Todo pertenece a GRRM.
Okay. Esto es para Lucy que hace miles de años quiso que le hiciera un Arthur/Lyanna :)
Joy
Ser Arthur.
Leguas y leguas de arena roja se extienden a su alrededor, la Torre de la Alegría es una sombra encima de ellos, vigilando y asustando a cualquiera que se acercase. Arthur es inmune a aquel efecto, pero recuerda que hace varios meses, la Torre no era más que un esqueleto, muerto y oscuro. Ahora hay más gente saliendo y entrando, un maestre de un pueblo cercano y dos o tres parteras que se acercaban cada poco días a saber del estado de Lady Lyanna. Arthur cuenta una sirvienta y una cocinera que viven allí y un niño que trae frutas desde Campoestrella.
«Campoestrella», piensa melancólico. El castillo de su infancia quedaba a pocas leguas de allí, si tuviese un caballo de sobra, iría para allá, donde sus hermanas y hermano se encontraban. Allem ya se habría casado con su prometida, una mujer bonita y graciosa que había conocido cuando escoltó a Ashara desde Desembarco del Rey.
Por un momento odia a Rhaegar por dejarlo allí con sus Hermanos Juramentados, lejos de Elia y de su hermana, cuidando a una pobre chica atrapada en las canciones del arpa del príncipe. ¿Qué harían sin ellos en la Fortaleza si la guerra llegase hasta allá? Solo Ser Lewyn, Ser Barristan y Ser Jaime quedaban para proteger a la familia real. Dos caballeros viejos y uno sin experiencia suficiente.
Volvió a mirar a la Torre y encontró a Lady Lyanna asomada por la ventana. Desde ahí no podía ver su expresión, pero estaba casi seguro que no era una de contento. Lady Lyanna tenía pesadillas en la noche, a veces despertándose por ellas o simplemente quedándose despierta sollozando; en su habitación, Arthur escuchaba los pasos de la sirvienta cuando le traía agua o leche de amapola (o eso se suponía él) para calmarla. En esos momentos, se sentí casi culpable de mantenerla prisionera allí, porque su trabajo no solo era alejar a cualquiera que se acercase, sino también evitar que Lyanna se escapase.
«Nada noble para un caballero de la Guardia Real».
Lyanna era bonita para ser tan joven, no tenía la belleza de Ashara o de Elia, pero te hacía voltear la cabeza. Tal vez eso era lo que había visto el príncipe Rhaegar en ella, esa belleza salvaje, la..., ¿cómo la había llamado él? «la sangre de lobo». Con disgusto, se dio cuenta de que no le quita la vista de encima. Volteó la cara y toqueteó a Albor, siguiendo con el dedo los grabados en la empuñadura.
Sin ser consciente, Arthur la mira otra vez y un cosquilleo en su interior le dice tal vez por qué Rhaegar vio su canción de Hielo y Fuego en ella.
