Disclaimer: The Mentalist no me pertenece.

Verde.

Un vestido verde.

Lisbon llevaba un vestido verde.

Patrick Jane se consideraba un hombre difícil de sorprender, pero tenía que reconocer que aquello le había pillado por sorpresa.

Era su día libre, así que cuando la llamaron para decirle que tenían un nuevo caso se había imaginado que estaba en su casa, en pijama y zapatillas, bebiendo vino y comiendo helado directamente del tarro mientras veía una película antigua. Eso era lo que hacía normalmente. Eso era lo que debería estar haciendo.

Pero no, Lisbon había estado en una cita. Una cita con un hombre. Un abogado que había conocido en el último caso. La llamada de Van Pelt avisándola del caso había puesto fin a la velada y por eso Lisbon se encontraba ahora mismo en tacones y con un vestido verde en mitad de la escena del crimen. Con el abogado justo detrás de ella.

Se suponía que Lisbon no hacía esas cosas.

Lo de aparecerse en un caso con un vestido, claro, porque estaba seguro de que tenía citas. De vez en cuando.

Y allí estaba ella, moviéndose por el escenario del crimen como si fuera otro caso cualquiera, haciendo caso omiso de las miradas extrañadas de los otros policías. De repente se dio cuenta de que este era otro lado de Teresa Lisbon que no conocía, uno más privado y personal que ella quería mantener separado de su vida profesional, uno en el que en sus días libres llevaba vestidos verdes y tacones mientras coqueteaba con abogados.

Tenía que reconocer que le gustaba ese lado.

Me habéis llamado cuando estaba en mitad de la cena así que más os vale que valga la pena. – dijo cuando llego al lado del equipo.

En otro momento quizás habría hecho alguna broma sobre su atuendo, pero no sabía bien como reaccionar tras ese descubrimiento así que decidió centrarse en el caso.

Marcus Stone, 32 años, propietario de una gran mansión y presidente de una empresa informática había aparecido muerto a la entrada de su casa con un golpe en la cabeza. Era tarde, así que los únicos que quedaban en la casa eran el cocinero, una criada, el jardinero y la hija de este que había ido a recogerlo. Supuestamente ella encontró el cuerpo al llegar a la casa y avisó a la criada que había llamado a la policía.

.- Es un caso muy simple, hace tiempo que se quién ha sido – dijo Jane encogiéndose de hombros.

Teresa se volvió hacia él mirándolo con reproche. Sus ojos verdes brillaban aún más cuando estaba enfadada.

.- ¿Y si podías solucionarlo para que me llamáis?

.- Siempre dices que cuando tenga una teoría te la cuente antes a ti.

.- Podrías haberlo hecho por teléfono.

.- ¿Y como ibas a saber que era verdad si no ves ni el cadáver ni las pruebas?

Lisbon cerró los ojos y suspiró profundamente intentando tranquilizarse. Jane se fijó en que también llevaba sombra de ojos verde y no pudo evitar preguntarse si llevaba algo más de ese color.

.- Muy bien, dime ¿Quién es el asesino?

Patrick sonrió y no pudo evitar frotarse las manos con satisfacción.

.- El jardinero. La victima intentó propasarse con la hija y le dio un golpe en la cabeza con las tijeras de podar, por eso tiene pequeñas hojas enredadas en el pelo alrededor de la herida.

.- ¿Cómo puedes saber eso? – le preguntó Van Pelt. Aún después de llevar tanto tiempo trabajando juntos no podía evitar sorprenderse de vez en cuando.

.- A la chica le faltan tres botones de la camisa, tiene el maquillaje corrido y nuestra victima tiene un poco de carmín en los labios. Papá iba a recoger las herramientas cuando lo vio todo y le dio en la cabeza con lo primero que tenía a mano.

.- ¿Y el arma homicida? – cuestionó Cho.

.- Seguramente enterrada en alguna parte del jardín.

Lisbon evaluó la teoría unos momentos y avanzó con paso decidió hacía el sospechoso. Antes de seguirla Jane se fijó en como sus caderas oscilaban lentamente haciendo que la falda del vestido se moviera de un lado para otro.

.- Hola, soy la agente Teresa Lisbon del CBI, me gustaría hacerle unas preguntas.

.- Si, claro.

.- Yo quiero saber donde enterró las tijeras – dijo Jane apareciendo justo detrás de ella.

.- ¿Perdón?

.- Las tijeras de podar con las que mató a su jefe, ¿Donde las enterró?

El jardinero los miró nerviosamente antes de contestar.

.- Yo… Yo no he matado a nadie.

.- Oh, claro que si – replicó Jane – Pero le entiendo, de verdad, yo habría hecho lo mismo si alguien hubiera intentado propasarse con mi hija.

Pudo sentir la mirada enfurecida de Lisbon pero hizo caso omiso de ella.

.- Entonces ¿Dónde están las tijeras?

Antes de que pudiera darse cuenta el sospechoso le había dado un empujón, apartándolo de su camino, y había corrido hacia la calle. Escuchó la voz de Lisbon dándole órdenes a Cho de que arrestara a la chica antes de que saliera corriendo tras el sospechoso. Van Pelt lo ayudó a levantarse del suelo.

.- ¿Estás bien?

.- Si, claro. – respondió mientras se sacudía un poco los pantalones - ¿No deberíais seguirlo?

.- Si la jefa va tras el es imposible que escape – comentó Risby tranquilamente.

.- Lisbon va en tacones y no lleva ni pistola ni esposas.

.- Oh.

No fue difícil dar con ella ya que se había desecho de los tacones por el camino, pero cuando Jane la vio tuvo que parpadear un par de veces para asegurarse de era ella.

Estaba sentada a horcajadas sobre la espalda del sospechoso, descalza, despeinada, respirando acaloradamente y con el vestido levantado mostrando hasta la mitad de sus muslos. Cuando los escucho acercarse se volvió hacia ellos y pudo comprobar que también tenía las mejillas sonrojadas.

.- ¿Dónde estabais? Ha estado a punto de escapárseme dos veces.

.- Lo siento jefa – dijo Risby mientras le daba unas esposas para que se las pusiera al sospechoso.

.- ¿Estás bien? – le preguntó Jane mientras se acercaba a ella.

.- ¿Por qué no iba a estarlo? – respondió sonriendo.

No había nada como un caso resuelto para hacer feliz a Teresa Lisbon.

.- Volvamos a la casa, aún tenemos que encontrar el arma homicida.

.- ¿Y los zapatos?

.- Oh, se han roto. De todas formas eran muy incómodos, me estaban destrozando los pies.

Y fue en aquel momento, volviendo a casa del sospechoso con una Lisbon descalza a su lado, cuando se dio cuenta que se sentía tremendamente atraído por ella.