1. Champagne Supernova

Where were you while we were getting high?

Someday you will find me

Caught beneath the landslide

In a champagne supernova,

A champagne supernova in the sky

Un amasijo de colores y borrosas formas en constante distorsión: contracción y expansión se alternan en una suerte de big-bang de bolsillo, hasta que la sillería y mobiliario de mi templo se difuminan en partículas, rotando y desplazándose movidas por el azar a velocidades tales que ni siquiera nosotros conseguiríamos igualar, aun elevando el Cosmos a su máximo nivel. A la inicial sensación de mareo sucede poco después la impresión de haber conseguido al fin escapar de aquí: mi dormitorio, mi templo, el Santuario… Me encuentro ahora en un mundo donde todo es distinto, todo es nuevo. Puedo ver el silencio, oír las texturas…oler las formas… La sensación resulta agradable. Agradable. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde la última vez que pude describir de tal manera el contexto que me rodeaba? Años, creo. Todavía estabas tú, por supuesto, es una… ¿cómo la llamaba Camus? Ahh…sí, una "equivalencia lógica". Mi vida es agradable "si y sólo si" tú formas parte de ella. Je, ese aguador sabelotodo no se lo creería si me viera razonando. En fin, estoy pensando demasiado una vez más. He de concentrarme en esta nueva realidad, y olvidar. Después de todo, éste era mi objetivo¿no?

Cierro los ojos nuevamente, reclino mi cabeza hacia atrás, e intento abandonarme a las novedosas sensaciones de las que ya he podido disfrutar un pequeño avance, antes de que mi mente se dispersara en incómodos pensamientos.

Imposible. Dejo de escuchar el metal y lo que llega a mis tímpanos son las memorias de tu voz. Mis ojos dejan de contemplar sonidos, y con claridad te enfocan a ti. Levanto con esfuerzo mis párpados, infinitamente más pesados que de costumbre, para al menos ahuyentar tal visión, y donde antes se erigía una sinuosa alfombra tornasolada que lo cubría todo ahora las grises columnas y lánguidas paredes de mi cuarto. Mi respiración es apurada, rápida, como si me faltara el aire, pero extrañamente la percibo ajena. Un ente desconocido opera desde mi interior y yergue mis manos, temblorosas casi hasta el extremo, alzándolas al rostro. Las retira, y están húmedas. ¿Sudor¿Lágrimas? Qué más da. He vuelto a mi deprimente realidad. Una que no concibo sin ti, y ya he soportado demasiado tiempo desde que huiste sin explicación alguna. No quiero…No puedo aguantar esto. Necesito volver a ese otro mundo. Torpemente, intento recobrar la consciencia de mis actos motores, y me giro en dirección a la mesita derecha, que me observa amenazante al lado de mi cama. No hay nada sobre ella, y comienzo a sentirme intimidado por tan insignificante mueble. Mi conciencia aletargada parece que empieza a despertarse, y sé lo que eso significa. En el último minuto daré marcha atrás, me acostaré una noche más intentando dormir, no consiguiéndolo gracias (¿o debería decir "por tu culpa"?) a ti, y amaneciendo para un nuevo, insulso y deprimente día. No lo permitiré…debo reemprender el "viaje". He estado tan cerca esta vez de escapar… Doy la vuelta, alcanzando la mesita izquierda, con expresión mucho más amable que su homóloga. Y ahí están esos pequeños cuadrados de papel, impregnados en lo que será mi billete hacia nuevos universos. Un momento¿me están mirando las mesitas? Dioses, debe ser por esta mierda. No, no puedo abandonar ahora. Tomo algunos más de esos cuadrados, arrojando un objeto que ahora no puedo identificar entre medias, y a los pocos minutos la sensación de mareo regresa, así como la delirante distorsión del espacio anterior, ya conocida. Antes de reanudar el viaje, la curiosidad se apodera de mí¿qué sucedería si añadiera al efecto del psicoactivo el de las toxinas de mi propio veneno? Haciendo acopio de los últimos atisbos de lucidez, que abandonan mi cerebro, vertiginosos, invoco a la Aguja Escarlata, perforando uno de mis hombros. Las alteraciones en mi percepción regresan, más rápidas, y más intensas. Mucho más rápidas; mucho más intensas….


- Ex… ¡Excelencia!… - una de las sirvientas se aproxima hacia mi posición llamándome, corriendo irreverentemente a lo largo de la roja alfombra que cubre el pavimento del pasillo. Al llegar se detiene, en un intento por recuperar el ritmo de su respiración. Entre jadeos, me interpela de nuevo. - ¡Disculpe, excelencia!

- ¿Qué deseas? – La atiendo en el más amable de los tonos. Es afortunada de encontrarme a mí, y no a "él", bajo esta fría, inerte, máscara metálica. Aunque, en el fondo, somos la misma inmundicia. Ampararme en la existencia de esa otra presencia, personalidad, lo que sea, no es más que una justificación pueril a los muchos crímenes que tan indignamente he cometido en estos años en el nombre de aquella a quien debería amar y proteger por encima de mi propia vida.

- Una de las doncellas de la casa de Escorpio desea verle. Le dije que no recibía a la servidumbre, pero insistió en que usted la admitiría a su presencia – No…Otra vez no, mi pequeño. ¿Por qué persistes en tus empeños por destruirte? Por destruirnos. Ignoro por cuánto tiempo podré seguir protegiéndote, antes de que tus compañeros, con la excepción de tu eterno confidente, sospechen El Satán Imperial hace milagros con el servicio, frágil de mente y fácilmente manipulable, pero utilizarlo en otro caballero, máxime si se tratara de uno dorado, nos delataría a ambos. Mi permisividad, al no punirte con la máxima severidad, y tu debilidad.

- Hazla pasar.-Asiente, y tras una protocolaria reverencia regresa al propileo de mi templo. O, mejor dicho, del templo del Patriarca, que ilegítimamente ocupo. Me dirijo al salón del trono. Despido a los guardias de palacio, y a los pocos minutos una muchacha de negros cabellos, recogidos con una cinta, y ataviada con un simple peplo, entra en la estancia. Se postra, protocolariamente, y queda en silencio, expectante, aguardando a que le conceda el permiso para hablar. Oculta a duras penas su nerviosismo.

- ¿Qué te trae por aquí, muchacha?

- Excelencia…El caballero de Escorpio…

La joven duda sobre si continuar o no, intimidada por mi presencia, gracias a un impecable trabajo en ese campo del "otro", y probablemente por la gravedad de las nuevas que me trae sobre ti. Después de todo, sé lo que me va a contar. Una nueva locura. ¿Intento de suicidio¿Drogas¿O tal vez ambas? Por Atenea, siempre has sido fuerte. Mucho. ¿Cómo has llegado a tal extremo? Me estás matando con esto. Oculto bajo la atemorizante máscara cromada, carraspeo aclarando mi voz, a punto de quebrarse, indicándole que prosiga.

- …Hemos encontrado al señor Milo en su habitación, muy enfermo. Su dormitorio estaba atrancado y tardaba demasiado en salir esta mañana, así que decidimos forzar la puerta. Estaba tendido sobre su lecho, semi-inconsciente…y…- cubrió con sus manos la cara, sollozando

- Cálmate… yo me encargaré personalmente de la situación - intento tranquilizarla, para así tratar de templar mi propio estado, agitado al igual que ella, pero magistralmente disfrazado - ¿Había algo raro en la habitación?

- No hemos tocado nada, tal y como nos ordenó la última vez… - más sosegada, continúa exponiendo el panorama - pero entremezclados con las sábanas hemos visto unos recuadros de papel que algunos decían tratarse de alguna…de alguna droga… Los otros siervos están cuidándole ahora mismo…pensamos en llamar al médico del Santuario, pero consideramos más pertinente consultarlo con usted.

- No llaméis a nadie. – No puedo consentir bajo ningún concepto que este asunto salga del círculo en que ahora se encuentra. - Acompáñame al octavo templo.

Juntos, descendemos hasta tu morada, atravesando ante la inquisitiva mirada de los demás dorados, y en especial la suya. Sé que el caballero de Acuario, tu mejor amigo desde siempre, sabe de tus autodestructivos intentos por evadirte, y sufre por ello. No ignoro que siente algo muy profundo por ti, me atrevería a decir que casi tanto como lo que yo mismo albergo aún tan celosamente en mi corazón, inalterable pese al paso de los años y mi locura, la escisión en dos que se ha conformado en mi ser. Puedo verlo en sus ojos, enmascarados bajo su imperecedera máscara de frío hielo, unidos a la sospecha que le embarga al verme atravesar los templos con una de tus criadas. Tal vez ese joven, de largos cabellos de color azul verdoso, podría ser tu cura, si se lo permitieses. Podrías alcanzar la felicidad junto a él, y con ello, pese a que me consumiría de dolor, también yo la alcanzara finalmente, pues la mera visión de tu sonrisa, perdida me temo que por mi culpa (como tantas otras cosas) desde hace tanto, me basta para que mi propia pena se alivie. Sin embargo, te aferras obstinadamente a un imposible, y tus intentos por huir de ello, además de empujarte cada vez más hacia un abismo del que nadie podría retornar me arrastran también a mí, condenado a tenerte tan cerca y ni tan siquiera poderte hacer ver que estoy ahí. ¿Qué dirías si te contara que te he visto crecer, hasta convertirte en un hombre más bello, pese a tu perenne tristeza, que el mismísimo Apolo¿Que he asistido a todas tus penurias sin, en apariencia, haber hecho nada, aunque en realidad sintiendo un puñal clavarse en mí, más agudo que tus propias agujas, por cada vez que he sentido tu cosmos gritar de sufrimiento¿Me odiarías? Seguramente.

Abandonamos la undécima casa y continuamos hasta que, al fin, llegamos a tu templo, en el que tantas veces te amparabas para esconderte de mí, refugiándote en tu maestro, cuando me hacías rabiar, en el que por vez primera me robaste un beso que me hizo renacer siendo apenas un adolescente. Entramos en tu habitación, y al verte debo hacer un esfuerzo titánico por no tirar este engorroso atuendo, este maldito yelmo, y correr hacia ti ahogado en llanto, implorando tu perdón, pues en el fondo sé que tu estado es mi responsabilidad. En cambio, hago señas a las doncellas y demás criados para que se retiren y nos dejen a solas.

El estado de la estancia es deplorable. La luz no llega a iluminarla, pues las ventanas han sido taponadas por una masa de trapos entremezclados, que los sirvientes, obedientes, no se han atrevido a retirar, atendiendo a mi mandato; ¿me equivoco suponiendo que esos improvisados obstáculos son obra tuya? Como consecuencia, la ventilación del dormitorio también deja que desear. Tú permaneces recostado sobre la cabecera de la cama, temblando violentamente y con la mirada extraviada. Todo tu ser parece perdido. No pareces haberte apercibido de mi presencia. Retiro los paños de las ventanas, dejando entrar así una corriente de aire renovador, así como los rayos del carro del sol en su tránsito diario. Uno de ellos te roza la cara, y bruscamente te giras, evitándolo como si te quemara. La rudeza del giro parece marearte, e inclinándote sobre uno de los bordes de la cama, vomitas. La imagen es del todo decadente, y empatizando contigo, pues en el fondo somos uno, también yo siento náuseas, aunque de distinta naturaleza. No es repugnancia lo que me inspiras; aunque quisieras no podrías hacerlo. Es rabia conmigo mismo, e impotencia, que provocan severas contracciones en mi tubo digestivo. Bajo la máscara, empiezo a sentir lágrimas afluir libremente, y deslizarse por mi rostro. Suficiente. Me aproximo al lecho; las sábanas están empapadas de sudor, y tal vez algo más. No me interesa esto. Me siento a tu lado, y cuando al fin te tengo a mi alcance, apenas puedo detenerme a contemplarte por unos efímeros segundos. Incluso en tan lamentables circunstancias eres lo más hermoso que jamás he tenido el privilegio de ver. Los dioses deben envidiarte, y por ello te han castigado conmigo. Una convulsión me interrumpe. Te has sacudido al advertir una presencia intrusa en tu cama. Me miras sin verme; tus ojos, enmarcados por un tono rojizo, permanecen ausentes, opacos, carentes del brillo que cualquiera mataría por ver. Tampoco pareces reconocerme…Observo los alrededores, y efectivamente, encuentro dispersos entre las sábanas un número considerable de pequeños cuadraditos de papel. ¿Cuánto ácido has tomado¿Cómo lo has conseguido? Bah. El mal ya está hecho, no tiene sentido plantearse preguntas que ni siquiera responderías de estar sereno. Todo lo que cabe ahora es tratar de traerte de vuelta. Por ello, pongo mi mano en tu pecho, el mayor contacto que hemos tenido en años, y hago arder mi cosmos, encomendándome a su faceta regeneradora, en contraposición a la destructora que con más frecuencia empleamos. Mientras tanto, no puedo evitar notar un pequeño orificio en tu hombro. Un pequeño hilillo de sangre seca brota de él, lo que indica que es reciente. Puedo imaginarme lo que es y qué te proponías con ello…bendita estupidez…Tu respiración parece calmarse por momentos, has dejado de sudar, y tus ojos, aun abiertos, parecen recobrar paulatinamente la vida. Antes, sin embargo, de que la recuperen por completo, exclamas, semiaturdido:

- ¿Saga?

No doy crédito a mis oídos, y tomo tu clamor por delirio. Me alejo a una segura distancia prudencial, aguardando a que estés por fin repuesto de tus peligrosos excesos. Antes de que ello ocurra, en cambio, tu voz me masacra una última vez.

- Saga…no me dejes…

¿Realmente estoy ante un desvarío de una víctima de un "mal viaje", o bajo mi impenetrable vestimenta me has reconocido? No llegaré a saberlo, pues pestañeas y me observas con extrañeza, ya tú mismo, preguntándote a qué se debe mi presencia aquí.

- ¿Sumo Sacerdote¿Qué…qué hace usted aquí?

- Hola, caballero. Me comunicaron que estabas "indispuesto". Llamaré a tus sirvientes para que recojan esto. – y me di la vuelta, abandonando la habitación, mientras inventaba una falsa amenaza – Que no se repita

Saliendo del templo, observé el cielo. El sol se ocultaba tras unas nubes, haciéndome burla. En el vacío templo de Sagitario, a quien nunca tendré oportunidad de pedir perdón, no puedo más y acabo sucumbiendo al llanto.


Maldito Patriarca. Viene a mi templo con actitud de perdonavidas y para colmo me amenaza. ¿Por qué demonios entonces se empeña en protegerme? No es la primera vez que hago esto, con idéntica resolución de todas formas ¿Por qué no me deja pudrirme como un perro, ahogado en mi propio vómito, o hace cumplir las leyes y me condena? La expulsión de la orden, una ejecución…después de todo, es una mejora sustancial. Conseguiría alejarme de todo esto. Pero ¿podría con ello alejarme de ti? Ni en mi inconsciencia puedo librarme de tu recuerdo. Incluso, por un momento, creí sentir tu Cosmos envolverme, traerme de vuelta. Eres cruel.

Me levanto de la cama con celeridad, sintiendo un cierto vértigo debido a la precipitación en el movimiento. Alguien ha destapado las ventanas, y una suave brisa mece mis cabellos. El cielo está cubierto, y presagia lluvia. Mmm. Creo que iré a pasear más tarde.