en la sala y busqué con la mirada a mis amigos. No me extrañó que hubieran tenido que sentarse en dos filas, una delante de la otra, porque somos muchos. Lo que sí me exasperó fue ver que mis queridas amigas (a las que adoro pero a veces mataría) no se habían acordado de guardarme sitio junto a ellas. Así que la única butaca libre estaba en la fila de delante, en la esquina. Y, lo peor de todo, junto a Jou.
No quiero ser malinterpretada, él no me caía mal. No era eso. El problema estaba en que pocas veces había hablado con ese chico tan estudioso. Menos aún solos.
Me senté a su lado y le dirigí una sonrisa algo incómoda. Pero él me devolvió el gesto con sinceridad, lo que me relajó un poco. Miré por encima de mi hombro y vi que Mimi me saludaba con los brazos en alto, lo que hizo que Koushiro la detuviera ante las quejas de los de atrás. Sora estaba ocupada hablando con Taichi en voz baja. Hikari fue quien se dio cuenta de la situación y me dirigió una mirada de disculpa, pero se olvidó pronto de mí cuando Takeru le dijo algo al oído.
No podía reprocharles nada, cada una estaba ocupada con "su chico" aunque ninguna reconocía que lo eran. Daisuke me gritó que era una tardona, le contesté que él no era quién para decirlo. Ken nos mandó callar antes de que el resto de la gente se quejase.
La película empezó y yo me repantigué en mi asiento, nunca he servido para estar en una postura mucho tiempo. Mis tripas eligieron el momento en el que todo se quedaba en silencio para sonar ruidosamente. Me sonrojé ante la ligera risa de Yamato, que estaba al lado de Jou.
Un bol de palomitas apareció delante de mi cara y yo me sorprendí.
―Come si quieres, son muchas para mí solo ―me susurró Jou sonriendo.
Mientras cogía con torpeza un puñado no pude apartar mis ojos de él. Se volvió hacia la pantalla y sonrió por algo que vio en ella. En mi mente aparecieron las palabras que siempre decía mi hermana Chizuru: "Si un chico te da comida es que le gustas, ellos nunca desperdician ni un bocado sin una buena razón".
Eran tonterías, eso me dije. Chizu siempre dice cosas como esa, tiene su propia forma de ver la vida. A veces acierta, otras no tiene coherencia alguna. Y me dije que era una de esas situaciones.
Miré con disimulo hacia atrás y vi a Tai robándole palomitas a Sora. Bueno, él no es un buen ejemplo, a glotón solo le gana Daisuke. Aunque podía tomármelo como una prueba, sabía que a él le gustaba ella.
Entonces terminó de detonarse la situación cotidiana que llevó a todo lo que me sucedió después. Porque Jou clavó sus ojos en mí. Noté que me miraba de arriba a abajo y no pude evitar devolverle la mirada. Sonrió y se sonrojó, antes de volver a prestar atención a la película.
Pero el daño estaba hecho. Lo había descubierto. ¡Yo le gustaba a Jou!
2.
Me tiré en el sofá boca abajo, dejando caer mi cabeza por el borde y mirando la tele del revés.
―Estás arrastrando el pelo por el suelo ―me dijo mi hermano Mantarou.
―Hola a ti también ―refunfuñé mientras cogía mi larga melena.
―Ya te he saludado en el desayuno.
―¿Y qué? Han pasado muchas horas y acabas de llegar a casa. Luego la maleducada soy yo.
Puso los ojos en blanco y se marchó. Yo sentí ganas de hacer el infantil gesto de sacarle la lengua, pero hacía ya tiempo que había superado esa fase. Mi teléfono sonó y lo cogí con entusiasmo, pero me desinflé por completo al leer el mensaje. Hikari, por fin, había quedado a solas con Takeru. Su primera cita oficial.
Mimi no me respondía y Sora había ido a jugar al fútbol con Taichi y los demás, así que estaba claro que iba a aburrirme esa tarde. No me quedaba otra opción que recurrir a mi comodín contra la soledad. Un par de minutos más tarde ya estaba llamando al timbre de casa de los Hida.
Iori me abrió con una sonrisa y me invitó a pasar. Para no sentirme tan convenida, porque solo iba a verle cuando no tenía otra cosa que hacer, le llevé algunos dulces de la tienda. Aunque sabía que la mayoría acabaría comiéndomelos yo, como siempre.
Comencé a soltar un monólogo acerca de una exposición científica a la que me apetecía ir, pero me interrumpí al entrar en su habitación.
Koushiro, con gesto de concentración, intentaba arreglar el ordenador de Iori. Y a su lado, con varios libros de nuestro amigo más joven, estaba Jou.
Me sonrió al verme y yo me sonrojé ligeramente.
Resultaba que el mayor había estado ayudando a Iori con una asignatura que ya no recuerdo, y Kou se sumó al rato de estudio mientras revisaba el portátil. Siempre todos lo explotábamos un poco en ese aspecto. Los encontré cuando ya estaban terminando la tarea, porque Iori tenía entrenamiento de kendo un rato más tarde.
Les ofrecí los dulces pero los tres se negaron educadamente. Estaba con las tres personas más correctas que conocía, me sentía una bruta mientras devoraba la comida y me sentaba de cualquier manera en el suelo. Sus espaldas rectas y rodillas alineadas me parecieron insultantes, aunque no cambié de postura.
―Koushiro, no sé si te has enterado de la exposición científica que hay aquí cerca ―dije―. Creo que es bastante original, usan los sonidos o algo así... ¿Vienes conmigo?
―Lo siento, no puedo ―se disculpó―. He quedado con Mimi. ―Ante nuestros gestos se apresuró a explicarse, después de que se tiñeran de rojo hasta sus orejas―. Es que tiene que comprar un regalo para su madre y me ha pedido que la acompañe a una tienda que está bastante lejos. Bueno, sé que se quiere también comprar algo y de paso convencerme para que me compre alguna ropa que me elija ella. No soy tonto.
Iori sonrió levemente. A veces pensaba que, aunque era el más pequeño, entendía cosas antes que los demás. Lo sigo pensando.
Yo suspiré desencantada, me apetecía ver la exposición pero no quería ir sola. Las chicas estaban todas ocupadas y no sabía de nadie a quien pudiera gustarle aquello.
―Yo te acompaño si quieres, suena interesante ―me dijo Jou―. Además ya hemos acabado.
Lo miré atentamente mientras asentía. Su sonrisa fue muy grande, pensé que demasiado para el contexto. Aunque claro, para él aquello debía ser fantástico. ¡Iba a pasar la tarde a solas con la chica que le gustaba! Me sentí halagada al pensar que yo sería la causa de su buen día.
Mientras caminábamos por la calle me sentía rara. Era como si aquello fuera una cita sin haber sido propuesta por ninguno de los dos. Curioso, porque solía ir a solas con Koushiro o Iori y nunca me sentía de esa manera. Pero, claro, la diferencia estaba en quién me acompañaba.
Jou se colocó bien las gafas en el puente de la nariz, con la vista fija al frente y la mente tal vez muy lejos. Seguramente estaba muy emocionado e intentaba disimularlo. Me dio algo de pena, sabía bien lo que era que te guste alguien y tener que fingir que no.
Llegamos al lugar en seguida, la verdad es que era bastante más amplio de lo que esperaba.
―¿De qué habías dicho que era la exposición? ―me preguntó.
Vaya, había aceptado venir sin siquiera recordar de qué trataba la cosa. Una razón más para pensar que estaba colado por mí.
―De sonidos, no sé muy bien de qué tipo.
―Ah, es cierto, lo pone en ese cartel ―dijo señalando a la pared de la derecha―. Es que he visto en otro algo de la nariz y pensaba que igual nos habíamos equivocado de sitio.
Me había precipitado en mis deducciones. Bueno, eso no significaba nada, podía estar de todas maneras loco por mí.
Le dediqué una sonrisa, que pretendía que fuera agradable aunque creo que me salió demasiado coqueta, y caminé hacia el principio de la exposición. Él me siguió para que no le dejara atrás sin dejar de mirar a su alrededor, estaba claro que era la primera vez que iba a un sitio así.
Nos acercamos a una mujer que esperaba en una esquina para que nos diera un papel sobre lo que podíamos encontrar allí. Lo ojeamos y nos pareció bastante curioso todo, así que sin más tardar empezamos a recorrer el lugar.
Nos pusimos unos grandes cascos que colgaban de la pared y no pude evitar quitármelos rápidamente por el susto que me llevé. Un fuerte rugido de león me había perforado los oídos.
―Has leído en el folleto qué era esto, no sé por qué te sorprendes ―me dijo entre risas mientras me volvía a poner los cascos.
―Es que no esperaba que estuviera tan alto.
―¡¿Qué?! ―Vi más que escuché que preguntó.
―¡Que está muy alto!
Jou se echó a reír de nuevo por mi grito, porque se acababa de quitar los auriculares. Varias personas se volvieron a mirarme y yo bajé la cabeza avergonzada. Él me dio unas palmadas en el hombro, como para consolarme. Seguramente el contacto para él había sido algo muy especial.
El resto de la exposición nos sorprendió mucho. Pudimos escuchar el oleaje fuerte que hay a veces en el Caribe, el viento soplando en los Alpes y la lluvia cayendo en el Amazonas. Me llamó mucho la atención el sonido de un volcán al entrar en erupción, era extraño porque yo lo hubiera imaginado de otra manera, más potente supongo. Pero, lo que más me gustó con diferencia, fue oír el latido del corazón de un feto en el útero de su madre.
Mi amigo también pareció encandilado por aquel sonido tan especial. Pasamos largos minutos allí, imaginando al bebé nonato y a su madre con la barriga muy hinchada. Era la primera vez que era consciente de la belleza de algo así, de lo bonito que era el llamado "milagro de la vida".
Cuando por fin nos quitamos los cascos vimos que habíamos formado una cola. Nos disculpamos y salimos de allí.
―Es raro, pero me siento más en paz que en toda mi vida ―dijo Jou.
―Yo también, ha sido una cosa maravillosa, gracias por acompañarme.
Él sonrió por mis palabras y le devolví el gesto. Se empeñó en acompañarme a casa aunque le dije que no hacía falta, tenía que dar un gran rodeo para ello. Caminamos charlando acerca de la exposición y me sorprendí de poder hablar tan tranquilamente con él, cuando pocos días antes había estado incómoda por sentarme a su lado en el cine. La de vueltas que da la vida.
Y no tenía ni idea de la verdad de esas palabras, no todavía.
Jou miró el folleto, que se había llevado de recuerdo, y encontró explicación a eso de la nariz que me había dicho al entrar. Al parecer había otra exposición al día siguiente, y otra más después. Una de ella de olores, otra del espacio.
―¿Quieres que vayamos mañana otra vez? ―me preguntó con cierta timidez.
―¿No estás ocupado? No quiero que lo veas como un compromiso... ―En realidad me moría de ganas de ir, lo había pasado muy bien y seguro que las demás exposiciones también eran muy interesantes.
―No te preocupes, no te lo diría si no pudiera. ¿Te apetece?
Intenté hacerme la interesante y fingí que pensaba si tenía algo que hacer. Al final accedí.
Sonrió de oreja a oreja. El gesto se me contagió. Una sonrisa demasiado grande, tal vez.
3.
Estaba un poco nerviosa. Bueno, vale, estaba muy nerviosa. Y no sabía la razón.
Saqué mucha ropa del armario y me probé varias cosas, pero nada me convencía. Me sentía tonta por estar así. La cuestión estaba en que ese día haber quedado con Jou parecía cada vez más una cita. Estaba en el aire el olor a cita, en el color de mis paredes, en el sabor del zumo que había bebido hacía un rato. Como si todo supiera que aquello era una cita menos yo.
¡Pero no era tan tonta! ¡Claro que no! Me había dado cuenta, aunque tarde.
Después me venían dudas. La primera y más importante era si él también lo veía como una cita, aunque seguro que sí y no quería hacerse ilusiones. Y no debía hacérselas... ¿verdad? Ya no sabía ni qué pensar.
Mi teléfono sonó y vi un mensaje de Mimi, disculpándose por no haber contestado el día anterior. Me preguntó si me apetecía hacer algo pero le contesté que estaba ocupada. En parte era cierto.
Al final me puse lo primero que me había probado, de relajantes tonos tierra para que el ambiente no se enrareciera y ambos estuviéramos tranquilos. Bajé corriendo al portal, llegaba diez minutos tarde al lugar donde habíamos quedado. Salí tan rápido por la puerta del edificio que no vi que había alguien parado en ella y me choqué bastante fuerte. El tambaleo hizo que tropezase con mis propios pies, pero alguien me agarró del brazo.
―Deberías tener más cuidado, podrías hacerte daño, Miya ―me dijo Jou riendo.
Me sonrojé. Últimamente me pasaba mucho. No sabía si era por la vergüenza, por el susto o por su sonrisa. Esperaba que no fuera por lo último.
―Sí, soy muy despistada ―respondí riendo con nerviosismo―. Bueno, ¿nos vamos?
Él asintió con la cabeza. No le pregunté por qué al final había venido a buscarme a mi casa porque me gustó demasiado el gesto y no quería acabar diciéndoselo. Pensé que si alguien de mi familia me veía iba a creer que estaba en una cita.
Cita. Cita. Cita. La palabra hacía un extraño eco en mi cabeza cuando la pensaba. La pensé tantas veces que dejó de tener sentido. Y me sentí mejor cuando fue así.
Llegamos al lugar y vimos que estaba la exposición de los olores. La misma mujer del día anterior nos dio un folleto. Me pregunté si pensaría que éramos pareja y volví a ponerme nerviosa, pero se me pasó en seguida cuando entramos. Porque si lo de los sonidos había sido original, aquello no se quedaba atrás.
La sección de olores de comidas nos dio hambre a los dos, notaba cómo la boca se me hacía agua con el olor del desayuno. La parte de los malos olores hizo que se me pasase el apetito y nos reímos mucho por las caras que poníamos, no fue agradable pero hacía mucho que no me divertía tanto, incluso competimos a ver quién aguantaba más con la peste de huevos en mal estado. Perdí yo, pero eso no hace falta recordarlo.
Mis favoritos fueron el olor a mar y a playa, que curiosamente eran diferentes aunque siempre pensé que eran el mismo. Era extraño que pareciera verano solo con poder olfatear aquello.
Cuando llegamos a la parte de las plantas me entretuve con las flores. Entonces vi un brillo nostálgico en los ojos de Jou. Olió a fondo un árbol y yo lo miré con curiosidad.
―Me recuerda a mi infancia ―me dijo sonriendo, siempre me sonreía―. El jardín de mis abuelos había mucha vegetación y entre ella un árbol como este. Recuerdo que una vez mis hermanos pensaron que sería divertido contarme que por las noches un extraño animal se colgaba de las ramas. Salí de madrugada durante varios días, con un bate en una mano y un teléfono en la otra. No podía dormir temiendo a aquel bicho imaginario.
Me reí, entendía lo que quería decirme con aquella anécdota.
―Yo también soy la pequeña de varios hermanos. Y lo peor es que dos son chicas, que tienen más mala idea. Solían decirme que jugáramos al escondite y siempre me tocaba quedármela. Entonces abrían la puerta de casa y se marchaban al parque, dejándome durante horas buscando. Cuando volvían se reían un rato de mí y al de un tiempo lo olvidaba y volvía a pasar. Sé que no lo hacían con maldad pero eran un poco crueles.
―Creo que es una ley universal. Todos los hermanos mayores tienen que hacer alguna gamberrada a los pequeños.
Nos reímos. Notaba algo raro en el pecho, como si el corazón se me hinchara. Me sentía bien hablando con él de aquello, como si empezáramos a conocernos mejor, como si alguien me comprendiera.
Cuando me acompañó a mi casa me pasé todo el camino pensando que estaba más guapo que de costumbre. Más alto, con un brillo especial en los ojos y el pelo. Con una nariz muy bonita.
Le di un beso en la mejilla y me metí corriendo al portal después de decirle que quedábamos a la misma hora al día siguiente. Me moría de ganas.
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¡Feliz cumpleaños, Ahiru! Espero que te guste mi regalo y disfrutes mucho de tu día.
Iba a ser de un solo capítulo y lo escribí como tal pero era muy largo y he decidido dividirlo en tres partes, así que pronto tendrás la siguiente.
