Los personajes de Saint Seiya Clásico y Saint Seiya TLC no me pertenecen.
Capítulo I
Los astrónomos estaban impactados, la luna se tiño de azul en vez de rojo como era natural en ese tipo de eclipse. Nadie sabía dar la explicación concisa de por qué ese fenómeno, nadie podía darle un significado a ese hecho sin registros ancestrales que le narraran con anterioridad. Nadie le podía dar un significado, nadie que no fuera él. Miles de niñas y niños debieron de haber nacido a media noche, cuando ese extraño fenómeno se llevó a cabo. Solo uno era útil para su propósito. A él le daba igual las hipótesis que se estuvieran formulando en ese instante, él solo quería sangre...
Su sangre.
17 años después, Rusia.
Hyoga miro con ligera desconfianza al sujeto que estaba paseando por el salón, estaba solo a diferencia de los otros concurrentes... Estos otros eran parejas.
Isaac, su mejor amigo, sin duda noto que algo no le agradaba dado que también miro al sujeto.
-Menos mal que no soy un niño pequeño, los padres solteros siempre quieren niños pequeños...
-También los casados. -Apunto Hyoga como si nada, la verdad es que aún no estaba en un hogar porque jamás se adaptaba a estos y lo regresaban siempre. El silencio se hizo presente cuando el hombre se acercó a ellos. Sintió algo helado subir por su espina cuando los fríos ojos del hombre se posaron en él.
En ese momento noto que ese sujeto era un cura, les sonrió y luego se retiró.
-Falsa alarma, solo era un cura que estaba de visita... -Soltó Isaac, arrancándole una leve sonrisa. Solía ser que a veces viniera un cura, dado que el orfanato estaba asociado a una abadía, para supervisar a quien se le daba los menores. Aunque claro está, ir una vez al mes no era suficiente para ver a quien se entregaban los menores.- Supongo que alguien me va a adoptar esta vez -dijo en un tono ligeramente sarcástico.
La razón por la que Isaac, tristemente, seguía en el orfanato era porque tenía una notoria deformidad en su fisionomía facial. Una cicatriz adornaba parte de su rostro y uno de sus ojos tenía una especie de nube que tapaba todo el color en este. Su padre biológico lo había lastimado por accidente al intentar sacarlo de un incendio que consumió toda su casa y a su familia.
Un vidrio roto en la ventana, se había llevado su vista del ojo izquierdo y dejado un cruel recuerdo de ese suceso.
Su padre, trágicamente, murió al intentar salvar al resto de la familia.
El sol ya había caído cuando vieron a un sujeto cubierto con una gabardina bajar de un elegante auto. Le vieron pasar por el jardín del orfanato y dirigirse directamente a la administración. Dudaban mucho que ese hombre se hubiera confundido de horario de visita...
-¿Cuantos bebes hay? -Pregunto distraído Isaac, hizo una pequeña mueca. Cada vez que un hombre aparecía a deshora era por que un niño pequeño seria adoptado con "facilidad".
-Creo que hay tres- Comento Hyoga, mientras se apartaban de la ventana.- Pequeños afortunados, espero que terminen en un lindo hogar.
Salón comedor.
Les llamo la atención que el director pidiera reunir en el comedor a todos aquellos que tuvieran entre 15 y 16 años. Cuando le vieron entrar con el misterioso hombre, entendieron la razón. Hyoga pudo apreciar a las chicas tensarse notoriamente, rumores siempre hay...
Aunque dudaba que el director de la institución llegara a tanto.
El sujeto pasó y les miro a todos, cada tanto intercambiaba una mirada con alguno y algunas amables palabras. Al pasar frente a Isaac lo ignoro, pero se detuvo frente a Hyoga.
-¿Cómo te llamas?
-Hyoga, señor.
-¿Estas por medida judicial?
-No, señor, soy huérfano.
-Mmm... -El hombre le dedico una amable sonrisa, que para él fue sumamente falsa y siguió hablando con el resto.
Habitación. Esa misma noche.
-¿Por qué diablos te pregunto si te separaron de tus padres? -Pregunto Isaac, mientras acomodaba su vieja almohada.- Eso sí que fue raro...
-Raro es ese sujeto -Hyoga se movió y le miro.- Me puso los pelos de punta. -Un chisto por parte de otro de los cuatro chicos, que dormían con ellos, le hizo guardar silencio.
Cripta, Mansión.
Había dado con el muchacho, ahora solo era cuestión de tiempo... O mejor dicho cuestión de dinero.
El dinero justo y habría una adopción...
Habría una pronta muerte.
Continuara.
