Disclaimer: Los personajes le pertenecen a L. J. Smith y a The CW.
Ambientado al principio de la segunda temporada.
Damon Salvatore nunca jugaba limpio. Era incapaz. Jugaba con sus propias reglas.
El humor era, para él, un modo de evadirse de la realidad, pero antes muerto que admitirlo. Antes muerto que hacer muchas cosas.
Pero amaba a Elena.
Y eso era un error.
Quizá, el más grande que había cometido
—La vida es un asco.
Su voz. Áspera, ronca, fría e impersonal; constatándole la cruda verdad que se negaba a aceptar.
Su voz. Hueca. Con un dejo de desesperación.
Más irónica que nunca.
El sonido de un vaso repleto de sangre estrellándose contra la pared. Los vidrios cayendo, chocando contra el piso. Furia insaciable, sin fin.
Stefan, siempre.
Y él, Damon, parecía no contar.
Parecía no importar.
Daba igual lo que hiciera, lo que intentara...
Un momento sin fin. ¿Por qué? Había sido tan Elena. Al final, después de todo aquellos años, Katherine. Un siglo y medio de espera. Cuando ya la había olvidado y empezaba a odiarla. Cuando empezaba a amar a la única persona que era intocable para él.
Katherine, después de todo; su vida, que se limitaba a dar vueltas. Cuando empezaba a olvidar que la había querido. Cuando empezaba a olvidar que no estaba en aquella tumba como él había creído durante años.
Katherine, con una entrada teatral. Brutal. Apotéosica.
Que había vuelto por el único que no recordaba haberla amado. Stefan Salvatore. Su hermano.
—Siempre ha sido Stefan.
Palabras que se clavaban en sus oídos una y otra vez. Que se retuercen en su cerebro hasta perder todo sentido.
Katherine. Elena. Ambas.
Siempre fue Stefan… siempre lo será. Para ambas. Tal vez se parecían más de lo que ambas estaban dispuestas a admitir.
Era un estúpido. No lo iba a admitir. Nunca.
Amaba a Elena, pesara cuando pesara.
Y lo que Damon Salvatore nunca iba a aceptar, ni siquiera para sí mismo, era que tenía el corazón hecho trizas.
