¡Hola!
Cuanto tiempo sin pasarme por este fandom (tampoco tanto, en realidad =P).
Vale, pues la cosa es que, cuando escribí mis otros fics de Saint Seiya, también había escrito este, pero como incluye un personaje original y temía que me saliera Mary Sue, no la publiqué, pero la historia me gusta, así que después de revisarla, corregirla y ya de paso añadirme un poquito de contenido para que no quedara tan corta, decidí subirla.
Es una historia de tres capítulos y la niña aprendiza en cuestión no sale hasta el segundo, así que de momento los personajes son por todos conocidos.
Debo decir, para que no se asuste nadie, que si bien la historia gira en torno al hecho de que le van a endilgar una aprendiza, la protagonista no es ella para nada, sino Afrodita y Máscara de la Muerte (Que raro en mi, ¿Verdad?).
Pues nada, espero que os guste y me digáis que os parece =D
Por cierto, todos los personajes son propiedad de su autor, yo sólo los tomo prestados momentáneamente para maltratarlos un poco, pero con cariño.
La gran noticia
Un día normal en el santuario. Los pájaros cantan; los Santos entrenan, discuten, duermen o vaguean, según la persona y los aprendices tratan de escaparse de sus obligaciones, con escaso éxito, cabe añadir.
En la casa de Piscis, el dueño del templo charlaba animadamente con su amigo, el Santo de Cáncer, que había subido hasta allí porque se aburría como una ostra en su casa.
Ambos comentaban el desagradable suceso que había tenido lugar la semana anterior y que había sido, en su opinión, mucho peor que una Guerra Santa. Una obra de teatro sobre el Mago de Oz en la que Máscara, tras una serie de desafortunados suceso había acabado haciendo el gran papel de Árbol Nº 2.
Afrodita hizo de Dorothy, para alivio de Shaka, que era la opción B y desgracia del Santo de los Peces, que probablemente nunca se recupere del todo de la humillación.
El otro papel-desgracia (El de la bruja) lo había interpretado Milo tras una encarnizada lucha a piedra-papel-tijera con Aioros. Se lo tomó con humor y consiguió salir con su orgullo casi intacto de la experiencia. Que suerte tenían algunos.
Mientras ambos guerreros seguían quejándose de eso y de otras muchas cosas, el Gran Patriarca Shion hizo acto de presencia ante ellos con un ligero "puf" anunciando su llegada.
_ ¿Patriarca Shion? – Preguntó Afro sorprendido por la repentina aparición – ¿Qué hace aquí?
_ Necesito hablar contigo urgentemente. – Informó sin rodeos – Acompáñame. Por cierto, hola, Máscara de la Muerte. –saludó, reparando finalmente, aunque sin sorpresa alguna, en la presencia del otro hombre.
_Hola Patriarca. –contestó el aludido con un cabeceo.
_Vamos, Afrodita.
El hombre de cabellos verdes hizo un gesto con la mano para indicarle que lo siguiera.
Afro miró para Máscara un pelín alarmado. La última vez que alguien en el Templo Principal había querido hablar con él había sido para poner en duda sus inclinaciones sexuales y definitivamente no quería pasar por algo así jamás de los jamases.
El Santo italiano se limitó a encogerse de hombros al no tener ni idea de por donde iban los tiros y darle una palmadita de ánimo en la espalda a su amigo, esperando sinceramente que no fueran malas noticias ni nada humillante, porque aunque le divertía tener con que molestarle, en el fondo lo sentía por él.
Afrodita se acercó a Shion, resignado a enfrentarse a lo que sea que le tuvieran que decir, y este los tele transportó a ambos al Gran Salón del Templo Principal.
Reparando en la cara de preocupación del Santo de Piscis, Shion le sonrió de forma tranquilizadora, tratando de calmarlo, porque definitivamente para la noticia que le iban a dar lo necesitaban tranquilo, o le iba a dar un patatús.
_ No es nada malo, no te preocupes, pero me temo que tendrás que esperar a la Princesa Athena, quien, por cierto, ya debería estar aquí. – Agregó con un deje de enfado.
_ ¡Ya llego! ¡Ya llego! –Exclamó la joven Saori Kido entrando en la estancia a todo correr arrastrando tras de sí el báculo de Niké.
El antiguo Santo de Aries la miró con desaprobación.
_Princesa, le recuerdo que las Diosas no gritan de esa manera, no entran corriendo en los sitios y, por supuesto, no arrastran el báculo de Niké. –La reprendió.
Desde que habían vuelto a la vida hacía unos meses, Shion no sólo había recuperado el mando del Santuario, sino que también había emprendido la cruzada personal de convertir a Saori en una verdadera Diosa.
La joven japonesa apreciaba mucho a Shion y sus esfuerzos, pero a veces no podía evitar pensar que era demasiado estricto. Bueno, es que sus métodos de enseñanza estaban un poco anticuados, pero el tipo nació en el siglo XVIII así que ¿Qué se puede pedir?
La chica hizo un puchero y se le sonrojaron las mejillas.
_ ¡Lo lamento Shion, es que me confundí de hora! – Se disculpó la muchacha, abochornada.
El hombre de pelo verde suspiró, resignado ya a la impuntualidad y atolondramiento de su señora.
_ Está bien, lo dejaremos así por ahora, pero después usted y yo vamos a tener una charla. – Dijo con seriedad.
_ Si no hay más remedio… – Murmuró algo asustada por si a Shion se le ocurría quitarle el móvil como castigo. La Diosa se volvió hacia Afro, que había estado mirando la escena con una gran gota en la frente. – ¡Afro, tengo una noticia genial para ti! – gritó entusiasmada.
_ ¡Princesa! – La reprendió de nuevo el Patriarca – ¡Use el protocolo, por Zeus!
_ Vale –Asintió ella, signada, alargando mucho la a. Sólo había una cosa que odiaba casi tanto como las guerras sin sentido y eso era el protocolo. Frunció un poco el ceño intentando recordar exactamente qué era lo que tenía que tenía que decir –A ver… ¡A sí, ya me acuerdo!
Shion la miró con reproche y ella se aclaró la garganta, avergonzada.
_ Afrodita, Santo dorado de Piscis, a partir de ahora y por orden de las estrellas y de mi padre, Zeus, Dios de los Dioses tendrás un aprendiz a tu cargo al que transmitirás tus conocimientos con paciencia, sabiduría y cariño con la esperanza de que un día ocupe una de las armaduras de la Orden Sagrada de Athena.
El cabello de Afro perdió volumen de la impresión. No podían hablar en serio. Él no estaba preparado para eso.
_ ¡¿Que yo qué? –chilló el Caballero muy alterado.
_Tendrás un aprendiz – repitió la atolondrada reencarnación de Athena – aunque, de hecho, es una aprendiza. Tiene seis años y vive en Sidney, Australia. Su padre es griego, así que no habrá problemas con el idioma. Mañana irás por ella. La madre ya está enterada de la hora y todo eso. Si quieres puedes pedirle a alguien que te acompañe para…
Saori se calló de golpe al notar que el Santo no le estaba haciendo caso, tenía la mirada perdida en la nada y la boca entreabierta.
_ ¿Afro? ¿Te pasa algo?
Shion meneó una mano frente al rostro del Caballero, pero este ni parpadeó.
_ Princesa, creo que se ha quedado en Shock – dijo, algo preocupado, mientras lo agarraba por los hombros y lo sacudía. – Afrodita. Afro. ¡Reacciona, hombre!
El joven sueco salió de su aturdimiento y sacudió la cabeza, algo atontado.
_ Creo que necesito tiempo para digerir la noticia – Reconoció, con torpeza, con la boca seca – ¿Puedo retirarme, por favor? Necesito una aspirina.
_Por supuesto, Caballero. –Dijo Shion, con comprensión – Sólo recuerda que mañana a las 9:30 tienes que estar aquí sin falta, o te meterás en un buen lío.
Con una torpe inclinación de cabeza, Afrodita abandonó el lugar sintiéndose ligeramente mareado.
_ ¡Pues sí que tardaste! Esto se empieza a hacer costumbre – gruñó alguien desde las escaleras. – ¿Cómo de malo era lo que tenían que decirte?
Afrodita sonrió. Sentado en los escalones del templo estaba Máscara de la Muerte mirándole con cara de mala leche.
Por algún motivo, siempre se habían llevado bien, a pesar de las personalidades decididamente muy diferentes y las muchas riñas y quejas, al Santo de Piscis no le quedaba ninguna duda de que podía contar con él para cualquier cosa. Siempre había estado allí cuando lo necesitaba. Además, cocinaba mucho mejor que él y había evitado en múltiples ocasiones que se muriera de una intoxicación por su nulidad para cocinar.
_ No era malo, ¡Era peor! – Exclamó abatido, dejándose caer al lado del Santo de Cáncer.
_ ¿Y eso? – Preguntó el italiano girándose para mirarlo. Cuando lo hizo se le quedó una cara rara –Emmm… Afro ¿Qué le pasó a tu pelo? Juraría que antes tenía más gracia. –comentó, extrañado.
_ Seguro que perdió volumen del susto que me llevé. – Comentó lastimeramente el Santo de Piscis, medio llorando en el hombro de su mejor amigo – ¡Voy a tener una aprendiza! ¡Una cría revoltosa correteando entre mis rosales! ¡Es mi fin!
En defensa de Máscara, decir que intentó con todas sus fuerzas mantener la cara de circunstancias, pero al final no pudo evitar reírse.
_ ¿Una Aprendiza? ¿Tú? ¡Pobre cría! – exclamó, mofándose sin piedad de la desgracia ajena.
_ ¡No es gracioso! – Le espetó el otro, sollozando teatralmente –Y, para darme esos ánimos, ¡Mejor te largas!
_Vale, tranquilo. – Dijo Máscara, conciliador –Que susceptible, por Athena.
Afro bufó, cabreado y exasperado.
_ Bueno, entonces, ¿Cuándo decías que venía la cría en cuestión? – Preguntó Máscara de la Muerte, intrigado.
_Tengo que ir mañana a Sidney a buscarla. – Murmuró el pobre Santo, completamente hundido en la miseria – Por cierto, ¿Me acompañas? – preguntó con cara de perrito.
_ Me lo pensaré. – Respondió con una sonrisa malvada. Afrodita pudo los ojos en blanco. Ambos sabían que sí que iría, pero quería fastidiar un poquito antes de admitirlo.
_ Bueno, espera, mejor no, que con esa cara de psicópata que tienes, seguro que la asustas, no quiere venir y Shion me regaña. – Se retractó el Santo de los peces, con malicia, dándole al otro donde más le dolía.
_ ¡Yo no tengo cara de psicópata! – gruñó Máscara, falsamente ofendido por la acusación.
_ Pues claro que sí. – Pinchó Afrodita sin piedad.
_Mentira, pero incluso si fuera cierto, mejor eso que tener cara de nena. – Replicó, riéndose como el mejor villano de película.
_ ¡Yo no tengo cara de nena! – Chilló Afro, que no estaba de humor para aguantar esas cosas.
_ Eso es lo que dices tú. – Sonrió Máscara.
Y así comenzó una de sus habituales discusiones estúpidas, que parecían querer rivalizar con las de los gemelos por el premio a el argumento para una riña más tonto de la historia.
Esa noche, Afro a penas pudo pegar ojo. Los temores se agolpaban en su cabeza, temía meter la pata, que la niña esa destrozara su jardín, que saliera tan revoltosa como los Santos de bronce y otras tantas cosas, unas con más sentido que otras. Estuvo dando vueltas en la cama durante horas, y, cuando al fin consiguió dormirse, sus sueños estuvieron plagados de incoherencias relacionadas con su nueva condición de maestro. ¿Resultado? Al día siguiente el pobre Santo estaba que se caía de sueño.
_ Yo quiero dormir – gimió el Santo de Piscis, alargando la i para darle un tono más lastimero a su lamento mientras era literalmente arrastrado escaleras arriba por el Santo de Cáncer.
_ ¿Y yo que quieres que le haga? –Preguntó este, exasperado.
_ No lo sé. Algo. – gimoteó.
Máscara de la Muerte puso los ojos en blanco. La paciencia no era lo suyo, y llevaba dos horas aguantando a Afrodita quejarse, despotricar y lloriquear, desde que se había pasado por su templo para comprobar que no se hubiera tirado de la azotea o algo así la noche anterior por culpa de la desesperación.
Pero no es que estuviera preocupado. Para nada. Él no se reocupaba por la gente.
_Ya hago bastante acompañándote a Australia. – soltó, ya hasta las narices de tata tontería.
Afro hizo un puchero. No quería enfadar a su amigo, pero de verdad que necesitaba quejarse.
_ Yo no quiero una aprendiza.
_ No es mi problema. Además, te estás comportando como una niña caprichosa. – Le espetó el otro.
_ No me importa. Tengo sueño.
_ ¡Pero cállate de una vez, por el amor de Dios! – Gritó, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.
_ ¿No querrás decir de Athena? –Preguntó Afro, extrañado.
_ No. Quiero decir de Dios. ¿Algún problema con eso?
_ No, ninguno. – Negó con la cabeza para darse más énfasis y Máscara le miró con desaprobación.
En el Templo principal, Shion y Saori les esperaban. El primero mirando intermitentemente a la puerta y a su reloj y la segunda aburrida, pasando el peso de su cuerpo de un pié a otro, preguntándose cómo sería esa aprendiza nueva.
Al llegar, Afrodita se arrodilló frete a Atena y esta se dispuso a darle su bendición.
_ Me inclino ante mi señora y pido su protección en la tarea encomendada.
_ Que tengas suerte en tu tarea, Afrodita de Piscis y que la bendición de los Grandes Dioses del Olimpo te acompañe. – Habló Saori, claramente contrariada por tener que usar el maldito protocolo.
_ Esté con vos mi agradecimiento.
El Santo se puso en pié y Shion tomó la palabra.
_ Os tele transportaré frente a la puerta de la casa. – Informó a los dos hombres qu ele miraban esperando instrucciones –La madre de la niña se llama Elizabeth. Por que he podido averiguar, la situación familiar no es, digámoslo así, muy estable, así que no tengo muy claro cómo os recibirán. Máscara, procura no asustar a nadie, por favor.
Ambos asintieron, conformes con la información.
_ Pues eso es todo. Nos vamos. Os dejaré allí y pasaré a buscaros en un par de horas. Espero que esté todo solucionado para entonces, porque no me gustaría tener que intervenir.
_ De acuerdo – dijo Afro.
_ Usted manda – Se mostró de acuerdo Máscara, sin demasiado entusiasmo.
Shion los agarró a ambos por el brazo y en un visto y no visto, Saori se quedó sola en mitad de la sala.
Resopló y se dejó caer en el suelo.
_ Espero que la cosa no se tuerza. – murmuró, ligeramente preocupada.
Fin de capítulo primero.
¡Ta- chaaaaan! He aquí el primer capítulo ¿Qué os pareció? ¿Os gustó y creéis que la historia promete? ¿No os gustó y consideráis que debería dedicarme a hacer algo de provecho como estudiar y dejar de maltratar la literatura con mis creaciones? ¿Os dio exactamente lo mismo? Sea como sea, comunicádmelo en un review para que pueda ser feliz XD
Por cierto, si hay faltas de ortografía, sólo decídmelo y serán aniquiladas sin piedad con mi falticidaneitor 5000 =P
Sin nada más que decir,
Muchos besos a todos ^^
