Hola! Esta historia ha estado en mi cabeza por bastante tiempo, y por fin me he decidido a escribirla. Amo a Harry y a Ginny juntos desde la primera película y el segundo libro, pero esta pareja y este "¿Y si..." han capturado también mi corazón. Ojalá le den una oportunidad :)

Dissclaimer: Harry Potter ni ninguno de sus personajes me pertenece, son todos obra de la genial imaginación de J. .


"Tu hermana entra a hurtadillas en el cobertizo de las escobas del jardín desde que tenía seis años y vuela con sus escobas, por turnos, cuando no pueden verla" Hermione a Fred y George. Harry Potter y la Orden del Fénix. Capítulo 26.


Capítulo 1. Aprendiendo a volar.

Cuando tenía cinco años, Ginny intentó subirse a una escoba por primera vez.

- Lo siento, Ginny. Cuando seas mayor podrás subir a una escoba.- le decía Bill dándole unos suaves golpecitos en la cabeza, y aunque Ginny amaba a Bill más que a ninguno de sus hermanos, en momentos como ese tampoco le soportaba.

No soportaba a ninguno de ellos. Odiaba que la dejaran de lado por ser la menor, y más aún por ser una niña. Ron sólo era un año mayor que ella pero a él si lo dejaban subirse a sus escobas de vez en cuando, aunque ella estaba segura de que podría hacerlo mucho mejor si tan sólo le dieran la oportunidad.

Desde la ventana, observaba a sus hermanos volar detrás de la casa, jugando al Quidditch. Bill, Charlie, Fred y George. Exceptuando a Percy, que prefería encerrarse en su dormitorio a leer y que se negaba con todas sus fuerzas cuando Bill lo hacía jugar por un rato, todos parecían siempre divertirse al estar sobre una escoba. Ginny quería divertirse también, pero sabía que sus hermanos nunca se lo permitirían. Su madre no se lo permitiría.

Todo por ser una niña.

Bien, si nadie quería enseñarle a volar, si ni siquiera le permitían acercarse a una escoba, ella encontraría la manera de lograrlo por sí misma. Una noche, reunió el valor necesario para escabullirse hasta el cobertizo luego de que todos los demás en la casa estuvieran durmiendo y se alejó corriendo hacia la colina que se alzaba detrás de la Madriguera, con la escoba de Charlie en mano y el corazón latiéndole tan fuertemente que parecía a punto de salirse del pecho.

- Arriba – ordenó a la escoba tendida en el suelo, con voz firme a pesar del miedo. La escoba subió a su mano inmediatamente y ella la montó de un salto. ¿Qué tan difícil podía ser? Si Ron podía hacerlo…

Ginny se elevó en el aire lentamente, con cautela primero, y su emoción aumentó al mismo tiempo que su seguridad y confianza en sí misma. Comenzó a subir más alto y dibujar círculos y curvas en el aire. Sentía que podía gritar de alegría, reír con todas sus fuerzas, mientras experimentaba la sensación más maravillosa que había sentido en sus cortos años de vida.

- ¡HEY!

La voz clara de un chico llamándola desde el suelo hizo que se detuviera en un golpe seco y casi cayera de la escoba, cuando bajó la vista y vio que no se trataba de ninguno de sus hermanos. Gracias a Merlín.

Ginny bajó y aterrizó suavemente, mirando al chico cerca de ella con desconfianza. Debía tener diez años, como mucho; no podía ser mayor que Percy.

- Cuando vine pensé que sería Charlie, ya que vi a alguien volando desde la ventana de mi dormitorio – dijo él, sorprendido. - ¿No eres tu su hermana pequeña?

- Si – espetó Ginny, frunciendo el ceño. - ¿Y tú eres?

- Cedric Diggory – dijo él sonriendo. Parecía encontrar algo divertido en ella, por la forma en que sus curiosos ojos grises la miraban, y eso la enfadó más. – Vivo aquí cerca. ¿Pero no deberías estar durmiendo?

- ¿Y no deberías estar tú en tu casa?

El niño comenzó a reir. Se estaba riendo de ella. El rostro de Ginny enrojeció hasta las raíces de sus cabellos.

- Ya te dije, que pensé que Charlie estaría aquí.

- ¿Y por qué vendrías a buscar a mi hermano?

Cedric se encogió de hombros.

- A veces vuela de noche por aquí. Aunque creo que se la pasa volando sobre la escoba todo el día, ¿no? Es muy bueno. – observó él. – y además es Buscador en su equipo de Quidditch. Me ayuda a entrenar a veces.

Entonces Ginny se fijó en la escoba que el chico tenía a un lado suyo y se sintió un poco tonta por no haberlo notado antes, y por estar haciendo el ridículo frente suyo.

- No le digas Charlie que me viste aquí, por favor. – pidió ella – Me escapé de casa para practicar, pero ellos ni siquiera me dejan acercarme a sus escobas. Por favor no le digas a nadie. – y ante el miedo de ser descubierta, sus palabras se convirtieron en una súplica y ella sintió que estaba a punto de llorar.

Cedric suspiró.

- No está bien que te salgas de casa.

- ¿Acaso tú te sales a volar a estas horas sin permiso? No creo que ni siquiera Charlie lo haga sin esconderlo de mamá, y él ya tiene catorce años.

Esta vez fue el turno de Cedric de sonrojarse.

- Vale. No diré nada. – volvió a dar otro suspiro todavía más largo. – Y ya que estamos aquí, y de todas formas íbamos a volar, ¿qué tal un par de vueltas alrededor de la colina?

Ginny sonrió radiante ante la oferta. Resultaba difícil creer que el niño la tratara así, amistosamente casi, cuando ella en realidad era mucho más pequeña. Ser pequeña y ser una niña siempre había sido motivo suficiente para ser excluida de los juegos de sus hermanos. Ambos montaron sus escobas y esta vez Ginny tomó velocidad para igualar a Cedric, mientras por un momento, sintiendo el viento en la cara y esa sensación de alegría y felicidad y emoción infinita.

Durante ese breve momento, dentro de ese inocente secreto, Ginny pensó que ser una niña pequeña no importaba para nada. Y ese niño de cabellos castaños y ojos grises que en realidad fue tan amable y considerado con ella se convirtió en la imagen de todo cuanto ella querría al crecer.

Para una Ginny Weasley de seis años, Cedric Diggory era perfecto.