Los dos se movían, avanzando, retrocediendo, tomando diferentes posiciones. Bailaban la danza de los guerreros.
Fuertes, rápidos, flexibles.
Cuando uno atacaba, el otro defendía, con ese entendimiento que sólo puede encontrarse en compañeros de práctica.
Por las venas de él no corría la divina sangre llena de guerra, pero podía apreciar perfectamente la belleza de un golpe bien dado, o la ejecución de una defensa bien hecha.
El espíritu de ella, heredado de su progenitor, era valiente, decidido, sediento de sangre del enemigo. Sabía perfectamente que la fuerza, a pesar de hacer alarde de ella, no era nada si no se tenía técnica, estrategia, práctica. La repetición de los movimientos que ahora ejecutaba, todos esos años realizándolos, hacían que les salieran naturales.
Ambos rostros estaban cubiertos de sudor. Pero no de cualquiera, sino de ese que te revitaliza, que te confirma que has trabajado. Caía por sus cuerpos refrescándolos y haciendo que su ropa se adhiriera al cuerpo.
Sus músculos estaban adoloridos, fatigados. Pero el agotamiento era placentero. Si lo ignoraban por un tiempo, desaparecía, dejando en su lugar la exitante sensación de que eran más fuertes o más rápidos de lo que jamás se podría haber imaginado.
Nadie que nunca haya puesto tanta pasión en el arte de la lucha lo entendería.
Pero ellos entendían otras cosas, también.
Él admiraba la fuerza y la estrategia de ella.
Ella observaba atentamente el ímpetu y la gracia de él.
Él era delgado pero rápido.
Ella era corpulenta pero dura como una roca.
Él quería una mujer fuerte en su vida.
Él estaba enamorado.
Ella no quería aceptarlo, no daría su brazo a torcer a la diosa de las palomas. Pero allí estaba, escondido tras capas de armaduras, se encontraba algo que a todos y a ella misma le parecía imposible que sintiera. Pequeño, tímido, débil, pero ahí estaba: El amor.
Ella estaba enamorada.
Primer fanfic de este tipo. Como no se sabe mucho sobre Chrisse (Chris + Clarisse), siempre quise escribir algo sobre ellos. Este se me ocurrió mientras entrenaba, y no podía irme a dormir sin haberlo escrito.
Historias escritas a las tres de la mañana.
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