La primera fiesta del año en el instituto y a los muy hijos de sus madres se les ocurrió que sea de disfraces. A Stiles no le gustaba la idea. Claro, a menos que consiguiera un traje de Batman. Si lo conseguía, quizás sería divertido. No, no, definitivamente sería genial.
Él, Scott, Allison y Lydia fueron a una tienda que quedaba cerca del instituto a conseguir sus respectivos disfraces. Cuando entraron a la tienda, un espeso olor a inciensos los atacó, haciendo que todos tosieran desesperadamente.
– ¿Qué necesitan, pequeños? – preguntó una mujer de aspecto extranjero.
– Umh, disfraces – dijo Stiles, aun intentando encontrar aire puro.
– Eso supuse – respondió ella, riendo.
– Tendremos una fiesta en el instituto – explicó Scott.
– Ah, sí, varios otros niños han venido por esa fiesta, y otros no tan niños.
Lydia, tan avispada como siempre, ya estaba curioseando entre los trajes. Agarró un traje de bailarina árabe muy sexy de color turquesa que lucía bien con el color de su pelo. Allison agarró a Scott de la mano y lo jaló a un par de trajes que había en un rincón. Eran de piratas. Stiles supuso que irían vestidos a juego.
Buscó a Lydia con la mirada y solo la encontró cuando, cinco minutos después, apareció por una cortina en la parte más lejana de la tienda, con el traje ya puesto y modelando frente a un espejo. Ni siquiera Scott pudo evitar notar lo guapa que se veía.
– Llamarás la atención, eh – dijo, dándole una mirada a todo su cuerpo.
Allison le dio un fuerte codazo en las costillas. Lydia miró a Stiles para que le diera su opinión.
– ¿Stiles? – me llamó.
– ¿Qué? – respondió, buscando entre la ropa con la mirada.
– ¿Cómo se me ve?
– Lindo – dijo sin mirarla.
No fue exactamente la respuesta que ella esperaba, se le notó en la cara, pero no hizo comentario alguno. Para alivianar la tensión, Stiles se fue en busca de su traje.
Debió de haber pasado más de media hora buscando, porque cuando volvió a donde habían empezado todos ya tenían los suyos en las manos.
– ¿No has encontrado ninguno que te haya gustado, cariño? – preguntó la señora.
– No – dijo Stiles –. ¿No tiene uno de Batman?
– ¡Oh! Debiste haberme preguntado antes. No, un muchacho vino y se lo llevó ayer.
– ¿QUÉ? – gritó Stiles, asustando a la señora.
– Hey, Stiles, relájate, de seguro hay uno de Robin – dijo Scott, en un pobre y realmente patético intento de entendimiento.
– Me has ofendido profundamente, lobito – replicó Stiles, con un gesto de princesa dramática.
Terminó por llevarse el de Robin porque era lo más aceptable que había. Aun así refunfuñó durante todo el camino. La fiesta sería aquél mismo sábado y estaban a solo cuatro días.
Durante las prácticas de Lacrosse, Scott se acercó a Stiles junto con Isaac. Lo quedaron mirando, sin decir nada.
– Sé que me aman, pero traten de disimularlo – comentó Stiles, quitándose la sudadera.
– Ni que fueras Brad Pitt – le devolvió Isaac.
– Muchachos, DiCaprio está mejor – señaló Danny desde su casillero con una risa picarona, agarrando sus cosas y saliendo del lugar.
– Aun no entiendo por qué ese chico no se siente atraído por mí…
– Stiles, concéntrate – interrumpió Isaac.
– Hablé con Derek ayer – comenzó a contar Scott –, dijo que habría un ataque durante la fiesta. Al parecer hay un nuevo hombre lobo acá en el instituto.
– ¿Quién es?
– Si lo supiéramos, yo ni siquiera iría – respondió Isaac, tajante.
– Entonces tendremos que vigilar – dijo Stiles, en forma de afirmación.
– Exacto –dijo Scott.
– Y Derek también vendrá. Ocultará su rostro, obviamente – apuntó Isaac.
– ¿De qué se disfrazará? – preguntó Stiles, intentando imaginarlo de alguna manera. Lo único que logró es verlo disfrazado de Santa Claus, vaya uno a saber por qué.
Scott e Isaac se dieron una mirada significativa y luego se encogieron de hombros. Stiles detestaba cuando no le decían las cosas. Antes de que pudiera protestar, los chicos le dijeron a coro:
– Ya lo vas a ver.
El sábado llegó más rápido de lo que todos esperaban. Más rápido de lo que todos querían. Excepto Lydia, ella estaba ansiosa por lucir su nuevo traje. Si hubiera podido, hubiese usado el traje incluso durante las clases. En realidad, lo único que la detuvo fue que Allison decidió guardarlo para evitar que ella lo usara antes.
Los panfletos andaban por todos lados. Los decorativos en cada rincón. Abrumante.
Y el sábado en la noche llegó y Stiles pasó a recoger a los chicos. Matando todo el romanticismo, pasó a recoger primero a Allison y luego a Scott, en ese coche tan poco elegante que tanto amaba. Ambos se sentaron atrás, por supuesto. Cuando pasó a por Isaac éste prefirió sentarse junto a Stiles para dejar en paz al par de enamorados en la parte de atrás.
Si Stiles pensó que su traje de Robin, con el bizarro calzoncillo sobre las calzas, era algo ridículo, eso se esfumó en cuento vio el de Isaac. Iba vestido de Winnie the Pooh. Era como uno de esos pijamas enteros con capucha con orejas, sin olvidar la remera roja encima. Stiles comenzó a reír sin parar, al igual que Scott y Allison. Era impresionante lo gracioso que se veía. Los ojos de Stiles se llenaron de lágrimas y comenzaron a caer. A Allison le comenzó a faltar el aire.
– Divertido eh. Hilarante – dijo enojado Isaac, lo cual lo hizo ver aún más gracioso. Un gran oso amarillo refunfuñante.
Solo un par de minutos después, vieron a una figura negra acercarse desde la puerta del edificio en donde vivía la manada. Por la forma del cuerpo, era obvio que era Derek. Esos brazos tan anchos solo podían ser de él.
Stiles se sorprendió mirando sus brazos.
Cuando Derek se acercó más al coche y las luces lo iluminaron, todas las miradas se dirigieron a Stiles. Él llevaba el traje de Batman. Él llevaba el traje que Stiles había querido y buscado tanto.
– Tú – lo apuntó con el dedo.
Derek abrió la puerta de atrás y se sentó junto a Scott, sonriéndole a Stiles. Bueno, más que sonrisa era una mueca de burla, pero Stiles lo vio como sonrisa. Un momento, ¿Stiles estaba pensando en su sonrisa?
– Yo busqué ese traje – lo reprendió Stiles, con voz de niño pequeño, evitando mirarlo.
– Se me ve mejor a mí.
– Es hora de irnos o llegaremos tarde – interrumpió Allison.
Stiles había querido decir algo, pero no pudo. Era cierto que se le veía mejor a él.
¿Es que acaso Stiles tenía una debilidad con los trajes de súper héroes? Así parecía. O quizás solo era con Batman. O quizás era el hecho de que Derek lo llevara puesto…
No, no pensarás en eso ahora, se reprendió.
Una semana atrás, luego de que tuviera que quedarse en el edificio abandonado con Derek durante tres noches por un plan que desgraciadamente él mismo había tenido, había descubierto que ese macho recio le había llamado la atención. Bueno, "llamar la atención" era una manera de decirlo. Derek, mientras tomaba una ducha, había dejado la puerta del baño abierta y Stiles pasó por accidente por afuera y, sin querer, lo había visto. Luego de eso, cada vez que Derek pasaba cerca de él o lo miraba o le dirigía la palabra, incluso cuando era para insultarlo, se sonrojaba como un tomate. Lo peor era que parecía que Derek sabía lo de la ducha, porque él también evitaba pasar a su lado, evitaba mirarlo y le dirigía la palabra poco y nada. Y luego vino lo del sueño. Había soñado con Derek. Había soñado que le daba un beso. Nada apasionante, pero sí muy tierno. Y a Stiles le había gustado. Mucho. Y, de alguna manera, Derek parecía haber adivinado lo que había soñado Stiles porque cada vez que pillaba a Stiles mirándole de reojo él contenía una sonrisa, solo notándose en la comisura de sus labios. Y esas sonrisas no ayudaban en lo absoluto. Y el que Stiles mirara tanto sus labios tampoco.
– ¡Stiles! ¿Planeas conducir o qué? – lo llamó Allison.
– Oh, sí, sí, claro – dijo, sacudiendo la cabeza y acelerando.
Echó un vistazo por el retrovisor y ahí estaba Derek, mirándole. Hubiese pasado como algo normal, quizás Derek pudo haber querido darle alguna indicación para estacionarse o algo, pero el gesto que él hizo fue lo que le sorprendió: cuando sus miradas se encontrar por el espejo, Derek giró rápidamente la cabeza. Stiles pensó que quizás era su imaginación…
– Te pasaste un rojo – lo regañó Allison.
– Oh, lo siento – solo pudo decir.
– ¿Estás bien, Stiles? – le preguntó Scott.
Solo asintió con la cabeza en respuesta, dispuesto a no mirar de nuevo por el retrovisor.
Cuando estacionó y se bajó, procuró ir varios pasos más atrás de todos. Se reunieron con Lydia en la entrada y luego todos se metieron bajo las luces de la fiesta.
Stiles no se podía imaginar quién podía llegar a ser el nuevo hombre lobo, por lo que andaba muy paranoico. Era eso o era que sentía una mirada a su espalda todo el tiempo. Se dio la vuelta varias veces, pero no vio a nadie. Quizás con un poco de ponche me relaje.
Fue a la fuente y se sirvió, verificando que no tenía las florcitas mágicas de Lydia. Aun no superaba lo que había visto aquella vez. Se bebió todo el vaso de un sorbo. Volvió a servirse.
– Estás raro. Digo, más de lo normal – dijo una voz a su lado. Stiles saltó tan alto que juraba haber sentido el techo en su cabeza.
– MIERDA, ISAAC. ME HAZ SACADO LAS TRIPAS POR LA BOCA – gritó por sobre la música, más alto de lo que era necesario.
– ¿Ves? A eso me refiero. Estás raro desde hace dos semanas atrás eh. Y vaya que se ha notado la diferencia, si hasta puedo contar los días – continuó Isaac, sirviéndose ponche.
– No sabía que tu obsesión por mí llegara a tanto.
– Idiota.
Siguieron bebiendo ponche. Stiles ya iba por el quinto vaso cuando se dio cuenta que al parecer algún estudiante travieso le había echado algo más que frutas al brebaje. Su cabeza comenzó a dar vueltas.
– ¿Es mi idea o esta cosa tiene algo más que los ingredientes normales? – preguntó a Isaac.
– Sí, parece que sí. Pero a mí no me afecta, sabes… – miró a Stiles y una sonrisa se extendió por su cara –. Scott dijo que eras un borracho divertido.
– Borracha tu hermana.
Stiles se dirigió hace la salida. Si no encontraba aire fresco pronto, vomitaría.
Estaba por llegar a la salida cuando vio algo entre los estudiantes. Unos ojos amarillos mirándolo. Unos colmillos asomándose… Oh, oh.
No estaba pensando con claridad, así que salió casi trotando del lugar. Porque, claro, salir a un aparcamiento abandonado cuando un hombre lobo te persigue es la mejor idea que puedes tener. Bueno, no estaba completamente desierto, había unas cuantas parejas repartidas por todos lados. Otra idea brillante cruzó su mente: ¿por qué no ir a la cancha en donde juagaba Lacrosse? Ni siquiera lo pensó dos veces y se fue para allá, zigzagueando. Por qué lo hizo, vaya uno a saber, ni siquiera él lo entendía.
Sinceramente, Stiles estaba empezando a pensar que habían sido mucho más que solo cinco vasos de ponche.
Cuando llegó a la cancha, miró hacia atrás. No había nadie allí. Se encogió de hombros y caminó hacia las gradas. Se sentó, y luego se echó sobre ellas, con la mejilla pegada a la madera y el antifaz corrido. Lo de beber no era lo suyo.
– Interesante… – escuchó una voz masculina, espeluznantemente cerca. ¿Cómo es que no lo había escuchado acercarse? – No puedo atacar allí adentro, pero una víctima ha salido a buscarme.
– A menos que seas una muchacha sexy con cabello rojo, pues, no estoy muy interesado en quedarme aquí contigo – dijo Stiles, parándose para marcharse. Sintió como una mano en su hombro por atrás lo hacía sentarse de nuevo.
– Oh, ni creas que podrás irte.
Stiles se giró y lo vio. Sus ojos amarillos le sonrieron con malicia.
– No creo que sea tu tipo… – dijo Stiles, intentando pararse de nuevo. Otra vez, la mano, ya hecha garra, lo detuvo.
– Cállate de una vez.
Stiles tragó sonoramente y comenzó a idear algún plan de escape, pero las posibilidades estaban en su contra. Primero: el hombre lobo era más rápido. Segundo: el hombre lobo tenía garras para matarlo más rápido de lo que podría gritar. Y tercero: estaba tan mareado que probablemente comenzaría a correr en círculos y ni siquiera se daría cuenta. Mierda, no vuelvo a tomar, en la vida.
Y pensar que todos estaban buscando a ese tipo allá adentro. Y lo único que encontrarían sería luego su cuerpo en el medio del campo de juego. Genial.
– En realidad, no me esperaba tener tanta suerte – comenzó él –. La idea de venir acá era el asesinar a algún niñito cualquiera para enfurecer a Scott, pero resulta que ahora tengo a su mejor amigo. Esto sí que lo hará enojar.
– Scott no me quiere tanto como piensas. En realidad, él me odia en secreto, todos lo saben – replicó Stiles, tragando nerviosamente.
– Vamos a ver qué tanto llora en tu funeral…
Y un golpe se llevó al hombre lobo lejos. Stiles no alcanzó a ver a nadie en un principio, pero luego, unos metros más allá, divisó a dos personas. O, mejor dicho, vio a un hombre lobo peleando con… ¿Batman? Era Derek. ¿Cómo había adivinado Derek en donde estaban?
Hubo mucha sangre en la pelea, pero Stiles no pudo ver mucho más porque se le nubló la vista. Pensó que era la sangre que se estaba derramando lo que le estaba mareando, eso y el ponche, pero su hombro comenzó a doler, justo en donde había tenido la garra del tipo un momento antes.
Se desmayó.
Ni siquiera supo cómo ni cuándo fue, pero de repente había alguien cerca de él intentando despertarlo. Su cabeza dolía horriblemente, pero más le dolía su hombro. Oh, demonios, le dolía mucho. Intentó moverse, pero una mano sobre el pecho lo detuvo. Escuchó varias cosas que le decía la persona, pero no podía entender realmente nada de lo que decía. Intentó enfocarse con todas sus fuerzas. Enfócate, Stiles, vamos, enfócate.
– ¿Stiles? ¿Me oyes? – le preguntaba la voz, que pronto se transformó en una que sí conocía. Era Batman. No, digo, era Derek.
– ¿Qué? – preguntó a media voz.
– Stiles, despierta, por favor – le decía él con desesperación.
– Estoy bien – dijo Stiles con voz cansada.
– Abre los ojos – insistió, sacudiéndole levemente. Eso le provocó un trueno de dolor por todo el cuerpo. Stiles gritó –. Oh, mierda. Lo siento, lo siento.
Con el golpe de dolor que sintió, Stiles volvió a la realidad. Derek estaba deslizando su cuerpo a sus brazos lentamente, intentando no mirar su herida y no mover su brazo.
– Estoy, dije – susurró Stiles, mirándolo. Se había quitado la máscara.
– Tengo que llevarte a donde están los otros.
– No, te verán.
– No importa. Stiles, esto es grave… – comenzó a decir Derek, pero Stiles lo interrumpió, haciéndole callar.
– Solo quiero ir al auto. Llévame a casa.
Era extraño todo el asunto. La herida en el hombro no debió de haberlo dejado tan débil, debía de haber sido algo más, pero Stiles no podía pensar en eso en aquel momento y mucho menos Derek podía. Le dolía como si estuviera quemándose en el infierno. Stiles sintió nauseas, pero no vomitó, solo le subió un ardor por la garganta, un ardor que le escocía más de lo que la bilis lo haría. Algo iba mal, muy mal.
Derek agarró fuertemente a Stiles y se lo llevó al auto. Lo apoyó contra la ventana, sujetándolo por el torso.
– ¿Dónde están las llaves, Stiles? – preguntó con urgencia.
– Están en mi bolsillo.
– Pero no tienes bolsillos.
– En la parte de al lado del coso este… – le dijo. Sintió como se le desvanecía la voz.
Derek metió la mano para sacar las llaves. Stiles pudo haber jurado que la mano de Derek temblaba. Bueno, en aquél momento pudo haber jurado muchas cosas, estaba prácticamente cayendo dormido.
– ¿Stiles? Mantente despierto, ¿está bien? –escuchó que le decía Derek.
Lo último que sintió fue que lo recostaba en la parte de atrás, le tocaba la mejilla, luego cerraba la puerta, se subía al asiento del conductor y encendía el motor. Creyó haber escuchado un susurro que decía por favor desde muy lejos, pero no estaba seguro.
Despertó, con aun un poco de dolor, sobre una cama con cobertor azul. No reconoció el lugar hasta que miró por la puerta entreabierta. Estaba en el edificio de Derek. Quiso levantarse, pero tuvo la brillante idea de apoyarse en el brazo izquierdo, el que estaba dañado, y lanzó un alarido de dolor más fuerte de lo que le hubiera gustado.
Derek entró corriendo a la habitación.
– ¿Qué sucede? – dijo, con más angustia de la que esperaba.
– Me duele – respondió Stiles, aguantando las lágrimas. No es que fuera un chico débil, sino que el dolor era tan intenso que no podía evitarlo. Al decirlo, se sintió como cuando tenía dolor de estómago y le decía a su madre.
– Oh.
Stiles cerró los ojos y los mantuvo así, intentando concentrarse en lo que siempre se decía cuando se sentía mal. El dolor es psicológico, tranquilízate.
Sintió como la cama, justo a su lado, se hundía y luego una mano se posaba sobre su frente.
– Scott me llamó, dijo que Isaac había caído inconsciente de la nada. Lo han llevado a ver a Deaton – susurró Derek.
– El ponche, debe haber sido eso.
No hubo respuesta.
Sintió como Derek movía su mano por su pelo, haciendo instantáneamente que se relajara.
– ¿Cómo nos encontraste? – preguntó Stiles, con la respiración más tranquila.
– Umh, yo, te había visto salir y quise ver si estabas bien… – respondió Derek, terminando con una leve tos forzada.
– Estaba bien.
– Lo mismo dices ahora y apenas te puedes mover – le regañó Derek.
– Eres un idiota.
– Eres tú el que salió solo.
– No importaba.
– Claro que importas – exclamó Derek.
No era eso lo que Stiles había dicho, pero le gustó lo que Derek dijo. Abrió un poco los ojos y lo miró, intentando entender qué era lo que estaba sucediendo. Derek estaba más cerca de lo que esperaba. Tenía su cabeza a unos escasos diez centímetros obre la suya.
– Estoy bien – repitió Stiles.
– Cállate de una vez – replicó él, totalmente serio.
Stiles se movió, preparado para el dolor. Quería pararse e irse a casa, no sabía por qué, pero sabía que si se quedaba más tiempo algo más pasaría. Un grito ahogado salió de su garganta y cayó hacia un lado, semi sentado, dándole la espalda a Derek.
– Stiles, no – dijo Derek, colocando una mano sobre su cintura. Stiles se estremeció por el tacto cálido de su mano y Derek la retiró rápidamente. Estaba sin el disfraz. ¿Por qué estaba sin el disfraz? Estaba solo con la parte de abajo, los calzoncillos y las calzas.
– Tengo que ir a casa, o a ver a Deaton.
– Deaton solo ayuda a los hombres lobo y a los animales, no es un doctor de humanos.
– Pues, tengo que ir al hospital…
– La mamá de Scott está allá y tu padre se enterará.
Era cierto. Stiles no podía dejar que su padre se enterase, se preocuparía demasiado.
– ¿Entonces?
– Yo… yo te puedo cuidar por ahora – respondió Derek, casi en un susurro.
– ¿Por qué me irías a ayudar tú? – gruñó Stiles, extrañamente molesto.
Por primera vez desde, prácticamente siempre, Stiles tomó por sorpresa a Derek. Había algo en su mirada, Stiles notó. Como si lo que había dicho Stiles le había hecho sentir culpable. Luego volvió a la normalidad.
– Eres amigo de Scott, tengo que ayudarte.
Otro trueno de dolor azotó inesperadamente a Stiles, asiéndole caer pesadamente sobre la cama, sin poder respirar. Notó el brazo de Derek que le envolvía y lo colocaba sobre su pecho, intentando relajarlo. El dolor de la herida lo asustaba, eso era lo que le había quitado el aire. Tenía miedo de que fuera algo más grave de lo que cualquier doctor pudiera controlar. Él no era un hombre lobo, así que no sanaría rápidamente. Sintió como si la herida estuviera siendo abierta nuevamente. Sintió la respiración en su cuello del hombre lobo que lo atacó e intentó alejarse de él, gritando de dolor con cada movimiento. Había alguien pidiéndole que se tranquilizara, pero no podía distinguir quién era. Su mirada estaba roja, encendida. Estaba teniendo uno de sus antiguos ataques de pánico. Y su estómago estaba quemando otra vez.
Volvió a la realidad cuando un par de ojos claros estaban justo al frente de los suyos y unas manos le sujetaban el rostro.
– Estás bien, Stiles. Estás a salvo – le decía Derek.
Stiles cerró sus ojos. Se sentía afiebrado, inquieto, asustado.
Y luego, justo antes de desmayarse por enésima vez, sintió como unos labios se pegaban a los suyos, suaves, acogedores. Deseó con todas sus ganas poder devolverle el beso, pero los párpados le ganaron y cayó rendido hacia atrás, sobre las almohadas.
Cuando volvió a despertar, esta vez pensó en no mover más que la cabeza. Para su sorpresa, Derek estaba recostado junto a él, durmiendo boca arriba, con la cabeza levemente ladeada. Se veía tan normal, tan inocente y débil, no como la apariencia hombre-musculoso-fornido que siempre tenía. Y Stiles estaba sonriendo, aun soñoliento.
– Stiles – dijo Derek.
– ¿Qué? – susurró Stiles.
– Stiles… – repitió Derek. Y ahí fue cuando notó que estaba hablando en sueños.
¿Estaba soñando con él? ¿En serio? Quizás estaba soñando que lo mutilaba, que lo mataba o algo por el estilo. Ese era la clase de sueños que tipos como Derek debían de tener, ¿no?
– Estarás bien – murmuró él.
Stiles sentía que estaba invadiendo el espacio personal de Derek, así que decidió despertarlo. Con el brazo bueno lo sacudió suavemente. Derek despertó sobresaltado.
– Stiles, ¿estás bien? – exclamó al instante, echándole un vistazo a su brazo,
– Perfectamente. Mientras no me den ganas de ir al baño, claro – rio Stiles.
– Eres un idiota – resopló Derek.
– ¿Qué haces acá? – preguntó cuando vio que no se movía, mirando fijamente su hombro.
– Nada, yo solo… ya sabes – dijo bajando la cabeza. ¿Era eso sonrojo o estaba imaginando cosas otra vez?
– Derek – le llamó Stiles para que lo mirara. A regañadientes, el aludido levantó la cabeza –. ¿Qué estabas soñando?
A Derek le tomó por sorpresa la pregunta. ¿Cómo era posible que Stiles adivinara lo que había soñado? No, era imposible. ¿Pero qué le iba a decir? Que había soñado con ponis, quizás.
– Na-nada interesante. E-estaba comiendo algo, creo – tartamudeó.
– Oh, ¿en serio? – dijo Stiles, con una sonrisa asomándose. Derek lo miró con el ceño fruncido.
– ¿De qué te ríes? – gruñó. En eso Derek y Stiles eran iguales: ambos detestaban cuando no les decían las cosas.
– ¿Y estaba yo comiendo contigo o me estabas comiendo a mí? – la segunda parte de la pregunta no la pensó antes de lanzarla, pero la reacción de Derek lo hizo reír. No fue una buena idea, ya que al reír se movió y le provocó una mueca de dolor. Pero luego siguió riendo.
– ¿Cómo es que tú…? – y en cuanto lo dijo, Derek se arrepintió. Stiles rio más aun, pero esta vez más por nervios que por diversión.
Cuando se detuvo, se provocó un silencio incómodo. Durante el silencio, Stiles se preguntó si el beso había sido parte de su imaginación. Había llegado a pensar en algún momento que todo había sido parte de la alucinación que había tenido, pero ahora su seguridad sobre eso flaqueaba.
– Me besaste – pensó Stiles en voz alta, lamentándose luego. Ya no podía mirar a Derek.
– Sí – aceptó él. Y eso pilló a Stiles con la guardia baja. No pensaba que lo aceptaría.
– ¿Por qué?
Derek solo se encogió de hombros.
– Una vez yo soñé contigo – comentó Stiles, mirándolo por fin.
Una parte de su cerebro estaba tan acostumbrado a tenerle miedo a Derek Hale que, cuando mencionó lo del sueño, temió por su vida. Si de por sí no se podía mover de donde estaba, una sola rajadura en la garganta y se desangraría allí mismo. Pero Derek no lo miraba con enojo ni odio, ni siquiera alterado. Era otra expresión, una que no le había visto.
– ¿En serio? – preguntó con voz de niño pequeño.
– Sí – tragándose todo el miedo y la vergüenza, dijo: –, y yo te besaba.
Cuando lo había pensado sonaba menos cursi.
– Umh, no sé si te diste cuenta, pero te vi mientras te duchabas – dijo él.
– ¿Qué? – exclamó Stiles, abriendo los ojos como platos.
– Creí que estábamos en el momento de las verdades o alguna cosa así – dijo Derek a la defensiva.
– Yo también te vi, pero…
– ¿Qué? – repitió Derek.
– Oh, demonios. Creo que tenemos un problema aquí – dijo Stiles.
Antes de que alguno de los dos pudiera seguir pensando en todo lo que estaba pasando, Derek se inclinó y lo volvió a besar, pero esta vez el beso fue respondido. No fue suave, como el primero. Este tenía urgencia, necesidad. Derek tenía una mano en la nuca de Stiles y la otra en su espalda. Movió su cuerpo para quedar justo arriba de él, procurando no mover el hombro del muchacho. Stiles, por su parte, deslizó su mano por el cabello de Derek y lo agarró con más brusquedad de lo que habría preferido. Otra vez, no sabía si su imaginación le estaba jugando una mala pasada o era que de verdad había escuchado un leve gemido de excitación desde los labios de Derek. Había algo duro sobre el cobertor que Stiles estaba intentando adivinar si pertenecía a él o si era del piso de arriba. El "beso" acabó abruptamente.
Cuando se separaron, ambos estaban sin respiración. Ambos se habían detenido al mismo tiempo. Y ahora se miraban.
– Yo no sé… – comenzó a decir Derek, abriendo los ojos con consternación.
– Yo tampoco – lo interrumpió Stiles, sonriéndole con ternura.
Lo volvió a besar, pero esta vez lentamente, disfrutando el momento.
Ninguno de los dos sabía bien lo que estaba pasando, pero ninguno quería parar.
Fue un largo beso, que luego pasó a ser algo más profundo cuando bajó por su cuello y llegó a su pecho. Derek se deslizaba, mientras Stiles le hacía cariños en la espalda. Bajó y siguió bajando. Llegó hasta el borde del bóxer, acariciándole allí y haciéndole gemir. Y ahora estaba seguro de que lo duro le pertenecía a él. Derek volvió a subir, con la misma lentitud de antes. Le besó las clavículas con la mayor de las cautelas, como si estuviera tratando con la mayor de las piezas de arte. Subió un poco más, hasta su cuello, y allí se entretuvo un rato. Cuando llegó a sus labios, pegó todo su cuerpo al suyo, con más rudeza de la que pretendía, provocando otro gemido de Stiles. Lo miró, preocupándose por su hombro, pero por la mirada del muchacho y su sonrojo supo que el gemido no había sido exactamente por el dolor del hombro. Sonrió y lo volvió a besar.
– Lo sabía – dijo una voz impactada desde la puerta.
Ambos miraron, con los ojos muy abiertos y las respiraciones agitadas, y vieron a Isaac de pie allí, apoyado en el marco con una mano.
– Isaac… – comenzó a decir Stiles.
– Lo sabía – repitió él.
– Isaac, nosotros… – comenzó a decir Derek, moviéndose rápidamente para alejarse lo más posible de Stiles.
– Chicos, tranquilos – dijo Isaac, con un tono de voz confidencial –. Ya lo sabía.
– ¿Cómo ibas a saber algo que acaba de pasar? – enfureció Derek.
– Porque ambos han estado muy raros desde que Stiles se quedó acá esos días – explicó –. No se preocupen, por mí está bien.
Ni Derek ni Stiles supieron que decir.
– Pero vamos a ver cómo se lo van a explicar a Scott – finalizó, cruzándose de brazos, pensativo.
Mierda, pensaron Derek y Stiles a la vez.
Bueno, este es mi segundo fanfic y es considerablemente más largo que el primero. Y, esta vez, es sobre una otp. Sterek será headcanon, lo presiento. Son perfectos el uno para el otro, no me vengan con que no jaja. Espero les guste y me dejen su opinión. La segunda parte la publicaré lo antes posible. Atte: uni.
