Al abrir los ojos, ya no me encontraba en ese recinto sagrado, donde lo había pasado tan bien en el pasado, y que luego de romper la ley, se había convertido en el lugar donde tuvo lugar mi juicio. Los ojos del jurado ya no me observaban, y sus figuras habían sido reemplazadas por árboles muy frondosos, que cubrían el cielo casi en su totalidad, y permitían el paso de algunos selectos rayos de sol. ¿Dónde me encontraba ahora? ¿Hacia dónde me habían enviado por violar la ley?

Miré los alrededores y me di cuenta de que estaba solo. ¿Estaría bien Lucy? ¿A qué lugar la habrían enviado a ella? Concentrándome, me di cuenta de que a la distancia podía escuchar el sonido de las olas. Sin nada más que hacer, decidí seguir el sonido del mar y el olor de la sal, con mi mente puesta solo en una cosa, en el amor de mi vida, la madre de mi futuro hijo. Luchando contra la tristeza, me decidí que tenía que soportar estar solo mientras durara mi castigo, para poder regresar junto a ella. Suspiré y me abrí paso entre los árboles, saliendo a una playa de arenas amarillas, y me sorprendí de encontrar un mar de aguas cristalinas. Volví a suspirar y sonreír tristemente; a Lucy le habría gustado ese lugar.

"Sería perfecto que ella estuviera aquí, conmigo," pensé, mirando las aguas.