El clima había mejorado y era todo un alivio, no era que el norte del continente Europeo gozará de los días más cálidos pero sin duda el ver que las nubes ya no cubrían en su totalidad el día era más que suficiente para los estudiantes del colegio Hogwarts de Magia y Hechiceria; uno de los colegios mágicos más importantes de todo el mundo sonrieran contentos mientras salían corriendo a disfrutar de un poco de sol.

Un chico alto, delgado, de cabellos azabaches, ojos avellanados y que vestía una túnica de gala negra caminaba con lentitud por los terrenos del que había sido su segundo hogar durante siete años a excepción de algunas navidades y veranos. James Potter, ese muchacho de gafas que andaba con porte elegante, sabía que la reputación del colegio no era una mera estrategia publicitaría para atraer alumnos a sus instalaciones, conocía al personal docente y su capacidad así como al Director del colegio que si bien podía pasar por un viejo loco de mente alcoholizada era por eso mismo el hombre más sabio que había conocido y que en pocas horas se convertiría de su profesor a su comandante.

Todo había cambiado desde la primera vez que James salió de su casa con sólo once años de edad, cargando un baúl siendo perseguido por su madre para intentar aplacar algo de su rebelde cabello pues lo que había comenzado como un rumor de taberna se convirtió en una guerra de guerrillas. El muchacho se sentó en el césped, frente al lago en dónde tantas veces había intentado alimentar al calamar gigante con migajas de pan o con cualquier cosa que hubiera extraído de la cocina con sus amigos, una sonrisa añorante bailo en el rostro joven del chico mientras negaba con la cabeza, desde ahí podía ver también el lugar en dónde Liliane Evans le había asestado una bofetada por primera vez y en el cual él había decidido que esa chica caería por él sin imaginar que sería precisamente al revés.

Sintió como alguien se sentaba a cada lado suyo y se dejó caer sobre el pasto con las manos entrelazadas bajo su cabeza.

―No puedo creerme que haya terminado.― dijo Petter de repente recibiendo sólo el silencio afirmativo de sus amigos. James cerró los ojos respirando profundamente, aquel día había sido sin lugar a dudas uno de los más tranquilos en toda su estadía en el colegio, era toda una lastima que fuera el último. ― y ¿Cuáles son sus planes para cuando salgan?

La pregunta estaba más que hecha y totalmente desgastada, pensó Cornamenta, pero no pudo evitar sonreír ante la incomodidad que la voz de su amigo Colagusano mostraba al encontrarse todos tan silenciosos.

―Ponerte un Gryndylow en los calzoncillos si sigues haciendo esa pregunta.― escucho la respuesta malhumorada de Sirius a su derecha.― ¡Auch! ¡Lunático eres un bruto!

―No tanto como tú.― replicó el aludido.― Yo he conseguido una beca para ir a estudiar medimagia en París, aunque no sé si sea buena idea con todo lo que esta sucediendo.

―Sin duda lo mejor que podría hacer una persona cabal como tu, mi querido Lupin, es salir del país y más si lo haces con una prometedora beca.

―Es toda una suerte que yo no sea una persona Cabal.― respondió el aludido picado por las insinuaciones de Black. James gimió, sabía que los cuatro estaban totalmente fuera de lugar en esos momentos y cada uno lo tomaba como mejor podían.

Sirius no dejaba de gruñir y quejarse cada dos por tres agarrando de corderito a un Petter y a Remus de vez en cuando aunque este le contestará a cada mordaz insinuación de que el licántropo pudiera marcharse, nadie quería eso pero no podían negar de que era una oportunidad de oro para el chico, Colagusano por su parte no podía imaginarse como sería su vida de ahora en adelante siendo que sus amigos tomarían caminos diferentes y él aún no decidía que haría a partir de ese momento. Remus, como bien decía, había recibido la respuesta a una petición que había hecho por medio del profesor Dumbledore para estudiar medicina en Francia mientras que él mismo tenía la carta de aceptación por parte de la academia de aurores en sus bolsillos, Sirius había sido aceptado como residente en San Mungo y al igual que James podía hacer la academia además de que a los duendes de Gringots les interesaba reclutarlo para capacitarlo en el puesto de rompe maldiciones, lo que tenía de malas a su mejor amigo no consistía en algo relacionado con conseguir empleo o decidirse por cualquiera de sus opciones -James tenía el presentimiento de que se iría con él a batallar con los instructores del ministerio- el problema de Canuto radicaba en una plática con el director previa a ese día, una en la que el anciano director les había ofrecido a los dos unirse a la Orden del Fénix.

La Orden del Fénix, por más bizarra y dramática que se escuchara al nombrarla hacía que muchos compusieran un semblante serio sobre sus rostros cuando era sacada a tema de conversación, ya que este era un grupo formado por tanto aurores como gente del ministerio, sanadores y demás personas que se dedicaban a hacerle la vida difícil a Voldemort y a sus mortifagos, liderada, claro estaba, por el director de la afamada escuela de magos: Albus Dumbledore.

Sirius y James habían aceptado la oferta con entusiasmo, no les molestaba en absoluto la idea de patear unos cuantos traseros enmascarados; sin embargo...

—¡Hey Potter! — James abrió los ojos y volvió la cabeza, uno de sus compañeros de curso le gritaba desde el otro lado del jardín agitando las manos para que lo viera, el chico se levanto recargándose en sus codos para observar como un el Huffelpuf, del cual no recordaba su nombre, le llamaba.— ¡Te buscan! — le indico y con la cabeza señaló la dirección por donde una persona, de cabello rubio platinado, se acercaba con paso lento y elegante, cruzo miradas con el merodeador y se detuvo a unos metros de él y sus amigos.

James se puso en pie sacudiéndose la túnica e iba a encaminarse cuando sintió una pesada mano cerrarse en su brazo.

—Espera. — Sirius le mando una mirada fulminante al personaje desde el suelo y dirigió sus ojos grises a su amigo con advertencia.— No pensarás ir ¿Verdad?

―¿Le conoces?

―Es un mortifago.― escupió Sirius con despreció sin explicar de dónde lo conocía mientras Remus viraba los ojos

―Su nombre es Lucius Malfoy, iba en quinto año en Slytherin cuando entramos al colegio.― explicó y James arrugo el entrecejo, no era un secreto que la mayor parte de la comunidad perteneciente a la casa de Salazar Slytherin apoyaran incondicionalmente al que no debía ser nombrado.

―No tardo.― insistió el chico deshaciéndose del fuerte agarre con el que Sirius lo detenía.— Vengo en un momento. — y se alejo de ellos con tres pares de ojos clavados en la espalda. —¡No me miren tanto o pensaré que les gusto! — les grito en son de broma pero ninguna carcajada se escuchó, metió las manos dentro de su túnica agarrando su varita y con andar tranquilo se acerco a su encuentro.

—James Potter. — dijo Malfoy con un tono de siseante apreciación, debía admitir que tenía un acento singular.— Premio anual, uno de los mejores de tu clase, brillantísimo, jugador estrella y por supuesto todo un sangre pura.

—Vaya.― silbo impresionado el chico al ver la cantidad de información que este poseía de él.― Me alaga que sepa tanto de mí, aunque me inquiera no estar a la altura, señor...

—Malfoy, Lucius Malfoy.

—Bien señor Malfoy. ¿Qué puedo hacer por usted?

—¿Por mi? No Potter, tu comunidad es la que te necesita

—¿Y qué desea la comunidad de mí?

Malfoy comenzó a caminar por los terrenos del castillo, James miró atrás y les indico a sus amigos que no les siguieran, aunque por la cara de Sirius no estaba seguro de que obedecieran, negó con la cabeza y recibió un ademán desafiante por parte de su mejor amigo, entrecerró los ojos y puso atención a lo que decía el mentón de iceberg Malfoy.

—…tiempos han cambiado. Te has graduado del colegio.—Lucius observo a su alrededor.—Sé lo que es tener el mundo entero frente a ti y no saber a donde dirigirse. Afortunadamente para ti y para mí, por supuesto, alguien se preocupa por nosotros, esa persona nos dará el lugar que nos pertenece, ese que nos han arrebatado.—se detuvo y miró a James de una forma que se le antojaba golpearle, como si fuera el más jugoso pedazo de carne en cien metros a la redonda. Puso una mano en su hombro de forma fraternal y continúo:—James, eres sangre limpia, tu familia data de siglos atrás y es una pena, que gente como tú, se vea mezclado entre tanta.— sus ojos viajaron por los terrenos de nuevo deteniéndose a sus espaldas, el chico le siguió la pista y vio como Malfoy tenía una despectiva mirada dirigida a una joven pelirroja que hablaba animadamente con sus amigas.—…sangre impura. Hay alguien que te dará tu verdadero lugar.— le sonrió en un gesto de complicidad.

El chico que hasta ese momento no había dicho palabra alguna y que mantenía una actitud impenetrable, movió la cabeza mirando la mano en su hombro y con un ademán elegante se la quito y sacudió su túnica para después barrer a Malfoy con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Lo siento, pero ya me alquile para otra causa.― contestó.― y personalmente no me apetece andar repartiendo panfletos a los niños y mi madre me mataría si me viera un tatuaje en el brazo, sobre todo de tan mal gusto ¿No crees que las calaveras ya pasaron de moda? Es algo muy cliché si me lo preguntas. Más bien Lucius.—le dio un golpecito con el puño en el hombro.— Deberías unirte. ¡Tenemos una promoción de verano! Por tu afiliación te daremos una camiseta con el logo de la organización y un cupón para un zumo de calabaza en las Tres escobas. ¿Qué dices? Seguro es menos doloroso que ponerse esa "marca tenebrosa"

—Potter…― advirtió este con la amenaza claramente expuesta en su voz.

—Basta.— bisbiseo James abandonando su tono juguetón y entrecerrando el ceño con los puños fuertemente apretados.— No sé que te hizo pensar a ti o a tu señor que yo querría entrar a su gran familia de traseros pomposos Malfoy pero no me interesa, la respuesta es no, ni ahora ni nunca y mejor ve a lamerle el culo a Voldemort en lugar de estar haciéndome perder mi tiempo y ya que estas por ahí dile que puede meterse sus ideales de pureza de sangre por donde mejor le quepan.

—¡Insensato…!— Lucius metió su mano en la túnica y James alzo las cejas incrédulo sin necesidad de tener que llevar su mano a sus bolsillos en donde guardaba la suya.

—¿Vas a atacarme? ¿Un solo mortifago contra mí?—negó con la cabeza chasqueando la lengua decepcionado.— Sabes mucho de mí, Malfoy y si hiciste bien tu tarea sabrás que allá atrás hay por lo menos tres personas que darían sus varitas por mí, además de que créeme no soy presa fácil. No seas tan idiota, piensa por ti un momentito verás que no te cuesta mucho.

El hombre relajo su postura y le barrió con la mirada.

—Eres un imbécil Potter, no acabarás bien…te arrepentirás.— susurro y se marchó colina abajo con su capa negra ondeando detrás suya como un gran murciélago. Demasiado dramatismo, pensó James mientras lo veía bajar rápidamente.

—¿Qué quería?— preguntó Sirius adelantándose con la varita fuera y una cara por demás graciosa, parecía a punto de liarse en una batalla a muerte.

—Vale, ¡bájale a tus nervios! ¡El hombre sólo quería mi autógrafo! ¿Qué más si no?

Sirius no parecía muy convencido, pero James no siguió dándole importancia y se volvió para ir junto a sus demás amigos.

—¿Estás seguro?— pregunto y él giro la cabeza en dirección a un furioso Malfoy que parecía tener mucha prisa por marcharse del colegio.

—Más que seguro compañero, más que eso.

—Entonces, creo que ya es hora de que hables con ella.— le dijo de repente mientras ambos miraban como una chica pelirroja se lanzaba a los brazos de James y Canuto componía una mueca de disgusto.

James suspiro, Sirius no estaba muy contento con su proceder.

―¡Felicidades James!― exclamó su novia mientras reía radiante entre sus brazos.

Sinceramente tampoco James estaba feliz consigo mismo.