Simon volvió a bostezar.

—¿Cuántas vueltas más tendremos que dar antes de llegar? —Se quejó Jace desde el asiento trasero del automóvil.

—Las que sean necesarias.—Le miró con el ceño fruncido Isabelle.

—¿Y cuántas serían esas?

—No seas un niñato.

Jace suspiró pesadamente y tomó casi inconscientemente la mano de Clary, quien se encontraba sentada entre él y Maia. La verdad es que sí que llevaban dando vueltas por los alrededores un buen rato, y si contaban que el sol cada vez brillaba con más fuerzas mientras ellos aún estaban encerrados entre aquellas ventanas, el ambiente resultaba insoportable.

Clary se preguntó si Jace sentiría más calor que el resto de ellos por todo el asunto del fuego que no había logrado quitar de su cuerpo, pero desechó de inmediato la idea porque preguntárselo le parecía un poco ridículo.

Además, no había nada que el resto pudiese hacer para apresurar la llegada. La única que tenía la menor idea sobre dónde iban era Maia, y ella hacía muchos años que no iba a la costa para pasar un buen rato y no por alguna misión específica. No ayudaba que el conductor de la camioneta fuese Magnus, que había admitido no ir a la playa en varias décadas.

—¿Y por qué no pudimos usar un portal? —Sugirió Simon, desde el asiento de atrás de Clary, con Jordan e Isabelle.

—¡Ah, por fin alguien dice algo cuerdo! —Alabó Jace.

—Jordan se marea con los portales. —Explicó Alec, que se encontraba en los dos asientos delanteros, junto a Magnus, pero que no le había hablado más que para darle indicaciones de tránsito en todo el camino. —Además sólo Maia conoce dónde está la playa. Gira a la izquierda, creo. —Le hizo una seña al brujo distraídamente.

—¿Te mareas con los portales?—Sonrió burlonamente el vampiro. —Eres una vergüenza de subterráneo.

—¿Me permites recordarte quién es aquí el subterráneo sin clan? —Le picó Jordan.

—Tú tampoco tienes manada, cerebrito. —Mencionó Maia, que estaba concentrada hablando con Alec y Magnus sobre qué dirección tomar a continuación.

—Ya, pero tengo al Praetor Lupus. —Se defendió.

Simon rodó los ojos y el silencio se apoderó de la camioneta. Varios kilómetros tuvieron que pasar antes de que alguien se decidiera a hablar y sacarlos a todos de su estupor.

—Sin ánimo de ofender pero, Magnus, ¿qué estás haciendo aquí? —Preguntó Jordan, ladeando la cabeza hacia el brujo, que sólo le lanzó una mirada de reojo.

—Estoy conduciendo, ¿es que no lo ves? —Contestó simplemente.

El vampiro soltó una risita.

—Sí, pero… ¿No habíais tú y Alec terminado? —Dijo con dificultad. Era evidente que todo el mundo estaba atento a la respuesta de los chicos, y aun así nadie intentaba disimularlo.

—Si te refieres a que quieres preguntar por algo que no es asunto tuyo… —Empezó Alec, pero Jace lo interrumpió.

—Vamos, no podemos pasarnos la vida así, en algún momento tendrán que decirnos algo. —Se quejó.

—Me siento como el hijo de una pareja divorciada que apenas se entera de las cosas. —Murmuró Simon, pero no logró bajar su voz lo suficiente como para pasar desapercibido.

Alec lo miró fijamente, confundido. Al principio, Clary pensó que era porque no entendía lo que era un divorcio como los mundanos, pero recordó al padre de Jace y la hermana de Luke, y los propios Lightwood, que parecían tener problemas constantemente, y llegó a la conclusión que el humor de Simon seguía siendo demasiado para los nefilim.

—¿Cuál es tu problema? —Preguntó, frunciendo el ceño.

—16 para siempre, ése es mi problema. —Se cruzó de brazos.

—Eres un idiota para siempre, ése es el verdadero problema. —Dijo Jace, y se tapó la boca para bostezar.

Se quedaron en silencio una vez más, por varios minutos. Maia se encontraba mirando concentrada hacia la carretera, y Jordan parecía igualmente interesado en ella. Isabelle se dedicaba a mirar al suelo cuando por fin Clary habló.

—Magnus está aquí por mí.—Se mordió el labio nerviosamente.

Jace le miró con las cejas alzadas. No se lo había contado. No le había contado a nadie, para ser sinceros. Sólo su madre se había enterado de su idea, y no la había precisamente apoyado.

—Pronto se cumplirán tres años desde que la última vez que apliqué unos de mis hechizos para que Clary olvidase el mundo de las sombras. —Dijo Magnus, con un peculiar tono animado.

—¿Y eso es algo que debería celebrarse o me estoy perdiendo?—Hizo una mueca Jace.

—¡Claro que debería celebrarse! —Exclamó Clary, poco convencida. Cada vez que pensaba su plan para reunir a Magnus y Alec en lugar sin ignorarse el uno al otro, le parecía menos efectivo. —Espero que no te moleste, Alec.

El chico hizo un gesto con la mano para quitarle importancia, aun mirando hacia el frente.

—¿Por qué ha de molestarme? —Preguntó retóricamente.

Su mejor amigo lo miró tristemente y apretó con más fuerza la mano de Clary.

—¿Y cuándo se cumplen los tres años? —Se metió Jordan.

—Dos meses. —Dijo Magnus.

Todos los presentes, excepto el brujo, miraron a la pelirroja inquisitivamente, que se encogió en su asiento y se pegó más a Jace.

—Pero para eso faltan dos meses. ¿Por qué no celebrarlo en la fecha exacta? —Saltó Isabelle, confundida.

—Porque…—Empezó Magnus, y Maia le interrumpió para indicarle por dónde salir de la carretera. —No estaré ni disponible ni en el país para aquel día. —Explicó.

Todos asintieron, callados. No planeaban meterse más allá de lo necesario. No después que Jace les contara a todos por qué el brujo no podía entrar a Perú. La curiosidad la habían pagado muy caro.

—¿Por qué no? —Murmuró Alec sin levantar la vista de la carretera, sorprendiéndolos. —¿Dónde estarás?

Magnus le miró fijamente, pero no de una manera fría, como era de esperar, sino que parecía estar meditando si se decidía o no a contarle sus planes a su ex novio.

—Tengo cosas que hacer. —Anunció, dedicando una atención excesiva al manubrio frente a él.

Alec bajó levemente la vista al tiempo que asentía con la cabeza. Se dejó caer en su asiento con desgano. Pobre Alec, pensó Clary, pues de seguro era atormentado constantemente por la falta de confianza sobre su pasado que su ex novio le entregaba, y ahora más aún al darse cuenta que no tenía ningún derecho de preguntar o Magnus de responderle.

—Vamos a olvidarlo todo, ¿de acuerdo? Sólo por este día. —Dijo el brujo, mirando a cada uno de los presentes y deteniéndose en Alec con una fingida calma, como se podía ver en sus nudillos blancos y su cuerpo tan levemente tensado que sólo alguien que lo conociese lo suficiente llegaría siquiera a notarlo. Y Alec lo conocía. Había aprendido a ver el significado oculto en cada cosa que su ex novio dijese, porque él no decía nada a la ligera.

Quería olvidarlo todo.

No sólo el accidente cuando había descubierto los errores de Alec y había decidido terminar con él, sino que deseaba borrar cada uno de sus recuerdos juntos. El cómo Magnus había logrado apartar a Jace de la mente de Alec, cuánto se habían apoyado durante los malos momentos que tanto se acercaban con la guerra, que había sido el brujo quien había lo consolado (o al menos había logrado algo más que los demás), cuando su hermanito Max había sido asesinado, sus vacaciones juntos, y lo mucho que había crecido por el otro.

Le pedía específicamente a él, que lo tratase como a un viejo conocido, no como quien había sido su novio. Con una amarga punzada dolor, el nefilim se preguntó si tendría que presentarse de nuevo o hacer como que no recordaba detalles sobre Magnus.

—Por mí está bien. —Contestó el moreno secamente, intentando que su voz sonase desinteresada y agradable.

A su lado, Clary sintió cómo Jace le soltaba la mano y se dedicaba a aplastar con tanta fuerza el cojín del asiento que compartían que incluso luego de dejarlo, este aún tenía sus dedos marcados. Jace se preocupaba por Alec de la forma en que sólo los parabatai podían preocuparse por su otra mitad. Y lo peor era que no podía hacer nada para ayudarlo.

Nadie dijo nada más, pues era obvio que ninguno de ellos estaba en posición de decir algo si los dos chicos que se encontraban al mando del auto estaban de acuerdo con su problema. O al menos fingían estar de acuerdo.

Maia dio un respingo.

—¡Es aquí, entra aquí!—Le indicó bruscamente a Magnus, aleteando sus brazos frente a su rostro violentamente y él, haciéndole caso, condujo la camioneta por un estrecho camino de tierra que a lo largo de un kilómetro, se fue disolviendo hasta convertirse en blanca arena.

—¿Dónde estamos? —Preguntó un sorprendido Simon, pegando la nariz al vidrio. Clary no podía culparlo; si bien estaban acostumbrados a ir cada verano a la casa de campo de Luke, sólo habían ido a la playa unas cuantas veces -tres a lo sumo-, cuando tenían alrededor de 13 años.

—Por favor díganme que seguimos en América. —Gimió Jace. —Porque no estoy de ánimo para Hawaii.

—Pues yo creo que te verías muy masculino con uno de esos collares de flores. —Bromeó Clary, sonriéndole.

—Tú sabes que yo soy capaz de llenar de virilidad incluso un tutú. —Le cerró un ojo.

Clary soltó una risotada.

—El cual me encantaría verte puesto uno de esos días, sólo para comprobarlo. —Dudó ella, dudando si la confianza en sí mismo de su novio podía ser suficiente como para que se obligase a usar un tutú.

—Ugh. Guarden sus detalles sucios para cuando estén solos. —Se quejó Isabelle. Volvió su vista hacia su hermano. —Entonces, si seguimos en el continente, ¿dónde estamos? —Repitió.

—No tan lejos de Nueva York como podrías pensar.

—Vamos, ha sido bastante tiempo. Y si esto fuese Nueva York, estaría lleno de personas. —Apuntó el vampiro.

—Los nefilim y los subterráneos tenemos nuestros secretos, ¿recuerdas? —Sonrió Jace burlonamente a Simon, quién aún no se adecuaba a la idea de pertenecer a ese mundo.

—Además has dormido la mayoría del viaje, ¿cómo podrías saberlo incluso si nos hubiésemos alejado?—Comentó Jordan, pero su expresión seria y concentrada en su novia no concordaba con su tono animado.

—¿Y bien? —Se animó a decir Clary, al ver que no conseguían ninguna respuesta y el lugar parecía más y más abandonado.

Jordan notó un intercambio de miradas significativas entre Magnus y Maia, pero se decidió por no decir nada; Tal y como Magnus, sabía que la decisión de contar sobre el pasado de la chica era de ella y sólo de ella. Con una oleada de celos, sin embargo, dudó del por qué el brujo sabía del trágico pasado que Maia llevaba consigo.

—Estamos cerca de mi antiguo hogar. —Dijo Maia, con un hilo de voz intentando sonar segura. Casi ninguno de los presentes en la camioneta sabían algo sobre la vida de la mujer lobo antes de la mana de Luke, pero bastaba con saber lo de Jordan mordiéndole y el que ella misma nunca hablase de su familia para atar cabos sueltos, así que todos la miraron con preocupación en el rostro. —Bueno, no mi verdadero hogar. —Explicó. —Cerca está la casa de verano de mis padres.

Nada. Ningún comentario, aunque todos parecían preguntarse lo mismo. Al final, fue Isabelle quién estiró su mano para tomar la de su amiga, pero se arrepintió en el último segundo.

—¿Y cómo conociste este lugar?—Preguntó.

—Unos tipos me ayudaron. —Musitó Maia, mirando más allá de la morena, como si recordase algo muy lejano. —Creo que estaban retirados del Praetor. —Rio, bajando la vista, y Jordan frunció el rostro en una mueca sorprendida. Era evidente que eso no lo sabía. —Dijeron que podía quedarme aquí unos días antes de seguir con mi camino a Nueva York, ya que no tenía otro lugar dónde ir y ellos sabían que no podrían detenerme. Además, ningún mundano podría molestarme.

Magnus sonrió tristemente y estacionó la camioneta, sacándolos a todos de su temporal estupor, el cual fue rápidamente reemplazado por la emoción de estar cerca del mar. Isabelle y Simon fueron los primeros en salir, quitarse los zapatos y tocar la arena con sus pies descalzos. Mientras Clary bajaba de la camioneta con Jace, pudo escuchar un leve grito ahogado desde su mejor amigo, pero estaba demasiado concentrada en disfrutar de la arena como para prestarle más atención. Alec salió con una sonrisa, y rio cuando sus hermanos y amigos comenzaron a sentir la arena cada vez más caliente por el brillante sol sobre ellos y él era el único con sandalias adecuadas para no quemarse.

Pero eso no detuvo a Jace. Despojándose de su camisa para sólo quedar en camiseta y arremangarse un poco los jeans, tomó de la mano a Clary que ya comenzaba a dar saltitos en su lugar para no sentir el calor, y corrió hacia la orilla del agua, donde la arena era más fresca y el agua de mar les mojaba sólo los pies. En cuanto la pelirroja sintió la primera ola fresca, comenzó a reír de felicidad y su novio sonrió ampliamente.

—Tórtolos. —Le dijo Isabelle a su hermano, rodando los ojos.

—Sí, ¿quién iba a decir que algún día ese rubio petulante llegaría a ser tan agradable? —Se acercó Maia.

—Pues no sé, la gente se vuelve bastante más simpática cuando quieren ser agradables para alguien. —Miró Alec significativamente a su hermana con una sonrisita.

—Y hablando de Simon, ¿Dónde está ese chico? —Dijo Magnus, cerrando la puerta del auto detrás de él.

Isabelle palideció un poco.

—¿Y quién hablaba de Simon? —Inquirió con brusquedad.

—Ya, como si fuese un misterio. —Replicó Maia.

—No tengo idea de qué hablas.

—Está bien, Izzy, te creemos. —Le dio una palmadita en el hombro su hermano.

—Sois insoportables. —Bufó Isabelle, cogiendo su cabello en una larga coleta en lo alto de su cabeza. —Buscaré algo mejor que hacer que estar con ustedes o buscar a Simon. —Anunció, caminando dignamente hacia la parte de atrás de la camioneta.

—No sé ustedes, pero yo no pienso bañarme en el mar con ropa. —Se encogió de hombros Maia. —Mejor iré a ponerme un traje de baño.

—Buena suerte. —Magnus puso las manos detrás de su nuca y comenzó a alejarse de Alec y Jordan, los únicos que quedaban cerca del auto.

Alec frunció el ceño.

—¿Cuándo te has puesto esos shorts? —Preguntó, confundido.

Magnus le dedicó una sonrisa de lado y un escalofrío recorrió la espalda del nefilim. Él se estaba tomando en serio lo de dejar el pasado atrás. Hace unos minutos, no le hubiese sonreído cómo sólo se había comportado las primeras veces que se habían visto. Por alguna extraña razón, Alec no sabía cómo reaccionar a eso. Si le parecía bien o mal, aún no lo descifraba.

—El Gran Brujo de Brooklyn, ¿recuerdas? —Dijo, agitando sus dedos que soltaron sus conocidas chispas azules. —Además era eso o desnudarme frente a todos. —Alec alzó ambas cejas. —¿Vienes? Voy a acomodar unas toallas.

El chico lo meditó unos segundos. ¿Realmente quería quedarse con Magnus cuando la situación es era tan delicada y extraña? La verdad es que le parecía algo complicado pero, que lo demandasen, quería estar un tiempo con su ex novio. Incluso si fingían ser algo menos que viejos amigos o conocidos. Quizás, si conseguían pasar una tarde tranquila, él consideraría no apartar a la familia de Alec de su vida sólo por su culpa.

—Dame eso. —Caminó hacia él, le quitó un par de toallas de las manos y caminó a su lado buscando un buen lugar para establecerse.

Con Maia e Isabelle buscando "cosas interesantes que hacer" cerca del auto, Jace y Clary jugando en la orilla del mar, Alec y Magnus buscando un lugar para las toallas, Jordan había quedado solo.

Bueno, él y Simon, que estaba desaparecido y por más que forzase su vista u olfato de hombre lobo, no lograba localizarlo. Jodidos vampiros, por eso se llevaban mal ambas especies.

—¿Chicos? —Alzó la voz. Nadie le prestó ni la mejor atención. —Chicos, me han dejado solo. —Volvió a decir.

Jordan suspiró resignadamente, decidiéndose a buscar a Simon.