Hola... esto fue escrito en un momento entre el shock de ver el precioso trasero de Brad Pitt en esa peli... y el shock de verlo muriendo a manos del cobarde Paris... que no le hicieron nada de justicia al pobre Orlando!... en fin, espero les guste...
Saludos a mis hermanas que las he tenido bien abandonadas... lo siento!
Disclaimer: Nada es mio, solo la historia... ya quisiera yo...
Vivan los Sly!
Enjoy!
EL ULTIMO ADIOS
-Tú fuiste paz, en un mundo de guerra-
-Briseida, ven-dijo Paris.
-No…-
-Debes irte. Troya arde-dijo Aquiles, con sus largos cabellos perfumados entre sus dedos.
Briseida negó, las lágrimas cayendo de sus mejillas. Tenía que decirle, tenía que hacerle saber antes de que el… que él…
Se acercó a su oído y murmuro bajito:
-Aquiles… Llevo a tu hijo en mi vientre…-
Aquiles la miro con los ojos brillantes de lágrimas, su corazón latiendo rápidamente dentro de su pecho. Una triste sonrisa se extendió por su rostro, pues la pena que sentía era tan grande que estaba seguro le acompañaría hasta el inframundo.
-Vete, antes de que sea tarde-
-Briseida…-murmuro Paris una vez más.
-Ve-dijo Aquiles.
Briseida lo beso por última vez, con la certeza de saber que jamás volvería a verlo, al menos no en esa vida, y tal vez tampoco en la siguiente, pues ya conocía el castigo para sus actos. Le beso con dulzura, poniendo todo el amor que había florecido dentro de su pecho en esos días en los que vivió a su lado, en donde se amaron y fueron solamente ellos dos, donde se atrevieron a hacer planes para un futuro del que ambos sabían, era una quimera.
Paris ayudo a Briseida a ponerse de pie, aunque la debilidad en sus piernas era mucha, saco fuerzas de la nada para comenzar a alejarse. Miro hacia atrás, para verlo por última vez, grabándose su imagen en la retina, aunque sabía que jamás podría olvidarle.
Ambos corrieron hacia la salida secreta, donde al final del túnel los esperaba Helena. Los tres se internaron en la noche, corriendo, a veces trotando, hasta que estuvieron lo más lejos posible de su amada Troya. En la distancia, mientras observaban el resplandor de las llamas que consumía a la ciudad, y escuchaban los gritos que el viento les llevaba, cada uno comenzaba a enfrentarse a sus demonios.
Dos de ellos, admirando lo que su cobardía, egoísmo e insensatez habían provocado, el exterminio de casi toda su raza.
La otra, lamentándose por haber conocido el amor demasiado tarde, pero agradecida con los dioses porque, dentro de su vientre, el hijo del poderoso e invencible Aquiles crecía, aferrándose a la vida. Y ella le cuidaría, con su propia vida de ser posible.
Se dieron la vuelta, caminando en silencio, mientras a su espalda, los gritos seguían escuchándose, la ciudad ardiendo como un fuego fatuo, Troya, perdida para siempre, por la lujuria y la ambición de los hombres…
