Esta vez lo que escribo sale de mi cabeza
Lucía
Lucía era una chica como cualquier otra, vivía con sus padres y su hermanita en las afueras de Madrid, en una zona residencial.
Lucía era estudiante de bioquímica en la Universidad, en un pequeño campus cerca de la ciudad de Segovia.
Era una chica de estatura media-baja, con un largo pelo rizado y unos ojos que durante muchos años se habían escondido entre gruesos libros. Lo que quería lo conseguía, aunque no creía tanto en si misma como debería, era un tanto pesimista.
Nuestra historia comienza cuando Lucía se despertó un jueves, un sol radiante propio del mes de septiembre iluminaba su habitación. Nada a su alrededor sugería lo extraño que llegaría a ser aquel día. Lucía cantaba en la ducha, mientras tanto, su hermana pequeña desayunaba en la cocina con sus padres.
A las ocho menos cinco, cogió su mochila, se despidió de sus padres y trató de coger a su hermanita de la mano para acompañarla al colegio, pero le fue imposible, la pequeña iba cargada con una maqueta para su proyecto de matemáticas.
-Adiós cuchi- dijo al dejar a su hermana en la puerta del colegio. Cogió el autobús y se alejó de su casa.
Tras bajar del autobús se dispuso a atravesar el campus. La zona donde se encontraba su facultad era muy bonita, los edificios estaban dispuestos formando un rectángulo de forma que permitían que la zona central estuviera cubierta de césped, árboles y plantas que florecían en diferentes épocas del año.
Fue al llegar a la fuente con forma de DNA cuando Lucía sintió algo extraño en su interior. Un escalofrío la recorrió desde la cabeza hasta la punta de los pies. Por un segundo se quedó completamente quieta, dio una vuelta completa escaneando sus alrededores, pero nada, no había nada ni nadie extraño a su alrededor que justificara el escalofrío que acababa de sentir. Lucía sacudió la cabeza para esclarecer sus ideas. Mientras se dirigía a su facultad no pensó más que en la clase de química que tenía a continuación.
Lucía llegó por fin a su facultad, era un edificio bastante moderno, altas paredes blancas y un extraño olor a hospital lo caracterizaban. Durante las primeras semanas de clase, se había dedicado a visitar todas las clases y laboratorios, tras sólo tres semanas estudiando allí, Lucía podía afirmar conocer la facultad perfectamente, mucho mejor de lo que muchos de sus compañeros llegaron a conocerla nunca.
Lucía se disponía a subir las escaleras cuando un grupo de gente pasó por su lado y pudo captar una voz conocida.
-… como yo decía, claro está…-
Lucía se volvió para verlos. La propietaria de aquella voz era una chica algo baja, con un bonito pelo oscuro y unas gafas que le daban apariencia de empollona, subía las escaleras acompañada de varias chicas más que no paraban de parlotear.
Lucía la reconoció enseguida, era su vieja amiga del campamento, se habían conocido dos años atrás en Frejus, Francia, y desde entonces no había habido un solo día en el que no habían sabido la una de la otra.
-Buenos días- dijo Lucía dirigiéndose a la chica que acababa de escuchar.
-¡Hola Lu!- contestó- ¿qué tal las primeras semanas de clase?-
-Nada mal- contestó sonriendo- va a ser que tenías razón cuando decías que esto era el paraíso-
Su vieja amiga acompañó a Lucía a su primera clase. Mientras caminaban, comentaban algunas jugadas dudosas del partido de fútbol jugado el día anterior.
-Yo creo que sí fueron manos, ¡estoy segura de que le dio con el brazo!- repetía su amiga incansablemente.
-De todas formas el partido ya ha acabado, por mucho que protestemos no nos van a dar el penalti ahora- razonaba Lucía intentando tranquilizarla.
Los pasillos de la facultad estaban repletos de estudiantes que andaban de acá para allá cargados de libros y frascos malolientes llenos de partes de animales bañados en formol.
Lucía entró a su clase buscando un buen sitio donde sentarse.
Una chica con aires de grandeza se miraba en un pequeño espejo arreglándose el pelo mientras los que la rodeaban la miraban con adoración, que imbécil puede ser la gente, pensó mientras negaba con la cabeza. Otro grupo de gente jugaba a las cartas en la mesa del profesor, en las primeras filas había compañeros ya estudiando el temario del día, y otros muchos estaban tumbados sobre las mesas aprovechando los últimos minutos de tranquilidad antes del inicio de la clase.
Escuchó de lejos como su amiga decía:
-Te veo luego-
-Hasta luego Jane- dijo Lucía volviéndose para despedirse con la mano.
Lucía se abrió paso hasta que encontró una fila vacía cerca del final de la clase. Primero dejó su mochila sobre la mesa y luego se sentó para descansar un poco antes de que llegara el profesor.
-Eh nano no te duermas ¡eh! -
Lucía levantó la cabeza para encontrarse con su amiga Celia. Era una chica de ojos claros y largo pelo rubio ondulado que conocía desde hacía un par de años. Había llegado al colegio en el que Lucía estudiaba para comenzar el bachillerato, y en poco tiempo se habían convertido en grandes amigas.
-Buenos días- bostezó Lucía
-Te noto con sueño, no imagino por qué- bromeó Celia sentándose junto a Lucía.
-Esta vez no fue mi culpa, me quedé despierta hasta tarde, pero porque Jane quería hablarme de…-
Lucía interrumpió su explicación obviando los codazos de Celia, que intentaba llamar su atención moviéndola y sacudiéndola de todas las formas posibles. Los pelos de la nuca se le habían erizado y se le había puesto la carne de gallina, sentía como si lo que había causado el escalofrío que había notado cuando atravesaba el campus estuviera cerca.
…
- Lucía, Lucía, ¿me estás escuchando?-
Unos suaves golpes en el hombro sacaron a Lucía de su ensimismamiento. Miró a su alrededor, se encontraba sentada en clase rodeada de compañeros que la miraban y murmuraban entre ellos. Al levantar la cabeza se percató de que su profesor de química la miraba con expresión de preocupación.
- Lucía, ¿te encuentras bien?-
-¿Eh? Si, si…- dijo una confundida Lucía sacudiendo la cabeza.
El profesor se irguió y levantó una ceja en señal de incredulidad, parecía que iba a añadir algo más, pero al ver la expresión confundida de su alumna favorita, se dio la vuelta con aire escéptico y regresó a la pizarra para continuar con la clase.
-Eh… ¿hola?- dijo Celia - me estabas contando por qué te acostaste tarde y te has quedado callada y ya no has dicho nada más-
-Si, nada, me he empanado- respondió Lucía restando importancia al asunto.
La clase avanzó y, unos minutos más tarde, Lucía estaba completamente concentrada en las reacciones químicas.
Las clases transcurrieron con normalidad, sin sensaciones extrañas. Tomó apuntes, participó en debates con sus compañeros y tomó más apuntes.
El extraño sentimiento desapareció hasta el final de las clases del día, cuando se dirigió al hall de la facultad a esperar a su amiga Jane.
Había casi olvidado los extraños escalofríos que le recorrían el cuerpo hasta que sintió como se le erizaban los pelos de la nuca. Era una sensación muy extraña, pero lo que más molestaba a Lucía era no saber a qué se debía. Cuando se acercaba a la clase de Jane para averiguar por qué tardaba tanto en salir, escuchó unas pocas palabras de la conversación de dos chicos que pasaban por su lado.
-¡Otra vez! ¡Aggg! ¿! Pero a qué vienen estos escalofríos! - se quejó uno de ellos retorciéndose exageradamente.
Justo cuando estaba escuchando, Lucía sintió un escalofrío que la cogió por sorpresa, fue algo más fuerte que los anteriores. ¡Ché nano, ya vale! pensó.
Se dio la vuelta para mirar quien era el chico al que acababa de escuchar, pero ya había girado la esquina y no lo veía. Se disponía a seguirlo para saber quien era, habían sentido un escalofrío a la vez, ¿a qué se debía eso?, justo cuando daba el primer paso en la dirección que habían seguido los dos chicos una voz la llamó por detrás.
-¿Te ibas sin mi?, que fuerte me parece-
Lucía se dio la vuelta para encontrarse con una sonriente Jane que salía de su clase.
-Ya pensaba yo que te ibas a quedar a vivir ahí dentro- bromeó Lucía.
-Ya conoces al vejete, imposible salir pronto con él-
…
Jane había tenido un día bueno y normal. Mientras comían en la cafetería del campus, le informó de los problemas de su compañera de laboratorio para medir con la pipeta, y le contó que habían hecho explotar un tubo de ensayo a base de calentarlo con el mechero bunsen y echarle agua fría después. Lucía olvidó sus extrañas sensaciones durante un rato y participó animadamente en la conversación sobre los planes para salir el fin de semana que su amiga había iniciado.
Estaban acabando de comer cuando Celia llegó a la cafetería.
-¿Ya habéis acabado?- preguntó- buah chaval estoy muerta, es que no podré ni levantar el tenedor, el profesor de prácticas de matemáticas nos ha puesto toda la clase a hacer ejercicios, ¡que flipas eh!-
-Es lo que tiene ser las enanas de la facultad…- susurró Jane suficientemente alto como para que la escucharan.
-¡Eh un respeto! biológicamente la mayor aquí soy yo- bromeó Lucía.
-Ya bueno, pero yo molo más y nací antes- sentenció una sonriente Jane apoyándose cómodamente en el respaldo de la silla.
Las tres chicas rieron hasta que les dolió la barriga de hacerlo, cuando por fin recobraron la serenidad, Jane comentó:
-Por cierto Lucía, he oído que te han pillado en las nubes en clase de química-
-¡Pero cómo vuelan las noticias!- exclamó- que sólo me he empanado, ¡ya está!
-Sí claro, eso no te lo crees ni tú- replicó Celia - lleva todo el día rarísima- añadió dirigiéndose a Jane.
-Eso es el amor, que llega con el otoño- dramatizó Jane.
-A ver, a ver, explícame eso- pidió Celia - ¿te ha llegado el amor con el otoño Jane?-
-¿A mi? ¡Yo tengo el corazón de piedra! El amor se queda esperando en la puerta, aquí lo importante es… ¿Por que estás tan rara, eh Lu? cuéntanos, ¿quién ronda por tu cabecita?- preguntó Jane sonriendo mientras subía y bajaba las cejas rápidamente.
Sólo con ver la expresión de Jane, Lucía se sonrojó. Sabía perfectamente a quién se refería su amiga con esa pregunta. Hacía varios meses que Lucía le había confesado, bajo el máximo secreto, que estaba empezando a sentir algo más que amistad por un compañero suyo de clase. El chico era un amigo de toda la vida que se había mudado ese verano para estudiar en la academia militar.
Lucía sabía que comenzar una relación a distancia no habría sido fácil, y aunque volvía algunos fines de semana a Madrid, ella decidió ocultar sus sentimientos.
-¿Mi cabeza?, ¿Quién va a rondar por mi cabeza?- Dijo riendo mientras les guiñaba un ojo.
-¡Ya lo sé!- saltó Celia repentinamente- ¡Seguro que es el Luis! ¡El dormilón de la quinta fila!
-¿Qué di...?- comenzó Lucía.
-Nonononono, ¡Jorge! ¡El del pelo a lo afro!- la interrumpió Celia - o bueno, Adrián, o Joan, o…
-Si claro, ¿y quién más?- ironizó Lucía.
-Yo opino que es Raúl, el rarito de vuestro cole- rió Jane.
Las tres chicas pasaron el resto del tiempo libre bromeando y riendo con las descabelladas ideas de Celia y Jane acerca de quien podría ser el caballero de brillante armadura de Lucía.
…
