Eran diferentes. Muy diferentes. Totalmente diferentes.

Por eso, cuando ambos empezaron a ir a casi todos los lados agarrados de la mano, la gente empezó a hablar.

Mucha gente los juzgo. Decían cosas que eran murmullos, pero adquirían el carácter de rumor, y como todo rumor, empezó a sobar por todas partes.

Sus amigos salieron en defensa de ambos. Cuando la gente comentaba algo referente a los dos, inmediatamente todos los contradecían de cualquier forma y manera posible. Ellos en cambio, solo se quedaban en silencio, sin importar que pasara y solo hablaban para tranquilizar a sus defensores y así evitar que estos incurrieran en pleitos.

Peor hubo un dia en que tuvieron que decirles la verdad… a medias.

-ya no digas nada mas, Endo-dijo Kido una tarde de sábado lluvioso. El entrenamiento había terminado y solo ellos dos quedaban en los vestidores.

-¿Por qu-?-el portero no pudo continuar

-Por el bien de nosotros, de nuestros padres-

Y la conversación quedo allí.

Entonces todo el equipo asumió que eran lo que la gente comentaba y susurraba. Y que hacían lo que la gente decía… y veía.

Gracias a eso los dos pudieron andar con más tranquilidad. Podían hablarse de su amor, susurrarse cariñosas palabras y besarse aun ante las miradas de la gente que eran sus amigos.

Y aunque aquello estaba mal, ellos no podían hacer nada. Solo ver como el flujo del tiempo seguía su curso y hundía a los dos amantes en un juego de amor.

Aunque se les olvido un pequeño detalle.

Haruna Otonashi y Yuto Kido era hermanos.

Y ante su amor nadie podía hacer nada… Mas que condenarse.