Disclaimer. Todos los personajes pertenencen a Marvel y sus autores.

La historia del contador de historias

Parte I

Upphaf

(Comienzo. Nórdico Antiguo)

Primera

De cómo Odín encuentra un bebé abandonado y cree que lo está rescatando.

La pálida luz sobre la helada superficie sólo servía para transmitir aún más la gélida sensación del hielo que le rodeaba, había caminado al menos por quince minutos, ansioso por alejarse del campo después de la batalla y su llanto de muerte, pero no tuvo éxito, incluso en esa alejada posición le llegaban la sinfonía de dolor y desesperación de los caídos, y también de los triunfadores, después de cada pelea se decía que no había un triunfo verdadero, ganaran o perdieran, los muertos seguían muertos.

Odín siguió su trayecto, ansioso por oír algo más. Desde la distancia había divisado las altas torres de la gran estructura y se dirigió a ella sin cuestionarse motivo. Estaba parcialmente derruida, como todo en ese planeta. Lo que alguna vez fue sin duda una majestuosa construcción de roca y hielo, ahora era un gigante dañado. En la entrada se topó con algunos cadáveres, torció la boca, eran pocos (a comparación del campo de batalla) pero más de los que quería encontrar, había Æsir y gigantes por igual, aunque eran tres gigantes por cada uno de los suyos, la vista le hizo sonreír, pero la sonrisa se esfumó casi de inmediato.

Siguió caminando hasta el interior de la construcción, levantó la vista tratando de imaginar cómo pudo ser en su plenitud, imaginó la luz de la pálida estrella que fungía como sol, refraccionándose a través del hielo e iluminando con halos multicolor el interior del templo, o supuso que era un templo, había un aura peculiar en el recinto, pero no podía estar seguro, sus escasos conocimientos de la cultura de Jötunheim le impedían distinguir con certeza un templo de un salón de recepciones.

Se dio unos segundos de paz, los únicos que tendría hasta que regresara a casa y abrazara a su hijo y esposa. ¡Cómo los echaba de menos! Había sido una guerra muy larga, le dolía haber visto crecer a Thor desde lejos, pero finalmente habían conseguido la paz, la derrota de los jotnar era el último paso para una época pacífica.

El pensamiento de Frigga y Thor le obligaron a animarse a regresar al campo de batalla, para fijar los últimos términos del tratado de rendición y finalmente salir de ese gélido reino, de regreso a Asgard y su eterna calidez. Además debía atender la herida que la pérdida de su ojo le había dejado, ya no sangraba, pero tener un hueco en el rostro era inquietante, apenas y podía imaginar cómo debía verse.

Dio media vuelta, comenzó a caminar. Un ruido perturbó quedamente el sacro silencio que le envolvía. Instintivamente tomó con ambas manos a Gungnir, y miró alrededor. Su ojo ausente le complicó la tarea pero sus siglos de experiencia lo compensaron.

—¿Quién va? —preguntó al silencio y eso recibió como respuesta.

Al sonido de su voz, el ruido se dejó escuchar de nuevo, ahora con más volumen, así gradualmente hasta que el origen de éste se delató por sí mismo: un llanto, un pequeño.

El instinto decidió el curso de los sucesos. Odín acudió al llanto y el pequeño lloró con más fuerza al escuchar que alguien se acercaba.

Lo que fuera que Odín pensaba conforme se acercaba se borró de su mente cuando finalmente lo encontró. Al principio, por el tamaño, pensó que era un bebé Æsir, tal vez algún gigante cruel lo raptó (aunque era impensable porque el último gigante de hielo que puso un pie en Asgard fue Laufey, siglos atrás cuando rompió relaciones con ellos). No, este bebé no era Æsir, era un jotun, un hijo de gigantes aunque de un tamaño minúsculo comparado con su progenie. Había visto de cerca algunos niños jotnar como para poder decirlo con cierta certeza, éste era incluso pequeño para un bebé Æsir.

En los tiempos en que las relaciones eran menos desastrosas, vio de cerca al primogénito de Laufey, y fue ese recuerdo el que hizo que la visión de ese pequeño delante suyo se sintiera como un balde de agua fría, (y considerando que estaba en un mundo de hielo, era bastante decir) pero no podía estar equivocado, los encuentros contra Laufey durante la guerra le habían obligado a memorizarlo bien, a recordar casi a la perfección su semblante y el trazo único de las líneas, ésas que denotaban la herencia entre los gigantes de hielo, y que ahora le decían que ese bebé era hijo del rey derrotado.

Quizá pensó en Thor o fue el arraigado instinto de protección. Extendió ambas manos y sin pensar lo tomó, estaba envuelto en una delicada tela que (aunque no podía servir de ninguna protección) delataba la sangre real en las venas del niño.

—¿Qué haces aquí pequeño? —preguntó.

Como si le respondiera, el bebé le tomó un dedo con su pequeña mano y sonrió, lo que siguió sorprendió tanto a Odín que casi suelta su pequeña carga. El bebé cambió la tonalidad de su piel a un pálido blanco y de ojos pasando de su rojo natural a un vibrante verde, haciendo una buena imitación de un Æsir. Se quedó estupefacto por unos segundos, sacudido e incapaz de pensar con claridad, pues delante de él tenía a un cambiaformas, un usuario de magia.

No sabía cuán común eran los gigantes usuarios de seid, aún menos los cambiaformas, aunque suponía que no había muchos, de haberlos la guerra pudo haber tomado otro curso.

Planes, suposiciones y preguntas inundaron su cabeza, bajó un momento al niño y contempló con curiosidad (y una naciente lástima) cómo éste regresaba a su aspecto original, lo tomó de nuevo y el fenómeno se repitió. Seguramente el pequeño estaba imitando su aspecto para asegurar que Odín no lo dejara.

—¿Por qué estás aquí?

Apenas emitió la pregunta, las respuestas comenzaron a generarse. Jötunheim era un reino agreste que dependía enormemente de sus capacidades físicas, y su rey era la apoteosis del orgullo, una lamentable combinación y que podía explicar la presencia del bebé en ese lugar. No lo iba a negar, los Æsir también eran profundamente orgullosos de su herencia, y cualquier deficiencia era duramente señalada y tratada con poca amabilidad.

Sin embargo todos los que no nacían con lo que podría llamar el ideal Æs, eran dados la oportunidad de encontrar su lugar en el mundo, regularmente con pocas probabilidades de trascender o mejorar sus condiciones (resultado de la cultura guerrera asgardiana), era una existencia lamentable, él lo sabía, pero no llegaban a barbaridades como ésta, no abandonaban a sus defectos para que la naturaleza se encargara de ellos.

La mera idea le horrorizó aunque entendió completamente los motivos de Laufey. Un rey era el reflejo de su reino, y un vástago imperfecto era motivo de vergüenza, quizá señal de debilidad ante otros, y en el estado en que se encontraba Jötunheim hacía (tristemente) lógica la resolución pero…

—¿Y tu madre?

Pensó en Frigga y cómo podría sentirse si le arrebataran a Thor, Laufey era el rey pero Farbáuti era la madre de ese pequeño y no importaba lo avergonzado que el rey jotun pudiera estar, ese pequeño pertenecía con su madre. Ya era suficiente la dura vida que le esperaba, como para que lo arrancaran de (seguramente) el único consuelo que tendría.

—Vamos.

Con la práctica adquirida de ser padre dos veces (aunque trataba de no pensar en eso) acomodó al bebé en un brazo y lo cubrió con su capa, rezó a las Nornas para que el pequeño permaneciera callado, lo que menos necesitaba era ser delatado delante de sus hombres. La sed de sangre aún estaba latente en muchos, y seguramente no faltarían quienes se ofrecerían a acabar con esa pequeña peste.

Llegó hasta su tienda con paso rápido, respondiendo sólo con gestos de mano y asentimiento a las muestras de respeto que sus hombres le dieron. Una vez dentro, aceptó que uno de los sanadores le atendiera la herida del ojo y la cubriera, después despidió al sanador y ordenó le fuera llevado un tazón con leche tibia, su paje no cuestionó la petición y corrió a cumplirla. Odin no descubrió al pequeño sino hasta que la leche estaba delante suyo y él estaba completamente solo. Con un pequeño trozo de tela mojó un extremo en la leche y lo acercó a la boca del pequeño, quien al principio confundido no supo qué hacer, pero entendió pronto la intención y succionó ansioso. La desesperación con que el niño absorbía la leche generó un poco más de odio en Odín por Laufey, a quien a pesar de ya considerar un ser cruel, parecía que podía serlo todavía más.

Pensó de nuevo en Thor y Balder, su primogénito y su segundo hijo, el primero era el corazón de Asgard, el hijo dorado a pesar de su corta edad, el segundo debió haberlo sido también, pero las Nornas decidieron que eso no estaba en su futuro y lo arrancaron de sus manos a pocos meses de nacer. El recuerdo estaba fresco y dolía con la misma intensidad que cuando ocurrió, y si a él aún le dolía, a Frigga la devastaba. Una idea se le ocurrió y fue más insistente que su decisión de devolverlo a Farbáuti. Ese pequeño no sería un sustituto de Balder, pero podía ayudar a sanar el hueco que su muerte dejó. Con el debido encantamiento, podía sellar la apariencia cambiante del pequeño, un plan bien trazado y podría convencer al reino de que era hijo propio, ¿quién cuestionaría al rey?

Otra serie de planes también comenzaron a tomar forma, pero no inmediatos como el anterior, éstos eran de alianzas, herencias y ocupar tronos. Una forma diferente de lograr la paz, una que no era a través de la guerra.

Mojó de nuevo el trozo de tela, el pequeño seguía succionando la leche sin descanso, eso le llevó a preguntarse cuánto tiempo llevaba ahí.

Aunque tenía otra (otras) pregunta(s), ¿por qué en un templo?, ¿y si en vez de abandono era resguardo? También eso podía tener sentido, ante la llegada de las fuerzas de Asgard a la ciudad, quizá Farbáuti vio a ese lugar como el más seguro para su pequeño, tal vez tomó a sus otro hijo y se resguardó lo mejor que pudo, pero consideró que no era suficiente para el bebé, Asgard podía considerar a los jotun como seres salvajes, casi bestias (y viceversa, estaba seguro), pero incluso ellos respetaban los centros de adoración.

Torció la boca, la disyuntiva le hizo dudar de su idea, ¿y si él estaba robando a un bebé y no salvándolo? Frigga aún lloraba a su pequeño, ¿era capaz de causar un dolor similar en otra madre?

—Ni siquiera quiero imaginar de lo que serás capaz cuando seas mayor, si ahora puedes causar tantos problemas —dijo divertido, el bebé le sonrió.

Le tomó al menos una hora decidirse, y aún cuando decidió no estaba completamente convencido, pero no podía darse el lujo de dudar más.

—Organicen una guardia, traigan a Laufey e informen que lo escoltaremos hasta el palacio.

Esta vez la orden fue cuestionada, Tyr, su general de mayor confianza, seguramente esperaba la ejecución del rey jotun o un largo tiempo en las prisiones de Asgard, pero Odín estaba cansado de la guerra y habían tomado la fuente de poder del reino, no sólo habían cortado las garras a la bestia, se las habían arrancado junto con los dientes, los gigantes de hielo ya no podían dañar a nadie. Salvo a ellos mismos, pensó con amargura mientras acomodaba al pequeño del mismo modo que cuando lo sacó del templo.

Salió de su tienda, y quedó confrontado con un pelotón de Einherjar pesadamente armados rodeando a Laufey, a quien parecían no importarle las pesadas cadenas y el grueso collar, que restringían todo movimiento considerado amenazante y bloqueaban sus habilidades naturales en su totalidad, los Æsir habían conseguido proezas en métodos de supresión de sus enemigos.

—¿Qué ocurre Padre-de-Todo?, ¿tanto te tomó decidir el momento de mi ejecución? —preguntó Laufey con sorna.

Odín no estaba sorprendido, él habría actuado del mismo modo.

—No Laufey, ya fue suficiente muerte, ahora sólo queda reconstruir, vivir en paz.

La risa sí le tomó por sorpresa.

—¿Basta de muerte?, ¿reconstrucción dices? Te has llevado el Cofre de los Inviernos Pasados, nos has condenado. Ahórrate las palabras.

Odín sabía que era cierto, sin la fuente de poder que era el Cofre, Jötunheim jamás podría recuperarse, pero ése no era el punto. Vio que Osviv le había sido llevado, lo montó con sumo cuidado y tomó las riendas, las agitó haciendo que el corcel echara a andar.

El pelotón de guardias respondió a la orden, el rey jotun no tuvo más opción que comenzar a caminar con ellos. Odin no prestó mucha atención, preocupado por mantener al bebé en su brazo cómodo y en silencio, lo que menos necesitaba era que lo descubrieran ahí. Por fortuna el pequeño se había quedado profundamente dormido, era de esperarse, después de haber comido con la desesperación que lo hizo.

El camino fue hecho con paso rápido, llegaron pronto a las puertas de Utgard, la capital.

—¿Qué es lo que planeas, Padre de Todo?

—Te lo dije, quiero paz.

Laufey rió de nuevo, esta vez una risa más sonora lo que hizo que los Einherjar tomaran sus espadas.

—No sabes de qué hablas, nos condenas y…

El rey jotun se calló y lo miró con atención, Odín disimuló su preocupación, podía sentir al bebé comenzar a moverse. Laufey frunció el ceño y el rey asgardiano comprendió que de algún modo, el gigante sabía qué era lo que ocultaba, se preparó para su violenta reacción.

No esperaba una sonrisa sardónica.

—Eres ignorante y cruel Padre de Todo.

La frase de Laufey, dicha con su voz cavernosa que erizaba la piel, fue todo lo que dijo, y Odín no supo exactamente a qué se refería. Agitó de nuevo las riendas del caballo para acelerar el paso, quería acabar con eso. Laufey no dijo más en lo que restó del trayecto.

Una vez frente a la entrada del palacio, y con otra guardia de Einherjar esperando por ellos. Tyr le extendió un pergamino, contenía las condiciones que Asgard imponía a Jötunheim para aceptar su rendición. Odín aceptó e hizo una señal con su mano, las cadenas y collar de Laufey cayeron al piso, los einherjar y Tyr tomaron sus armas.

Laufey los ignoró y avanzó hasta Odín, juntos entraron al palacio, la guardia asgardiana no supo cómo reaccionar, el general Tyr hizo una señal para que mantuvieran la compostura y comenzaran a avanzar detrás de ellos.

—Sólo un rey mata a otro rey—les dijo—, pero este rey ya ha perdido demasiado.

Llegaron hasta el salón principal, prácticamente en ruinas pero no por eso menos imponente. Ahí se encontraban la reina y el príncipe, Odín ordenó a Tyr que se quedara con él y se retirarán los soldados. El general no cuestionó la orden de su rey y la hizo ser obedecida. Al final sólo quedaron la familia real de Jötunheim, algunos de sus generales y el rey de Asgard junto con Tyr.

—¿Se leerán los términos? —preguntó Tyr.

—¿De qué serviría? —cuestionó Laufey sin verlo— No cambiarás nada del contenido.

Odín asintió y extendió el rollo a Laufey, quien lo tomó emitiendo un gruñido que expresaba su desacuerdo pero consciente que no tenía ninguna opción, no si quería que Asgard se retirara de Jötunheim.

Con el pergamino en mano, Laufey avanzó hacia su familia, su hijo lo recibió con un peculiar saludo de manos que había visto era hecho entre familiares directos, podía parecer distante y simple, pero Odín sabía el profundo significado que tenía. Después vino Farbáuti que tomó también su mano y ñla colocó en su frente, Odín había llegado a la conclusión que era una expresión de mayor intimidad.

—Has devuelto a mi rey y esposo, Padre de Todo, te agradezco por eso —dijo ella con un tono glacial—. A pesar de todo lo que pudiste haber hecho, lo has devuelto a su gente y su familia, tienes mi gratitud.

Odín asintió y se tomó el tiempo para ver al príncipe, Helblindi, debía tener unos 300 años y las mismas líneas que el pequeño bulto bajo su manto.

—Lo mucho que apreciamos a nuestros niños es algo que tenemos en común, Asgard y Jötunheim, y yo mismo conozco el dolor que significa perder a uno, por eso no puedo tolerar que una madre conozca ese mismo dolor. — Fingió no ver a Laufey sonreír, tomó al bebé que ocultaba, y lo extendió hacia Farbáuti.

—¿Vive? —preguntó ella sorprendida—, ¿por qué?

—¿Pequeño? —dijo Helblindi.

Laufey permaneció callado y Tyr soltó una expresión de sorpresa. Hubo silencio. Definitivamente no era la respuesta que esperaba, imaginó que ella tomaría al bebé de inmediato en sus brazos, no que preguntara por qué estaba vivo.

—¿Por qué? —repitió Farbáuti sin acercarse al pequeño que le era ofrecido.

—Lo tomó del templo —respondió Laufey.

Él extendió una mano para tomarlo, Odín lo retiró negándose a entregarlo al gigante, Laufey soltó un suspiro irritado.

—Es para ella —gruñó Odín.

—Pero no lo tomará —replicó Laufey—, lo entregó a Ymir y la naturaleza, renunció a él, ya no lo recibirá.

Las palabras lo sacudieron.

—¿Y ahora qué? —interrumpió Tyr con frustración—, ¿lo matarás tú mismo?

Laufey dio un gesto condescendiente a Tyr mientras acomodaba al bebé en su mano, era diminuto. Odín observó cómo el rey gigante veía a su vástago, una mezcla de irritación y lástima, después pura resignación.

—Claro que no.

—¿Por qué? —preguntó Farbáuti indignada— renuncié a él, lo entregamos a Ymir.

—Pero Ymir no deseó llevarlo con él.

—Sólo porque él lo tomó —dijo recriminatori amente la reina mirando a Odín.

—No sucedió cuando debía suceder, ahora debe vivir.

Odín no se atrevió a interrumpir el intercambio de palabras, tratando de dar sentido, era ignorante a las tradiciones jotnar y, aunque crueles, sin duda tenían un significado importante.

La reina negó con la cabeza y salió del salón, dejando clara su respuesta.

Laufey extendió al bebé a su otro hijo, el pequeño jotun lo recibió con un gesto ansioso.

—Llévalo contigo, hablaremos después.

—Sí padre —dijo Helblindi y se alejó, pero antes de que saliera del salón se giró hacia ellos—. Gracias Padre de Todo.

Laufey gruñó a las palabras.

—Te lo dije, eres cruel e ignorante, has condenado a ese niño a una vida miserable.

—¿Entonces merecía morir? —rebatió Odín.

—No es sobre merecer, sino lo que Ymir decidió —replicó Laufey sin verlo—. Quiso que viviera y así debe ser. Ahora vete, has dejado tu última huella en esta tierra decadente.

—Puedo llevarlo conmigo —dijo sin pensar.

—¡Pero señor!—exclamó Tyr.

—No, no lo harás—respondió Laufey—.Porque es claro que lo consideraste pero decidiste entregarlo, porque...

—Porque pensé que su madre lo echaría de menos.

—Claro, no esperabas que fuera justo ella quien lo entregó.

—No te ves complacido con él.

—¿Qué padre lo estaría?

Odín no tuvo respuesta para eso, volteó hacia Tyr indicándole que era momento de irse.

—Eso pensé. Si es lo que te preocupa Padre de Todo, va a vivir, Ymir lo ha decidido así.

Fueron las últimas palabras que escuchó del rey de Jötunheim antes de salir.


Al ver la radiante sonrisa de Frigga y escuchar el grito de Thor, Odín decidió no mencionar nada de lo ocurrido antes de su salida de Jötunheim. Mencionar a un bebé en la situación en que lo halló sin duda traería recuerdos amargos a su esposa (y él mismo). Decidió no decir una sola palabra, cargó a Thor y rodeó a Frigga con un brazo.

—¿Qué te pasó papá?

—Sólo una pequeña herida —comenzó, no se había detenido a pensar cómo explicarle a su hijo que había perdido un ojo, pero Thor no parecía muy interesado en escuchar eso.

—¿Ganaste papá?, ¿vas a contarme todo? —interrumpió el pequeño.

Odín sonrió y asintió, eso era mejor, no pensar en las pérdidas sino en que estaba en casa. A su confirmación, Thor rió con fuerza.

—Thor, tu padre necesita descansar, mañana responderá todas tus preguntas.

El pequeño torció la boca en una adorable mueca, lo abrazó con fuerza y hundió su cabeza en la curvatura de su cuello.

—Quiero quedarme, no diré nada… quiero quedarme —murmuró en un tono lastimero.

Eso ablandó su corazón, y el de Frigga, ambos entendieron que el chico quería estar cerca de su padre, y no se atrevieron a negárselo.

—Claro cariño —sonrió Frigga y pasó su mano sobre su espalda, tranquilizándolo.

Fueron a las habitaciones reales, Frigga ya había ordenado comida con antelación. Comieron, hablaron, rieron, le contó a Thor historias de la batalla, claro que en una versión un poco distinta, sin cruentas descripciones ni temores ni nada de lo grotesca y dura que fue la guerra, aún así su hijo exclamaba emocionado cada vez que le hablaba de triunfo y gloria. Poco más de una hora después Thor se quedó profundamente dormido.

—Lo llevaré a su cama, descansa, lo mereces —dijo Frigga—. Prométeme que dormirás y dejarás los asuntos del reino para mañana —la vio tomar a su hijo y se despidió dándole un beso en la mejilla.

—Sólo…

—Prométemelo —finalizó Frigga en un tono que le recordó al tenebroso de Laufey.

Sonrió y asintió.

—Lo prometo.

Cuando se quedó solo, Odín se recostó y pasó su mano sobre su cara, repasando el parche que vestiría a partir de ese momento. Le alegró ver que Thor no le había prestado demasiada atención, ni que Frigga se había horrorizado con el nuevo aspecto de su esposo. Cerró el ojo y se dispuso a dormir, los pensamiento gradualmente pasaron de su familia al pequeño que dejó de Jötunheim. Una pizca de culpa y otro tanto de remordimiento le asaltaron, pero los puso bajo control, era inútil preocuparse, lo que fuera que pasara estaba lejos de sus manos.

Lentamente se quedó dormido, negándose (pero fallando) a pensar en lo que pudo ser si lo hubiera llevado con él. Tuvo un interesante sueño, en el que Thor no sólo tenía a su hermano Balder, sino uno de cabello negro y chispeantes ojos verdes.

No habló de lo ocurrido en Jötunheim, ni esa mañana ni los años venideros.

Hasta que tuvo que hacerlo.