Nota importante: Los personajes no me pertenecen, los creadores y dueños oficiales son Kurumada y Teshirogi. Yo solo me divierto con posibles finales, tampoco mi afan es de ser escritora, solo garabateo...
Siglo XVIII
Monte Olimpo
Sala de la Divinidad
En la lejanía de los pueblos, las ciudades, incluso de sus moradores, se impone la montaña más alta de todo Grecia. En su cúspide, donde los riscos se pierden entre las más intensas nubes blancas, se puede apreciar los océanos gobernados por el Dios Poseidón, la naturaleza brindada por Gaia e incluso la línea de conjunción entre el cielo y la tierra. Ahí mismo, donde Cephiro suele arremolinarse se impone una obra maestra, compuesta de templos magnánimos acicalados por columnas y pisos entre el más puro mármol. El gran "Monte Olimpo", santuario que alberga y protege a las deidades.
Dentro del templo mayor, en la sala de la divinidad yacían reunidos los doce grandes, mismos que organizaban a diestra y siniestra la vida y muerte de la tierra y sus mortales. Zeus, Hera, Poseidón, Hades, Deméter, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa.
-Y bien Zeus, ¿porque la urgencia de la reunión? – manifestó Artemisa mientras tamborileaba los dedos con impaciencia.
Las imponentes puertas blancas del salón se abrieron de par en par dejando entrever ilustres personajes. Seres colmados de luz y belleza. Se enfilaron en el pasillo, uno a cada lado, el primero de ellos resonó la trompeta dorada, seguido de Gabriel que anunció la entrada de…
-La titánide y primer gran deidad "Diosa Gaia" – exclamó el arcángel mensajero
Un poderoso destello de luz dorado dio apertura a la silueta de una bella fémina y un imponente caballero. La mujer de piel nívea, ojos castaños tan claros que se podía ver la pureza misma, figura alta y estilizada, ataviada por un divino peplo inmaculadamente blanco y cabellos que parecían delicadas hebras de oro que arrastraban en el fino piso. El hombre imponía en semblanza, de ojos y cabello tan oscuros como la misma noche, piel blanca y tersa, reflejando la majestuosidad que solo se le concede a los Eternos. Miguel acompañaba del brazo a la Diosa Gaia – Zeus los ha convocado por orden mía – aseguró la deidad mientras caminaban hasta quedar frente a la extensa mesa rectangular que albergaba a los dioses.
El duodécimo palideció ante las sublimes presencias. Se sabía que éstos personajes solo descendían cuando el Olimpo se encontraba en serios problemas o si alguna Deidad saltaba por completo de sus cabales. Sin embargo, ninguno de los ahí presentes tenían la menor idea de que alguna de esas dos posibilidades se suscitara en esos momentos.
Zeus se levantó del asiento principal – Bienvenida seas, abuela – saludó sonriente, abriendo sus brazos de lado a lado.
Gaia frunció el ceño – ¿Abuela? – expresó con molestia, mientras Miguel mostraba una pequeña sonrisa en la comisura del labio
– Como te atreves a llamarme de tal manera Zeus, eres un insolente. Luzco muchísimo más joven que tú- externó indignada.
-Sí, pero tiene muchos años más, que todos nosotros juntos – susurró Afrodita al oído de Ares, causando en éste una leve sonrisa y ganándose una furibunda mirada por parte del arcángel Miguel.
- Ni Hebe ha podido ser tan generosa con ustedes, como la "Eternidad" lo ha sido conmigo, que a pesar de tener bastantes ayeres, luzco mucho más joven que la Diosa más hermosa del Olimpo – expresó firme Gaia, mientras dirigía su mirada hacia la Diosa del amor.
Afrodita incómoda ante las miradas furtivas se removió en su asiento y bajó levemente su cabeza en señal de arrepentimiento. Zeus movió levemente su cabeza de un lado a otro desaprobando aquel acto, como se atrevía la Diosa del amor a faltarle al respeto de esa manera a la abuela.
La Diosa Gaia rodó los ojos – en cuantas ocasiones tengo que decirles que me llamen solo "Madre", por lo visto están peor de lo que dicen mis informantes.
-Vamos madre, no seas tan rígida, que no has visto como esta todo por aquí – señaló Zeus abriendo sus manos de par en par, mostrando la imponencia del lugar – mejor que nunca, no lo crees?
-Cierra la boca Zeus y retírate de ese asiento que estás ocupando nuestro lugar.
Zeus quien era la máxima representación de los Dioses en el Olimpo, un ser orgulloso y en ocasiones injusto, mantenía junto a sus hermanos Poseidón y Hades, un profundo respeto y amor hacia la deidad origen, después de todo, de ella había nacido todo lo que conocen. Ante las palabras de la Diosa, el Dios del rayo aclaró su garganta y se movió intempestivo. De manera sucesiva los eternos tomaron asiento a la cabeza de la mesa rectangular, imponiendo un poderío que de por sí ya era visible.
-Imagino que estarán ansiosos de saber el motivo de su llamado a esta celebración – expresó Gaia con sorna – Primero que nada déjenme presentarles a mis acompañantes – la deidad extendió su brazo hacia el lado derecho – él es el Arcángel Miguel Jefe del ejército Celestial y a su lado está el Arcángel Rafael Guardián de los viajeros, de la salud incluso de los noviazgos - expresó mientras volvía a ver a la Diosa del amor – finalmente a mi lado izquierdo está el Arcángel Gabriel quien es el mensajero celestial.
Ya que les he presentado a la comitiva, demos comienzo con esta celebración - expresó la rubia mientras dirigía su mirada hacia el Dios del rayo – Zeus, tienes hecho un lastre todo el Olimpo.
-¡Que! – expresó en voz alta y ofendida el Dios de Dioses. Levantándose del asiento – como te atreves, madre.
La gran Deidad que no estaba para lidiar con reclamos y sobretodo insolencias, al momento de iniciar su discurso, respondió – toma asiento Zeus, sino quieres que te mande en este momento junto a Tántalo y le hagas compañía directito en el Tártaro.
Zeus engrandeció los ojos, recordando el infernal castigo que ellos mismos impusieron al mortal. Terminó optando por acatar las órdenes, sabía muy bien que la abuela era imponente, pero lo peor de todo que podía ser sumamente colérica cuando no estaba de humor.
-Bien, espero que nadie ose interrumpirme de nuevo, el Olimpo es un desastre total, mi querido nieto la figura máxima de este lugar pasa la mayor parte del tiempo en busca de vírgenes a quienes desflorar y su consorte en lugar de mantener el equilibrio acá arriba, está detrás de él enceguecida por los celos, arruinando las vidas de sus amantes ya sean mortales, ninfas, animales y que sé yo de que otras especies más.
¡ejem, ejem!... El Dios al sentirse descubierto se removió en su asiento, sabía que su esposa era una fiera y le iría del carajo con tal información revelada, además el resto del concejal le arrojaron miradas de culpa causándole un mayor malestar por su insolencia.
Cof, cof… Hera se puso rojísima, tanto así que no podía distinguirse entre su piel y su cabello. Como la figura máxima del matrimonio se veía humillada de tal manera.
-¡Basta! – Expresó Gaia - Aún no termino como para que ya sientan tanto malestar. No solamente son ustedes, Apolo anda muy suelto con sus discípulos, Poseidón con tanto cambio de humor cualquier día de estos devorará las tierras que con tanto sacrificio creé con sus mares. Afrodita y Ares reparten sus demostraciones de amor por toda la tierra dejando en vergüenza al pobre de Hefesto, que por cierto ya me informaron lo de la red – advirtió mirando severamente a Afrodita y Ares, éste último solo volteó su cabeza indignado.
-Madre, tranquilícese – expresó temerosa Deméter
-Ah, mira nada mas quien habla, La Diosa de la agricultura o será la deidad "aprisiona hijos", gran parte de que haya tantas guerras santas es por culpa tuya, tu hija deja demasiado tiempo solo a su marido y éste lo ocupa maquinando no sé qué tantas cosas en su cabeza. Haznos a todos un favor y deja que tu hija vaya y tome el lugar que le corresponde como cónyuge de éste – señaló hacia el Dios del inframundo – a ver si así lo cansa con otro tipo de placeres menos bélicos.
La Diosa Deméter se ruborizó con las palabras de la deidad, quien albergaba la razón, Perséfone pasaba más tiempo de lo usual al lado de ella cumpliendo así su capricho, en cambio con Hades trasponía escasamente una temporada en el Inframundo.
Ante lo dicho por la Diosa, Ares soltó tremenda carcajada que tenía desde hace rato atorada, mientras que Zeus y el Dios del inframundo lo querían aniquilar con la mirada.
-La verdad no sé qué tanta gracia le encuentras, Ares. Si estas tan embarrado como todos por aquí.
El aludido, al ver la cara de pocos amigos que tomaba la titánide optó por callarse y acomodarse un poco en su asiento. Mientras tanto los arcángeles dirigían sus miradas de un Dios a otro, sin hacer gesto alguno. A excepción de Miguel quien en una ocasión entrecerró el cejo confundido, cuando Afrodita la Diosa del amor se atrevió a guiñarle un ojo coquetamente.
Para terminar Hades y Athena llevan no sé cuántas guerras santas, ya he perdido la cuenta. Todas ellas con varios muertos alrededor. Y tampoco has hecho nada para acabar con esta situación, querido, al parecer lo que tenías de sabiduría lo delegaste hacia Athena y te has quedado quebrado.
Hera estaba hecha una fiera, de por sí la Diosa de la sabiduría no estaba entre sus fieles amistades, ahora menos. Hades se conservaba al margen de la situación, callado y escuchando.
-Pero, madre – refutó sumamente sorprendido y apenado el Dios del rayo
-Cállate, dije que no quiero que me interrumpan– terminó en un tono elevado la rubia.
De hecho ninguno de ustedes – señalo a los deidades con la mirada – se ha atrevido a meter las manos por algún mortal, haber díganme para que o porque estamos los Dioses?
¡ejem, ejem!
Cof, cof
-…
El silencio reinó en la sala divina y después de un tiempo considerable en el que los Dioses se miraban unos a otros y se escuchaban solo carraspeos en sus gargantas, la titánide habló…
-¿Que? ¿Nadie sabe porque o para que existimos los dioses?
Athena haciendo auge a su condición de Deidad de la sabiduría, se atrevió a responder – fuimos creados para preservar y proteger a la tierra y los mortales.
-¡Vaya! Alguien con sensatez – manifestó sonriente la bella mujer, mientras los eternos asentían y apremiaban a la Diosa por tan gratificante respuesta – en definitivo creo que si dejaste sin ideas a tu padre
La peli lila sonrió satisfecha al notar complacidos a los arcángeles. En esos momentos tomó la palabra el jefe del ejército Celestial.
-Su trabajo como seres divinos es el de ayudar a los mortales, que caso tendría que ustedes existan, sino hacen su labor.
-¿Ayudar? – Expresó el Dios de la guerra – los mortales son bélicos, les fascina la sangre y la violencia, yo mismo les he ayudado con las mejores guerras – impuso en tono orgulloso. Mientras el resto de los Dioses le miraron con desprecio ante las palabras expresadas, la única excepción fue de Afrodita quien era la que jamás podría mirarle de otra manera que no fuera amor y pasión.
-Exactamente eso es lo que se va a hacer – contestó de manera inmutable Miguel – se les ayudará, pero no será como tú lo estás haciendo hasta ahora, Dios de la guerra.
-Entonces, ¿se puede saber de qué manera? – manifestó Poseidón
La Diosa Gaia se aclaró la garganta y se levantó del asiento – Miguel deja que yo les aclare la situación, por favor – el hombre asintió y retomó su lugar.
-La eternidad nos ha encomendado retirarles para siempre su divinidad, sin embargo hemos apelado esa decisión, creemos que la mejor opción es que traten de reivindicarse con los humanos y que mejor manera de hacerlo es reviviendo de nueva cuenta a los caballeros dorados caídos en esta última guerra santa.
Pero madre eso es una ofensa, los espectros de Hades también han muerto, que pasara con ellos – expresó indignado el Dios del rayo.
-Ya está considerado Zeus, sino tienes inconveniente Hades yo misma reviviré a tus 108 espectros.
El aludido que se encontraba muy apaciguado, asentó. Sin mencionar palabra alguna.
-Bien… La Diosa comenzó a desvanecerse, miró su mano y vio como esta se disipaba. Se dirigió a Miguel - está a punto de suceder – dijo mirándole a los ojos – sino alcanzo a terminar con esto…
El hombre no dejo que terminara – sabes que lo haré – expreso cálidamente.
Que está sucediendo Madre – expresó angustiado Hades quien por fin argumentaba palabra.
-Nada de cuidado, hijo. Toma asiento para que pueda terminar con esta situación. El hombre no muy conforme volvió a sentarse, sin embargo su rostro mostraba marcada angustia.
-Cada uno de ustedes se encargará de hacerle ver a los caballeros que no somos seres despiadados, que si escuchamos sus oraciones, sobretodo se encargaran de renovar la fe que han perdido a causa vuestra.
Miguel volvió a levantarse – cada Dios tendrá a su cargo un caballero dorado y su trabajo será reivindicar por completo su fe hacia los dioses, de no ser así…
-De no ser así, yo misma me encargaré de retirarles toda divinidad, quemaré sus almas para que se pierdan en el olvido y jamás puedan reencarnar– expresó de manera firme Gaia.
Los Dioses abrieron los ojos desmesuradamente, siendo ellos las máximas figuras de divinidad en el Olimpo, serian degradados a la "nada".
-Madre, no cree que esta situación es un poco exagerada? – expresó Hefesto con total angustia.
-Indudablemente lo es, querido hijo. Pero es necesario tener medidas acordes a sus faltas. Aunque si lo prefieren podemos tomar la primera opción que nos brindó la "eternidad", sino quieren reivindicarse con los mortales, podemos retirarle su poder "divino" y serán enviados a la Tierra a vivir una vida normal como seres humanos. Mediten su respuesta para que pueden brindarme una resolución. Ahora necesito un momento a solas con Hades por favor. Los Dioses y Arcángeles se levantaron un poco confundidos por la reacción de la rubia sin embargo abandonaron la sala.
Gaia, necesitaba saber de una vez por todas, el origen de la última guerra santa y para ello precisaba a su causa principal, el Dios del Inframundo.
Una vez que estuvieron solos, Hades tomó la palabra – ¿Que te sucede madre, te encuentras bien?
-Si cariño, no prestes cuidado. Necesito hablarte y no tengo mucho tiempo.
-¿Qué pasa, Madre? – respondió el Dios entrecerrando los ojos
-Es lo mismo que yo quiero saber Hades, que sucede contigo? Como está tu vida? como va tu matrimonio? – expresó con angustia
El Dios del inframundo enarcó una ceja, no era raro que su madre preguntara sobre su situación marital, lo extraño era que lo hiciera en esos momentos – Me estoy recuperando de la última batalla, he revivido a los jueces y eso ha mermado un poco mi recuperación, respecto a Perséfone estamos bien, ella es una buena esposa.
-¿Te ama?
-Así es madre
-¿La amas?
-Absolutamente
-Por último, no quiero incomodarte, pero necesito saberlo de tu propia voz. ¿Porque no han tenido familia?
El hombre bajó la mirada, su rostro se tornó sombrío e inquieto – no sabemos Madre, al parecer Deméter menciona a mi esposa que yo soy… - El Dios cerró sus ojos con fuerza denotando dolor en sus próximas palabras – que yo soy estéril.
Para ese momento la Diosa Gaia ya se encontraba frente a su hijo, quien por palabras de ella misma, era el predilecto. Le brindó una mirada enternecida y triste ante el sufrimiento del mayor. Lo envolvió en un abrazo profundo, encendiendo su cosmos lleno de calidez para tranquilizar al Dios del Inframundo.
-No puedes ser estéril, cariño mío, eres un Dios…
-Sí, pero soy el Dios de muerte, quien vela donde no hay vida, tan estéril como mi propio mundo – expresó con insondable amargura.
-Incluso donde no hay vida la hay, mi querido hijo. Lo que necesitas es pasar más tiempo con tu esposa y dejar ese dolor y amargura que te conllevan a tomar decisiones erróneas, siempre has sido muy justo. De hecho, podría decirte que la personificación de la justifica podrías ser tú mismo, sin embargo el dolor que llevas contigo está haciéndote perder los estribos. Es necesario un cambio y de eso me encargaré personalmente – afirmó la Diosa mientras acariciaba el rostro de la deidad.
El Dios asentó y por un momento logró sentir la calidez y el confort en las palabras de su Madre. Gaia confirmó el sufrimiento de su hijo y el origen de la última guerra santa, después de todo hasta la misma muerte necesita compañía.
Monte Olimpo
Salón del Trono
Los Dioses acababan de traspasar las puertas blancas de la sala divina. Zeus tomó asiento en su glorificado trono, mientras Hera su esposa hacia lo mismo en la silla contigua, el resto de los divinos se reunían alrededor de los sillones reales haciendo una especie de semicírculo.
Zeus se tocaba las sienes, tanta información le había otorgado un intenso dolor de cabeza, de hecho no recordaba haber padecido ese dolor, únicamente cuando Athena su hija yacía en ella logrando un padecimiento tan terrible que el mismo Hefesto ayudó, abriendo la cabeza para que liberase a la Diosa de la sabiduría, he ahí cuando había nacido su hija favorita. Hera le miró preocupada y dirigió su vista fúrica hacia la Diosa de la sabiduría.
-Ya ves lo que has logrado con tus tontas guerras, la eternidad nos castigará todo por culpa tuya y esa necesidad de proteger mortales – expresó con rencor
Athena entrecerró el cejo ofuscada – yo no tengo la culpa que ustedes no hagan su labor…
El argumento de la chica fue interrumpido por su propio padre – Cállate Hera, si estamos en esta situación es porque lo hemos ganado, Athena y la Eternidad tiene razón, no hemos hecho nuestro trabajo como se debe hacer.
-Zeus tiene razón Hera – manifestó Poseidón – sino quieres reivindicarte con los humanos, fácilmente puedes desistir y tomar la otra opción.
Hera engrandeció los ojos, como ella una divinidad tan poderosa seria rebajada a un simple y llano mortal, eso nunca, preferiría ayudarlos de cualquier forma siempre y cuando le dejasen sus poderes divinos – debes de estar bromeando Poseidón – expresó con sorna – yo jamás seré una mortal, ni mucho menos reencarnaré en uno de ellos, yo soy una Diosa y como tal, he de cumplir con los deberes que sean impuestos por la "Eternidad".
-Entonces deja de culpar a Athena, quien ha sido la única que ha recurrido al llamado de los mortales – expresó firme el Dios del rayo
-Ya basta de discusiones, por favor – repuso Artemisa – alguno de los aquí presentes decidirá tomar la mortalidad como opción.
Las deidades se miraron unos a otros, cuestionándose la pregunta, sería posible vivir sin sus poderes divinos, a la merced de los Dioses de la nueva era.
-NO – se escuchó al unísono, los dioses en algo podían estar de acuerdo, renunciar a su divinidad no era una opción viable para ninguno.
-Bien, entonces que procederá Zeus? – externó Hermes
El Dios del rayo entrecerró los ojos en dirección donde estaban los tres arcángeles reunidos y sumidos en un platica profunda. Se levantó del asiento real y se encaminó rumbo al trio. Con la imponencia que provocaba, el Dios del rayo caminó firme con la cabeza alta y erguido, denotando una regia majestuosidad – Miguel –expresó con esa voz tan grave que se podía escuchar en toda la sala. El aludido sin inmutarse, medio giró su cabeza y alcanzó a ver por el rabillo del ojo al Dios del rayo, notó en él extremo desconcierto lo que hizo que éste diera media vuelta y lo encarara.
-Dígame, Zeus, que necesita saber
-Tenemos algunas dudas, respecto a la encomienda. Sin embargo hay algo que me ha inquietado y que me tiene sumamente preocupado, algo que todos vimos y que aunque se quiera pasar desapercibido es imposible para nosotros. ¿Qué sucede con nuestra Madre? Hace un momento vimos como una de sus extremidades desaparecía.
El arcángel mostró una media sonrisa forzada, la verdad es que esa situación hasta él mismo le incomodaba. Bajó un poco la mirada, sintiéndose triste por un momento, sin embargo nuevamente levanto sus orbes obsidiana y respondió al Dios de Dioses – su madre ha reencarnado en un mortal, para salvaguardar el poder divino que se les confirió.
-Que has dicho? – expresó Poseidón sumamente sorprendido. Mientras el resto de la elite se mostraba sumamente aturdida ante las palabras del Arcángel.
-Lo que ha escuchado Dios de los Mares, su madre se ha sacrificado para que ustedes gocen de la divinidad. Ha reencarnado en un mortal y no ha despertado, así que no sabemos dónde se encuentra. Al parecer el Oráculo de Delfos le anticipó la guerra santa y antes de que el Creador les hiciera llegar el castigo, Gaia se ofreció a reencarnar en un humano, protegiendo así su divinidad.
-Esto es un horror – expresó Deméter con su manos en las mejillas – Madre perdida en el mundo de los mortales y sin poder alguno.
-Esto no puede estar pasando – arremetió Zeus, encaminándose a la sala continua.
Las puertas blancas se abrieron de un solo golpe, Gaia quien aún se mantenía abrazando a su hijo, volteó tempestivamente confundida hacia la entrada.
-Dime que no es cierto?- expresó enojado Zeus – Dime que no te has sacrificado de esa manera
El resto del duodécimo perseguía al Dios del rayo, todos y cada uno de los Dioses se habían detenido atrás de Zeus en espera de una respuesta por parte de Gaia. Hades miró confundido a su madre y luego dirigió su vista hacia la deidad principal del olimpo y de nuevo hacia Gaia.
-¿Que sucede Zeus porque te diriges así, a nuestra Madre? - Inquirió rápidamente el Dios del inframundo
-No te metas Hades, contesta Madre.
El Dios del inframundo se confundió aún más, por la manera tan severa de contestar del Dios del rayo, sin embargo al volver a mirar a su madre notó ligeramente tristeza en sus orbes.
-¿Madre?
La mujer después de ver a cada uno de los Dioses expectante por respuesta, dirigió la mirada hacia el hijo mayor que se situaba a un lado – lo siento cariño – expresó con suma dolencia, mientras la figura fémina desaparecía del Olimpo.
Atenas, Grecia
Santuario de Athena
Primera casa, Hora 5:00 A.M.
Un hombre de vestimenta oriental subía rápidamente las escalares de la primer casa del Santuario, el hogar de quien fuere su mejor amigo y que hoy en día ocupa el cargo del gran Patriarca, Shion de Aries. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no logró percatarse de la figura tan querida que estaba a escasos escalones arriba.
-Bienvenido seas, Dohko
El aludido se sorprendió al ver a su gran amigo esperarle en la entrada de la primer casa – Shion que haces aquí? Y porque estas vestido con tu armadura?
-Amigo, también lo has soñado? - respondió quedamente el aludido haciendo caso omiso de las preguntas del caballero.
-Si – expresó un poco confuso el caballero de la casa de Libra – he tenido un sueño profético y he decidido venir y corroborarlo por mi propia cuenta.
Nota de Autor: Un poco de mitología griega, Tantalo fue una persona muy querida por los Dioses de hecho se podría decir que fue el único mortal al que tanto habían estimado , sin embargo éste al sentirse tan "especial" engañó a los Dioses robando les el Néctar de la Ambrosía para darle a sus allegados. Pero lo peor fue cuando siendo invitados por él a una cena mandó a matar a su hijo para que les sirvieran la carne de éste a las deidades, Deméter al sentirse dolida por la perdida de su hija, fue la única que probó bocado, sin embargo el resto de los dioses se dio cuenta del arrebato del mortal y fue castigado en el Tártaro entre la mas remota hambre y sed.
Bueno esta historia apenas comienza, esperemos ver un poco de a los peripecias de los caballeros junto a los Dioses.
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