DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha y compañía no me pertenecen, son de la mangaka Rumiko Takahashi. Este fic de mi autoría y está escrito sin fines de lucro, con el simple fin de entretener a quienes lo lean.

AVISO: Este Fic participa en el Reto del mes de Julio "Parejas: Sango y Miroku" del foro "Hazme el Amor".

Género sorteado: Adventure.

Palabras: 3100 según Word.


Amor Pirata
Capítulo I

"Piratas y Bandidos"

— ¡TODO A BABOR!

La orden resonó en medio del estruendo de algunas olas que chocaban contra el casco del barco. Un joven de ojos castaños se apresuró a izar las velas, obedeciendo a la Capitán con prisa, mientras otros marineros a bordo se esmeraban en mantener en buenas condiciones la cubierta. No era precisamente el tipo de labores que esperaban ejercer como piratas, pero desde que la muchacha había asumido el mando del Hiraikotsu – la nave que abordaban – tras la repentina muerte de su padre – el antiguo Capitán – en las fauces de un tiburón, las cosas habían cambiado. Todo era más ordenado y organizado, aunque no por ello les había ido mal. Habían saqueados más islas en el último mes que en el último año y sus cofres estaban mucho más atiborrados desde entonces. A pesar de que la muchacha era más "delicada" en asuntos de mantener el orden y limpieza del barco, era una excelente pirata. Y cómo no serlo, si era hija de uno de los piratas más conocidos de los 7 mares.

Un marinero de larga cabellera trenzada y ojos verde profundo se acercó a ella con un mapa viejo y arrugado en las manos.

— Capitán Sango, si viramos a la derecha después de esos arrecifes, podremos encontrar una corriente que nos llevara más rápido hasta la isla Taijiya.

— Bien, entonces guíanos tú por un momento, Bankotsu, yo iré hasta mi camarote a descansar.

La castaña Capitán movió su cabeza, ondeando así su lisa cabellera al viento marino, con su pequeña felina Kirara cómodamente en su hombro derecho, mientras su subordinado sonreía tomando el timón y ella se dirigía a su lugar de descanso.

La verdad era que le cansaba ser la Capitán del barco. Muchas veces había visto cómo lo hacía su padre, e incluso había anhelado tener su lugar; se suponía que con el tiempo sería Kohaku, su hermano menor, quien reemplazaría a su padre al mando de la nave – era de mala suerte que una mujer estuviera a la cabeza de una embarcación pirata, por ello era que el heredero sería el menor – pero la partida de su padre había sido tan repentina que el joven no estaba preparado para hacerlo y debió asumir la responsabilidad la muchacha. A pesar de los inconvenientes y un par de motines que tuvo que reprimir, al poco tiempo demostró ser tan buena Capitán – o mejor – que cualquier hombre a bordo. Se ganó el respeto y la lealtad de toda la tripulación, por lo que ahora nadie creía que era de mala suerte.

Pero ser la única mujer del barco era muy solitario. De hecho, ser la Capitán ya era muy solitario, porque nadie se le acercaba debido al respeto que le tenían. Sólo su hermano y su minina, pero no era el tipo de relación que esperaba tener algún día. Como toda chica, deseaba encontrar a un hombre que la acompañara en sus aventuras en el mar, saqueando islas con ella, y con quien algún día quizá, formara una familia pirata… pero sabía que eso era muy difícil que pasara. Suspiró, alejando esas imágenes de su cabeza y prefirió dormir, acariciando tiernamente a su compañera gatuna.


Miró el azul cielo a través de la ventana con barrotes que era su única conexión con el mundo exterior, por lo menos con el mundo libre. Se volteó hacia las varas de metal que lo separaban del resto de la habitación cuando escuchó que alguien se acercaba.

— Te ves cansado, sediento y hambriento — la fría voz de una mujer pareció burlarse de su condición —. Pensé que el Gran Miroku, ladrón, estafador y polizón, aguantaría un poco más.

— No te burles de mí, Kagura — le espetó el muchacho, mirándola con rencor en sus ojos azul profundo —. Aunque intentes sacarme de quicio, jamás les revelaré dónde escondí sus joyas y oro.

— Te pudrirás aquí, entonces — aseguró ella, ocultando su sonrisa tras un elegante abanico.

— No me importa, prefiero eso a devolverles sus cosas… — Volvió a mirar la ventana y una sombra de melancolía se cruzó por sus orbes por un instante. — Además, sé que aunque lo hiciera, de todas formas van a matarme, así que…

La mujer iba a replicarle algo, cuando otra fría voz la interrumpió.

— Déjalo, Kagura. Yo me encargaré de él en unos minutos, ahora debemos ir a comer.

— Como ordene, señor Náraku.

La pareja se fue, no sin antes mirar con desprecio al muchacho encerrado en esa pequeña celda.

Era cierto, tenía hambre y sed, y también estaba cansado, pero eso no era lo que más lo afligía. Odiaba estar encerrado, su persona era libre, viajando de isla en isla, de mansión en mansión y de barco en barco, saqueando, estafando y conquistando corazones – y por qué no decirlo –, camas también. Era eso lo que más lo atormentaba, si de verdad iban a acabar con él, prefería que fuese rápido, para que su alma siguiera con su libertad. Pero sabía que sus captores harían lo que pudiesen para alargar su agonía. Buscó entremedio de algunos estropajos que había en la celda y sacó un poco de pan y jamón. Haber conquistado a la cocinera del barco tenía sus ventajas, por lo menos de hambre no sufriría.

Un ave llamó su atención nuevamente hacia la ventana, silbando juguetonamente. Le encantaban las aves, uno de sus deseos era poder volar como ellas… o nadar libre por el mar, como un delfín. Pero nunca había podido ser libre por completo: desde pequeño huía, desde que tenía memoria había robado – comida principalmente, para matar el hambre, luego comenzó a ser más ambicioso y a estafar y robar otras cosas – y esa era la principal causa de que se quedara poco tiempo en un lugar, escapando para no ser capturado. Le había resultado, ya que tenía un gran maestro, pero sólo hasta el día anterior.

Se había escabullido sigilosamente en la habitación principal del gran navío SM Royalty mientras sus ocupantes estaban cenando en el comedor de la embarcación, buscando una joya única: los Ojos de la Sirena. Ya había saqueado y escondido el resto de las joyas y mucho del oro que se encontraba a bordo, pero ante los rumores de que ellos eran los dueños de semejante leyenda, no pudo resistirse a mirar y robar un poco más. Sin embargo, la cena terminó antes de lo que él pensó y lo encontraron rebuscando en las pertenencias de la mujer llamada Kagura. Y por esa razón, ahora se encontraba ahí encerrado.

Se terminó el pan y el jamón y comenzó a sentir más sed. ¿Por qué a su "amiga" cocinera no se le habría ocurrido llevarle algo como agua o ron? Suspiró, sabiendo que quizá, pronto llegaría el fin de los días del Gran Miroku.


Sus sentidos siempre estaban alerta, aún mientras dormía. Eso lo sabía todo el mundo, pero en especial su hermano. Así que no le sorprendió verla despierta cuando entró en su camarote con rapidez para informarle la razón del movimiento poco habitual.

— ¿Qué ocurre, Kohaku? — Preguntó, levantándose el parche que llevaba como amuleto en su ojo izquierdo.

— Divisamos un navío al sur, el SM Royalty… — Respondió el chico, mostrando preocupación.

— No nos enfrentaremos a ellos, desvíen el curso antes de que… — Fue interrumpida por un brusco giro del barco, en dirección al sur. Frunció el ceño y ágilmente salió de su camarote seguida de su hermano y Kirara, para llegar a la cubierta.

— Capitán, vamos a enfrentarlos — Bankotsu sonrió de lado, seguro de su decisión.

— Claro que no, desvía el Hiraikotsu inmediatamente — ordenó ella, acercándose a paso firme al timón.

— Pero Capitán, los rumores dicen que a bordo del SM Royalty se encuentran los Ojos de la Sirena… y usted sabe… — otro marinero, uno calvo que llevaba una pañoleta atada a la cabeza, le informó la razón de Bankotsu para enfrentarse al barco.

— ¿Los Ojos de la Sirena? — Titubeó un momento la Capitán, pero luego retomó su postura anterior. — ¿Sabes quién es el Capitán del SM Royalty? ¡Pues el General Náraku, y él odia a todos los piratas! ¿Quieren acaso que nos convirtamos en comida de peces por una simple joya? Yo no, Renkotsu.

— Pero… su padre siempre quiso… — Renkotsu intentaba explicarse mejor.

— Lo sé, pero no podemos arriesgarnos, por lo menos sin estar… — Un fuerte remezón y un estruendo sacudieron la nave — … preparados. ¿Qué fue eso?

— Pues, nos han visto y están atacándonos — informó otro marinero, uno que parecía ser otra mujer a bordo.

— ¿Qué dices, Jakotsu? — La castaña se acercó al marinero, quitándole el catalejo para observar mejor el navío enemigo.

— Así es, creo que no nos queda otra que responder — replicó Renkotsu, alzando su espada.

— Supongo que tienes razón — murmuró la Capitán, luego alzó la voz enérgica —. ¡TODOS A SUS PUESTOS, PREPAREN LOS CAÑONES Y SUS ARMAS, RÁPIDO, LES DAREMOS CON TODO!

Rápidamente la tripulación pirata obedeció, preparándose para el enfrentamiento. Eso los ponía de buen humor, especialmente si llenaban más sus cofres.


Estaba preparado para lo que venía. Aún tenía sed, pero ya no le importaba si en breve sería torturado para develar el escondite de los tesoros robados. Negó con la cabeza al escuchar por tercera vez como Náraku le ofrecía libertad si le devolvía su valioso botín.

— Conozco tu reputación, sé que no perdonas a nadie, así que mejor acaba conmigo de una buena vez — respondió, sin siquiera levantarse del suelo.

— Pensé que eras más inteligente, pero veo que no… sufrirás las consecuencias.

Un par de marineros ingresaron a la celda y lo ataron para que no pudiese defenderse del Capitán, mientras él se acercaba con una caja misteriosa y, con malicia, se detuvo frente a él y se la mostró. Miroku abrió los ojos con miedo, palideciendo un poco: al parecer, su agonía sería demasiado larga y tortuosa. Náraku sonrió al ver la expresión de su prisionero y sacó una especie de guante reforzado con metal, para luego comenzar a golpear duramente al muchacho, cada vez más molesto por la resistencia de él para hablar.

— ¡Capitán, barco a la vista! — Un marinero de azabaches cabellos y ojos extrañamente dorados dio la noticia ingresando al cuarto. — ¡Embarcación pirata, es el Hiraikotsu!

El Capitán Náraku sonrió, una de las cosas que más le gustaba era acabar con navíos y tripulaciones piratas, y mejor en esos momentos en los que estaba de mal humor porque su prisionero estaba cooperando la nada misma y ni siquiera parecía sufrir lo suficiente como para complacerlo. Salió del lugar y miró por su catalejo el navío, imaginándoselo hundirse tras ser acabado por sus balas de cañón.

— ¡¿Qué están esperando?! ¡ABRAN FUEGO, PERO NO QUIERO QUE LO HUNDAN AÚN! Sacaré sus tesoros antes de mandar al fondo del mar al maldito Hiraikotsu…

Su tripulación obedeció, preparándose para el enfrentamiento, aunque muchos eran marineros jóvenes con poca experiencia contra piratas, menos tan aguerridos como los del Hiraikotsu…


"Un par de horas después…"

Los piratas registraban el barco, sin encontrar mucho. El Capitán Náraku había huido en un bote al ver que su joven tripulación no era capaz de ganarle a la pirata, mientras la Capitán Sango se había quedado siempre junto a sus compañeros. Ahora tenía al resto de la tripulación del SM Royalty como prisioneros, esperando para decidir qué hacer con ellos. Quería el oro, las joyas y todo lo de valor que hubiese a bordo, en especial los Ojos de la Sirena, pero no encontraban nada.

— Nada, absolutamente nada más que esto — informó Renkotsu, lanzándole una bolsa de género con unas pocas monedas de oro en su interior —. Es como si el resto del oro y joyas se hubiese esfumado.

La Capitán Sango miró el interior de la bolsa y luego repasó con la vista a los prisioneros, deteniéndose en una elegante mujer que sonreía soberbia.

— Hey, tú — le habló, acercándose —. Pareces ser más que una simple tripulante… ¿Dónde están las cosas de valor? ¿Y los Ojos de la Sirena?

— ¡Já! Ni creas que te lo diré. Ni muerta voy a entregar mis cosas de valor a una salvaje pirata — le respondió ella, mirándola con rencor en sus ojos rojos.

— Ya veo — Sango se acercó a ella con una sonrisa en sus labios, observándola detenidamente —. No me sorprende, en especial porque alguien tan refinada y cuidadosa como usted, milady Kagura, no dejaría una joya tan valiosa en su recámara… la llevaría siempre consigo.

La mujer abrió los ojos de par en par, mientras Sango pasaba delicadamente un cuchillo por el lóbulo de su oreja derecha, tocando un hermoso arete verde esmeralda recubierto con delicados adornos de oro, cuyo gemelo se encontraba en la otra oreja. La Capitán se los arrancó de un tirón y los guardó en la bolsa con las monedas de oro.

— ¡Capitán, Capitán! — El hermano menor de la muchacha llegó junto a ella, un poco agitado. — Hemos encontrado un último pasajero en las celdas de la parte inferior del barco: un prisionero.

— Ya veo — la joven pirata miró de reojo a Kagura —. ¿Por eso es que no tienen oro ni el resto de sus joyas y cosas de valor? ¿Un polizón se escabulló en su barco y se las robó? ¡Já! Me sorprende que aún no le hayan sonsacado dónde las guardó… Llévenme con él.

Kagura la miró con odio y rencor, pero la Capitán ni siquiera se inmutó, simplemente siguió a su hermano hasta donde estaba el prisionero.


Los escombros, astillas y polvo lo rodeaban por completo. Le sorprendía lo rápido que había terminado el combate, en vista de que Náraku era conocido por su maldad y afán por hacer sufrir a sus "presas". Había apostado mentalmente que los piratas ganarían, porque en su análisis de la tripulación del SM Royalty, había notado demasiados puntos débiles como marineros demasiado jóvenes y con poca experiencia y además, el Hiraikotsu era una embarcación pirata muy conocida en todo el mundo; pero sinceramente había pensado que durarían un poco más.

Con dificultad, se acomodó entre un par de sacos de harina, sacándose un par de tablas de encima como pudo, esperando. Tenía dos opciones: o lo encontraban los piratas y ahora se volvía prisionero de ellos, o se hundía con el barco que estaba considerablemente dañado. Le llamó la atención el ruido de tablas y escombros lanzados a un lado, seguramente eran los piratas buscando las cosas de valor que se suponía, estaban a bordo. Intentó acomodarse mejor pues en la posición en la que se encontraba, le estaba comenzando a doler un costado; sin embargo, el movimiento sólo le provocó más dolor y terminó soltando un quejido que llamó la atención de los piratas. Vio como, entre la polvareda, las sombras de una persona alta y con larga trenza y la de una un poco más baja que parecía femenina, se iban volviendo más nítidas a medida que se acercaban, hasta que pudo verlos perfectamente: un hombre de verdes ojos y cabello trenzado y una ¿mujer? Con el cabello tomado en una especie de tomate y ojos oscuros. Un poco confundido, simplemente los observó acercarse y esperó.

— Vaya, vaya, vaya… ¿qué tenemos aquí? ¿Eres un prisionero o algo así? — Preguntó el trenzado, mientras se apoyaba en su espada.

— Es muy guapo, ¿no te parece? ¿Puedo quedármelo? — El que parecía mujer, pero según la apreciación del chico, era hombre, habló esperanzado.

— Claro que no, Jakotsu, debemos avisarle al Capitán para que decida qué hacer — ignorando completamente los ojos de cachorro, el moreno señaló el camino por que el habían llegado —. ¡Trae al Capitán Sango!

Refunfuñando, el aludido obedeció de mala gana. El oji azul los miraba, un poco confundido. ¿Capitán Sango? Según los conocimientos que manejaba, aquel nombre significaba Coral, era extraño para un capitán, de hecho le parecía hasta femenino…

— Y bien, ¿por qué tan herido? ¿Fue producto de nuestro ataque o…?

— No, el maldito de Náraku me estaba torturando — respondió el prisionero, tosiendo con dificultad y saliendo de su análisis.

— Te ves mal… A ver si podemos hacer algo por ti — el oji verde se agachó y le dio a beber un poco de agua —. ¿Qué le hiciste para que estuviese tan molesto?

— Gracias. Me metí en su barco, robé casi todo lo que tenía de valor, incluyendo oro y joyas, y cuando me atraparon, no quise decirles dónde estaban sus cosas — respondió luego de sorber agua.

— ¿Y cómo te atraparon?

— Es una larga historia… — Volvió a toser, sintiendo una horrible puntada en su costado izquierdo. — Me tenté con los Ojos de la Sirena, y al estar escarbando en la recámara de Náraku, me encontraron.

— ¿Los Ojos de la Sirena, eh? ¿Te refieres a éstos?

La voz de una muchacha llamó su atención, dirigió su mirada hacia ella y vio que le mostraba dos hermosos aretes de oro y esmeralda, finamente trabajados. Sus ojos brillaron, mientras intentaba levantarse para acercarse al objeto, olvidando que estaba atado y herido.

— ¡Auch! — Gritó al sentir nuevamente esa punzada en su costado. — ¡Esto es tortura, te acusaré con tu Capitán!

Todos los presentes comenzaron a reír, dejando aún más confundido al pobre oji azul.

— Creo que no te ayudará de mucho, yo soy la Capitán — aclaró la joven, guardando la joya —. Pero descuida, no pretendo torturarte… de hecho, quiero que curen sus heridas. Llamen a Suikotsu y que lo atienda, después lo llevan a mi camarote.

— Pe-pero… ¡Capitán! — Bankotsu parecía alarmado. — Ni siquiera sabemos quién es, ¿no pretenderás hablar a solas con él?

— Pues tú no sabrás quién es, yo sí — ella le sonrió al muchacho —. El Gran Miroku, ladrón y estafador.

Miroku también sonrió, mirando fijamente los ojos castaños de la Capitán. Vaya, sí que tenía su reputación, no pensó que llegaba hasta los 7 mares, por lo menos no hasta el Hiraikotsu.

— Y tú debes ser la Capitán Sango, pero… — Miroku miró a todos los demás, dudando. — Pensé que el Hiraikotsu tenía como Capitán a Ishiro, el primer y único hijo de Shako el Tuerto…

— Siento decepcionarte, pero mi padre falleció hace un tiempo y yo estoy al mando ahora — se volteó con un ademán de cansancio y se comenzó a alejar —. Si no te molesta, me largo a ver qué haré con los otros prisioneros. Te espero más tarde.

Miroku miró a los demás piratas con una sonrisa, mientras Jakotsu se apresuraba a soltarle las ataduras y un joven pecoso llegaba junto a un muchacho más maduro, quien se encargó de limpiarle las heridas y llevarlo hasta el Hiraikotsu para terminar de atenderlo. Al parecer, su final se estaba alejando.


Bien, espero sus comentarios, muchas gracias por leer. Pronto subiré el resto del fic, saludines!

Yumi-pon.