Disclaimer: Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima. Yo no saco ningún beneficio económico haciendo esto.
Ok, primero decir que, aunque al principio no vaya a parecerlo en absoluto, esto es un fic NaLu. Y a punto de terminar Fairy Prison, con tan sólo la necesidad de colgar el capítulo restante, me veo casi obligada a empezar a subir este fanfic llamado "Control Simétrico". No he podido resistirme.
Segundo: los capítulos serán en su mayoria cortos, no tanto como el prólogo, pero no esperéis lo contrario.
Lo tercero, aclarar que la historia es algo turbulenta. A partir de aquí, puedes leer con conocimiento de causa.
Capítulo 0- Prólogo.
El cementerio estaba de un color especialmente gris aquel día. Todos los allí presentes, vestidos con elegante ropa oscura, habían bajado la cabeza. Algunos permitían que ésta se mojara por la lluvia, otros habían sido previsores y habían traído un paraguas, y otros, simplemente, no tenían energías para refugiarse bajo uno. Aquel era el caso de Lucy y su padre.
Layla, la madre de la rubia, había fallecido de una enfermedad al corazón que llevaba tiempo anunciándose, y había dejado tras de si un montón de gente alfigida y dolida por lo sucedido. En especial, a su familia, quién ahora iba a tener que recuperar la sonrisa que su muerte les habia arrebatado.
-Mamá...- Murmuró una Lucy de nueve años, sus lágrimas confundidas entre las gotas de la lluvia.
Nadie dijo nada. Los sollozos de algunos de los presentes se escucharon al tiempo que cubrían el ataúd de arena y algunos ya se marchaban, antes de coger un resfriado.
Cuando, pasadas unas horas, Jude se dignó a despedirse de Layla, un chófer los llevó a su casa, un piso en uno de los barrios de Magnolia. Habían dejado su segunda y rica residencia y en ese momento vivirían allí, en un lugar dónde los recuerdos no los atormentaran a cada momento.
...
Lucy tenía nueve años cuando empezó a ser víctima de las burlas de algunos chicos que vivían en el mismo edificio que ella. Constantemente, se reían de su pelo, de sus ojos, de sus senos que, pese a tener tan corta edad, empezaban a hacerse ver, e incluso hacían broma con el hecho de que no le gustara cocinar.
A los diez años, pero, uno de ellos fue demasiado lejos con sus bromas, provocándole uno de esos pequeños traumas infantiles.
-Tu madre se murió porque no soportaba tener que ver tu cara todos los días, fracaso.- Dijo el mediano, un joven de pelo rosado llamado Natsu.
Happy, su pequeño secuaz, siempre reía sus gracias, y aquella vez no fue la excepción. Un alto pelinegro, mayor que ellos, soltó un simple bufido.
Los ojos de Lucy se volvieron borrosos.
-No es verdad.- Dijo, apretando su muñeca con fuerza.
-Claro que lo es, fracaso de niña.- Esta vez fue Gajeel el que habló, moviéndole el pelo con algo de fuerza y sonriendo macabra poniéndose a su altura.- ¿Por qué crees que tu padre no te dirige la palabra?
Antes, Lucy aún era tan ingenua de jugar con ellos de vez en cuando, pasar las tardes correteando cerca de allí con Natsu, Happy y Gajeel, pero a partir de entonces no volvió a verlos. Simplemente sintió que no quería recibir más daño nunca más.
Porque era cierto: su padre había dejado de dirigirle la palabra mucho tiempo atrás, para centrarse en el trabajo.
...
Lucy creció. Se volvió una joven bella y poco a poco, al alejarse de aquellos que le hacían mal, su corazón se fue abriendo, conociendo así nuevas amistades.
Enseguida se encariñó con una pequeña chica de cabello azulado llamada Levy que, al igual que ella, amaba leer. No tardó también en hacerse amiga de una chica, algo mayor que ellas, llamada Erza. Su cabello, largo y rojo, le gustó desde un buen inicio.
Se hizo fuerte, hacía deporte todas las mañanas y sus notas eran siempre impolutas. Todos los días veía a Natsu, a Happy y a Gajeel en las escaleras, a través de la ventana de su habitación, en el instituto o dónde fuera, pero el tiempo hizo lo suyo y, por más encuentros que tuvieran, nunca se dirigían la mirada.
Ahora Lucy tiene 16 años. Es guapa, bella, buena en casi todo y no le teme a casi nada. Es sólo a veces que los recuerdos la llevan a los años en que era víctima de sus compañeros de clase, que siguen viviendo en el mismo edificio que ella, pero los olvida en poco tiempo.
Y su historia comienza con el frío del mes de Enero, con la nieve cubriendo la ciudad casi todas las semanas, y en pleno año escolar.
