Después de que Harry Potter reapareciera en su vida, Draco creyó haber encontrado la perfecta vida que tanto había anhelado. Nunca contó con que el héroe, el salvador fuera a darle la patada, y mandarlo a paseo.

Sí, lo se... un montón de fics a medio hacer y empiezo otro, pero este es corto, tres capítulos y os olvidais de lo pesada que puedo llegar a ser. En fin espero que os guste.

Millones de gracias a Si callo, reviento por su infinita paciencia y beteo.

¡Ah, sí! Como siempre nada de esto me pertenece, todo es de JK, porque si algo me perteneciera, por ejemplo Sirius Black jamás habría muerto. En fin, que la vida es así de dura.

Contiene ligeros Spoilers sobre el séptimo libro. Besis y gracias por leer y comentar


Razones por las que no es bueno quedar con un ex-novio.

Parte I

Draco Malfoy tiene 25 años, un flamante deportivo rojo y un apartamento en una de las zonas más exclusivas del Londres Mágico. Es guapo, siempre lo ha sido, así que eso no cuenta a la hora de enumerar sus numerosas cualidades, pero a él le gusta hacérselo saber a la gente, por lo que Draco es guapo, atractivo y tan sexy que cuando pasa por tu lado podrías caer rendido a sus pies o perder el sentido, realmente a él le da igual siempre que tu cara dé de bruces con el suelo. Es rico, no tanto como antaño, pero aún es capaz de conseguir las mejores localidades para el teatro, los reservados más lujosos en los restaurantes y sobre todo y ante todo, todo lo que desea. Pero eso es algo que siempre ha sido así, desde que tiene uso de razón siempre ha conseguido lo que quiere, bien es cierto que hubo una época - esa que prefiere no mencionar a la hora de hablar de su vida, esa con tantos claroscuros que podría sorprender a más de uno – en las que las cosas no le fueron nada bien, entre los dieciséis y los dieciocho su vida fue un completo desastre, pero ¡ey! era un Malfoy, y los Malfoy no se venían a bajo, y mucho menos por nimiedades como haber intentando matar al director de tu escuela, haber formado parte del círculo interno del mayor mago tenebroso de toda la historia o tener a un padre condenado al exilio. No, definitivamente no sería propio de un Malfoy venirse abajo.

La guerra marcó a toda su generación, eso es algo que todo el mundo tiene claro, pero es que hay casos y casos. A algunos, como Granger o Weasley, los convirtió en héroes y otorgó a la comadreja esos cinco minutos de gloria que todo mago debería tener a lo largo de su vida. Otros, como Pansy Parkinson o Blaise Zabinni, perdieron demasiado en aquella guerra, familia, dinero y prestigio, por lo que Draco se consideraba bastante afortunado a la hora de mirar atrás y echar cuentas de todo lo que podría haberle sucedido y no ocurrió, desde perder la vida hasta terminar con sus huesos en Azkaban. Afortunadamente ni lo uno ni lo otro había ocurrido, y todo gracias a la misma persona.

Harry Potter.

Obsesión primaria y fundamental a lo largo de la mayoría de su existencia, el héroe, el salvador lo había sido una vez más de sus huesos. No solo lo sacó de aquella sala en llamas sino que testificó a favor de su madre, y al suyo propio – cuando Draco le vio entrar en el tribunal, sentarse frente a todos aquellos magos y brujas y proclamar su inocencia y la de Narcissa creyó estar soñando, para alegría de pocos y de desgracia de otros muchos, no lo estaba – fue absuelto de todos los cargos condenado únicamente a pagar unas cuantas multas, que mermaron sus arcas pero que bien valían la pena si no tenía que pasar por Azkaban, y es que no solo odiaba la idea de pasar los años en la cárcel, sino que las rayas negras y blancas no le favorecían en absoluto.

Cuando Potter testificó a su favor y le proporcionó una nueva oportunidad no se lo pensó dos veces, se decidió a vivir la vida al límite, hizo todo lo que deseaba, viajó por todo el mundo durante un año entero, solo por el placer de no ser reconocido por la calle. Vendió Malfoy Manor y aunque con tristeza vio derruirse su casa para dar paso a una nueva urbanización mágica, los acontecimientos finales en aquella mansión le retorcían las tripas de tal manera que ver caer el último de sus muros fue un alivio, pues con ello caían los últimos vestigios de los mayores errores de su familia.

Sus padres tuvieron de emigrar a Francia, a un pequeño châteauque la familia tenía a orillas de la desembocadura del río Sena, fue difícil separarse de su madre, de su padre no tanto pero es que en los últimos meses de la guerra, y sobre todo en los meses en lo que Lucius fue sometido a juicio tras juicio, su relación se fue enfriando hasta convertirse en algo tirante y sobre todo distante. Con sus padres fuera de Londres, Draco se quedó completamente solo, no tenía amigos pues la mayoría de sus compañeros de clases había perecido en la batalla final, otros habían sido condenados por sus crímenes y los más sensatos como Theoddore Nott, habían abandonado el país mucho antes, por lo que debió comenzar, una vez más, desde cero.

Escoger una carrera en la que volcar su inteligencia no fue algo sencillo, seguramente hubiera sido capaz de desarrollar cualquiera de las numerosas opciones que se le presentaban, pero Draco era Draco, lo que el convertía en alguien realmente especial, digamos que complicado. Una por una fue desechando casi todas las carreras del mundo mágico, medimagia ¡oh, Merlín! nada de sangre y vísceras por favor; Auror, Draco recuerda que cuando la orientadora le habló de ella su carcajada resonó por todos los pasillos de la facultad; leyes y derecho mágico, no estaba en su naturaleza defender a nadie que no fuera el mismo; finanzas, algo típico y tópico, cualquiera se hubiera esperado eso de él, y ahora que estaba comenzando una nueva vida¿por qué seguir lo preestablecido?

Hay algo que muy poca gente sabe de Draco y es que tiene un don, una sensibilidad especial para el arte y realmente cuando la gente lo descubre no puede creérselo, porque Draco es frívolo y superficial en la mayoría de las ocasiones – o en casi todas - y tiene esa tendencia narcisista que podría exasperar al más tranquilo. Terminó decantandose por una combinación nueva entre la historia del arte y las bellas artes; cuando Draco entró la primera vez en su clase creyó haberse equivocado por lo que salió para preguntar tres veces, a tres personas distintas si esa era el aula donde debía tomar clases, apesadumbrado descubrió que sí y que sus compañeros eran una mezcla de todas las tendencias pasadas de moda, había hippies, mods, punks y una mezcla extraña entre pijo y macarra que no acababa de comprender.

No fue duro ni difícil sacar la carrera adelante, trabajar codo a codo con sus compañeros fue algo más duro; pero es que no estaba acostumbrado al trabajo en equipo, a no ser que fuera con sus amigos de toda la vida, y aquellos nuevos compañeros lograban sacarlo de sus casillas; los que no eran un desastre completo en cuando a vestimenta, tenían el cerebro atrofiado, y los que no lo tenían, poseían un gusto pésimo para el arte. Salvo ella.

Josie, la que a día de hoy es su socia, mejor amiga y confidente personal, fue como encontrar un oasis en medio del desierto: esperanzador. La joven de ascendencia alemana y sueca, era lo más bello que Draco había visto en su vida, una delicada flor de primavera, una frágil muñeca de porcelana. Hasta que abría la boca. En ese momento la grácil doncella que la rubia aparentaba ser, se tornaba más camionero de bar de carretera que otra cosa; pero se convirtió en necesaria para él, porque aunque sus caracteres fuesen tan opuestos, ella le escuchaba, y era casi en la única persona en la que Draco había aprendido a confiar. Y para él eso era mucho más importante que la cantidad de palabras mal sonantes que la belleza rubia pudiera soltar en menos de un minuto.

Con una amiga, una carrera y un nuevo apartamento, Draco creyó tenerlo todo. Por una vez en la vida. Pero se equivocó, cuando Josie encontró a Brad, un medimago varios años mayor que ella se dio cuenta de que faltaba algo. Un acompañante, un cuerpo del que colgarse, un brazo en el que sostenerse al caminar por las calles en pleno diciembre. En fin, un novio.

Esto le ocasionó un nuevo quebradero de cabeza, porque ningún de los chicos que conocía le parecía lo suficiente bueno para él – probablemente no habría nadie en la faz de la tierra que lo fuera, pero tenía que asumirlo y buscar al que fuera lo más parecido posible a ese imposible – así que se desesperó, arrastrando consigo a Josie y al pobre Brad a esa desesperación a esa angustia por encontrar al chico perfecto, con el que compartir su perfecta vida.

- ¡Draco! – chilló Josie desde la otra punta del pasillo - ¡Lo encontramos! – se señaló a ella misma y a su novio.

- ¿Su sentido del gusto? – preguntó poniendo una mueca de desagrado al ver el horrible jersey que Brad lucía.

- No, idiota. A tu chico.

- ¿Qué?

- Tenemos al chico perfecto para ti.

Al parecer Brad, que había entrado en los Chudley Cannon como medimago suplente, había hecho buenas migas con uno de los jugadores, según ambos era un chico excepcional, guapo y divertido. Con un carácter que Draco adoraría, y pese a que fue un poco reticente al conocer la profesión del supuesto chico perfecto, decidió dar una oportunidad a sus amigos – además había conseguido mesa para el restaurante más chic del momento después de, para su horror, más de tres semanas en la lista de espera y aunque lo normal eran seis meses, él era Draco Malfoy - por lo que era una buena forma de matar dos pájaros de un tiro.

A regañadientes se reconoció a si mismo que estaba nervioso porque ¿y si de verdad era el chico perfecto¿y si conseguía la felicidad, al fin? Se esmeró más que ninguna otra noche en su atuendo, en colocar cada mechón de su cabello. Recogió en la puerta de su apartamento a Brad y Josie, el chico perfecto llegaría por su cuenta. Le gustaba llegar pronto a los lugares para comprobar la puntualidad de los demás, si ese era su chico debía llegar a la hora justa. Cuando el camarero les anunció que el joven acababa de llegar, Draco contempló su rolex con una sonrisa en los labios. Su estomago se retorció y el corazón comenzó a bombear tan rápido que apenas si podía escuchar nada más que el latido de su corazón¡santo merlín, nunca había estado tan nervioso!

–¡Potter! –gritó provocando que todo el restaurante girara el rostro en su dirección.

–Buenas noches, Malfoy –Harry le sonrió con entusiasmo.

–¿Qué coño de broma es esta? –protestó levantándose.

–¿Broma? –preguntó Josie.

–¿Qué hace él aquí? –siseó.

–Él es el chico del que te hable –musitó Brad más asustado que de costumbre.

–¡Oh, mierda santísima! –exclamó- ¿Por qué no me dijisteis que era él?

–Porque no preguntaste –se sinceró Josie, quien se arrepintió al instante al ver la mirada cargada de odio de su mejor amigo–. Bueno, él nos dijo que os conocías pero que sería divertido que…

–¡Tú! –Draco dio paso al frente y posó su índice sobre el pecho del moreno– ¿Qué te parece tan divertido?

–Tú –sonrió de medio lado.

–Eres, eres… ¡agh! –chilló enervado por lo disparatado de la situación–. No pienso desperdiciar una reserva tan cara como esta con alguien como tú, Potter.

–Nadie quiere desperdiciar, nada.

–Será mejor que te largues, porque… ¿Qué haces? –exclamó al ver como el otro se sentaba.

–Hemos venido a cenar¿no?

–Sí –respondió la pareja al unísono.

–No, claro que no.

–Entonces, Malfoy¿para que me has traído a un restaurante?

–Yo no te he traído a un restaurante.

–Me has invitado.

–Si hubiera sabido que…

–No lo habrías hecho, lo sabemos. Pero es demasiado tarde, ahora¿te importaría sentarte y dejar de llamar la atención?

Draco nunca supo porque, pero se sentó al lado de Josie, clavando sus ojos grises en él, que sentado al otro lado de la mesa le sonreía con bravuconería; la mayor parte de la cena se la pasó con los dedos crispados entorno al tenedor y aunque de verdad que intentó disfrutar de la cena no pudo hacerlo, solo tenía ganas de coger el tenedor y clavárselo a Potter en la mano y verle chillar y gritar.

Brad y Josie decidieron poner pies en polvorosa antes incluso de que el aparcacoches le devolviera el mercedes a Draco, pero Harry por su parte no tenía los mismos planes.

–¿Podrías acercarme a mi casa?

–¿Qué¿Te has vuelto gilipollas o que? –preguntó más cabreado aún– ¿Voldemort te frío el cerebro, verdad?

–Vamos, no es para tanto, solo vivo unas calles más abajo –explicó–. No puedo aparecerme en el apartamento porque Ron está con Hermione, lo que probablemente signifique sexo por cualquier lugar de la casa.

–¡Oh, joder, Potter! –gimió–. No necesito saber de los detalles sexuales de la comadreja y la sabelotodo.

–Bueno, entonces ¿me llevas? –Harry sonrió tanto que terminó por descolocar a Draco que cuando quiso darse cuenta conducía indicado por el moreno–. Baja por esa calle… Oye, Malfoy.

–¿Qué? –gruñó.

–¿Te apetece ir a tomar una copa? –El frenazo seco catapultó a Harry contra el salpicadero.– ¡Joder, coño! –gritó llevándose la mano a su reventada ceja– ¿Qué pretendías, matarme?

–Puede –siseó– ¿Qué es lo que pretendes tú? –preguntó mirándole por fin, Harry rebuscaba en el interior de su chaqueta, Draco le tendió un pañuelo.

–Gracias.

–¿Qué pretendes con esto, Potter?

–Nada –intentó mover el retrovisor pero no lo consiguió Draco bufó irritado y arrebatándole el pañuelo, tomó el mentón de Harry con sus dedos y lo giró para limpiar la herida.

–Potter¿qué pretendes?

–Ya te he dicho que nada¡au! –se quejó cuando Draco presionó con fuerza los dedos contra su ceja–. Solo pensé que sería divertido volver a vernos.

–Claro, como si tú y yo hubiéramos hecho algo divertido juntos en el pasado.

–No, pero… las cosas cambian¿no? –Harry se encogió de hombros y sonrió de nuevo.

Draco tragó saliva y dejó que la presión de sus dedos sobre la barbilla del moreno descendiera. Que ese instante fue el momento de menor lucidez de su vida, lo tiene claro, desde aquel día, desde el preciso instante en el que se inclinó hacia él, en el segundo en el que sus labios se pusieron en contacto fue consciente de acababa de cometer el mayor error de su vida.

Bueno en realidad, no lo supo hasta tres años después, cuando Harry rompió con él, cuando lo dejó plantado a las puertas de un matrimonio que pensaban contraer en pocos meses. Porque aunque ahora doliera reconocerlo, aunque fuera duro aceptarlo, aquellos tres años junto a Harry habían sido los mejores de su vida. No fueron años de paz y tranquilidad, porque siempre terminaban discutiendo, pero había algo en él, que le completaba; y nadie podía decir lo contrario porque tenían esa mirada, compartían esas sonrisas cómplices que hacían que ni siquiera Ron -el más reacio a su noviazgo- pudiera poner pegas a su relación ¡Merlín, como se había enamorado de él! Como un tonto, hasta el tuétano de sus huesos, tenía a Harry metido bajo su piel.

Aún ahora. Casi dos años después.

En todo ese tiempo, eterno para él en los primeros meses, su vida había vuelto a dar un vuelco, sin Harry su vida parecía no tener sentido y se odió por todo aquello porque él era Draco Malfoy y no necesitaba a nadie para sobrevivir. Ni siquiera a Harry. Desgraciadamente erró en sus pensamientos porque necesitaba de él como agua de mayo, era su aire para respirar, su necesidad primordial y había desaparecido de su vida de la noche a la mañana, sin más explicaciones que lo suyo debía terminar, que estaba cansado de sus discusiones sin sentido, pero sobre todo del carácter volátil, egoísta y egocéntrico de Draco que únicamente se preocupaba por su propio bienestar.

Vagó días enteros por el apartamento que habían compartido esos últimos años, vestido con un pantalón negro de chándal que Harry había dejado olvidado en el armario, regodeándose en su propia miseria y en tarros y tarros de helado de chocolate negro con trocitos de chocolate blanco, su favorito. No podía entender que había hecho mal para perder al amor de su vida, porque él le amaba, más que a nada en este mundo, incluso más que a su deportivo, a su galería o a ese Monet que lucía majestuoso sobre el cabecero de su cama¡maldición! si es que le amaba a pesar de su torpeza, de su falta de modales, de su escaso gusto para la moda y de esas irrefrenables ganas que le entraban a Harry de, en todo momento, abrazarlo, achucharlo como si fuera un oso de peluche; Merlín sabe que Draco tuvo que hacer esfuerzos verdaderamente grandes para poder mostrar un poco de todo eso que sentía por Harry en público porque él no estaba acostumbrado aquello, a besarle en un rincón apartado de una fiesta, a sentarse juntos en un parque con el brazo de Harry sobre sus hombros, o simplemente a pasear de la mano por Trafalgar Square. Pero Draco lo hizo, hizo todo lo que creyó necesario para estar con él, para pasar el resto de sus días juntos.

Al parecer no fue suficiente.

Le había costado tanto salir de aquella depresión, que cuando recordaba aquellos días aún sentía esa presión en el pecho, esas ganas irrefrenables de llorar, chillar y patalear. Pero lo superó, como todo lo malo de su vida, dejó atrás a Harry y siguió adelante. Aunque doliera. Aunque matara poco a poco.

Dos años después de su ruptura, Draco seguía regentando la galería que había adquirido junto con Josie y que ahora tenía su sede en uno de los mejores locales de la avenida King´s Cross; en lo profesional era conocido como uno de los mejores marchantes de arte mágico de todo el país y parte del extranjero, pero sobre todo era respetado por sus compañeros porque Draco tenía ese don para convertir una obra de un autor cualquiera en una pieza de coleccionista. En aquellos años había descubierto varios pintores y escultores que se habían abierto paso en el mundillo gracias a que él había actuado como mecenas de sus colecciones, le había proporcionado el espaldarazo necesario para triunfar, a día de hoy esos artistas eran lo más cotizados y Draco al ser su descubridor era elogiado por propios y extraños.

En lo personal las cosas eran más difíciles, porque nadie era como Harry, nadie tenía su sonrisa, ni hacía ese ruidito con la nariz cuando estaba a punto de dormirse, ni se estiraba sobre la cama como un felino mientras intentaba desperezarse. Draco buscaba a Harry en cada uno de los chicos que pasaban por su vida, pero nadie era él; así que su vida sentimental era un completo y auténtico desastre.

En dos semanas Draco presentaría la obra de una muchacha menuda, de aspecto desvalido pero con una garra y entusiasmo en sus obras que le había fascinado desde el primer momento, por lo que esos días estaba totalmente volcado en su trabajo. Gertrud, la recepcionista de la galería, estaba en casa con más de treinta y nueve grados de fiebre, Josie de viaje por Italia en busca de unas obras que él mismo le había encargado, por lo que el estrés era aún mayor pues tenía que hacer cargo de la galería completamente solo.

– Buenos días

– Buenos días –respondió sin levantar la vista de los documentos que tenía que firmar–, si espera un segundo le atenderé.

Por supuesto –Draco tecleó unos datos en el ordenador y guardó el archivo, dejó

Las gafas que usaba para ponerse frente al ordenador sobre el escritorio y se puso de pie.

–¿Harry?

– Hola, Draco.

–¿Qué…? –su voz sonó más aguda que nunca y tuvo que carraspear, tratando de tragar saliva al mismo tiempo – ¿Qué haces aquí?

– Estaba haciendo unas compras y recordé que habías trasladado la galería aquí, así que bueno, pensé que estaría bien volver a verte.

–Ya… –Frunció el ceño molesto consigo mismo, pero sobre todo con su maldito corazón que si seguía así se le saldría del pecho y se estamparía contra Harry al grito "Dios, que bueno estás".

–¿Todo bien? –Draco asintió–. He ido leyendo algunos artículos, parece que has conseguido hacerte hueco dentro del círculo de los mejores marchantes del país.

–¿Acaso lo dudabas?

– No, claro que no –respondió con una sonrisa–. Creo que… ¿tu cumpleaños es la semana que viene verdad?

–Sí –"Oh, mierda, joder… se acuerda de mi cumpleaños¿por qué tiene que ser tan mono?"

–Ya… –Y entonces hizo eso, ese gesto, que traía a Draco completamente loco, pasó su mano por la nuca removiéndose el cabello, siempre, siempre hacía eso cuando no estaba seguro de sí mismo, cuando dudaba de sus palabras o sus acciones– ¿Te apetecería tomar algo ese día? Bueno, si no tienes otros planes… claro.

–Yo… –¿Cómo iba a decirle que sí? Después de dos años sin saber absolutamente nada de él, después de que le dejara plantado, de que se marchara y rompiera con él con excusas baratas–. Claro, bueno… tengo una cena con unos amigos, pero mmm… sí creo que podemos… tomar algo antes.

–¡Estupendo! Puedo pasar a recogerte por aquí, si te parece bien.

–Por supuesto.

–Bueno, pues tengo que seguir de compras –levantó la bolsa que llevaba en la mano–. Nos vemos la semana que viene.

–Claro, hasta la semana que viene.

Harry salió de la galería con la mirada de Draco en su espalda –bueno un poquito más abajo– cuando lo perdió de vista, resopló con fuerza dejándose caer sobre la silla. ¿Qué acababa de hacer¡Dios, se había vuelto completamente loco! Había aceptado una cita –no, Draco no, una cita no, era simplemente una invitación a tomar una copa por su cumpleaños– con Harry, con el hombre que había roto su corazón y al que seguía queriendo con la misma intensidad que cinco años atrás. ¡Maldita sea¿Por qué lo había hecho?

–¿Qué has hecho qué? –gritó Josie desde el otro lado del teléfono.

–He aceptado una invitación de Harry para salir a tomar algo el día de mi cumpleaños – dijo sin poder creérselo aún.

–¿Te has vuelto loco?

–No

–¿No recuerdas todo el daño que te hizo?

–Sí

–Entonces¿Por (por) qué cojones has aceptado su invitación?

–¿Por qué le quiero? –preguntó.

–¡Oh, mierda, Draco! Ya habíamos hablado y aclarado eso. No puedes seguir enamorado de él.

–¿Por qué no?

–Porque rompió contigo hace dos años, porque canceló vuestro compromiso, con excusas del tipo "Estoy cansado de discutir contigo" o esa que tanto me gusta "A veces creo que solo te preocupas por ti mismo" ¡Merlín y la puta que le parió! –exclamó enfurecida–. Todos os vimos esos años, incluso ese amigo, ese que tiene un gusto pésimo por la ropa.

–Ron.

–Ese, dijo que no entendía sus razones, que ¿cómo era que te llamaba?

–Hurón.

–Eso que no entendía por qué te dejaba, que "el hurón se ha convertido en una persona aceptable, por ti". Yo le oí decírselo en aquella cena.

–Ya, lo sé. Pero…

–Mierda, Draco, esto no nos va llevar a ningún lado.

–Pero se acuerda de mi cumpleaños, ha venido a verme quizás…

–¡Ah, no, no y no! Ni si te ocurra dejar que ese pensamiento se asiente en tu cabecita hermosa.

–¿Qué pensamiento?

–Draco, no. Sabes perfectamente a lo que me refiero.

–Josie, no es tan fácil. Yo le quiero, puede que se haya dado cuenta de que fue un error, de que…

–¡Que no, coño! –Draco tuvo que apartar el teléfono de su oreja pues los gritos de su mejor amiga estaban taladrando su tímpano– . No pienso dejar que ese bastardo vuelva a machacarte, no voy a dejar que pases por lo mismo.

–El problema Josie, es que yo si quiero.

Cuando regresó de Italia, con las obras que Draco le había pedido bajo el brazo, Josie no cesó en su empeñó por hacerle desistiro, pero gasto tiempo y energías en vano porque Draco creía en las segundas oportunidades¿no le había dado el propio Harry la oportunidad para rehacer su vida testificando a su favor¿Por qué no darle una nueva oportunidad a su amor?

–Esto va a salir mal –masculló Josie mirando a su novio apoyado en el dintel de la puerta– Le va a destrozar el corazón.

–No tiene porque.

–Brad, no me lleves la contraria –se quejó– ambos lo sabemos.

–Pero míralo –señaló hacia Draco que revoloteaba del vestidor a la cama y viceversa– hacía tiempo que no estaba tan contento.

–Esto va a salir mal.

–Ya lo habías dicho.

–Pero es que lo sé. Como le haga daño te juro que… -siseó entre dientes.

–Lo sé, lo sé –Brad la estrechó entre sus brazos y beso su cabello.– ¿Por qué no vas a tratar de calmarlo? Yo iré a por una tila, le va a dar un colapso nervioso.

–Está bien –se despidieron con un beso y Josie se adentró en la habitación– ¿Cuántas veces te has cambiado de ropa?

–Tres –Josie alzó una ceja–. Vale, seis.

–Draco…

–Doce –murmuró resignado–. Pero es que no encuentro nada que me guste, quiero que me vea espectacular, que sepa que todo me va de maravilla y que se está perdiendo lo mejor de su vida, así volverá a mí.

–Draco, sabes que…

–Lo sé, lo sé. Pero déjame tener una ilusión por primera vez en mi vida.

–Quiero que tengas ilusiones, que toda tu vida sea una continua ilusión, pero sobre todo que las consigas pero han pasado dos años, Harry puede haber cambiado y quizás ya no es del hombre del que te enamoraste.

–Harry no ha cambiado, sigue siendo el mismo. Y me sigue queriendo, solo que no lo sabe.

Josie angustiada le despidió con el abrazó más fuerte que Draco podría recordar en mucho tiempo, le dijo que siempre estaría a su lado y que sería amigos hasta que Merlín se los llevara con él –baste decir que Draco sintió como si fuera al campo de guerra en vez de al Top In, un café irlandés que estaba siendo el último grito en la zona del Soho– (,) pero agradeció la preocupación de su mejor amiga, aunque realmente sabía que nada podía salir mal, llevaba sus vaqueros D&G, su camisa blanca de Marc Jacobs y la americana más reciente que Armani había sacado al mercado, estaba más irresistible que nunca y con toda la confianza que había perdido en esos dos años. Era Draco Malfoy a la caza y conquista de su más preciada pieza: Harry Potter.

¿Qué podía salir mal?