Disclaimer: Nada me pertenece, excepto ideas. El resto, le pertenece a JK Rowling.


Ella sonreía, no tenía idea de qué día era o si era ya la mañana o la noche. Sonreía, por que podía sentir a su lado, un cuerpo. Que aunque tampoco veía, estaba a su lado. Suspiró y se dio la vuelta, sintiendo su calor. Buscándolo en aquella cama.

- Buenos días...- le dijo a quién tenía a un lado y aquella persona, se dio la vuelta de la misma forma. Ambos se mantuvieron en silencio, simplemente escuchando las respiraciones del otro. Simplemente escuchando el silencio al que estaban sometidos, desde que no podían verse.

- Buenos días, Granger.

- ¿Granger? ¿Hoy soy Granger? ¿Estás de malhumor?

No le contestó y se apoyó en la cama, para levantarse. Con una sonrisa amable, ella le recordaba algo que él siempre detestaba pensar.

- Severus, no olvides usar tu bastón. No quiero que te caigas. Puedo encontrate, pero me toma tiempo.

Soltó un gruñido y ella sonrió con más fuerza. Escuchó que tomó el bastón del dosel de la cama y se levantó con dificultad. Suspiró y se preparó ella, para hacer lo mismo que él. Caminó alrededor de la habitación, un par de veces y con una inspiración profunda. Escuchó lo que tenía a su alrededor, con su propio bastón.

- Ropa en el suelo. Seguro se me cayó a mi o a Severus. Bueno, la casa es de todos, así que podemos recogerla todos.

Mientras caminaba, escuchó una risita que aumentaba. Se imaginó que se trataba de una pequeñita, que siempre corría hacia sus padres, cuando los escuchaba despertarse.

- Hola, Samy- dijo Hermione, en cuanto sintió sus bracitos, rodear sus piernas- ¿Cómo has amanecido, cariño?

- ¡Ma má!

- Sí mi amor. ¿Ya viste a papá? Andará por allí, quizá desayunando.¡Ve a buscarlo! ¡Ve a buscarlo!

La pequeña corría alrededor de la casa, mientras Hermione caminaba detrás de ella. Se detuvo junto a la cocina. Deseaba café, así que se dispuso a preparárselo. Inspiró y ubicó la tetera, también dos tazas y el café negro. A Severus le gustaba tomarlo muy fuerte, ella se lo había enseñado.

- Entonces, uno negro para Severus y uno tinto, para mí.

- Pa pá...

- Ah, ya encontraste a papá. ¡No dejes que suelte el bastón, Samantha!- dijo Hermione, con una sonrisa- Entonces...Ya estará el negro para mi marido y el tinto, pronto.

Estar ciego. No era tan horrible. Bueno, solo pudo ver la carita de su pequeña, una sola vez. Luego, sus ojos se apagaron completamente. Parecía algo de locos, alguna maldición que imperaba sobre ambos. Pero luego que ella dejó de ver, Severus perdió la vista paulatinamente. Ella no desestimaba que se tratara de una maldición de su señor tenebroso. Aunque Severus, nunca quiso hablar de ello.

Estaba ciego, según sabía. Aunque nunca lo había visto, por razones obvias. Algunas veces, tenía reacciones extrañas. Algunas veces cuando ella estaba por caerse, él sabía exactamente dónde tomar su cuerpo, para evitarlo.

Práctica. Supuso.

- Mamá...Ma...

- Dime cariño. ¿Qué te dijo papá? ¿Qué comes, que huele tan sabroso? Ah papá, te dio de su comida. No podías esperar a que mamá te hiciera algo ¿Verdad?

Pero claro, parecía que su esposo era más diestro en el asunto de quedarse ciego y mirar a través de los sentidos, que ella misma.

Aunque seguía sin saber si estaba ciego o no.

- Severus. ¿Podrías ayudarme con Samy? Creo que está un poco inquieta y hambrienta. Como un dinosaurio.

Escuchó los pasos de su esposo y el tercer paso, el bastón. Sonrió, cuando escuchaba a Samantha, que se iba lejos, tras los tres sonidos.

Al menos podría cocinar con mucha calma. El desayuno de su familia, tal cuál acostumbraba hacer desde hacía 4 años.