Ozai y su amor perdido.

Capítulo 1.

La miré y deseé que esta visión nunca desapareciera, quise que se quedara conmigo hasta que muriera del pesar de no tenerla, quise que no le pasara nada, quise protegerla y amarla. Lástima que yo soy el príncipe del fuego y ella la hija del sastre no?.

Se llamaba Rikka, y yo la amé con solo verla… más todo sucumbió a la tragedia después del gran desastre… Todo empezó una mañana en una de las colonias que mi abuelo había construido en el Reino Tierra, mi padre quería mostrármelas para que supiera lo que me esperaba cuando el muriera así que lo acompañe. Cuando llegamos a la primera colonia debo admitir que me encantó su aire pintoresco y campesino pero no podía demostrar estos sentimientos ante mi padre; me asesinaría si se diera cuento de esto.

Pasamos mucho tiempo en esta aldea, viendo como todo aquel que nos veía se arrojaba al suelo e imploraba por nuestra bendición, rogando por que mi padre, Azulon, no les diera una mala mirada; en ese momento la ví. Noté que una de las plebeyas a mi derecha se movía extrañamente, al parecer estaba embarazada, y no podía quedarse en la posición de alabanza, así que se levantó mientras mi padre y yo pasábamos. Mala idea. Los guardias de mi padre inmediatamente tomaron a la mujer por los brazos y fuertemente la agitaron, gritándole que como se atrevía a presentar semejante irrespeto hacia el señor del fuego, cuando una chica de no más de 20 años se paró también para ayudar a la mujer, para liberarla de los guardias. Corrió hacia nosotros y trato de que soltaran a la embarazada pero todos sus esfuerzos fueron en vano; en ese momento fijó su mirada en mí, como implorándome ayuda por au protegida y no pude contenerme ante semejantes ojos, rojos como las llamas de la pasión que despertaron en mi. "Paren!" grité, ella me miró anonadada ya que al parecer los guardias me habían escuchado pero no me habían creído. "Deténganse! Es un desperdicio tratar así a una mujer en su estado, déjenla ir".

Solo fue que llegásemos a nuestra residencia para que mi padre me azotará con su dura voz, reprimiéndome por haber cometido semejante acción enfrente de todos sus funcionarios y de todas las personas de la colonia. Yo no lo escuchaba… ahora solo tenía ojos para ella.