NdA: Los personajes de este fic no me pertenecen. No recibo dinero a cambio.
Un momento de calma.
Uno ya tiene una edad, piensa Harold, mientras realiza unas comprobaciones de rutina en su ordenador. Sus ojos vagan momentáneamente hacia John, que está sentado no muy lejos de él, tomando té y limpiando sus armas. Su expresión concentrada, su severo corte de pelo y ese algo felino de su cuerpo le hacen parecer más que nunca el peligroso y oscuro agente que es, pero cuando se da cuenta de que él le está mirando, sus ojos se vuelven cálidos, sus labios se curvan imperceptiblemente hacia arriba. Harold siente algo dulce e intenso en las tripas y vuelve a mirar a la pantalla a toda prisa.
No sabe muy bien qué es eso que está creciendo lentamente entre ellos. Sabía que John era un buen hombre cuando lo reclutó, a pesar de su pasado, pero no esperaba su humildad, su vulnerabilidad. Creyó que la relación entre ellos sería eficiente, profesional. Creyó que no sería muy distinto a trabajar con la Máquina. Qué equivocado estaba.
"Ahora hay alguien nuevo que cuida de mí". Nunca imaginó que esas palabras pudieran conmoverle tanto. Nunca imaginó que un hombre como John Reese, capaz de deshacerse limpiamente de una docena de criminales o resistir la tortura durante tres días, pudiera pensar así de él.
Ha estado solo tanto tiempo… Incluso rodeado de gente, como cuando va a uno de sus trabajos falsos, está solo, porque nadie sabe quién es realmente. Sólo John sabe un poco, y trata pacientemente de reunir migajas de información. Y él se siente cada vez más inclinado a darlas.
Es demasiado mayor para eso, se dice una vez más. Demasiado mayor para esa clase de incertidumbre, para las mariposas en el estómago. John es heterosexual, y aunque no lo fuera ¿por qué iba a sentirse atraído por él? No es atractivo, no es joven, está lleno de manías. Y aun así…
Harold siente algo e instintivamente levanta la vista hacia John. Ahora es él quien está siendo observado. Y John vuelve a insinuar una sonrisa entre sus labios. Esta vez Harold se la devuelve y los dos regresan a sus ocupaciones. Y entonces comprende que quizás no importe tanto pensar en dónde puede conducir aquello. Quizás lo importante, simplemente, sea haberlo encontrado. Porque hay una cosa que sí sabe con absoluta certeza.
En ese momento, no está solo.
Fin
