Ninguno de los personajes de Cars me pertenece, únicamente Kaitlin Cooper y Dave, el camarógrafo, son personajes de mi creación, los demás pertenecen al universo Pixar.
Este fanfic toma lugar en un AU humanizado :).
La Nascar
A espaldas de mi camarógrafo gritaron "corte", bajé el micrófono y relajé mi sonrisa de comercial por una más natural y menos tétrica.
–¡Qué bien lo haces, Kaitlin! –dijo Dave, mi camarógrafo, cargando su instrumento al hombro y acercándose a mí– ¡Pareciera que en serio te gustan las carreras!
–¿Qué dices? Yo soy una apasionada de la velocidad. SENTIR LA ADRENALINA… La Nascar, ¿verdad? –sonreí. Claro que sabía que estábamos reportando, sin embargo, él era más apegado al deporte.
En mi trayectoria como reportera, era esta la primera vez que iba a un evento tan importante de autos como la serie Nascar, había reportado, en escasas ocasiones, para eventos colosales de otros deportes, unos cuantos partidos de la Champions, por ejemplo, pero nunca algo tan grande en este campo.
Claro que estaba emocionada, se respiraba el lujo y el despilfarro. Después de todo, ¿qué son las carreras de autos sino el hipódromo de los nuevos ricos?
–Reportera estrella, ¡no olvides la siguiente fase del trabajo! –Dave agitó frente a mí una tarjeta multicolor plastificada con un cuelga-gafetes de nuestra televisora.
–¡Pero si es la mejor parte! –lo sujete hábilmente con mis uñas postizas recién aplicadas el día anterior. No era que yo fuera fan de ellas, pero el jefe había dicho "la mayoría de los que ven este deporte son hombres, ¡claro que aman ver a una chica bien arreglada en televisión!" y en cierta forma era algo cierto, así que, siguiendo esas recomendaciones, y sin caer en lo vulgar, me había puesto uñas postizas guindas mate, alaciado el cabello para que se viera más largo y puesto labial color rojo, CASI color mujerzuela.
–Bueno, chica, yo iré a guardar todo esto a la camioneta. Tú prepárate para lo siguiente y nos vemos mañana –se acercó a mí, nos despedimos, le entregué mi micrófono y se fue.
Miré mi reloj. Tenía 15 minutos para mi siguiente labor. 15 minutos para reducir mi emoción y poder hacer una entrevista efectiva. Tarea difícil. ¡Por primera vez en mi vida profesional debía entrevistar a un deportista! Y no una entrevista rápida y fugaz cuando van saliendo de la pista, sino una entrevista frente a frente en privado con demás celebridades a mi alrededor.
¿Qué a quien entrevistaba? Nada menos que al ganador de esa noche, Ryan "Lightning" McQueen, el afamado 95 norteamericano.
¡Qué nervios! Y a la vez que suerte que el asesor de imagen me hubiera hecho ver tan bien con ese vestido azul rey corto con manga larga de tul y corte de corazón. Sí, BEN-DI-TO asesor.
Desde que me había adentrado al mundo de las carreras, estar cerca del rayo había sido uno de mis mayores sueños más allá de una meta profesional, pues era atractivo, carismático y encantador, además de casi siempre ganador… ¿a quien no le gusta un campeón?, el momento había llegado y tenía un tarjetón que me otorgaba, exclusivamente a mí, una hora de su tiempo.
Me dirigí emocionada y con mi grabadora en mano al lugar de la entrevista; uno de los palcos más grandes y exclusivos de toda la arena.
Las piernas me temblaban, y los zapatos escogidos no ayudaban mucho, pero yo era profesional –o al menos eso intentaba– un corredor guapo y exitoso no debía de intimidarme así.
Entré al lugar y admiré los vestidos de las asistentes. Un poco más llamativos que en los partidos de futbol, pero aun así muy agradables a la vista.
Una vez inspeccionados los presentes, me dirigí a la propaganda roja. Rust-eze, para aliviar la corrosión bla bla bla, comerciales. Ahí estaba mi entrevistado, se había cambiado el traje de piloto por un traje gris hecho a la medida adornado con una corbata roja brillante.
Mientras caminaba en su dirección, el que parecía ser su agente volteó. Él estaba de espaldas, por lo que el primero le notificó algo.
–¡Oye, niño! Hora de tu entrevista –dijo apenas me postré junto a él. McQueen se dio la vuelta. Vaya. Sus ojos eran aún más azules de cerca. Su cabello más dorado que sus trofeos y su sonrisa más resplandeciente que los mismos. Se veía relajado. Muchos colegas reporteros decían que en tiempos pretéritos había sido arrogante, presumido y difícil de tratar, pero esta vez se apreciaba amable y de cierta forma humilde, como si aún no hubiera sido notificado de su triunfo.
–¡Por supuesto! Yo me encargo de esto, Harv. Nos vemos más tarde. –"Harv" se dio la vuelta alegre y el rayo me extendió la mano amablemente– ¿te conozco? Sé que he dado entrevistas a tu cadena, pero...no logro recordarte.
–No, no te desgastes haciéndolo –sonreí tomando su enorme y masculina mano– soy Kaitlin Cooper, reportera, sí, pero nueva en esto de las carreras. ¡Tengo la suerte de entrevistarte esta noche! Después de semejante triunfo, esto es casi un sueño –el rió.
–La suerte es mía. ¿Quieres empezar? –puso su mano en mi hombro y me encaminó hacia el grupo de ejecutivos que, alegres, celebraban el triunfo de esa noche.
–Con gusto –presioné mi grabadora y la acerque a él– dime, Rayo, ¿cómo te sientes con tu nuevo triunfo de esta noche?.
–Vaya pues...es algo que me hace sentir satisfecho. Tantas horas de trabajo, de entrenamiento, ¡incluso de estrés!, son lo que me han traído hasta aquí. Siento que es un triunfo...merecido, pero también siento que todos los demás corredores dieron todo de sí. Es increíble competir con gente igual de preparada que tú, ¿sabes? Gente que en verdad es una competencia, un reto, que tienen la misma posibilidad de ganar que uno mismo.
–¿Cómo te sentiste al correr?
–Hay algo extraño en el momento de correr. Me siento…uno mismo con la máquina. Siempre es así, todo a mi al rededor desaparece, como si estuviera corriendo por un prado, el bosque, o algo parecido. No me fijo en los demás, me siento relajado. Uno con el auto y la pista –rayo infeliz. Ni una sola vez había bajado la vista para ver mi vestido, su corte en forma de corazón, o algo. Bueno, que sí un hombre nos ve mucho, acosador, que si no nos ve, maldito maricón. Menos me relajé y me enfoqué en las respuestas. Se veía muy apasionado con respecto lo que hacía y de lo que vivía.
–¿Le dedicas a alguien este triunfo? –sonreí interesada.
–A todo mi equipo, que además son mis amigos, mis mayores apoyos. Es por ellos que he llegado tan lejos. Sin ellos no sería quien soy el día de hoy. Seguiría siendo el novato pedante y orgulloso que era hace unos años. ¡Qué vergüenza recordarlo! —rió ampliamente y puso, a manera de broma, una mano en su sien. Detuve la grabadora unos momentos y riendo lo interrogue.
–Entonces, ¿es cierto lo que dicen de ti? Que eras insufrible e intolerable.
–¡Te juro, Kaitlin, que eso es poco! –Oh Por Dios, el rayo sabía mi nombre. Ese era el mejor día de mi vida, sin duda alguna– no tengo idea de cómo pude...vivir así. Es decir, sí, ¡la fama y el dinero son muy importantes!, sobre todo cuando eres joven, exitoso y guapo...y no es que yo me considere aún así, pero eso dicen los medios de mi –me guiñó el ojo. Claro que se consideraba así. El endemoniado rayo era muy guapo y él estaba consciente de eso– pero...todas esas cosas son nada si no tienes con quien compartirlas...esto no lo estás grabando, ¿verdad? No creo que estás cosas sean el tipo de preguntas que quieren ver los seguidores del deporte. El sentimental rayo MCQUEEN...¡Oye, sería un buen título!.
–No, descuida, esa fue una pregunta para mí...satisfacción personal –sonreí viendo fijamente sus pequeños ojos tan azules y vivaces– mejor continuemos –volví a prender la grabadora y de nuevo la acerque a él.
–¿Qué relación tienes con los demás corredores?
–Bueno...con muchos es de cordialidad y de admiración. Muchos de los pilotos europeos tienen cierto nivel de profesionalismo que causa envidia. Pero con otros como Miguel Caminos, el español, Lewis Hamilton, británico, o el italiano Francesco Bernoulli, hay una relación de más...confianza. ¿Competitiva? Pues claro, somos corredores a fin de cuentas, pero todos sabemos que el que gana es porque es el que mayor esfuerzo demostró. Entre nosotros no tiene nada que ver la carrera con la amistad –definitivamente queria platicar más con él fuera de mi papel de reportera, lo haría justo después de terminar. Era una decisión.
–¿Quiénes son tus inspiraciones?
–Pues…eso todos lo saben, es principalmente Hudson Hornet, mi mentor. Sé que ya usé esta frase antes, pero sin él, no seria quien soy hoy, además –antes de que pudiera seguir, vi mi grabadora en el piso con el foquito rojo aún parpadeando.
–Che cosa c'è che non va?!junto a nosotros un apuesto joven de cabello castaño intentaba mantener el equilibrio, mientras que otro, con el cabello más claro y risa efusiva, venía siguiéndolo.Una vez logrado el mantenerse en pie, el castaño oscuro se sacudió y entre risas acomodó su cabello. [¿Qué te ocurre?]
–Francesco, mira lo que hiciste –dijo mi entrevistado con falsa desaprobación. No podía creerlo. Era el mismo Francesco Bernoulli, el famoso corredor italiano. Ademas iba acompañado del español Miguel Caminos, los amigos de los que McQueen hablaba.
–¡Calmare, McQueen! No pasa nada. Francesco tiene todo bajo control –se agachó y recogió mi grabadora– Bueno…¿qué haces con esto? –se acercó la grabadora y la inspeccionó– KACHOW…Ah, funciona. [Calmate, McQueen]
–Basta, Francesco, estoy a la mitad de una entrevista. Esto es algo importante. VETE, YA, LARGO.
– Chi è il tuo amico? ¿No me la presentas? –el italiano sonrió y se postró en medio de los dos. [¿Quién es tu amiga?
–Mi entrevistadora. Vete. Déjala hacer su trabajo.
–¡AH! Entonces…esto le pertenece a usted, signorina –me extendió la grabadora con sus manos grandes y delgadas, parecían las de una mujer…bueno, una mujer un tanto masculina. Pero aun así, una mujer.
–Grazie, signore –la tomé sonriendo. Él sonrió de vuelta.
–¡Vaya! Es italiana, ¡meraviglioso!.
–No es italiana, idiota. Es norteamericana, reportera internacional. Debe de hablar varios idiomas. ¡Ya vete, por favor, interrumpes su trabajo! –de pronto reaccioné y apagué la grabadora. McQueen lo intentó empujar, pero Francesco se negó.
–E perché l'intervisto invece di me? ¡Soy Francesco Bernoulli! [¿Y por qué te entrevista en vez de a mi?]
–Y Francesco ya se va. ¡ADDIO, FRANCESCO!
–Ya, ya. Bueno…ya vuelvo –el italiano se fue no sin antes mirarnos de reojo.
Continue mi entrevista, y al terminarla, McQueen y yo intercambiamos otras cuantas preguntas fraternales. Era muy agradable, aun más que atractivo, ¡Y VAYA QUE ERA ATRACTIVO! Lo quería para mi. Al menos para algo fugaz. Maldije por un momento mi nula capacidad para ser directa y pedir las cosas en el momento, pero tampoco podía decirle "buena entrevista, ¿nos acostamos?", así que me limite a únicamente verlo como una pieza de museo, al menos en ese momento. Si la suerte me hubiera hecho una famosa modelo…todo hubiera sido diferente.
Terminada la entrevista me dispuse a disfrutar de la fiesta, de todas formas ya estaba ahí, y había cocteles gratis toda la noche.
Pedí un martini y me senté en la barra a observar a mi alrededor. El rayo estaba dando autógrafos, Francesco tomaba a una modelo por la cintura mientras sonreían para decenas de cámaras. Ella, no conforme con sólo eso, se le colgaba del cuello, a lo que él respondía pasando suavemente sus manos por la esquelética espalda de la chica rubia platinada. Era el playboy de las carreras, al parecer.
Todo era glamour y brillo. Mucho brillo.
Horas más tarde salí al pasillo a tomar una llamada telefónica, con el quinto martini de la noche en la mano, me sentía algo ofuscada, por lo que cuando volteé no pude creer quien estaba parado cerca de mí.
–Bella signorina reportera, Francesco no suele irse de un evento sin antes saber el nombre de al menos una chica tan bella como usted –sostenía un vaso de whisky en su mano derecha y caminaba lentamente hacia mí. No pude evitar sonreír. Hasta parecía película de lo irreal y cliché que era todo.
–Soy Kaitlin Cooper. Reportera de deportes y bla bla bla.
–Se ve interesada en mi amigo, McQueen. ¡Pero vaya que usted no sabe que es bueno!
–¿Qué? No, no. Es sólo…trabajo. Es decir, era mi entrevistado de la noche. Claro que debía de verme interesada –río natural y burlonamente.
–Francesco no es tonto. Y usted, Kaitlin Cooper, tampoco aparenta serlo. Sólo fue una pregunta para romper el hielo. No iré corriendo a decírselo. Sé guardar secretos –me guiño uno de sus enormes y perspicaces ojos cafés– Pero de igual forma sé dar consejos. Si está interesada en tener…un romance, por así decirlo, de calidad, ¡no dude en llamarme!. Usted llame y Francesco Bernoulli acudirá a socorrerla –para cuando dijo esto, ya estaba frente a mi tomando ligeramente y a cierta distancia mi barbilla con sus delgadas manos.
–Francesco Bernoulli.
–El mismo.
–Eres…como todos los medios dicen.
–intento mostrarme…sin filtros. Al natural –miro heroicamente hacia arriba, como si estuviera actuando para un comercia, una pose "mirame y no me toques" total, pero que a su vez le salió muy natural, era parte de él– Pero bueno. Usted sabrá si decide llamar a Francesco. Addio –agitó su mano y muy como si nada volvió a la fiesta.
Por mi parte, decidí que era hora de irme. Llame un taxi y pedí ser trasladada a mi hotel. Estando ahí me despoje de mi vestido elegante pero inútil al momento de atraer a mi corredor objetivo, de mis zapatos de mujerzuela y de mi maquillaje de, aclarando, CASI mujerzuela.
Me metí en la gran y cómoda cama y repasé lo surreal que había sido esa noche.
Conocía deportistas, sí, pero nunca había entrevistado a uno de manera tan personal, y aun peor que eso, nunca había sido cortejada –si es que se podía llamar así– por uno.
"Francesco es un facilote" pensé al ver el vestido tirado en el suelo. Con él había funcionado el encanto de la prenda, al parecer.
El facilote era atractivo, nadie lo negaba, pero algo dentro de mi me decía que tenia que ser insistente con McQueen. Si era lo que quería, era lo que debía buscar.
