la maldición de La soledad

I - Melodiosa

Título original: Background Pony: I - Melodious

Escrito por: ShortSkirtsAndExplosions

Traducido por: maria pony

Traducción revisada por: dr shadow

Querido Diario,

¿Cuándo empezó la música? ¿Comenzó con una pregunta? ¿Una exclamación? ¿Había algún poni riéndose? ¿O llorando? ¿Estaba ese poni solo? ¿O tenía una audiencia?

Cuando asistí por primera vez a la Escuela de Celestia para Unicornios Superdotados, creía que encontraría todas las respuestas a cómo y cuándo empezó la música. Lo que descubrí fue que las mejores piezas para nosotros (las más artísticas, conmovedoras y melodiosas) se habían perdido para siempre. La civilización de Equestria tenía más de diez mil años, y en esos diez milenios sólo la música de los últimos quince siglos había sido grabada, conservada o recitada hasta el día de hoy.

¿Qué fue de la música que se había perdido para siempre? ¿Cuántas obras maestras habían desaparecido en el gran vacío del tiempo? ¿Qué tipo de genios y prodigios existieron en el pasado, y cuántas de sus obras maestras permanecerían en el olvido? ¿El hecho de que su música ya no resuene en los salones de nuestro reino significa que han perdido su valor?

Hace años, me convertí en una estudiante de teoría de la música, pensando que encontraría las respuestas. Lo que descubrí, sin embargo, fue que componer música es simplemente un medio para plantear preguntas con nuestros corazones que nuestras mentes no pueden formular. Cada vez que cantamos o tocamos un instrumento, estamos buscando algo. Cada vez que llenamos el aire con notas rítmicas y matices, estamos esforzándonos por mantener el contacto con esa parte de nosotros a la que nuestras palabras no pueden alcanzar.

Me gustaría pensar que los ponis de tiempos remotos estaban buscando algo, tal y como nosotros hacemos hoy en día. Eso significa para mí que aunque la música del pasado se ha perdido, el medio para expresarnos y descubrirnos a nosotros mismos todavía sigue ahí. Nuestra civilización entera es el bello bis de una sinfonía que ha caído en oídos sordos, pero no en corazones insensibles. Mientras sintamos la música (encarnando la misma curiosidad y ambición de nuestros ancestros) todo lo que sea importante permanecerá en el recuerdo, pues lo tendremos guardado bajo llave en nuestro propio pulso.

Hoy en dia, me dedico a tocar música. Lo hago porque también estoy buscando; por una parte, estas mágicas notas que me esfuerzo por construir pueden ser una manera de librarme de la maldición que ha caído sobre mí. Por otra, trato de añadirme a esos mismos latidos que han mantenido un ritmo constante desde el principio de los tiempos. Mientras sea parte de eso, mientras componga melodías que el alma de Equestria no pueda resistirse a bailar, entonces tal vez tenga la oportunidad de alcanzar a algún poni.

Tal vez no seré olvidada.

Justo el otro día estaba en la esquina de la Calle Principal de Ponyville, tocando el último número experimental con mi lira. Decidí llamarlo "Elegía Lunar #7". Era la misma melodía a la que había intentado dar cuerpo durante toda la semana. Ya sabes cual digo; esa que escribí en mi última carta. Es la melodía con la que me desperté durante esa noche tormentosa. Esa que casi derriba el árbol sobre mi huerto de zanahorias. Siempre sentí que eso fue un mal presagio, y qué encontrar una manera de anotar esta canción beneficiaría mi búsqueda al final. Por ahora, sin embargo, no he percibido ninguna cualidad mágica en la melodía, pero probablemente sea porque no he recitado la tonada para Twilight todavía.

La señorita Sparkle siempre tiene la solución. Tal es su talento. Si pusiera ese ingenio en componer música ella misma, estoy segura de qué la Princesa Celestia estaría aún más orgullosa de ella.

¡Oh, rayos! Siempre me desvío con estas entradas. Como iba diciendo, estaba en la esquina de la Calle Principal de Ponyville. Estaba tocando mi lira y... bueno... había estado quedándome corta de dinero últimamente. Así que traje el bote conmigo. Los ciudadanos de Ponyville no tardaron mucho en mostrar su gentileza. En menos de dos horas había ganado cerca de 25 monedas. Había obtenido más que eso, por supuesto. Fui obsequiada con varias sonrisas de aprecio. Yo permanecí callada y continué tocando mi música. Debía haberles parecido muy absorta, pero pocos sabían que estaba observándoles a ellos con tanta atención como ellos a mí.

Carrot Top, por supuesto, fue la primera en donarme algo. Ya había escrito sobre ella antes. Normalmente está despierta y en activo antes que cualquier otra alma de Ponyville, y es la que más trota por el pueblo, cosa normal teniendo en cuenta la cantidad de encargos que le solicitan. Ese día, lanzó una moneda a mi bote y me sonrió. Me acordé de esa misma cara, sucia de tierra y briznas de hierba al final del día cuando me enseñó cómo plantar un huerto. Se despidió agitándome una pata como si fuera la primera vez que nos veíamos (así era para ella) y entonces se fue.

La alcaldesa fue la siguiente en acercarse. Su crin parecía menos gris ese día. Me pregunto si habría cambiado de tinte. La alcaldesa es una poni fantástica. Si Ponyville fuera otro pueblo, el líder electo seguramente no comulgaría con gentuza como yo, pero la alcaldesa obviamente es mucho más culta. Me miró con una sonrisa mientras elogiaba mi talento musical, y arrojó una moneda dorada a mi bote antes de alejarse. Me pregunto si finalmente tuvo el valor para hablar con su hija. Estaba muy preocupada por la brecha emocional que se había abierto entre ambas últimamente. Nunca le diría a nadie lo mal que lo estaba pasando, menos en aquella ocasión en la que logré que me lo confesara. Fue una conversación sincera que tuvimos mientras tomábamos un té. Siempre la recordaré, más por su propio bien que por el mío.

Varios ponis más trotaron por mi lado mientras el sol daba paso al mediodía. Durante ese tiempo, estuve practicando la "Elegía Lunar #7." El hecho de que otros ponis estuvieran disfrutando de mi música o arrojándome monedas tan solo era un beneficio adicional. Usando mi magia punteé cada una de las cuerdas de la lira con experta precisión, repitiendo la tonada una y otra vez. Ningún poni se quejó por la repetición, pero tampoco esperaba que lo hicieran. Las únicas miradas incómodas que recibí iban dirigidas a la sudadera que tenía puesta; la que siempre llevaba durante esas excursiones al pueblo. Creía que ya me había acostumbrado a eso, tal y como me había acostumbrado a los enfriamientos que me llegaban junto con las melodías con las que me despertaba. Aún así, no podía quejarme. Simplemente tenía que seguir practicando la elegía. Sabía que solamente Twilight Sparkle podría ayudarme a entender el significado de la canción, tal y como hizo con la mayoría de las otras elegías anteriormente, pero eso no me detenía de intentar sentirla por mí misma, durante todo el tiempo que pudiera permitirme.

Y entonces se acercó Rarity. La vista de su preciosa crin y sus brillantes ojos casi rompieron mi concentración pues se desvió del camino hacia su tienda para escucharme.

—¡Cielos, es una melodía divina! —fueron sus palabras exactas. Depositó tres monedas en el bote, más que cualquier otro poni. Siempre me siento mal cuando eso ocurre, pero una parte de mí piensa que Rarity necesita ser más generosa que otros ponis para poder experimentar su altruismo. Así que interpreté mi papel, especialmente cuando se inclinó hacia mí con ojos compasivos para decir—: ¡Pero querida, parece que estés helada! Dime, ¿estás enferma?

Era cierto. Mis dientes castañeaban, y no; no estaba actuando. Cuando los enfriamientos me llegaban, poco podía hacer para pararlos. Mi sudadera siempre había sido mi primera línea de defensa contra los inexplicables efectos secundarios de esta maldición. No puedo pretender explicar eso a todos y cada uno de los ponis con los que me cruzo. Si me abrigo más aún, tal y como mi tembloroso cuerpo me grita en silencio, entonces todavía más ponis aparte de Rarity se pararían para hacerme la misma pregunta una y otra vez.

—Oh, me encuentro perfectamente, señorita —recuerdo haberle contestado. Normalmente no respondo cuando estoy en medio de una interpretación, pero soy una unicornio que puede permitirse el hacer varias cosas a la vez—. Tan solo es que la temperatura de mi cuerpo es más baja que la de un poni normal. —Era una mentira. Pero, relativamente, todo lo que decía a estos aldeanos era mentira. Después de todo, incluso cuando es verdad lo que digo, tiene el mismo efecto sobre ellos.

—¡Bueno, no puedo permitir que una música con tanto talento como tú se congele hasta morir! —dijo Rarity. Entonces hizo algo que debía de haber previsto. Abrió su alforja y sacó una bufanda amarilla—. Toma, querida. Quedatela el tiempo que quieras. —Su sonrisa brillaba tanto como la resplandeciente telequinesis que usó para hacer flotar el dorado artículo hacia mí. Claramente no tenía otra opción, pero eso no hizo que me resultara más fácil aceptar su regalo.

—Oh, gracias, señorita. —Le sonreí y dejé de tocar la elegía para enrollarme la bufanda al cuello. Intentar rechazarla educadamente habría sido demasiado complicado en ese momento—. Es muy amable.

—Oh, puedo hacer cien más como esa en mi boutique. Además, el amarillo no es mi color, pero conjunta de maravilla con tus ojos. —Rarity sonrió. Hay algunas caras hermosas que se quedan para siempre grabadas en tu mente. La de Rarity era una de ellas—. Deberías acercarte algún día. Puedo hacerte una sudadera nueva. La tuya es bonita, por supuesto, pero me atrevería a decir que empieza a parecer algo desgastada.

Se me escapó una risita tonta y le sonreí.

—Gracias. Me lo pensaré.

—¡Sí, piénsatelo! —Rarity se alejó, tarareando una antojadiza versión de la melodía que estaba tocando. Desapareció en la entrada principal de la tienda que había al otro lado de la calle.

Continué tocando mi música, arropada más por la sincera generosidad de Rarity que por el grosor de la bufanda que me había dado. La tarde se iba acercando. Un resplandor carmesí hacía brillar los pelajes de los ponis mientras el sol iba descendiendo por el horizonte. Debía haber tocado la Elegía Lunar unas diez veces antes de volver a ver a Rarity trotando de vuelta con las alforjas llenas de sus nuevas compras.

No puedo mentir. Me desalenté un poco cuando se acercó y dejó caer tres monedas doradas en mi bote.

—¡Cielos, es una melodía divina! —dijo, y entonces se inclinó hacia mí—. ¡Pero querida, parece que estés helada! Dime, ¿estás enferma?

Me resultó un poco más difícil sonreír esta vez. No obstante, murmuré suavemente sobre la tonada que aún estaba tocando:

—Oh, me encuentro perfectamente, señorita. —No pude evitar añadir con un guiño—: De hecho, una yegua muy amable me dió esta bufanda hace apenas una hora.

—¡Bueno, debe de ser una poni con un gusto excepcional! —dijo Rarity con ávida admiración—. Conjunta de maravilla con tus ojos. Deberías acercarte a mi boutique algún día. Puedo hacerte una sudadera nueva. La tuya es bonita, por supuesto, pero...

—¿Parece desgastada?

—¡Sí! ¡Estaba a punto de decir eso! —exclamó Rarity, escapándosele un gritito ahogado—. ¿Lees el pensamiento, además de tocar tan maravillosamente?

—Algo así. Procuraré acercarme por su encantadora boutique algún día, señorita.

—Eso espero. —Y se fue, una vez más tarareando, una vez más siendo una elegante y descuidada desconocida.

Decidí entonces que ya había tocado suficiente por esa tarde. Recogí mi lira y el bote lleno de monedas y los puse en mi alforja. Tenía la boca seca, así que fui directamente hacia Sugarcube Corner. La señora Cake estaba trabajando. Tan pronto me senté en la mesa, se acercó con una sonrisa tan brillante como su delantal.

—¡Buenas tardes, señorita! ¿Es usted nueva en el pueblo?

—Hmmm... Sí y no. —Le dirigí una sonrisa—. ¿Cuanto por su mejor té de hierbas?

—Una moneda.

—¿Que tal tres monedas por una taza de té y un sandwich de margaritas?

—¡Será suficiente, cariño! —Dijo la señora Cake alegremente. Me pregunto si sabe lo armoniosas que suenan siempre sus palabras. Podría escribir una tesis que sólo tratara de la tonalidad de su voz. Se alejó rápidamente hacia la cocina en la parte trasera de Sugarcube Corner mientras sacaba mi bote lleno de monedas doradas de mi alforja.

Fue entonces cuando oí unos sollozos dos mesas más allá. Dirigí la mirada y divisé a la señora Hooves y a su hija Dinky. La pequeña unicornio estaba llorando con una especie de sollozo triste y angustioso. Nunca hubiera creído que la hija de Derpy pudiera montar esa escena. Dinky ocultaba su cara en un par de cascos mientras su madre le susurraba palabras de consuelo a sus oídos. No podía distinguir qué es lo que decía Derpy desde donde yo estaba sentada, pero podía ver una genuina sonrisa en su cara... y en algún momento en medio de ella, sus consuelos debieron haber funcionado. Dinky se secó las lágrimas y trató de imitar la sonrisa de su madre.

En ese momento, Pinkie Pie apareció dando volteretas locamente por el centro de Sugarcube Corner, como siempre hacía. Entonces procedió a entretener a varios potrillos dentro del establecimiento con una serie de escandalosas bromas y payasadas. Los niños reían y aplaudían con sus cascos a los números de Pinkie. Derpy señaló hacia Pinkie Pie mientras daba golpecitos al anca de Dinky, animándole a que fuera y se divirtiera con Pinkie y el resto. La joven unicornio se fue brincando con entusiasmo, reemplazando rápidamente la tristeza de su cara por una euforia infantil. Derpy observó a Dinky con buen ojo, aunque no pudo ocultar el suspiro que escapó de sus labios ni la mirada abatida de su cara mientras se desplomaba sobre la mesa.

Estaba tan abstraída en esa escena que apenas noté la figura de la señora Cake en mi visión periférica. Me giré para observarla. La pastelera se había quedado plantada, mirando extrañada los alrededores de Sugarcube Corner. Sostenía una bandeja con una taza de té humeante y un sandwich de margaritas, pero no tenía ni idea de qué hacer con ello.

—Que raro... —Sus ojos parpadeaban y sus labios permanecían abiertos tras cada palabra que salía de su boca—. Juraría que acababa de... —Dió media vuelta y miró hacia la cocina—. ¿Donde iba yo con esto? Te lo juro, me estoy volviendo senil...

Me aclaré la garganta.

La señora Cake me dirigió la mirada e instantáneamente me sonrió educadamente.

—¡Buenas tardes, señorita! ¿Es usted nueva en el pueblo?

—Hmm... —Le sonreí con dulzura—. Sí y no. Parece confundida. ¿Va todo bien?

—¡Oh, por supuesto! Si tan solo supiera qué es lo que iba a hacer con... con... —La señora Cake frunció el ceño a la bandeja como si estuviera llena de hormigas—. ¡Bah! De todos modos, debería de estar preparando ese pastel para el banquete de la alcaldesa de mañana.

Estiré el cuello para mirar la bandeja.

—¿Eso es un té de hierbas y un sandwich de margaritas?

—Pues sí. Así es.

—Hmmm... —Deje caer unas pocas piezas doradas sobre la mesa—. ¿Tres monedas es suficiente para pagar por ello?

—¡Oh! Emm... ¿Lo quiere?

—Parece un buen pedido. Lo probaré —Le contesté sonriendo.

—¡Está bien! ¡Así al menos no se desperdiciará! —La señora Cake colocó grácilmente la taza y el plato en mi mesa mientras yo le deslizaba las monedas. Las cogió y me hizo una reverencia—. ¡Disfruta tu tiempo en Sugarcube Corner! Tan solo avísame si necesitas algo más, cariño.

—Eso haré.

Después de que se fuera, sorbí lentamente el té, deleitándome con su calor a medida que alejaba los escalofríos de mi cuerpo. Tenía tiempo para relajarme, reflexionar, pensar en mi música. Debería haber pasado cada minuto pensando en el movimiento que faltaba al final de la "Elegía Lunar #7," pero en vez de eso continué observando la mesa de la señora Hooves.

Derpy es una poni triste. No muchos en el pueblo lo saben. Muchos cometen el pecado de juzgar a la cartera de Ponyville por su apariencia. Yo misma estuve incluída en ese grupo, pero es porque durante todas las veces que he intentado averiguar más sobre ella no lograba descubrir la fuente de sus problemas. Sin embargo, haberla visto consolar a una Dinky consternada, podía haberme dado un pista.

Así que, tras acabar el té y devorar rápidamente el sandwich de margaritas, me coloqué la alforja y me dirigí hacia su mesa. Nunca me resulta fácil comenzar con las "presentaciones", así que hace tiempo aprendí a saltármelas con alguna excusa.

—¿Por qué está tan abatida, señora Hooves?

Derpy alzó la vista de la mesa. Sus ojos miraban en direcciones opuestas. Sabía donde tenía que colocarme para que pudiera verme.

—Umm... lo siento. ¿Nos conocemos?

Le sonreí.

—¿Hay alguien en el pueblo que no conozca a la repartidora de correos más fiel de Ponyville?

—Oh, supongo que tienes razón. —Derpy rió nerviosamente, entonces deslizó uno de sus cascos por su crin—. No habré... emm... atravesado alguna ventana de su casa volando o algo así, ¿verdad?

—Jejeje... Nada de eso.

—Uf. Me alegro. Mi memoria no es demasiado buena.

—Ese es un barco en el que todos comparten asiento, señora Hooves. Créame. —Me senté a su lado y señalé hacia donde estaba su hija junto con otros alegres potrillos y Pinkie Pie—. Dinky tiene muchísimo talento para su edad. Ha obtenido la puntuación más alta de la clase en los últimos tres exámenes. ¿Sabía usted eso?

—¡S-sí! —exclamó Derpy, torciendo la vista en extraños ángulos—. ¿Cómo es que lo sabes?

A esto es a lo que me refería cuando decía que no era nada fácil. Pensando rápidamente, le contesté:

—Soy una profesora de música de Canterlot. No hace mucho, me enviaron a ayudar a la señorita Cheerilee a expandir su currículum. Está pensando en formar una banda de música para potrillos. ¿Había oído algo sobre ello?

—¡Pues sí! —dijo Derpy.

Estaba equivocado en una cosa que escribí antes: algunas de las cosas que digo son verdad, pero sólo porque he sido testigo de ellas. En efecto, durante este último mes, Cheerilee había intentado crear una banda escolar de música. No parecía ser un tema de alegría para la señora Hooves.

—Mi madalenita está tan entusiasmada con ello —dijo ella—. Es de lo único que habla todas las mañanas antes de que la deje en la escuela. —Suspiró y observó de forma apática a través de Sugarcube Corner como su hija se perdía entre el alegre espectáculo de Pinkie Pie—. Tiene un talento natural para la música. De hecho la llevé a una tienda de instrumentos musicales la semana pasada. Le permitieron probar una de sus flautas. Lo juro, nunca había escuchado algo tan asombroso... y mi madalenita apenas había practicado. Tiene tanto talento... justo como su padre. —Esas últimas palabras en particular son las que más le costaron de pronunciar, y vi como nuevamente la cara de Derpy se llenaba de tristeza.

—Vi como lloraba antes —le comenté. Hay algunas canciones que no tienen una conexión. A veces, todo lo que necesitas es oír el coro, no importa cuanto duela—. Supongo que es porque no puede unirse a la banda de Cheerilee.

Derpy se estremeció, pero sabía que no por ello iba a dejar de hablar. Muchos ponis en este pueblo tienen cantidad de cosas de las que hablar, y las veces que deciden contarlas es casualmente cuando les pregunto. ¿Tal vez ese sea mi propósito? Muchas veces lo pienso. Supongo que soy el único poni que así lo cree.

—Ojalá pudiera —dijo finalmente la señora Hooves—, pero me temo que su madre no puede ayudarla.

—¿Oh?

—No le cuento esto a muchos ponis, y desde luego no se lo contaré a ella, pero las cosas se han puesto bastante mal últimamente. —Derpy bajó la mirada hacia la mesa y empezó dibujar círculos en ella con uno de sus cascos, como en un intento desesperado de equilibrar sus ojos—. Apenas gano lo suficiente para vivir el día a día. Ser cartera no da suficiente dinero para una madre soltera. Si el padre de Dinky estuviera aquí y tuviera un trabajo, tal vez podría permitirme algo más que poner comida en nuestra mesa. ¿Pero una banda de música...? —Derpy suspiró de nuevo y se pasó un casco por sus ojos húmedos—. Dinky es una potranca tan dulce y hermosa... Es muy entregada y ayuda mucho a su madre. Lo único que quiere para sí misma es poder tocar la flauta. Tiene un don, y todavía no puede creer el talento que tiene mi madalenita...

—La destreza musical es el mejor tipo de talento, señora Hooves —le dije con una dulce sonrisa—. Debería estar orgullosa. Su hija conmoverá las almas de otros ponis tal y como conmueve la suya simplemente por estar viva.

—No conmoverá a nadie si no puedo darle lo que se merece —murmuró Derpy con voz temblorosa—. Mi madalenita es tan educada con todos... tanto jóvenes como adultos. Y hace todo lo que puede en la escuela. Estudia muchísimo. Es tan... tan dulce... —Sorbió y se secó una lágrima antes de que pudiera deslizarse por su gris mejilla—. Su pasión es tocar, y no puedo ayudarla. Su madre no tiene tanto talento como ella. Ni siquiera puedo procurarnos un lugar mejor para vivir, así que mucho menos una flauta que haga sus sueños realidad. ¿Qué tipo de amor es ese?

Me incliné hacia ella y puse uno de mis cascos en ella suavemente.

—Su amor sincero es el tipo de cosas que su hija apreciará y recordará para siempre. Hay padres que creen que el dinero puede comprarlo todo, pero no dan a sus hijos ni atención ni respeto. Usted no es ese tipo de madre, señora Hooves. Creo que de una forma u otra, encontrará la manera de darle a Dinky lo que quiere. Pero usted ya le está dando lo que necesita. Si alguna vez se olvida de las palabras que le estoy diciendo ahora mismo, al menos recuerde el mismo sentimiento que la está llevando al borde de las lágrimas mientras le hablo. Pues ese sentimiento es real y eterno.

Derpy sorbió de nuevo. Por un breve instante, habría jurado que sus ojos se habían centrado en mí. Sonrió con una expresión que todavía me conmueve hoy en día.

—¿Cómo podría olvidar las palabras de una poni tan amable y comprensiva como tú?

Simplemente le sonreí.

—Esté al lado de su hija como siempre ha estado, señora Hooves. Algún día, de alguna manera, sus sueños se volverán realidad. Se lo prometo.

Antes de que Derpy tuviera la oportunidad de responder, Dinky volvió dando saltitos y se puso a brincar alrededor de su madre, riéndose e imitando las tonterías que Pinkie Pie dijo a los potrillos unos momentos antes. Derpy apenas podía mantener quieta a su hija, así que finalmente recurrió a darle un fuerte abrazo, envolviendo a la pequeña unicornio con sus cascos. Dinky reía y se retorcía en el abrazo de su madre mientras ésta la acariciaba dulcemente con el hocico.

Fue en ese momento cuando un frío repentino me sobrecogió. Me puse a temblar y estiré las mangas de mi sudadera. Por un momento pude ver que un aliento vaporoso se escapaba de mis labios, y entonces es cuando supe, como siempre sabía, lo que se había perdido.

Uno de los ojos de Derpy miró hacia donde estaba yo, y su cuerpo dio un respingo de sorpresa.

—¡Oh, hola! ¿Puedo ayudarle en algo, señorita?

Me aclaré la garganta, luchando por contener mis últimos escalofríos.

—Discúlpeme —Me levanté—. No me di cuenta de que esta mesa estaba ocupada.

—¡Tonterías! —La voz de Derpy se ajustó al tono risueño de su hija. Si algo era cierto, es que ahora estaba feliz—. Estamos en Sugarcube Corner. Cualquier pony puede sentarse donde quiera. ¿No es así, madalenita?

Dinky tan solo reía. Siempre había envidiado a Pinkie Pie por el efecto que tenía en los potrillos. Las rimas de guardería y canciones de cuna todavía estaban en mi lista de cosas a dominar.

—En serio, debo irme —Era cierto. El Sol comenzaba a ponerse y todavía tenía que ver a Twilight. Pronto sería de noche, y no podría permitirme hablar con ningún poni—. Os deseo que paseis una buena tarde.

—Jeje... No estoy seguro de porqué exactamente —dijo Derpy—, pero ya lo es.

Salí de Sugarcube Corner y lentamente fui de camino a la biblioteca de Twilight Sparkle. Ante la llegada de la noche, la tarde se mecía sobre mi cuerno en un manto morado. Alrededor de mí, cuerpos equinos galopaban rápidamente hacia sus hogares. Nunca podré entender porque los ponis tienen tanta prisa cuando el Sol se pone, especialmente en Ponyville. A veces me pregunto si soy el único poni que hace esto: que se toma su tiempo y permite de forma sumisa que el fresco murmullo del atardecer le calme. Sucumbí ante el momento con un suave tarareo, recitando un número de piano que mi madre me enseñó cuando era una pequeña potranca. Mi familia habría estado en una situación mejor que Derpy y Dinky. Nunca podría haber imaginado que llegaría a perder todo lo que tenía; tanto material como emocionalmente. Todavía me pregunto qué estará haciendo mi familia ahora, pero trato de no hacerlo. Pensar en esa melodía de piano me trae cálidos recuerdos del pasado. Desearía poder decir que el presente es menos frío.

Las farolas de las calles de Ponyville empezaban a encenderse en el momento que llegué a la puerta de la biblioteca de Twilight. Estaba abierta; el asistente de Twilight debía de estar entrando algo dentro. Cuando entré en la biblioteca, me di cuenta de que estaba en lo cierto. Spike estaba cargando arriba y abajo con varios paquetes de libros antiguos enviados desde Canterlot. Miró hacia donde estaba y agitó su zarpa alegremente.

—¡Ey, hola! —Pasó por mi lado mientras caminaba hacia el lado opuesto de la habitación, cargando un paquete—. ¡Bonita sudadera!

—Gracias —contesté—. ¿Está por aquí la señorita Sparkle?

—¿Por qué? ¿Tienes una cita con ella?

—¡Spiiiiike! —En ese momento, la unicornio lila entró al vestíbulo desde un pasillo adyacente—. ¿Has abierto ya el paquete que contiene los ocho volúmenes de Héroes en la Literatura de Equestria...? —Se paró y se le escapó un pequeño grito sofocado al verme—. ¡Oh! Lo siento. ¡No sabía que había alguien más aquí! —Parpadeó ampliamente y entonces sonrió, mostrando sus pequeños hoyuelos—. ¿Puedo ayudarle en algo?

¿Había mencionado ya lo absurdamente adorable que es Twilight Sparkle?

—De hecho, sí que puede.

—Ya veo. Bueno... umm... haré lo que pueda, pero tengo el deber decirle que la biblioteca cerrará pronto y tengo una carta muy importante que escribir a...

—La princesa Celestia. —Asentí—. Lo sé.

—¡Ey, hola! —Spike pasó por mi lado una vez más—. ¡Bonita sudadera!

—Gracias. —Dirigí la mirada a Twilight una vez más, sonriendo—. Créame, señorita Sparkle. Pienso que quedará muy... emm... intrigada con lo que le voy a contar, y entonces le pediré ayuda para una cosa solamente.

—¿Oh?

—Le prometo que no se retrasará con su envío de la carta a la princesa.

—¿Retraso? —Los dientes de Twilight Sparkle se mostraron y soltó una risa nerviosa—. ¿Qu-quien tiene miedo de un pequeño retraso?

—Jejeje... claro. —Me acerqué a un asiento de madera y me dejé caer sobre él mientras alcanzaba mi alforja. Observándole a ella, murmuré—: Señorita Sparkle, ¿alguna vez ha tenido en su cabeza una bella melodía, pero no sabe de dónde ha salido y no sabe lo que significa, tan solo que tiene el impulso natural de tararearla?

Twilight Sparkle me miró de forma curiosa con los ojos entrecerrados. Sus ojos mostraban una innegable perplejidad. Podría escribir un libro sobre esa expresión en la cara de cada poni con los que me cruzo. Pero bueno, eso es lo que estoy haciendo ahora mismo, ¿no?

Con una sonrisa saqué mi lira de la alforja y la puse frente a mí. Mirando dulcemente a Twilight, dije:

—Mi nombre es Lyra Heartstrings, y no me recordarás. Ni siquiera recordarás esta conversación. Al igual que con el resto de ponis con los que alguna vez me he cruzado, todo lo que diga o haga será olvidado. Toda carta que escriba aparecerá en blanco; cada pista que deje tras de mí se perderá. Estoy atascada aquí en Ponyville por la misma maldición que hace que todos me olviden. Aún así, eso no me detiene de hacer lo que más quiero: componer música. Si mis melodías encuentran un hueco en tu corazón, entonces todavía hay esperanza para mí. Si no puedo probar que existo, al menos puedo probar que mi amor por cada uno de vosotros existe. Por favor, escucha mi historia, mi sinfonía, pues esa soy yo.

—Yo... —Twilight Sparkle parpadeó rápidamente. Se pasó un casco por su frente y sacudió la cabeza tratando de procesar mis palabras con una expresión de dolor—. ¿Qué quieres decir? No lo entiendo. ¿Es esto algún tipo de...?

—Shhhh. —Le sonreí e hice flotar la lira frente a mí—. Tan solo escucha.

Cerré los ojos y me concentré, rasgueando cada cuerda en sucesión. Las interpretaciones que hice esta tarde en el centro de Ponyville fueron meros ensayos. Aquí, delante de Twilight, en el corazón de su acústico hogar de madera, iba a interpretar la "Elegía Lunar #7" tan dulce y elocuentemente como pudiera. A pesar de que no conocía su final, dancé entre las cuerdas con total confianza. Cuando acabé la interpretación, volví a abrir los ojos y vi a Twilight sentada frente a mí, con una cara resplandeciente y la melodía todavía resonando en su talentosa mente.

—Eso... —empezó a murmurar Twilight Sparkle—. Eso era... era...

—Dígame —pronuncié firmemente, atravesándola con la mirada por un momento—. ¿Le resulta familiar?

—¡S-sí! —exclamó—. Siento como si... como si lo hubiera oído en...

Me incliné hacia delante. Mi corazón palpitaba desbocado. Todo lo que podía hacer era mantener la compostura.

Finalmente, Twilight tartamudeó:

—¡L-los archivos lunares! ¡Sí! ¡Sí, creo que es una sinfonía de la Era Neo-Clásica temprana! —Sonrió tan pronto la información floreció en su mente, como si se hubiera abierto de una parte que había estado descuidada hasta la fecha en su biblioteca mental—. La princesa Celestia me la mostró una vez antes del retorno de Nightmare Moon. Me dijo que era una de las pocas cosas que tenía para... recordar a su hermana, antes de que la princesa Luna fuera contaminada por el espíritu que la convirtió en un ser maligno.

—Dígame, señorita Sparkle —le dije firmemente—. ¿Sabe usted cómo termina?

—¿La pieza que acaba de interpretar?

—Sí.

—¿No... no estaba acabada?

—No. Pero obviamente usted la ha escuchado antes. ¿Sabe usted cómo termina?

—¡Yo... no entiendo de qué va todo esto! —Twilight me miró de reojo, con la frente arrugada bajo su flequillo violeta—. Sí, ya había escuchado antes la canción. ¡Pero eso es porque la princesa Celestia la sacó personalmente de los Archivos Lunares y me la mostró! ¿Cómo es posible que la conozcas?

—Porque la escucho —murmuré— cuando estoy durmiendo. Cuando estoy despierta. Cuando cierro mis ojos. Cuando los abro. Oigo esta melodía, y muchas otras como ella, brincando por las paredes de mi mente, resonando a través de las líneas telúricas conectadas a mi conciencia... como si mi propio cuerno estuviera recibiendo algo más allá de la frecuencia de los vivos tratando de decirme algo a mí y sólo a mí.

—¿Pero... P-pero cómo? ¿Por qué?

—Sospecho que es por la misma razón que tú no la escuchas —dije tomando aire profundamente—, por la misma razón de que ningún poni recordará que alguna vez habló conmigo. Pues, para ellos, la tonada es tan olvidable como lo soy yo.

—¿Eh? —Twilight Sparkle se desplomó sobre sus ancas, pestañeando fuertemente—. Lyra, no lo entiendo. ¿Qué quieres decir con que eres olvidable?

Le sonreí. Spike caminaba por nuestro lado otra vez, y le silbé.

—Ey. Señor Púas Verdes.

—¡Ey, hola! —dijo mientras permanecía delante del último paquete—. Bonita sudadera...

—¡Sí, ya lo sabemos, Spike! —Twilight Sparkle le frunció el ceño—. ¿No se lo has dicho ya bastantes veces a nuestra invitada?

—¿Nuestra invitada? —Spike hizo una mueca, dirigiendo una mirada de asombro de Twilight a mí una y otra vez—. Lo siento, Twilight. Estaba fuera desempaquetando el pedido, ¿Recuerdas? ¡Esta es la primera vez que la veo!

Antes de que la voz de Twilight pudiera decir algo que se ajustara a su cara estupefacta, hablé yo.

—Spike, hazme un favor si puedes. Me gustaría echar un vistazo a Zoología de Zebrahara de Jockey Goodall. ¿Podrías buscármelo mientras tengo una charla con Twilight?

—¡Claro! ¡Zoología de Zebrahara en camino! —El joven y ansioso ayudante se fue brincando por un pasillo distante.

—Emm... —Twilight se rascó la cabeza con uno de sus cascos—. ¿Por qué ese repentino interés por las obras de Goodall?

—La naturaleza del libro no podría importarme menos. Es que casualmente sé que lo tienes archivado en la parte de la biblioteca más alejada de aquí.

—¿Y cómo puedes saberlo? Esta es la primera vez que has visitado la biblioteca; al menos desde que vine aquí y me convertí en bibliotecaria.

—Hmmm... de hecho, ya había visitado esta biblioteca. Muchas veces —le dije sonriendo sin cesar—. "Y todas fueron después de que vinieras a Ponyville, Twilight.

—Pero yo no...

—De hecho, yo llegué a Ponyville al poco de que llegaras tú, Twilight. —La siguiente parte era complicada. Siempre lo he pasado mal tratando de mantener la compostura aquí, pero creo que ya me he ido acostumbrando—. Yo solía vivir en Canterlot, al igual que tú. Mis padres y yo vivíamos en la parte superior del Distrito Alabastro, en la Calle Starswirl.

—¡¿Calle Starswirl?! —Las orejas de Twilight se movieron nerviosamente y sus ojos se iluminaron—. ¡Vaya, eso está a sólo dos calles de donde vivía yo!

—Avenida Nebulosa 484 —dije mientras mis ojos se reflejaban en los de ella—. Tu apartamento estaba justo encima del de Moondancer.

Twilight no pudo evitarlo. Dejó escapar la misma risita incómoda que ya había oído cientos de veces antes.

—¡Que curioso! ¿Quieres decir que también conocías a Moondancer?

—Sí. Éramos amigas de la infancia.

—¿Vosotras dos? ¿Y como es que nunca me dijo nada?

—No, Twilight —le contesté—. Quiero decir nosotras tres. Tú, Moondancer y yo. Fuimos juntas al Parvulario de Magia, y el resto es historia... bueno, fue.

Me miró estrechando sus ojos y boquiabierta.

—Pero eso es... —Tragó y sacudió la cabeza—. ¡Lo recordaría! Moondancer y yo...

—Fuimos al Campamento de Verano de Magia juntas durante años. Un verano, cuando sólo tenías siete años, trataste de usar un hechizo de teletransporte y te quedaste atrapada en lo alto de una torre de la guardia real. Nos llevó toda la tarde hacer señales a un pegaso para que te bajara de allí arriba. Estabas tan avergonzada que rompiste a llorar. Así que Moondancer y yo te llevamos a la cafetería más cercana para consolarte. Fue entonces cuando finalmente nos contaste que te aceptaron en la Escuela de Celestia para Unicornios Superdotados. Lo habías mantenido en secreto porque temías que nos pusieramos celosas y no quisiéramos ser más tus amigas. Pero nada más lejos de la realidad. Amábamos y apreciábamos cada momento que pasábamos contigo. Años más tarde, cuando Moondancer y yo también fuimos aceptadas en la escuela, nos mostraste el campus. Pasamos nuestro primer año sin ninguna complicación, al contrario que muchos otros estudiantes novatos, y siempre te estuvimos agradecidas por ello.

Twilight escuchó cada una de mis palabras. Cuando acabé, dirigió su mirada al fondo de la sala y murmuró:

—Yo... recuerdo todos esos momentos. Pero sólo estábamos Moondancer y yo. A tí no te recuerdo para nada, Lyra. —Alzó la mirada y frunció ligeramente el ceño—. ¿Como sé que todo esto no es más que una estúpida broma? ¿Tiene Rainbow Dash algo que ver?

—¿Quieres decir como aquella vez que ella y Pinkie Pie te cambiaron la tinta del tintero por una invisible? —dije con una sonrisita—. ¿O aquella vez que Rainbow Dash empapó tu crin con un cubo lleno de ketchup, para que después fueras directa al baño... y encontraras la bañera llena de cajas de patatas fritas congeladas? —Me reí y tomé aliento—. ¿O que tal aquella vez que te convenció de que tu cuerno se estaba cayendo, y como una auténtica hipocondríaca pasaras la noche entera buscando en tus libros enfermedades de unicornios y te quedaras dormida en medio de la biblioteca? Creo recordar que te invitó a comer a Sugarcube Corner para compensarte por esto último...

—¿Cómo... cómo puedes saber todo eso?

—Porque ya me lo has contado.

—¿Quieres decir que ya hemos hablado antes?

—Docenas de veces —dije de forma automática. Es difícil medir tus palabras cuando las has repetido incontables veces. Hice todo lo que pude para resultar agradable—. Eres una unicornio muy inteligente, Twilight. Lo sabía cuando sólo éramos unas potrancas. Me alegra ver que te has convertido en un brillante miembro de la comunidad aquí en Ponyville. Pero, como todas las conversaciones que hemos tenido, no recordarás nada de lo que hemos hablado.

—Eso... eso suena demasiado surrealista para creerlo...

Una joven voz sonó a nuestro lado.

—Uhmm... ¿Twilight?

Twilight dirigió la mirada hacia la voz.

Spike estaba de pie, pestañeando, con una expresión en blanco. Tenía un libro entre sus manos, pero permanecía de pie en medio del pasillo por el que había venido.

—Me pediste que hiciera algo, y yo... yo... —Entrecerró los ojos para mirar el tomo que tenía agarrado—. ¿Zoología de Zebrahara? Ugh, este libro está anticuado. En él dan mala fama a las cebras. ¿Por qué tenemos siquiera esto en la biblioteca?

—Spike, ese es el libro que Lyra Heartstrings te acaba de pedir hace un momento.

—¿Lyra que?

—¡Hola! —Le agité un casco con una sonrisa.

—¡Oh! —Pestañeo mientras me miraba—. ¡Ey, hola! ¡Bonita sudadera!

—¿Quieres decirme que no la recuerdas? —La voz de Twilight se alzó, frustrada y confusa—. ¡Ha estado aquí sentada hablando conmigo desde hace varios minutos! ¡Debes haber pasado por nuestro lado unas tres veces!

—¡Uf! ¡Lo siento, Twilight! ¡No lo sabía! Además, ¿no vamos a cerrar la biblioteca dentro de poco? Es un poco tarde para tener visitantes desconocidos, ¿no crees?

—Spike...

—Twilight y yo estamos teniendo una pequeña charla, chico —dije mientras agitaba uno de mis cascos de forma tranquilizadora—. No dejes que eso te moleste.

—Je... Como sea. —gruñó mientras se alejaba arrastrando el grueso tomo—. Soy un ayudante mágico, no un portero.

Cuando se fue, volví a mirar a una Twilight asombrada y dije:

—¿Ves? Se alejó de mí. La distancia es una de las cosas que hace que los demás se olviden de mí.

—¿Y... emm... qu-qué es lo otro?

Dirigí la mirada a la ventana más cercana. El rojo beso de la puesta de Sol ya había desaparecido. La negrura de la noche se acercaba, y con ella vendría el pálido brillo de la luna.

—El tiempo —dije finalmente resoplando—. Es cuestión de minutos. A veces una hora. En raras ocasiones dura más, pero no recordarás siquiera que alguna vez existí. Eso es lo que hace tan duro explicar todo esto cada vez, porque apenas me da tiempo a pedirte lo que necesito.

—¡Tendrás que perdonarme, pero necesito una explicación! —exclamó Twilight con una voz aguda y desesperada, mostrando una expresión nerviosa—. ¡Esto no tiene precedentes! Incluso si fuera cierto, ¿cómo puede alguien sobrevivir en tal estado?

—Lo hago. No ha sido nada fácil, pero me las apaño bastante bien.

—Lo encuentro muy difícil de creer, señorita Heartstrings. Me temo que va a tener que mostrarme una prueba de que lo que dice ser...

—En tu primera semana en el Palacio Real como aprendiz de la princesa Celestia —comencé— Su Majestad te enseño una galería en la que destacaban los retratos de varios reputados unicornios de la historia de Equestria. Estabas orgullosa de ti misma porque reconociste al instante el retrato de Starswirl el Barbudo. Entonces tu mentora te apartó a un lado y te explicó algo. Te dijo que todos los retratos tenían algo en común. Todos habían sido antiguos alumnos a los que ella había enseñado a través de los siglos, tal y como estaba empezando a enseñarte a ti.

Los ojos de Twilight permanecieron fijos en mí, débiles y vulnerables. Me incliné hacia ella y suavemente continué hablando.

—Esa era la primera vez que verdaderamente comprendiste el concepto de la muerte. Eras una joven potra, llena de vida y energía. Te veías como la afortunada estudiante de la princesa Celestia, y no entendías que todas las cosas tienen un final. Observando esos retratos, representaste la historia de Equestria en tu cabeza, y te diste cuenta de que el futuro también tendría su propia historia, y que tú solo serías una pieza en ella; inmortalizada en un dibujo como mucho. De repente comenzaste a llorar, y no podías entender por qué. La princesa Celestia estuvo a tu lado toda la noche. No te dejó hasta que tus lágrimas se secaron. Incluso retrasó el amanecer para asegurarse de que te había consolado. Hasta este día, muy pocos ponis saben el porque esa mañana, hace cerca de quince años, fue tan oscura.

Le sonreí y puse un casco encima de uno de los suyos, sintiendo los repentinos temblores de su cuerpo, tratando de ahuyentarlos como la sabia monarca hizo una vez.

—Ya me contaste todo esto, Twilight, durante una conversación muy profunda que logramos tener hace varias semanas, que la razón por la que estudias tantos libros, la razón por la que prefieres leer antes que ver la luz del día, la razón por la que ni por un solo segundo de tu vida puedes parar de procesar información, es porque quieres llenarte con tanto conocimiento como sea posible, porque la historia está ahí por una razón. Incontables generaciones han vivido y fallecido antes de nuestros tiempos para asegurarse de que tenemos los datos que necesitamos y podamos aplicarlos en nuestra existencia para hacer del mundo un lugar mejor. Hacer algo que sea menos que ejercitar nuestra inteligencia es olvidar el legado de los ponis que nos preceden. La princesa Celestia, me dijiste, es más que una mentora para tí. Es el mismo corazón de Equestria. Y como la chispa principal que mantiene juntos a los Elementos de la Armonía, quieres lo mejor para Equestria, y quieres lo mejor para nuestra princesa. De esa manera, te has esforzado por ser más que un mero retrato en su pared.

Mi sonrisa se reflejaba en un par de ojos que se hacían más y más brillantes conforme mis palabras le llegaban.

—Muchas veces, tus amigas te preguntan por qué nunca te has molestado en conocer a algún joven semental para pasar algún tiempo romántico con él. Tú sigues evadiendo el afable interrogatorio, pretendiendo que la propia idea es una tontería, pero muy en el fondo te das cuenta de que no te puedes permitir una relación mientras tengas esa incesante necesidad de dejar tu huella en este mundo. Pero es algo más que una simple rareza de tu personalidad, ¿No es así? Algún día, Twilight, planeas escribir un libro; un exhaustivo almanaque con todos los conocimientos mágicos que esperas adquirir a lo largo de toda tu vida, sean más o menos importantes. Y el título de este libro, me dijiste, es "El Camino a la Armonía". Cada mañana cuando te despiertas, piensas en ese libro, e imaginas como la princesa Celestia lo lee cada día después de alzar el Sol, tiempo después de que nos hubieras dejado, alabando todas tus contribuciones a este mundo. Porque si hay una cosa a la que realmente temes, Twilight, así como cualquier otro poni, es a ser olvidada.

Cuando finalicé mi discurso, Twilight ya no me estaba mirando, pero sabía que me estaba escuchando. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y una única lágrima se deslizaba por una de sus mejillas. Se restregó la cara con un casco, estremecida, y murmuró con voz temblorosa.

—¿Cómo... C-Cómo te ha pasado esto?

Sabía que la había convencido una vez más. Sentí como se me paraba el corazón, pero todavía se estaba acercando la noche. eché una mirada por la ventana. La luna todavía no había salido. Aun así, suspiré y dije:

—Todo lo que sé es que ocurrió mientras estaba en el pueblo durante la Celebración del Sol de Verano el año pasado.

—¿El año pasado? —Twilight sorbió, entonces parpadeó ampliamente—. ¿Quieres decir la noche que volvió Nightmare Moon?

—Sí.

—Algo te pasó entonces y te causó esta... esta...

—Maldición —murmuré—. Al menos, estoy bastante segura de que es una maldición. Je... No sé de qué otra forma llamarlo.

—Pero... ¿Cómo? ¿Cómo funciona? ¿Qué relación tiene con la princesa Luna... quiero decir, Nightmare Moon?

—Ya me ha tomado bastante tiempo llegar hasta aquí —dije en voz baja—. Explicarlo todo sería imposible una vez llegado a este punto. Dejarías de entender lo que estoy intentando decir en mitad de la explicación.

—¡Entonces escríbelo! —exclamó Twilight, moviendo sus húmedos ojos en varias direcciones tratando de buscar pluma y papel—. Anótalo de manera que podamos leerlo y...

—Las páginas aparecerán en blanco para ti, al igual que para cualquier otro poni —dije con una suave y agridulce sonrisa—. Créeme, he escrito diversas palabras... en diversas superficies... en diversos lugares por todo Ponyville. Ningún poni puede ver nada de lo que escribo.

—¡¿Por el mismo factor de distancia o tiempo?! —observó Twilight. En mitad de un jadeo , de repente, su cara se iluminó—. ¡Ya sé! ¡Enviaremos una carta a la princesa Celestia! ¡Ahora mismo! ¡El poder de la llama verde le hará llegar la noticia de tu existencia en un instante! ¡Seguro que podrá encargarse de esta "maldición"! ¡Spiiiiike...!

Mantuve mis cascos en alto, silenciándola.

—Ya hemos intentado eso antes.

—¡¿Ya lo hicimos?!

—Ajá. tres veces, en distintas ocasiones, hace meses. Todo lo que la princesa recibe es una nube de humo verde, y después cenizas negras. Si escribes algo mientras me tienes en tu memoria, nada de lo que envies supera el proceso de teletransporte.

—Entonces... Entonces... —Llegados a este punto, Twilight trataba de buscar más ideas de forma desesperada. Temblaba como un flan. Siempre admiraré su preocupación y sinceridad una vez llega a "conocerme" hasta este punto, pero tampoco puedo soportar el verla tan angustiada. Mi único alivio es que nunca dura mucho, y sabía que sólo era cuestión de tiempo—. ¡Oh! ¡Una fotografía! —Fue trotando a través de la biblioteca hacia un armario que contenía una cámara—. Podemos tomarte una y...

—Ya tienes una foto mía —Levantándome, me acerqué hacia un alféizar y señalé una gran fotografía en la que aparecían dos coloridos ponis en las calles de Canterlot—. Es decir... sería una foto mía, solo que... bueno. Míralo tú misma.

Twilight observó la fotografía de ella y Moondancer posando y sonriendo ante el cámara. Entrecerró los ojos como si estudiara la fotografía por primera vez.

—Que raro... El fotógrafo no estaría fino ese día. Hay mucho espacio en la parte izquierda de esta foto.

—¿Sitio para un tercer poni, tal vez?

Twilight se mordió el labio. Colocó la foto en su lugar, tragó, y me miró.

—Tú... podrías dejar el pueblo, ir a Canterlot, y pedir una audiencia con... la princesa Celestia... —Sus palabras se iban apagando al ver la expresión de mi cara.

Sacudí la cabeza lentamente y dije:

—La misma maldición que me aleja de las mentes de los ponis, me mantiene dentro de los límites de Ponyville. —Regresé donde estaba mi alforja y mi lira—. Supongo que es porque Nightmare Moon y yo estábamos aquí cuando la maldición me alcanzó. Cada vez que intento salir de Ponyville, me invade un horrible descenso de temperatura, como si entrara en un vacío del espacio frío como un glacial. —Mis dientes castañearon ligeramente sólo de pensarlo y tiré de la capucha de mi sudadera para más énfasis—. Por eso tengo esto y la bufanda. A veces, cuando me invade el frío del hechizo, este se vuelve insostenible.

—Yo... —Twilight se estremeció y se desplomó en medio de la biblioteca. Su voz parecía la de una potrilla gimoteante e indefensa—. Ojalá supiera una manera de ayudarte, Lyra. Mientras haya algo que pueda hacer por ti...

—Haz esto por mí entonces —dije, alzando mi lira mágicamente con mi telequinesis. Respiré profundamente para armarme de valor—. Ya lo has hecho antes y me ha ayudado enormemente. Estoy segura de que puedes volver a hacerlo.

—¡Por supuesto! —Twilight se levantó de nuevo con unos ojos brillantes—. ¡Dime lo que quieres!

—Ayúdame a acabar esta canción.

—¿La que tocaste antes? —Tragó—. Lyra, tienes razón en una cosa: Hago todo lo que puedo para convertirme en un almacén viviente de conocimiento, pero me temo que la música no es mi fuerte.

—No estoy recurriendo a tu conocimiento sobre la música —dije suavemente con una sonrisa—, si no a tu corazón, Twilight. Conoces esta melodía. Ya la has escuchado antes. No necesito la tesis de un experto, tan solo necesito que sientas como debe de acabar.

—Yo... —Se mordió el labio, se acercó y se sentó a mi lado—. Creo que debería escucharla otra vez.

Asentí. Con delicadeza, volví a tocar la melodía para ella. El tempo era un poco más rápido esta vez, pues la noche ya había llegado y empezaba a sentirme un poco presionada por el tiempo. Al poco, la interpretación había finalizado, y la que hasta ahora había llamado "Elegía Lunar #7" de repente era...

—El Treno de la Noche —murmuró Twilight.

—Oh, ¿ese es su nombre?

—Sí. Al menos eso creo —dijo con una sonrisa nerviosa—. Según la princesa Celestia, era algo que la misma Luna escribió décadas antes de su destierro. Luna pasó por un periodo de triste expresión artística... al menos antes de que los celos y la envidia se fundieran en la mancha corrupta que la transformaría en Nightmare Moon.

—¿Conoces las últimas notas?

—Yo... —Twilight se movió inquieta—. Ya te lo he dicho, Lyra. No soy buena apuntando notas musicales. Además, se desvanecerían si las escribiera mientras estoy conversando contigo, ¿no?

—Entonces tarareala. Es lo que siempre hemos hecho antes. Te lo prometo. —Le guiñé un ojo—. La recordaré.

—¿Tan... tan solo debo tararearla?

—Así es.

—Vale. Emm... Ahí va.

El ruido del interior de la biblioteca se ahogó en cuanto una voz angelical navegó a través de una serie de acordes invisibles en el centro del ahuecado árbol. Escuché con atención mientras los latidos de mi corazón seguían el ritmo de la melodía que emanaba del alma de Twilight. Antes de lo que esperaba, la canción llegó a su fin. Habría llevado una lágrima de emoción a mis ojos si no hubiera estado tan ocupada riendo.

—Pues claro. Jeje...qué melodía tan funesta.

—Te lo juro. ¡Así es como acaba! —dijo Twilight—. La recuerdo como si fuera ayer. El treno termina de forma abrupta. Recuerdo haberle preguntado a la princesa sobre ello. Fue la primera vez que escuche reír a Celestia. "Luna nunca supo cómo darle un final elegante", dijo. Eh... —Sacudió su cabeza con una sonrisa bobalicona—. Que extraño que hubiera olvidado aquel momento hasta ahora...

—Siempre resulta extraño al principio —susurré, concentrándome mientras conjuraba una ola mágica sobre mi lira y repetía los últimos acordes que Twilight me tarareó. La melodía resonó por la estancia de forma inquietante. Ahora ya sabía cómo acababa el treno. Otra semana, otra elegía. Es tan simple que ofende—. Y eso es todo.

—¿No vas a tocar la canción entera?

—No —contesté rápidamente—. No, aquí no. —Lentamente deslicé la lira de vuelta a mi alforja—. No sería... seguro.

Twilight Sparkle entornó los ojos.

—El treno... tiene alguna propiedad mágica, ¿no es así?

—La mayor parte de ellas sí, pero sólo después de haber recuperado las melodías que oigo en mi cabeza y haberlas compilado todas juntas con mis instrumentos. Son simplemente las piezas de un gran rompecabezas que me esfuerzo cada día en completar, sin embargo te mentiría si dijera que he estado trabajando en él yo sola. Te estoy muy agradecida por haberme ayudado a completar otra elegía, Twilight. —Le sonreí—. De alguna manera, nunca me fallas.

—Si hubiera algo más que pudiera hacer por tí.

—Bueno... —Me alejé de mi alforja y me volteé hacia ella. Sin embargo, mi cara trataba de evitar su mirada—. Creo que antes te mentí cuando te dije que sólo necesitaba una cosa de ti. De hecho, hay algo más...

—¿Oh?

—Es... —No podía mirarla directamente. Aún hoy en día, me cuesta creer que dijera lo que dije; que le hiciera tal proposición. Durante todos estos meses que han pasado, me dije a mi misma que debía ser más fuerte. Ya obtuve todo lo que realmente necesitaba de Twilight aquella noche, aquello que podría realmente ayudarme en mi búsqueda por la comprensión. Pero, supongo que era más débil de lo que pensaba, y esa es la auténtica razón por la que estoy escribiendo este texto, ya que de otra manera no hubiera tenido mayor importancia—. Sé que sonará muy raro, y puedes decirme "no" si quieres. No hay ningún problema, y tampoco podría culparte...

—Lyra... —Twilight se acercó a mí—. ¿Qué sucede? ¿Qué más necesitas?

Me gusta pensar que soy bastante buena sonriendo. Es la mejor expresión para cualquier circunstancia. Llevo siempre una en mi cara porque quiero que los ponis a mi alrededor sean felices. Es lo que el mundo se merece, después de todo. Pero mientras permanecía allí, ante el abismo de la mirada de Twilight, mi sonrisa era más sólida que nunca. Mis ojos, sin embargo, no lo eran. Su imagen se enturbió cuando finalmente la miré.

—¿Puedo pedirte un abrazo?

He hablado con Twilight por lo menos cincuenta veces desde que mi maldición comenzó. He tenido esta misma conversación con ella unas dos docenas de veces. En esta ocasión, sin embargo, fue la única vez que le hice esa petición. No puedo adivinar exactamente el porqué. Tal vez aquella tarde me resultara más fría de lo normal. Tal vez estaría pensando en la dulce hija de Derpy. Tal vez era simplemente el treno; había resultado ser terriblemente corto, y me sentía tan vacía como la misma composición de Luna.

Mis pensamientos se cortaron abruptamente, pues ya estaba recibiendo el abrazo de Twilight, y me robó el aliento... para poco después estar en un cálido lugar una vez más. Dejé que me sujetara. Mis patas delanteras pendían de su espalda mientras cerraba mis ojos sobre los hombros de mi amiga. Si el olvido fuera un pecado, no sería una santa para nada, pues estar sujeta por sus patas me hizo darme cuenta de que me había desviado de lo que realmente estaba buscando. La música es una cosa maravillosa, pero sólo es un artificio del auténtico ritmo que bombea por nuestras venas, calentado por nuestros corazones.

Oh, qué frágiles somos los ponis, criaturas tan diferentes pero tan especiales que necesitamos de los felices sonidos de risas y cuerdas musicales para cruzar las gélidas brechas entre nosotros, que de otra manera estarían llenas de polvo y lágrimas. De repente quise decirle tantas cosas a Twilight... pero sabía que las palabras nos traicionarían a ambas. Además, simplemente se olvidarían. Nuestra amistad es inmortal, y la mejor forma de transmitir tal verdad era tal y como habíamos hecho. Si el abrazo hubiera durado para siempre, no me hubiera importado perder mi nombre con él.

—Gracias, Twilight —dije, sintiendo de nuevo el frío una vez nos separamos. Sorbí una sola vez, y una sonrisa volvió a mi cara para sustituir el breve vacío que había consumido mi expresión—. Eso ha significado más de lo que puedas imaginar.

—Tan sólo deseo que haya sido suficiente —murmuró tristemente. Perdió la mirada por un momento, y de repente su expresión se iluminó, dejando escapar un feliz gritito ahogado—. ¡Ya sé! ¡Un hechizo de memoria! —Correteó hacia una alta estantería que se encontraba al otro lado del vestíbulo—. ¡Si puedo lanzar un hechizo lo bastante poderoso, tal vez pueda contrarrestar esta maldición y evitar que seas olvidada hasta que la princesa y yo descubramos alguna solución real!

Dejé escapar un suspiro.

—Twilight, ahorra tus fuerzas. No funcionó la última vez que lo intentaste, ni tampoco las anteriores veces—. Permanecí quieta mientras ella trotaba trotaba de acá para allá, recogiendo más y más tomos de las paredes del lugar—. Es mejor que no te entusiasmes demasiado...

—¡No, en serio! ¡Este es un hechizo que inventó Starswirl el Barbudo!

—¿Te refieres al Potenciador de Concentración? —murmuré mientras miraba por la ventana. Observé que un trozo de la luna ya era visible y mi corazón se encogió.

—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? De todas formas, si puedo encontrar la fórmula y conjurarla usando una pizca de polvo de maná como reactivo, tal vez podría... —Sus palabras se interrumpieron así como sus pasos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Un denso vapor escapó de mis labios. No quería girarme. Nunca quería girarme y mirar al poni cuando eso ocurría. Pero siempre lo hacía. Y eso hice.

Twilight Sparkle se quedó tiesa como un palo en medio de la habitación con un cuerno brillante. Tenía varios libros suspendidos en el aire a su alrededor. Los observó de forma curiosa, como si fuera un enjambre de molestas polillas.

—¿Qué... qué estaba...? —Parpadeó, frunció el ceño y devolvió cada libro a su lugar respectivo en las estanterías—. ¡Ahora no hay tiempo para otros proyectos! Aún tengo que desembalar Héroes de la Literatura de Equestria. —Terminó de colocar cada libro en su sitio, se dio la vuelta, y gritó el mismo instante que me vio—. ¡Iiih! Guau... emm... ¡Ho-hola! ¿De dónde ha salido, señorita...?

—Discúlpeme —dije mientras me colocaba mi alforja—. No tenía intención de asustarla. Tan solo estaba acabando con... con un proyecto.

—Ya veo. Bueno, no quiero parecer descortés ni nada —dijo Twilight con una tímida sonrisa—, pero la biblioteca cerrará dentro de... —Dirigió una mirada al reloj, pero tuvo que mirarlo dos veces—. ¡Oh! ¡Ya son más de las siete! ¡Emm, está cerrado! Hemos cerrado hace... caramba, ¿hace unos quince minutos?

—Ya veo. Bien, seguiré mi camino. —Le hice una reverencia y me acerqué a la puerta—. Hasta luego, señorita. Le deseo que pase una buena noche.

—Jejeje... Igualmente. —Mientras me alejaba, escuché como gritaba hacia el otro extremo del árbol hueco—. ¿Spiiiiike? ¿Donde narices estás? ¡Estos paquetes no se van a desenvolver solos! ¡Ya cenaremos después de acabar!

Hoy, unas horas después de escribir esto, estaba una vez más en la esquina de la Calle Principal, en el soleado centro de Ponyville. Sabía que no debía tocar "El Treno de la Noche" en su totalidad mientras estuviera en público, así que sólo interpreté pequeños fragmentos, de manera que pudiera aprenderlos de memoria para cuando tuviera que realizar el auténtico recital en privado.

Muchos ponis se pararon a escuchar, y muchos de ellos dejaron caer algunas monedas en la lata de metal que tenía debajo de mí. Vi al Dr. Whooves, a Granny Smith, a Carrot Top, y a varias caras simpáticas más. Sin embargo, no llegué a perder la concentración hasta que se mostró una poni en particular. Antes de que se acercara demasiado, empujé a hurtadillas la lata de monedas con uno de mis cascos traseros, dejándola oculta en un arbusto verde detrás de mí.

—¡Cielos, es una melodía divina! —dijo Rarity. Sus ojos brillaban como dos zafiros bajo el sol de mediodía mientras permanecía ante mí con su alforja—. ¡Pero querida, parece que estés helada! Dime, ¿estás enferma?

—Yo... uhm... me encuentro perfectamente —dije con una sonrisa, sin perder el ritmo de mi tañido—. No estoy enferma. Es sólo que suelo sentir más el frío que un poni normal. Pero tengo esta fantástica sudadera y esta preciosa bufanda, ¿lo ve?

—¡Es una suerte! —dijo Rarity, paseándose a mi alrededor—. ¡No podría soportar que una música con tanto talento como tú se congelara hasta morir! Buena elección con la bufanda, cariño. Conjunta de maravilla con tus ojos.

—Eso mismo me dijo el poni que me la dio —le comenté.

—Bueno, en mi opinión, creo que te la mereces. Tu música hace que un paseo por nuestro pueblo sea mucho más hermoso. Me atrevería a decir que estoy tentada por dejarte algunas monedas para mostrarte lo agradecida que soy.

—Jeje... —Aclaré mi garganta y luché por mantener la melodía—. Créame que no es necesario. Yo... Y-yo no podría siquiera pensarlo. —Le dije, aunque mis pulmones ya se estaban desinflando de la vergüenza.

—¡Tonterías! —Rarity agitó un casco y dijo—: ¿No lo sabes, querida? ¡La generosidad es la lente del corazón! ¿Cómo si no vamos a ver lo afortunados que somos por estar vivos? —Inclinó la cabeza hacia arriba—. Pero si insistes, te dejaré que sigas con tu fantástica instrumentación. ¿Tal vez nos veamos de nuevo?

De repente me resultó más fácil respirar. Le miré a la cara y sonreí.

—Sí. Estoy seguro de que sí.

—Espléndido. ¡Chao, madame maestro! Jijiji... —Y entonces se fue.

Una hora más tarde, estaba sentada dentro de Sugarcube Corner, meciendo una taza de té entre mis cascos. No tomé ni un solo sorbo. Todo lo que hacía era observar las pequeñas espirales de vapor que se alzaban de la bebida, decepcionada por lo fría que resultaba en comparación con el recuerdo de mi primer cálido abrazo en meses.

Un bote lleno de monedas descansaba sobre la mesa. Después de cuatro días consecutivos tocando en el centro de Ponyville, había acumulado una vez más suficiente dinero para comprar los materiales que necesitaba para mi pequeño experimento. Ya tenía memorizado el "Treno de la Noche", pero no era suficiente para tocar la composición musical por completo. Necesitaba comprar los ingredientes mágicos correctos por si algo saliera mal. Después de todo, ya había pasado antes por ese camino; y ni siquiera todas las bufandas y sudaderas del mundo me salvarían del frío que encontraría más allá de las últimas notas tocadas por mi lira.

Si no seguía trabajando en mi proyecto, podría perder cualquier oportunidad que tenía de escapar del maldito agujero en el que me encontraba. ¿Por qué entonces, tenía la sensación de que estaba a punto de cometer un pecado con estas monedas? Ya me había aprovechado antes de mi "situación", haciéndome con varias cosas de las que no estoy precisamente orgullosa aunque el fin justifique los medios. Pero ahora de repente, tras haber llegado tan lejos, tras el abrazo, me preguntaba si podría vivir conmigo misma después de... encontrarme a mí misma.

—¡Oh, guau! Una lira. Dime, ¿Eres una música?

—¿Hmm? —Alcé la mirada. Lo admito; aquello me cogió por sorpresa—. Oh, uhm. Sí. Algo parecido.

Twilight Sparkle me sonreía mientras permanecía de pie en medio de la cafetería.

—Siempre he admirado los músicos, porque muchos de mis amigos unicornios estudiaban música mientras yo me dedicaba a otros campos en Canterlot. Ojalá hubiera tenido tiempo para entender la teoría de la música. Es tan fascinante y bella...

Exhalé suavemente.

—Es sorprendente cuantas cosas en la vida pueden ser fascinantes y bellas a la vez, ¿No es verdad?

—¡Oh! Uhm... Lo siento. A veces me enrollo más que las persianas —murmuró Twilight, mirando hacia arriba con una sonrisa bobalicona—. Ejem. Soy Twilight Sparkle. Estoy a cargo de la Biblioteca de Ponyville en el distrito este.

—También eres la aprendiz de la princesa Celestia y el actual Elemento de la Magia, responsable de haber desterrado la esencia corrupta de Nightmare Moon.

—Oh... —Twilight sonrió tímidamente, con sus orejas lilas gachas—. Así que has oído todas esas cosas también, ¿eh?"

—¿Tan difícil es de creer? —Finalmente le di un sorbo al té. Tal vez no fuera tan frío después de todo—. Algunos hacen más para ser recordados que otros. Yo toco música; tú salvas toda Equestria. —Levanté la taza a su salud y le sonreí—. En algún otro lugar, tú y yo nos volveremos a ver. ¿Eh?

Parpadeó varias veces, entonces rió tímidamente.

—Jejeje... Sí. Sobre gustos no hay nada escrito, ¿verdad?

—Esa es mi máxima.

—Bueno, deberías acercarte a mi biblioteca alguna vez. Me encantaría mostrarte todos los volúmenes que tenemos sobre teoría de la música. Tengo al menos doce libros que sólo hablan sobre las liras antiguas en Equestria. Apuesto a que los devorarías enseguida.

—Jijiji... —No tuve el valor de decirle que ya los había leído. Dos veces—. Si alguna vez siento la necesidad, señorita Sparkle, aceptaré su oferta.

—Espero que lo haga —dijo Twilight con una suave sonrisa—. Cada uno tiene sus propios talentos. Compartirlos es... es como una manera de conocernos mejor entre nosotros. ¿Y qué mejor manera de no sentirte solo en este mundo que hacer lo que mejor se nos da y compartirlo con otros ponis? Esa es la clave esencial de la armonía, al menos eso pienso yo.

La escuché, e instintivamente mis ojos observaron la lata de monedas doradas. De repente lo vi todo claro.

—Creo que fue un poni sabio el que dijo una vez que "La generosidad es la lente del corazón. ¿Cómo si no vamos a ver lo afortunados que somos por estar vivos?"

—Hmmm... Quienquiera que dijera eso suena realmente eloquente.

—Mucho —dije asintiendo.

—Bien, disfruta del té. Me voy a ver a mis amigas. Hasta luego. —Twilight Sparkle agitó un casco y se fue. Me giré para mirar de frente al restaurante, cuando de repente escuché algo. Inclinando mi cabeza, mis oídos lograron captar un treno familiar. Twilight estaba tarareando los últimos acordes de la elegía más reciente, y tenía una sonrisa en su cara mientras lo hacía. Casi llegué a preguntarme si la comprendía, pero entonces me di cuenta de que eso no importaba.

Suspiré felizmente y recogí mis cosas, empezando por el bote de monedas doradas. De repente ya sabía lo que iba a hacer esa tarde. Mi experimento podría esperar. ¿Qué importa una semana más perdida en el pozo de la nada?

Esa misma tarde, un paquete largo y fino flotó mágicamente hasta la entrada principal de una residencia de Ponyville al oeste de la zona centro. Se pegó contra el timbre. Luchaba desde lejos para empujar el paquete con mi telequinesis, y al poco éste estaba pulsando el timbre. Después de que el "ring" comenzara y acabara rítmicamente, hice descender el paquete y me oculté detrás de un árbol del jardín delantero.

Después de varios segundos, la puerta se abrió. Derpy Hooves miró hacia fuera, tambaleándose, con sus ojos saltones cansados y legañosos tras una tarde entera entregando cartas y paquetes por todo Ponyville. Miró hacia la izquierda y hacia la derecha, y por un momento creí que iba a pasar por alto la reciente compra que hice en la tienda antes de venir aquí.

Finalmente, uno de sus ojos ámbar rotó hacia abajo... y su vista captó el artículo. Su frente se arrugó. Se agachó y le dió un golpecito, como si temiera que la caja cobrara vida y le saltara encima. La experimentada cartera empezó a toquetear el paquete, buscando una etiqueta o algún tipo de identificación que pudiera indicar el remitente. Sin pensarlo más, agarró los bordes de la caja y la abrió de golpe. Se quedó boquiabierta al instante.

Observé silenciosamente, mordiéndome el labio.

Derpy cayó sobre sus ancas. exhaló temblorosamente mientras sacaba una flauta fina y dorada de la caja y la sostenía contra su pecho con sus grises cascos. Sus ojos se enfocaron en el instrumento, ambos ojos, y pronto se llenaron de lágrimas. Reprimiendo sus ganas de llorar, Derpy sonrió y se incorporó de un salto.

—¡Dinky! ¡Madalenita mía! —Salió disparada hacia la casa—. ¡Mira! ¡Mira lo que mamá te ha conseguido! —La puerta crujió mientras se cerraba tras ella, pero no antes de poder escuchar los gritos de alegría de cierta potranca.

Por segunda vez en varios días, sentí el calor del abrazo de Twilight Sparkle, pero no necesitaba que otro poni estuviera ahí para ello. Estaba sola, como siempre, y aunque me había quedado corta de dinero para poder empezar la próxima etapa de mis experimentos musicales, era algo que estaba dispuesta a retrasar.

Tal vez... solo tal vez, las cosas más agradables que ocurren en la vida son las que no quedan grabadas en la historia.

Con una sonrisa, alcé la capucha de mi sudadera, di media vuelta, y troté bajo el beso escarlata de la puesta de Sol. Ponyville no había dejado de ser hermosa ni por un solo segundo.

¿Alguna vez has tenido una bella melodía en tu cabeza que no sabes de dónde ha salido?

Esa melodía soy yo.