Estaba lloviendo, pero eran diminutas gotas las que caían el cielo. A Félix y a Bridgette no le preocuparon ese diluvio, muy pronto llegarían a casa y se resguardarían en su hogar. Sin embargo, al parecer su novia tenía una parada más antes de llegar a casa.

—¡Oh!—su pequeña boca se abrió en asombro—¡Charcos!—exclamó con alegría—¡Antes cuando era niña, siempre saltaba los charcos!

Recordaba como con sus botas rojas con lunares negros, en compañía con su madre, saltaba charco en charco. En eso la confesión de su pareja, la impresiona: "Yo nunca salte charcos."

Bridgette lo miró sorprendida, pero luego se imaginó a un Félix de niño y ya le figuraba que a esa edad, evitaba cualquier tipo de suciedad.

—¡Oh!—volvió a impresionarse—¡Genial!

—¿Genial?

Ella asintió, emocionada, ganándose una mirada extraña de su novio.

—Vamos, vamos—alentó, tomando su mano para guiarlo.

—¿A dónde?—preguntó.

—¡A saltar charcos!

Félix paró en seco.

—¿Qué? –pregunta él sorprendido, plantando bien los pies sobre el suelo.

—¡Saltar charcos!—volvió a repetir con una gran sonrisa— ¡Como es tu primera vez! ¡De seguro te será emocionante!

Mientras trataba de arrastrarlo con ella.

—No, no voy a saltar esos mugrosos charcos.

—¿No?

—No.

—¿Ni por mí?—intentó negociar, con su sonrisa tierna y sus ojos brillantes.

—No.

Ella frunció el ceño.

—Bien, lo que te pierdes—espetó, antes de soltar su mano y dirigirse a uno de los varios charcos que había en el lugar. Uno que era grande, pero no profundo.

—¡Espera!—espetó él.

Ella giró su cuello y sonrió.

—¿Vas a hacerlo conmigo?

—No—volvió a denegar y ella se sacó sus zapatos.

Félix estaba seguro que Bridgette se había vuelto loca, cuando con una gran sonrisa, se dignó a saltar ese mugroso charco.

—Estás loca—dictaminó acercándose hacia ella.

—Y tú estás aburrido.

Mientras pataleaba, salpicando a su alrededor. Riendo y divirtiéndose como una niña.

—¡Es divertido!—aseguró. Extendiendo el brazo hacia Félix—¡Vamos, inténtalo!—repuso—Nadie va verte... solo estamos nosotros dos.

Y era verdad, no había nadie pasando ese lugar. Bridgette sabía que eso era lo que más le preocupaba que ensuciarse, porque simplemente si fuera Chat Noir lo haría.

Félix giró sobre su alrededor. Y efectivamente no había nadie en la zona.

—¿Te animas? —sin dejar de sonreír, ella tenía los pies en el agua, sus dedos moviéndose. El quería sentir esa sensación.

Suspiró como si no le quedara de otra. Señaló un charco.

—¿Ese está bien?—cuestionó.

Bridgette sonrió de oreja a oreja.

—¡Perfecto! —Alabó— ¡Sáltalo!

Félix avanzó hacia el charco y lo vio a sus pies, se sacó sus zapatos y medias. Al segundo, pasó las manos por su cabello mojado por la lluvia, vacilando.

—¡Vamos! –Alentó su novia—¡Salta, Félix!

De nuevo, Félix miró a su alrededor y cuando comprobó que no hay nadie por la zona, es cuando salta sobre el charco con fuerza. De pronto, el agua salpica en todas direcciones y es entonces, cuando el chico empieza a reír con fuerza. Bridgette que lo ve tan feliz que se contagia y ríe con él.

Vuelve a saltar y saltar, patalea, gira, mueve sus pies. Bridgette lo acompaña en sentimiento, moviendo sus piernas y pataleando su charco sin dejar de reír. Carcajadas resonando en el desolado lugar, se toman de las manos y siguen jugando como unos niños. La lluvia incrementa su intensidad, pero no les importa. Están ocupados divirtiéndose.