Narra Steve
Danny, cuando te conocí a primera vista, vi que eras un hombre serio y con carácter fuerte. esa fue mi primera impresión de ti, sin embargo y con el poco pasar el tiempo, supe que tenías una forma especial de tratar a las personas que te rodeaban, incluyéndome, aun con el poco conocimiento que tenías de mi pasado, nos acoplamos perfectamente. Nos volvimos compañeros, aún más cercanos que con Chin o Kono, forjamos un lazo de amistad del cual, yo esperaba durara toda la vida. Claro que en mis planes no estaba el que este sentimiento terminara transformándose en algo más fuerte, algo que llenaba de calidez mi pecho cuando veía tu sonrisa, o como podía alegrar mi día con tu mera presencia. Tus gestos, cada uno de ellos, quedaban grabados en mi memoria sin poder ni querer deshacerme de ellos.
Esa amistad fue volviéndose poco a poco amor, aunque yo no lo sabía. Sin embargo, todos nuestros compañeros parecían darse cuenta de lo que sucedía entre nosotros sin que nosotros fuéramos consientes. Los vagos comentarios sobre nosotros de que, si éramos algo más que compañeros del trabajo, siempre traía consigo una mueca de molestia e inconformidad a tu rostro mientras negabas tal afirmación. Yo prefería quedarme callado, escondiendo de alguna forma la molestia que traía consigo tu negación y las palabras a las que tratabas de explicarles pacíficamente que eso era impensable.
Oh Danny, recuerdo esos oscuros días para mí cuando mencionabas a tu ex-esposa, como es que comenzabas a llevarte mejor con ella y como fue, en más de una ocasión, volvió a aceptar tus invitaciones para cenar. Ella, tú y por supuesto, su pequeña Grace, como si todo regresara a su normalidad. Esos días para ti, eran como un rayo de sol que abarcaba totalmente la habitación, mejorando tu humor ante cada mención que hacías de ella. Yo solo podía quedarme callado al ver tu enorme sonrisa, ese brillo particular en tus ojos. Sencillamente amaba verte de esa forma, por lo es que me encargaría de que se mantuviera así siempre, así tuviese que guardar profundamente esos sentimientos que me carcomían en cada momento. Que me impulsaban a decirte como me sentía, como es que, sin proponértelo, me habías cautivado, te habías adueñado de todo mi ser y de todo aquello que fuese mío, pero ahora era tuyo. Mis pensamientos, sueños y anhelos ahora se encontraban a tu merced, y tú, sencillamente no te dabas cuenta.
Luego sucedió aquello que te desmorono poco a poco, Rachel había vuelto a quedar embarazada, tú estabas rebosante de alegría y felicidad, sin embargo, aquella que se vio opacada cuando te confeso que el hijo que esperaba era de Stand y no tuyo. Ese día faltaste a trabajar, y aún más importante, Grace me había llamado esa mañana preguntando por ti, ya que no te habías presentado por ella para llevarla temprano al colegio y su madre se negaba a llamarte. Pensó que podías estar conmigo y por ello fue que lo supe. La pequeña también se sentía algo lastimada por su madre, pero no era nada que ella pudiera hacer. Fue por eso que me pidió buscarte, y sobre todo cuidarte por cualquier estupidez que quisieras hacer. Ella no sabía que, aunque no me lo hubiera pedido, yo lo hubiera hecho con todo gusto.
Fue entonces cuando me dirigí a tu departamento, al llegar al estacionamiento noté que estaba tu auto estacionado, por lo que era bastante probable que estuvieras ahí. Sin perder tiempo, llegue hasta la puerta de tu apartamento donde toque la puerta varias veces, en las mismas en que recibía un silencio como respuesta. Eso termino por disipar mi duda, así que termine rompiendo la chapa de esta, luego tu aparecerías a regañarme, gritarme como solías hacerlo cuando hacía algo estúpido. Eso era lo que quería que hicieras, que aparecieras en algún momento apenas puse un pie dentro de tu hogar, pero tú no apareciste. Camine con sigilo por el pasillo, no había rastro de ti ni en la sala ni la cocina, así que me dirigí al único lugar en ese pequeño espacio en que él te encontraría.
Y ahí estabas, recostado en la cama con la misma ropa del día anterior, abrazado a una almohada y una botella de whisky a casi terminar guardada bajo el ala de tu brazo izquierdo. Se veía que estabas plenamente dormido, abrumado por la noticia y, sobre todo, dolido. Era así como yo me sentía, enojado y frustrado, la primera causada por aquella mujer que solo te ilusiono para luego, dejarte despertar en una cruda realidad, y la última, porque no sabía cómo poder ayudarte. Quería ser yo quien sobrellevara tu dolor, lo soportaría solo por volver a ver esa espontánea y honesta sonrisa tan característica tuya.
Tal parecía que fue entonces cuando te removiste entre sueños, musitando o balbuceando cosas por debajo, sin tener sentido alguno, solo te escuchaba repetir el nombre de Rachel y el de tu pequeña, sin embargo, algo que jamás espere escuchar de tus labios fue mi nombre. Llamándome entre balbuceos y gemidos, terminaste por entreabrir los ojos mirándome, como si no creyeras que estuviese presente en la habitación, o como si de un espejismo se tratase. Soltaste todo lo que tenías abrazado en esos momentos y solo pude verte estirar los brazos hacia mi mientras repetías incansablemente mi nombre.
-Sssteeveee…s… stev…e….y-yo…Steve..-escuche tu llamado y no pude más que acercarme hasta ti para poder ser envuelto en tus brazos. Claro que yo no me quedaba atrás, te abrace con tanto cariño y cuidado, como si se tratase de una pieza de cristal muy importante para mí. Tú te soltaste al llanto y yo solo estuve ahí, acariciando tu cabello tratando de consolarte y hacerte saber que yo siempre estaría ahí para ti, sin importar nada, seria yo quien te cuidaría en esos momentos tan difíciles para ambos. Fue inevitable y pareciese que tú tampoco estabas en todos tus sentidos, un impulso de mi parte y la cooperatividad con la que te encontrabas influencias, fueron un factor muy importante para lo que sucedió después.
Desperté apenas entraba la noche, tú aun te encontrabas lo bastante perdido en el mundo de los suyos para darte cuenta de lo que había sucedido. Tu cuerpo se encontraba semi-envuelto en la sabana de la cama y la desnudez con la que me había levantado daban un hincapié ampliamente abierto para saber qué había sucedido durante esas horas. Sabía que me odiarías por aquello y yo sería un cobarde no queriéndolo enfrentar, por lo que preferí salir de ahí sin atreverme a mirarte y enfrentarme a todos los reproches que tendrías que hacerme, sin embargo, fue tu voz adormilada y el agarre de tu mano sobre mi pantalón que impidieron mi huida del recinto.
-… ¿Steve?...-
