Wrong Names
Este fanfic participa en el reto "Stayin' Alive" del foro "I am SHER locked".
-Los nombre están mal –susurró aunque debía guardar perfecto silencio y se maldijo internamente por ser tan descuidada, sin embargo, la información por la cual estaba arriesgando la vida era vital y debía ser entrega con prontitud. La única manera de lograrlo, la entrega inmediata, era mandándola desde el lugar donde estaba, en un edificio abandonado de mediados del siglo pasado en Madrid. Habían seguido a su presa durante mucho tiempo y ahora que tenía un nombre y una cara para ella comprendía que había buscado un fantasma, etéreo e intocable, que desaparecía en cuanto se acercaban demasiado. Ahora entendía que los nombres estaban mal, que durante todos estos años habían estado concentrados en destruir una red criminal y sin embargo, sólo era una rama de algo mil veces más gigante.
Su compañera apareció en la puerta y sabía que su tiempo había terminado, lo que había logrado enviar debía bastar para que Cronos comprendiera, si no era así, entonces estaban en graves problemas. Pero ella confiaba en él más que nada en el mundo, lo conocía desde la infancia, cuando aceptó ser su mejor amigo pese a ser 8 años mayor que ella. Tal vez porque ella no era una niña común, tal vez porque él no era un adolescente común.
Un crujido fue toda la alerta que tuvieron ambas mujeres, cuando las miradas de ellas encontraron el origen del ruido era muy tarde. Ella tenía razón, los nombres están mal y eso había ocasionado multitud de errores. Frente a ella había dos hombres, uno que debía estar muerto, puesto que dos veces se le había declarado como tal, otro del que nadie conocía su existencia y una mujer a la que no había tomado en cuenta en la ecuación.
La mujer fue quien les que les disparó y su amada Aphrodite cayó muerta al instante con una herida tan precisa en la cabeza que no le permitió hacer ni un movimiento. Ella recibió una herida similar, el dolor más horrible del mundo la recorrió y quiso, de hecho, morir para dejar de sentirlo. Había cumplido su misión, Cronos tenía lo que necesitaba y eso era todo. Después de todo ella no era nadie, había perdido su nombre, su vida, su identidad, le pertenecía al Olimpo y el día de mañana, habría otra Artemis ocupando su lugar.
El problema fue que no murió.
Su cerebro estaba desconectado, pero había habido dos cosas que registró a pesar de encontrarse en un coma profundo. La primera, el llanto de Athena y la segunda, el beso que depositó Cronos en su mejilla.
En medio del silencio y la oscuridad su voz muda repetía "los nombres están mal".
Ellas estaban ahí, eran su constante. Athena era la cara vista, a la que todo mundo conocía e identificaba como su asistente. Había modificado su nombre clave por la simple razón de que se le antojó hacerlo y porque para ella, sonaba más agradable, aunque jamás la llamaba así, en su mente siempre sería Athena, la mujer que le salvó la vida en incontables ocasiones y la que daría la vida si tuviera que hacerlo.
Athena era eficiente, ella sola podía hacerse cargo de todo lo que Cronos necesitara y en caso de emergencia, inmovilizar a cualquier atacante o liquidarlo, dependiendo de la situación. Athena sonreía y todo lo hacía a base de inteligencia, de dejar creer que ella era una simple chica que concertaba citas para su jefe y que se veía bonita a su lado.
Una de las caras ocultas era Aphrodite. La chica tenía un trabajo común y corriente en el Palacio de Buckingham, entrega el correo y paquetería. Sonreía mucho, era la más joven y todo mundo la quería, podría decirse que era una chica popular y entablaba conversación con cualquiera. Lograba que la gente le contara secretos, que le informara de su vida, que confiara en ella y no tenía que esforzarse.
La otra cara oculta era Artemis. A ella la había encontrado Mycroft en medio del bosque que rodeaba la casa de sus padres, tenía cuatro años, era una niña delgadita, pálida y escuálida y había pasado los últimos diez meses secuestrada. Se supone que tenía que matarla, pero su secuestrador le había dado un infarto y no pudo cumplir su objetivo final y fue así como motivada por el hambre, logró salir por una ventana de la casa donde la habían recluido para terminar perdida en un bosque.
En cuanto lo vio entrar al claro donde había caído exhausta comenzó a llorar y no dejó de hacerlo hasta que Mycroft la cargó y se alejó con ella de ese lugar. Cuando la niña volvió al lado de su familia se la pasaba llorando y no había manera de tranquilizarla, no comía, no hablaba, no jugaba. Buscaba a su hermano y sus padres no entendían a quién llamaba hasta que tuvieron la loca idea de ir a tocar la puerta de la familia Holmes y cuando Mycroft se acercó a ella, la tranquilidad volvió a su rostro.
Ella pasó su infancia al lado de los Holmes y cuando Mycroft comenzó a servir al gobierno Británico, el paso lógico para ella fue seguirlo. Así se convirtió en la primera Diosa, quien personalmente escogió a las otras dos, Athena fue sencillo escogerla, era perfecta, una agente del MI-5 sobresaliente, y Aphrodite fue producto de una intensa búsqueda que culminó cuando una hacker se robó toda la información de su computadora personal. La encontró y la reclutó de inmediato.
Artemis era para Cronos una hermana pequeña y en las misiones de campo temía por su vida, aunque nadie supiera que esto fuera posible, aunue ante todos los demás aparentara un total desapego con cualquiera de ellas. Artemise trabajaba como guía de turistas en el Palacio y la única concesión que alguien pudiera notar era que por las mañanas en su escritorio había un café un sándwich de jamón de pavo con queso gouda. Lo cual la hacía sonreír.
Ahora que Cronos tenía a James Moriarty por segunda ocasión y después de haber ocasionado el falso suicidio de Sherlock, las tres Diosas tenían autorizadas cualquier cosa.
Por segunda vez lo había apresado, tan seguro estaba de poder fingir su muerte, sin embargo, había confiado tal vez en las personas equivocadas o era simplemente que Mycroft les había llegado al precio. El resultado era que lo tenía a su disposición, totalmente drogado, tirado en el piso de una sucia habitación en un lugar que no aparecía en ningún mapa. La culpa lo había arrastrado a hacer esto, porque si bien Sherlock no estaba muerto, todo alrededor de él estaba destruido, hasta las mismas raíces, gracias a la intervención de ese hombre llamado James Moriarty.
Ese hombre que ahora estaba a su disposición, no tenía manera de defenderse, de escapar, de pedir clemencia. Su hermano iba a terminar con su red criminal que ahora aparecía sin cabeza, aunque él no hubiera muerto, todo estaba montado para que aparentara que sí y así desaparecer del radar por un buen tiempo. Había construido sus influencias durante años y las iba a abandonar sin pensarlo dos veces, se creía tan capaz de volver a empezar de cero que no le importaba todo lo que iba perder.
Aunque tal vez no se imaginó que iba a perder tanto.
Pasaron tal vez un par de horas para que empezara a recobrar la consciencia, se quejó varias veces, trató de ponerse boca arriba, intentado en vano de alzar los brazos. No podría levantarse, el relajante muscular que le habían administrado era potente y ellos le habían dado el doble de la dosis adecuada. De hecho, sorprendía que hubiera podido cambiar de posición aunque fuera ligeramente, era algo que Mycroft tendría en cuenta y tal vez pediría que la siguiente vez, aumentarán la dosis un poco más.
Estaba totalmente consciente, trataba de hablar, pero la posición en la que estaba se lo impedía, además de que su lengua no lograba articular nada que fuera coherente. Mycroft dio la orden, un simple movimiento de cabeza y Artemis se adelantó con rapidez, lo tomó de un brazo y lo arrastró por el piso mojado de la habitación hasta que llegó a una silla de metal, resistente y sin hacer esfuerzo cargó con su peso muerto y lo depositó en ella. No había necesidad de atarlo, no se podía mover y Artemis tuvo que sostener su cabeza para que pudiera ver de frente a Mycroft.
-Me da gusto verlo tan dispuesto a cooperar –se burló Mycroft y el hombre intentó responder pero de su boca sólo salían sonidos sin sentido, Artemis no tenía mucha paciencia, estaba junto al hombre que había logrado que Sherlock tomara las decisiones más dolorosas de su vida y para nada estaba complacida con el resultado. Artemis amaba a Mycroft, pero quería a Sherlock como un hermano.
Un movimiento más de cabeza de Mycroft y Athena se movió casi en un parpadeo, como antes, mucho tiempo antes de que tuviera el accidente y tras un traumatismo cráneo encefálico sufriera de dolores tan intensos que se volvían incapacitantes. Entonces dejó de salir en misiones, abandonó sin desearlo a sus compañeras y ellas, no aceptaron a nadie más a su lado. Sin embargo, Athena golpeó de lleno a Moriarty en la cara, con un poco menos de fuerza que la necesaria para dislocarle la mandíbula. Y lo repitió, una y otra vez hasta que comenzó a sangrar de la boca y la nariz, hasta que sus gemidos se escuchan suplicantes y patéticos.
Mycroft sonrió.
-Tal vez debió haber sabido lo que sus acciones le traerían como consecuencia –dijo y como respuesta obtuvo una serie de sonidos guturales por parte de Moriarty. Miró de reojo a Aphrodite, ella había permanecido con los ojos cerrados, siempre negándose a lo horrible que sucedía en el mundo pero al sentir la mirada de su jefe sobre ella, los abrió de inmediato y se lanzó en contra del hombre que casi estaba colapsado sobre la silla. Artemis lo soltó de inmediato y dejó que su compañera trepara sobre él haciendo que la silla cayera hacia atrás, golpeando contra el pavimento la cabeza de Moriarty.
Después, ella recargó su peso sobre un punto específico sobre el esternón y aunque era una chica pequeña, medía 1.50cm y pesaba 47 kg, se escuchó un sonoro "crack" y el hombre dio una especie de grito ahogado, su respiración se volvió dificultosa y trató de sacarse como fuera a la chica de encima. Bien podía pasar por una adolescente, había veces que era capaz de personificar a alguien de quince años y hacerlo bien, pero Aphrodite había leído libros espantosos y había prácticado técnicas dolorosas, no era ninguna niña indefensa.
Aphrodite jaló sus brazos casi sin esfuerzo y se escucharon dos "crack" más acompañados de algo parecido a un alarido. Inmediatamente después ella clavó dos hojas muy delgadas a los lados de sus rótulas y comenzó a mover sus piernas, provocando que sus rodillas se abrieran y cerraran sobre las hojas, los grandes moretones que se formaron luego fueron evidencia del sangrado que eso había provocado. Después vinieron las uñas, tanto de manos como de pies, arrancadas una por una con lentitud, usando unas pinzas y tirando poco a poco de ellas hasta desgarrarlas.
Los gritos, el sonido que el hombre intentaba que se escuchara era algo parecido a "yo no soy él" pero poco le importaba a Mycroft. En ese momento era Cronos, dueño de esas tres Diosas que cumplirían todas sus órdenes, quienes nunca lo cuestionarían, quienes harían cualquier cosa por él. Aphrodite comenzó a cortar entonces, sacó su cuchillo favorito, afilado a más no poder y se deshizo de la ropa que lo cubría, cortó primero solamente para que sangrara y eso provocaba más gritos incomprensibles, luego fue más profundo y la herida que le provocó en la cara interna del muslo expuso hasta el músculo.
Después cortó otras cosas y Moriarty se desmayó del dolor, de inmediato Artemis sacó un maletín negro, de él extrajo una jeringa nueva la cual llenó con un líquido transparente el cual rápidamente inyectó en la vena del hombre, lo cual no era fácil, el trauma le estaba colapsando todos los vasos de sangre. De inmediato despertó y casi se pone de pie de un salto, pero Artemis lo jaló de nuevo hacia abajo provocando que se diera otro buen golpe contra el piso. Entonces Aphrodite siguió cortando, las cosas triviales, como piel, orejas, nariz, labios, lengua.
Murió demasiado rápido para el gusto de Artemis y cuando las tres Diosas dispusieron de sus restos se quedaron frente al horno que lo calcinaría hasta sus huesos. Mycroft las miraba fascinado, ellas podían ser terribles, ellas eran impresionantes.
Unas cuantas semanas antes del regreso de Sherlock se obtuvo una información muy delicada, algo que hizo que Mycroft temiera por la seguridad de Londres. Se confirmaron todas las fuentes y no había manera de ignorar las evidencias. Habían acudido a un funeral, Anthea y él. Aphrodite no tenía familia, era una huérfana que jamás fue adoptada y que al crecer, se hizo delicuente, había sido arrestada en incontables ocasiones hasta que Artemis la reclutó. Pero Anthea y él eran su familia y aunque parecía lo contrario, Mycroft había sentido en lo profundo de su alma su muerte.
Los dos dejaron la solitaria tumba para ir al hospital donde seguía internada en terapia intensiva Artemis. Más muerta que viva, no daba ninguna seña de estar recuperándose y Anthea dejaba caer su máscara de indiferencia en cuanto veía su cuerpo mal trecho, comenzaba a llorar y no había poder humano que la convenciera de soltar su mano, de dejarla ir.
Y entonces Mycroft la obligaba a salir porque no podía estar más que unos momentos por día junto a ella, era una terapia intensiva y las reglas de la misma se lo impedían. Pero antes de irse depositaba un beso en su mejilla, como cuando era una niña y temía cerrar los ojos, porque en sus sueños el hombre malo jamás había muerto, jamás la dejaba. Mycroft temía que en ese largo sueño en el que ahora estaba encerrada, el hombre malo que la secuestró a los tres años la estuviera persiguiendo, temía que sufriera, que se sintiera sola.
Pero nada podía hacer, más que esperar un milagro.
Cuando Sherlock despreció el hecho de que un agente hubiera sacrificado su vida por la información que él le dio sobre los posibles ataques a Londres que se planeaban, Anthea tuvo ganas de ahorcarlo, pero no tenía sentido, para él aquellas dos chicas, una muerta y una en estado de coma, no significaban nada. Aunque una hubiera crecido con él, aunque lo considerara su hermano. Para Sherlock era la niña molesta que jugaba con Mycroft, seguro hasta ya la había borrado de su memoria.
Meses después del regreso de Sherlock, de la boda de John y justo cuando Moriarty estaba amenazando la tranquilidad de todos con un espectacular regreso de la tumba, Artemis despertó y ante la mirada incrédula de Anthea, quien la visitaba todos los días, dijo:
"Los nombres están mal".
Gracias por leer.
Esta vez estamos frente a un MorMor aunque aun no aparece como tal, Sebastian. Se supone que iba a ser un one-shot pero .. estaba olvidando el slash! ... Sí.. ejem... lo siento.
Así que .. esperen el siguiente y último capítulo. Debe ser antes del 31 de julio así que no será demasiada la espera.
Comentarios bienvenidos.. recuerden jejejeje.
Y si.. Athena = Anthea ...
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