Bienvenidos una noche más a la Nave del Romance. Os voy a contar una pequeña historia.

Hace algo más de medio año estuve charlando de fandom y de SasuSaku con Chrysallis hime. Llevaba, en ese momento, ocho años alejada del fandom de Naruto, que había abandonado por completo; mi única noticia al respecto era que habían acabado volviéndose canon. No recuerdo exactamente cómo transcurrió aquella conversación, pero al cerrarla fue como si le hubieran prendido fuego a mi cerebro, y escribí un oneshot que recibió el título Last Time y que colgué en mi Tumblr. Marcó mi regreso a Naruto y al SasuSaku, y fue el germen un fanfic más largo que estoy escribiendo a medias con Chrysallis hime.

Como dentro de poco será su cumpleaños, he decidido hacer una pequeña excepción a mi política de no dar continuaciones y le voy a regalar la segunda parte del ya mencionado Last Time, que es el primer capítulo que tenéis ahora en vuestras pantallas, aunque los títulos han cambiado para homenajear la manera en que hablar con Chrysallis me provoca un incendio desbocado de ideas a cada frase. Espero que lo disfrutéis.

Disclaimer: Naruto no me pertenece.


PYROTECHNICS

Part I – Firecracker

-¿Podrías volver a recordarme por qué una prostituta ladronzuela merece semejante operativo en su honor? -Preguntó Sasuke en un siseo hacia la solapa de su chaqueta.

-¿Es que te dormiste en la reunión? -Ladró la comisaria Tsunade en el intercomunicador oculto-. Uno, no es prostituta en el sentido estricto de la palabra. Y dos, cuando tres tipos seguidos a los que roba son miembros del Parlamento, al menos tenemos que hacer algo.

Sasuke enarcó una ceja.

-Por la forma en que lo dices, parece que te da igual, comisaria.

-Cierra el pico, listillo. Todos los Uchiha tenéis la lengua demasiado larga. Limítate a entrar ahí y echarle el guante.

-Joer, Sasuke, deja de quejarte -intervino Naruto en el sistema. Sasuke puso los ojos en blanco-. Encima que tienes una noche pagada en un garito de moda.

-¡Uzumaki! ¡Como distraigas a Uchiha de la misión vas a estar haciendo papeleo hasta el Día del Juicio Final!

Sasuke reaccionó a la diatriba bajando el volumen del canal de comunicación. Lo último que necesitaba era que aquel gallinero le desconcentrase. Odiaba los operativos, pero si llevaba a aquella ladrona ante la justicia estaría mucho más cerca de convertirse en detective. Sin embargo, el caso en sí era tan sencillo que resultaba absurdo: una chica guapa en el club de moda para la alta sociedad, el Club Magia, que se dejaba invitar a copas y seducía a ricachones de tal forma que no se daba cuenta de que les había desvalijado hasta que iban a pagar al final de la velada. Lo más interesante, según los testimonios de las víctimas, era que ninguno se la había llevado al huerto. Sasuke sospechaba que ése era el motivo por el que las mujeres de comisaría hablaban de la ladrona del Club Magia con velada admiración.

Su teléfono vibró con una alarma silenciosa, y Sasuke volvió a murmurar al micrófono oculto:

-Shikamaru, voy a entrar.

-Recibido.

El joven movió el coche, un impresionante Lamborghini Cayman de color negro que a Tsunade le había costado Dios y ayuda alquilar, hasta la puerta del local, y se apeó lanzando las llaves al aparcacoches. Se abrió paso al interior dando al portero un nombre falso y caminó por la sala tratando de parecer en su salsa. A fin de cuentas, de eso se trataba.

El Club Magia era un amplio espacio ubicado junto al distrito financiero. Bajo sus cúpulas doradas se arremolinaban deportistas, políticos, socialités y wannabes, y a sus puertas solían amontonarse papparazzis de los medios del corazón a la caza de un escándalo, ya que según el poderoso dueño del local, la magia del nombre era que la prensa tenía estrictamente prohibido el paso. De momento las fuerzas del orden habían ignorado los rumores que aseguraban que los medios utilizados para cumplir aquella prerrogativa no eran siempre legales, ya que gracias a aquella confidencialidad contaban con atrapar a la famosa carterista aquella misma noche. En la reunión preparatoria habían trabajado con un retrato robot, ya que al parecer había sido lo bastante audaz como para actuar sin disfraz alguno.

Sasuke atrajo unas cuantas miradas a su paso hacia la barra, resplandeciente con un neón brillante y el nombre del local tallado en lo alto del mostrador de bebidas detrás del mismo.

-Whisky -pidió al camarero, poniendo un billete de cinco mil yenes ostentosamente sobre la mesa.

El camarero le puso delante un vaso de cristal de roca con dos piedras de hielo y vertió el licor color ámbar. Por debajo de la música, a Sasuke le dio la impresión de oír cuchicheos acerca de él. Detestaba aquella clase de atención, así que dio un buen trago a su whisky, a años luz de lo que podía permitirse normalmente.

-Buenas noches, señor.

Sasuke se giró en dirección a la voz que acababa de saludarle. Por supuesto, habría sido demasiado fácil si se hubiese tratado de la ladrona que andaba buscando. En su lugar había una joven de largo cabello rubio que caía como una cascada sobre su hombro derecho. Lucía un vestido de muselina azul anudado al cuello hasta el suelo con una raja que dejaba ver generosamente una pierna.

-Buenas noches.

-¿Su primera noche en el club? -Preguntó ella.

-¿Tanto se me nota? -Sasuke tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír y meterse en su papel.

La joven soltó una risita coqueta.

-Un poco. Pero no se preocupe, yo le enseñaré todo lo que necesita saber.

Dicho esto, enlazó su brazo con el de Sasuke y le apartó de la barra, dirigiéndole a un sofá color crema que realzaba el dorado de las mesitas y la lámpara sobre el mismo.

-¿Deberíamos beber champán? -Preguntó la joven ladeando la cabeza con gesto inocente.

-No es mala idea -concedió Sasuke.

Ella alzó la mano para llamar la atención del camarero y gorjeó:

-¡Un Dom Perignon!

Lo primero que pensó Sasuke fue que su cuenta bancaria iba a echar humo después de aquella noche. Más le valía dar con su objetivo cuanto antes, por el bien de los contribuyentes.

-Y dime -habló la joven, que había renunciado al usted-, ¿qué te trae al Club Magia? Y no me digas que la música, porque no me lo creo.

Sasuke dirigió una mirada involuntaria a la banda estilo R&B cuya cantante interpretaba una versión de Thirteen Men. Había gente bailando, pero al fijarse resultaba evidente que pocos lo hacían por amor a la música. Sasuke se volvió hacia la joven y contestó:

-He venido buscando a una chica.

A ella se le iluminó el rostro.

-¿De veras? Qué casualidad -se cruzó de piernas, dejando que la tela de su vestido se deslizase, dejándolas al descubierto-, yo soy una.

-Eso me parecía -Sasuke se reclinó sobre el respaldo del sofá. El whisky había conseguido que se relajase un poco-. Y acerca de eso, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

La joven se encogió de hombros.

-Lo que se puede para evitar ser una oficinista por el resto de mis días.

Lo que sospechaba. Sasuke volvió a echar un vistazo a su alrededor y corroboró que la ladrona no estaba allí.

-Trabajemos en ello entonces.

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Sakura comprobó Netflix por enésima vez para convencerse de que no había nada decente que ver y apagó su ordenador. Se tumbó en el sofá con un suspiro y se quedó mirando al techo con gesto aburrido. La posibilidad de arreglarse y bajar al Club resultaba de lo más tentadora, pero después de su último golpe, en el que se había hecho nada menos que con el Rolex de oro de aquel futbolista extranjero, Orochimaru le había pedido que mantuviese un perfil bajo durante al menos unos días. El futbolista en cuestión había mencionado el hurto en una rueda de prensa en su país y, aunque el nombre del local no había salido a relucir, Orochimaru no quería arriesgarse. Sakura había obedecido porque, después de todo, eran en cierto modo cómplices, y de no ser por él, Sakura lo tendría muy difícil para colocar las cosas que robaba.

En apenas unos meses sería el aniversario de su debut como ladrona. Para Sakura era como otro cumpleaños. No tenía muy claro si lo celebraría robando o no robando. Cuando empezó, seis años atrás, lo hizo por necesidad. Su padre había confesado que había pedido dinero prestado a la mafia para levantar su negocio, que finalmente había fracasado, y que no tenía cómo devolver el dinero. Se había planteado el suicidio, pero Sakura cogió el toro por los cuernos y decidió ayudar a su padre a sacar a la familia de semejante berenjenal. Así fue como se convirtió en hostess en uno de los numerosos clubes de la ciudad, pero en su primera noche, cuando su cliente fue al baño, se dio cuenta de que se había dejado la cartera en el reservado donde le esperaba. Al abrirla la encontró cuajada de billetes. Mordiéndose el labio inferior, se hizo con unos cuantos y salió pitando de allí. Dio de baja al teléfono con el que se había registrado en el club y no volvió a saber de ellos. No iba a necesitar abrirse de piernas; el ambiente adecuado, las mujeres bonitas y un poco de alcohol hacían débiles a los hombres. En menos de quince meses había rescatado a sus padres de sus problemas económicos, pero lejos de dejar su actividad delictiva, tomó la decisión de vivir de ella. El subidón de adrenalina y la diversión eran adictivos como cualquier otra droga, y para variar, aquella chica demasiado buena y demasiado estudiosa podía sentirse en la cima de su mundo.

Sakura cogió su móvil de la mesa y escribió un mensaje: "¿Crees que podré ir mañana?". Esperó pacientemente unos segundos hasta que la respuesta vibró en su teléfono: "Mañana sí. Pero abstente de mangar a gente famosa, ¿quieres?". A Sakura se le dibujó una sonrisa en el rostro. "Dalo por hecho", tecleó, y se fue a dormir.

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-En serio, Sasuke, me das asco –gruñó Naruto en el dispositivo de comunicación.

-¿En serio? ¿Quieres que hable de lo que me provocas tú a mí? –replicó Sasuke.

-Pero es que no entiendo por qué haces la parte guay dos veces seguidas. ¿Y los demás qué?

-Naruto –fue el turno de Shikamaru-, no me hagas enumerar las razones por las que todos sabemos que acabarías liándola de ser tú el cebo.

Sasuke hizo una mueca en la penumbra de su coche de camino al Club. Lo de ser el cebo sonaba bastante mal dicho así.

-Por cierto, Sasuke, a ver si nos cortamos un poco con los gastos en el Club Magia –dijo entonces Tsunade-. No sabes lo que me ha costado explicar esa factura a los de arriba.

-No hubo otro remedio, comisaria –respondió Sasuke con un suspiro sarcástico-. Tenía que aflojarle la lengua a Ino y el champán era el mejor método.

-¿Ino? –Graznó Shikamaru.

-¿Ya la llamas por su nombre de pila? Pues a vez si la próxima vez haces uso de tus encantos y le compras una coca-cola light –reaccionó Tsunade.

-Ups, llegando –Sasuke se bajó del coche y consiguió al fin que los demás se pusiesen a trabajar.

Era su segunda vez en el Club Magia y se sentía mucho más confiado. Conocía el local y conocía su público; aquella vez, sin duda, todo iría mucho más rápido. Se dirigió directamente al bar, pidió su whisky –le pareció que Tsunade carraspeaba en el intercomunicador, pero le dio igual- y examinó la sala buscando a la ladrona. Y aquella vez, si el retrato robot no mentía, allí estaba: el cabello rosa le acariciaba la nuca y su vestido de lamé negro con pequeños flecos plateados se ceñía a su figura. Tenía un vaso de cóctel casi vacío en la mano derecha y se despedía de un hombre que le doblaba la edad. Sasuke le preguntó al camarero qué estaba tomando la chica y a continuación pidió lo mismo. Copa en mano se acercó a ella y se la tendió:

-Me cuesta creer que no nos conozcamos todavía.

Ella miró la bebida y a continuación le miró a los ojos. Llevaba sombra de ojos con purpurina plateada.

-Desde luego, le estás poniendo remedio de la mejor manera posible –dijo ella con una seductora sonrisa.

Tomó el vaso que Sasuke le ofrecía y se acercó a él haciendo un pequeño gesto con la cadera. Parecía acostumbrada a que los hombres le pasaran el brazo por la cintura. Sasuke no quiso decepcionarla, así que lo hizo.

-Hacía mucho que no tenía el placer de ver un rostro nuevo en Magia –dejó caer la joven.

-Me habían recomendado el local, pero no había tenido ocasión de conocerlo hasta hace poco. Trabajo mucho –fue la explicación de Sasuke.

-¿Qué clase de trabajo? –Inquirió ella con un destello astuto en la mirada.

-Negocios. Relaciones internacionales.

-Qué interesante, señor…

Sasuke formó la primera vocal de su verdadero apellido con los labios, pero se contuvo a tiempo y recordó su nombre falso a tiempo:

-Tojō –ella ladeó la cabeza, con una sonrisa inocente, invitándole a revelar también su nombre de pila, pero Sasuke prefirió jugar a ser interesante-. Sólo Tojō. De momento.

-Muy bien –durante un brevísimo instante Sasuke creyó vislumbrar una cierta contrariedad en el hermoso rostro de la joven, pero pudo ser un efecto de la luz-. Yo soy Sakura.

Sasuke tuvo que hacer un gran esfuerzo para soltar una carcajada sarcástica. ¿De veras una ladrona de pelo rosa se hacía llamar Sakura? La falta de originalidad era abrumadora. Sin embargo, se recompuso y contestó:

-Un nombre encantador.

Ella le dedicó una estudiada sonrisa.

-Oh, muchas gracias.

Dio un sorbo a su bebida y dirigió a Sasuke lejos de la barra. Durante aquel breve intercambio la joven había tomado buena nota del aspecto deslumbrante de los zapatos de piel, la corbata de seda, el cinturón de marca y, sobre todo, el reloj. A Sakura le encantaban los buenos relojes, y aquél, un modelo de edición limitada de una famosa casa suiza, lograba que el anillo de oro que acababa de birlar le pareciese una baratija. En general, aquel tipo tenia buena pinta. Y para variar, era bastante atractivo. Aquélla iba a ser una gran noche.

-El jefe de sala es amigo mío –comentó Sakura en tono confidencial-. Podría cedernos un reservado para tomarnos unas copas en condiciones.

Aquello iba bien. Sasuke imaginó a sus compañeros amordazando a Naruto para evitar que hiciese comentarios obscenos.

-¿Por qué no? –Fue su respuesta, tratando de sonar casual.

La joven volvió a dedicarle una sonrisa angelical antes de chasquear los dedos para atraer la atención de un camarero ataviado con un esmoquin, que hizo una inclinación de cabeza y apartó una cortina dorada para descubrir una discreta puerta en la pared. Sasuke se vio obligado a conceder que en el Club Magia sabían lo que era la privacidad.

Sasuke y Sakura entraron en el reservado. Las paredes eran de color crema, adornadas con vistosas acuarelas de ciudades nocturnas en marcos dorados. Un sofá de terciopelo granate dominaba la sala, acompañado por un par de mesitas bajas de cristal y una planta decorativa, una costilla de Adán, en una esquina. Sakura depositó su copa a medio beber en una de las mesitas y se dejó caer en el sofá, cruzando las piernas con un gesto que logró que los ojos de Sasuke se quedaran pegados a ellas, a su pesar. El vestido que llevaba era muy corto y el lamé bailaba sobre sus curvas, dejando poco a la imaginación. Sasuke sopesó sus opciones –dejar de mirar, seguir mirando- y acabó decantándose por dar un largo trago a su whisky antes de dejar el vaso en la mesita opuesta a la que había usado la joven.

-Al contrario que yo, tú pareces conocer muy bien este sitio.

La joven rio, dejando que su cabeza descansase sobre el respaldo del sofá.

-Me gusta venir aquí. Es como visitar otra galaxia.

-Es una manera de verlo –admitió Sasuke, echando un nuevo vistazo al reservado. De hecho, él se sentía más bien metido en una película sobre la yakuza.

Sakura se arrellanó en el sofá, reclinándose sobre el costado.

-Todas las personas a las que he conocido en el Club Magia vienen buscando evadirse de sus vidas reales. ¿No es ése también tu caso?

Él claudicó y tomó asiento junto a ella en el sofá.

-Puede.

-"Sólo Tojō", "puede"… Cuánto misterio.

Estaban muy cerca y Sasuke olía el perfume de la joven, como a sándalo y orquídeas. Sus rodillas casi se tocaban.

-Alguien me dijo que eso me haría interesante.

-¿Interesante para quién?

-Para las mujeres, por supuesto. ¿Acaso hay alguien más para quien importe resultar interesante?

-Bueno… -Sakura sacudió una mota de polvo invisible de la solapa de la chaqueta del joven policía-, tengo que reconocer que conmigo está funcionando.

Ninguna mujer había iniciado antes un beso con Sasuke. Sakura le sorprendió cuando juntó sus labios con los de él, agarrándole de la nuca, fijándole a ella. Sus lenguas se tocaron y Sasuke se sintió caer por una espiral en la que lo único a lo que podía agarrarse era el cuerpo de Sakura. Sus manos dibujaron la cadera de la joven, que subió una pierna por encima de las de él, parando apenas para respirar.

-Oh, señor Tojō –gimió en sus labios, su voz grave-, muy bien.

Sasuke tiró de ella, sentándola a horcajadas sobre su regazo, ahondando en el beso mientras las manos de la joven le recorrían el pecho. Había pasado mucho tiempo desde que besó a alguien por última vez, y desde luego, a Sakura se le daba muy, muy bien. Le parecía oír a Tsunade dentro de su cabeza echándole la bronca por dejarse llevar de aquella manera. Es más, puede que lo estuviera haciendo, pero, ¿acaso importaba?

Por una vez no había tenido que mentalizarse para enrollarse con una de sus víctimas. No es que Sakura pensase en los hombres a los que robaba en aquellos términos, pero simplificaba las cosas dentro de su cabeza, y eso ayudaba, porque el cúmulo de sensaciones que le estaba provocando besarse con aquel tipo amenazaba con anular su verdadero propósito en aquella empresa. Pero había que reconocer que en aquella ocasión, era un extra muy agradecido. No le habría importado llegar al punto de quitarse la ropa y darse un verdadero revolcón con él sobre la mullida alfombra del reservado (y a juzgar por cómo estaba respondiendo el robusto cuerpo del señor Tojō, a él tampoco le parecía una mala idea), pero aquello desafiaba sus principios profesionales. Tendría que conformarse con un recuerdo de aquel bonito encuentro. Con gesto hábil, Sakura deshizo el enganche de la correa del reloj de Sasuke.

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-…En pocas palabras, lo único que te ha librado de que te abran un expediente es tu impecable hoja de servicio.

Sasuke escuchaba a su hermano con el rostro oculto entre las manos. Decir que estaba avergonzado era quedarse corto. De momento le habían suspendido de empleo y sueldo, y el joven sabía que en parte Tsunade lo había hecho para evitarle el ridículo después de que todos sus compañeros de operativo le escuchasen montárselo con la ladrona a la que tenía que aprehender y que se le había escapado aprovechando semejante distracción. Según lo que Naruto le había contado después, Sakura no había vuelto al Club Magia, y le habían perdido la pista por completo. En resumen, había metido la pata hasta el fondo.

-Bueno, adiós a mi ascenso a detective, supongo –concluyó.

Itachi hizo un exagerado asentimiento de cabeza, pero trató de darle ánimos:

-De momento.

Sasuke se pinzó el puente de la nariz:

-Lo veo muy difícil. Voy a tener que hacer algo muy bestia para volver a ponerme en esa posición, en plan desactivar una bomba. Y eso cuando se acaben mis vacaciones.

Itachi no pudo reprimir una carcajada.

-Quizá éste sea el momento de hacer un cursillo de artificiero por correspondencia. Te prepararé una taza de té –ofreció, poniéndose de pie.

-Preferiría una cerveza.

-Tú el alcohol no lo vas a tocar en una buena temporada, chaval.

Sasuke se masajeó las sienes una vez a solas. Tenía suerte de que su hermano y sus amigos le hubiesen quitado hierro al asunto; tenía suficiente consigo mismo para mortificarse. Tantos años en el cuerpo para haber cometido un error de principiante. Patético. El teléfono de casa, aquella línea que apenas usaban ya, comenzó a sonar, y Sasuke dijo en dirección al pasillo por el que Itachi se había ido a la cocina:

-Ya lo cojo yo. –Descolgó el auricular y habló-. ¿Diga?

-Qué placer volver a oír su voz –dijo una mujer al otro lado de la línea. Sasuke alzó las cejas. La voz le resultaba familiar, pero no conseguía asociarla a ningún rostro conocido-. Le he echado tanto de menos, señor Tojō. ¿O debería llamarle "agente"?

Sasuke apretó el auricular hasta que le palidecieron los nudillos.

-Sakura –siseó. Se recompuso para añadir-, si es que ése es tu nombre.

Ella soltó una risita.

-¿Sabes? Eso es lo más gracioso. Casi todo el mundo asume que es un alias.

Sasuke apoyó el costado en la pared.

-Quizá deberías haber sido más lista y ahorrarme ese detalle.

-Oh, no te preocupes. Sólo te llamo porque ya estoy muy lejos de Tokio. Puede que muy lejos del país. ¿Estás rastreando la llamada?

El policía inspiró y espiró con furia al percibir la diversión en la voz de la joven.

-No, no la estoy rastreando. No estoy de servicio.

-Me gusta pensar que tampoco lo estabas cuando nos vimos en el Club Magia. Pero entonces recuerdo que di con tus detalles personales en la cartera que te robé, y que estaban guardados al lado de tu tarjeta de puntos de la cantina de la comisaría, y me doy cuenta de que un poli como tú no habría venido en mi busca sin que le pagaran. No eres de ésos. Y volviendo a la tarjeta de puntos, ¿te van a dar un reemplazo? Porque tienes suficientes para un café gratis. Eh, hasta yo valoro esas cosas. Casi hace que me den ganas de ir a tu casa y devolvértela.

Sasuke se rascó la frente con los nudillos del puño cerrado.

-No deberías dejar de hacerlo.

-Uy, estoy bastante segura de que utilizarías las esposas conmigo… y yo soy de las que prefiere tener la llave.

-Es difícil cuando una se dedica a lo que tú te dedicas.

Sakura se demoró un instante en responder:

-Es verdad. Aunque no lo creas, darme cuenta de que le acababa de robar a un poli me hizo replantearme algunas cosas.

-Y de ahí tu cambio de residencia –dedujo sin esfuerzo Sasuke.

-Entre otras cosas. Verás –por el cambio en la voz de la joven, él supuso que había cambiado de postura-, podría decirse que me has redimido. He decidido dejar mi carrera delictiva. ¿Cómo te quedas?

-…Habría preferido detenerte –confesó Sasuke.

-Ése es tu amor propio al habla, agente Uchiha. Piensa a lo grande.

Sasuke volvió a cambiar de postura a su vez, apoyando la espalda en la pared.

-Lo intento. Por desgracia, otras cosas me importan más, como ese amor propio del que hablas. Pero en cierto modo me alivia que el robo de mi cartera haya sido el último. Sólo espero que cumplas tu palabra y no me hagas volver a darte caza.

-Pero si lo disfrutarías –el joven oyó la sonrisa traviesa en la voz de Sakura-. En fin, para que confíes en mis buenas intenciones, te he enviado la cartera por correo.

El policía se alegró entonces de haber asido con tanta fuerza el teléfono; de lo contrario, se le habría caído al oír aquella declaración.

-No me jodas –gruñó.

-Te gustaría, pero no –replicó ella-. Sí, debería llegarte en un día o dos, intacta. Bueno, casi. Te tomé prestado algo de dinero para el taxi, no tenía suelto para volver a casa. Pero te lo devolveré, palabra. O no…

Sasuke lanzó una mirada nerviosa al final del pasillo. Quizá no trabajar le viniese bien: si Itachi se enteraba de que la ladrona que le había robado la cartera se la había mandado de vuelta y la historia llegaba a oídos de Tsunade, podía liarse muy gorda.

-…Eso sí, el reloj me lo quedo. Me sienta fenomenal –prosiguió Sakura-. Espero que no te moleste aunque claro, es una edición limitada. Claro que te molesta.

El joven no respondió de inmediato. El reloj había sido un regalo de su ex prometida, lo único que había conservado de ella al renunciar al apartamento que habían alquilado juntos después de que le dejase con tan sólo una nota de despedida porque, en realidad, le aterraba la idea del matrimonio. Inconscientemente, Sasuke se miró la muñeca desnuda y se dio cuenta, de repente, de que la pérdida del reloj tampoco le había importado tanto como había creído.

-En absoluto –repuso al fin-, pero a cambio, más te vale devolverme el dinero que tomaste prestado de mi cartera.

Sakura rompió en una carcajada.

-¿Y si decido no hacerlo?

-Iré a buscarlo yo mismo. Créeme, voy a tener bastante tiempo libre durante una temporada.

-Lo tendré en cuenta, y estaré a la espera. Adiós, agente Uchiha.

-Hasta pronto, Sakura –se despidió Sasuke.

Ella colgó primero. El joven se mordió levemente el labio inferior al dejar el auricular sobre la base.

-¿Quién era, Sasuke? –Preguntó su hermano desde el otro extremo del pasillo.

-Una amiga de un amigo. Había oído que estaba suspendido de empleo y sueldo y se ha interesado por lo que pasó. ¿Está ya ese té?

-Sí. Venga, que se enfría.

Sasuke dio la espalda al teléfono y se dirigió a la cocina.